EL CANTINERO
Ángel González, mejor conocido en el bajo mundo como “El Naco” era un cantinero, de las muchas cantinas que había en los barrios, esta vez nos vamos a dirigir al barrio de La Palma, le echaba agua al pulque, a los barriles les metía su muñeca, (en una media o calcetín le echaba caca de cristiano para que fermentara) cuando veía a sus clientes, que estaban borrachos les cobraba doble, la cantina se llamaba “El Relámpago”
“El Naco” era un grandote, flaco, usaba un pinché sombrerote que parecía mariachi, sus clientes, no le protestaban porque cuando gritaba le tenían miedo. Por hay se escuchaba un rumor, que en su pueblo se había echado a 3 al plato, por ponerse con el.
Muchas veces se jugaba las tandas con sus amigos, cuando las ganaba las servia, cuando las perdía se los llevaba a la cantina de enfrente donde vendían más barato. Como sabia que había muchos mineros viejos, que se iban a tardear, compraban su litro de pulque y se lo tomaban a traguitos, al Naco, eso les caía como mentada de madre.
Puso un timbre, y cada 15 minutos lo hacia sonar, y su ayudante recogía todo lo que estaba servido. Todos les protestaban.
• Quihubole cabron, ¿Qué?
• Que de que.
• Porque recoges el pulque todavía no me lo acabo.
• Lo que pasa, es que sus viejas los corren de su casa, y vienen hacerse pendejos, aquí. Mira aquel cabrón, tiene dos horas y todavía no se acaba un litro de pulque.
Desde aquel día comenzó a caerles a los clientes, como parada de mula, abajo del ombligo. Comenzó una guerra a discreción, y cada quien buscaba la forma de vengarse, esperaban que se apendejara y se le iban sin pagar pero cuando los agarraba, se las dejaba ir a lo doble, tenia a su servicio un lavaba los vasos, que le decían “El Cacaro” que era como su Secretario Particular, también era mañoso, para chupar gratis, con el pretexto que limpiaba la mesa en el menor descuido se tomaba lo que estaba servido, porque como lo conocían, cuando alguien iba a miar, se llevaba su vaso.
La cantina siempre estaba llena principalmente sábados y domingos, por los mineros que bajaban de los terreros y minas de San Juan Pachuca y San Rafael. También le llegaban pandillas de los barrios cercanos, que se daban en la madre, le hacían destrozos en su cantina, era cuando se quejaba que trabajaba con números rojos y se reponía cobrándoles doble.
El cantinero encontró la formula del asunto, cuando llegaban los broncudos les servia pulque con polilla, les agarraba chorrillo y se salían, también tenía métodos de seguridad, para cuando se armaran los madrazos abajo del mostrador guardaba un garrote, hecho de encino y echaba por delante al su secretario con un amansa locos, que les abría el coco. El cantinero, a pesar de que tenia la cara de pendejo, era un autentico costal de mañas, a los que estaban tomando en el mostrador en un pestañeo, les quitaba el vaso o la jarra de pulque, y lo aventaba en el barril, cuando se lo iban a tomar y miraban que estaba vació se quedaban mirando sorprendidos al cantinero que les decía.
– Ya te lo chingaste ¿Qué quieres? Es del bueno, lo traen de Apan, ese pulque es la crema y nata nomas, te pones el vaso en el hocico, y se te resbala. Les hablaba con tanta sinceridad que le creían.
• Ya mejor me voy a dormir porque estoy borracho.
• Ten cuidado al bajar los escalones, no te vayas a ir de madre, estoy pensando mandar hacer un pasillo, para que puedan entrar con confianza los de la tercera edad.
Pero había algunos, que le echaban bronca.
• Quihubole con mi pulque cabron.
• Ya te lo tomaste.
• Ni madre, me acabas de servir dos litros le he dado unos tragos y ya se acabo
• Con ese hocico de pelicano que tienes con dos tragos te lo acabaste.
• Pues no te pago, para que se te quite lo encajoso, y hazle como quieras, no te tengo miedo, a mi me la pelas.
• Ni le busque ruido al chicharrón, guey como que estas metiendo la para a una tumba, si no me pegas de aquí puedes salir muerto, a mi me vale madre que me metan al bote. Pero tengo escoltas, que meten la mano por mí.
El cantinero, le hacia señas al “Cacaro” que cerrara la puerta de la cantina mientras se brincaba el mostrador con un palo en la mano.
• ¿Con que no pagas?
• Ya no la hagas de tos, hay está el dinero. Pero acuérdate, cabron que eres un pinche indio refugiado, y en una d e estas, se te puede aparecer Juan Diego.
• A mi no me apantalles pendejo, y es mejor que te calles no grites porque le das en la madre a mi prestigio, en este lugar lo mismo le vendo pulque a un albañil, que a un pinché Senador de la Republica, no le eches lumbre al diablo, porque me desprestigias, de cuates te iba a devolver, lo que me pagaste pero como estas de chillón, no te doy nada. Y Sácate a la chingada, de aquí quedas expulsado ¡Ábrele Cacaro!
El cantinero, lo agarraba de su chamarra, le daba una patada en las nalgas sacándolo de la cantina como había un escalón grande, fue a dar a media calle y le decía.
• ¡Quedas expulsado de por vida en esta cantina! Por tu santa madre te pido de que no regreses porque me caí de madre que no respondo. Si por hay andan diciendo que he matado a tres, tu serás el cuarto.
Se paraba en medio de todos y les preguntaba.
• ¿Hay otro inconforme?
Todos se quedaban callados, porque sabían que el Naco, cargaba un cuchillo grande de los que usan los carniceros para matar a los puercos.
El negocio del cantinero, cada día iba creciendo eso consistía en alterar las bebidas le llegaban protestas pero sabia como explicarles.
• ¡Oye pinché cantinero! el pulque esta como tu hermana bien aguado, me he tomado tres jarras de a dos litros y no me ha atarantado, parece que estoy tomando agua, cada rato voy a miar.
• No mames pinche “Garrapata” el pulque que vendo es el mejor, me lo traen de los llanos de Apan, lo que pasa es que eres muy buen tomador, si vas cada rato a cambiarle agua al canario has de estar mal de la vejiga, te aconsejo que vayas a ver a un medico, para que te haga el estudio de la Próstata, aunque es muy bueno que cada rato vayas hacer de la chis, porque si te tapas te puedes quedar como tu vieja de panzón se te puede desprender la vedija, este pulque es diurético.
• Ya no le la hagas de pedo gûey, lo que pasa es que ya no voy a venir.
• Ya no vengas, cabron, aquí es como las llamadas a misa, el que quiere ir vas y si no, no.
Uno de los que estaban tomando le decían, El Concho, era uno de los peleoneros más bravos del barrio, cuando había madrazos se volvía loco, no paraba de darles de madrazos, solo los dejaba hasta que estaban desmayados, y le gritaban sus amigos, que ya lo había matado y se echaba correr. Se lo quedo mirando muy feo y le dijo a su compadre el Garrapata.
• Vamonos a otra parte. Ya me cayó gordo este pendejo.
“El Cacaro” al ver que se levantaron, corrió a cerrar la puerta de la cantina con candado, por entro para que nadie saliera, era la orden de su patrón. Y le dijo “El Naco”
• Calmado pinché Concho, tu serás el raja madres del barrio, pero de aquí no sales hasta que pagues.
• Como te voy a pagar, si estoy en mi juicio igual que cuando entre, en lugar de pulque parece que he estado tomado agua.
El cantinero, le trono los dedos a su secretario, que se paro en la puerta con un garrote y le dijo el cantinero.
• Apuntale Cacaro, se tomo 10 litros de pulque, mas la propina, el derecho a mesa, llegaron desde las cuatro de la tarde son las once de la noche se han pasado 7 horas haciéndose pendejos con unas jarritas de pulque, son 100 pesos. Al Garrapata cóbrale 50, que paguen y se larguen.
El concho metió la mano a la bolsa y le dijo.
• Te voy a pagar y me cay, que te voy a dejar una buena propina.
Le dio un descontón, que se fue de nalgas parando las patas, los que estaban adentro le echaron bolita, el Cacaro, se quiso escapar pero no pudo abrir la puerta, los golpearon hasta que quedaron sin sentido, todos se sirvieron, haciendo justicia con su propia mano, salieron hasta la madruga bien borrachos, llego la ambulancia y se los llevaron al hospital, la cantina no se abrió durante un mes, después regreso el cantinero, se portó muy buena gente, no le echo agua al pulque, ni les cobro de mas, el cantinero recibió una buena lección.