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UN INFIERNO BONITO   

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“EL CHILÍN”

 

Eran como las 9 de la mañana cuando la señora Luisa bajó hecha la chingada por el angosto callejón de Manuel Doblado en el barrio de La Palma, en Pachuca. Llevaba en brazos a un niño y de la mano a un escuincle chillón que a cada rato se le caía y lo arrastraba, jalándole del brazo. También traía una bolsa grande, que apenas podía con ella. De vez en cuando se paraba para tomar aire y descansar, y aprovechaba para darle un jalón de greñas a su hijo que no dejaba de chillar.

  • Cállate, cabrón. Te dije que te quedaras en la casa, pero hay vienes de cola. Ahora te amuelas.

La señora Luisa siguió su loca carrera cuando, de momento, se tropezó y se fue de frente chocando con la señora Margarita que venía del mandado. Las dos cayeron  al suelo parando la patas, pegándose la señora Margarita en la cabeza, que se descalabró y quedó noqueada. Le dio de bofetadas a su hijo y le echó aire a la mujer, que no reaccionaba, y la paró a huevo.

La señora reaccionó y, muy enojada, le dijo:

  • Fíjese, pinche vieja babosa, por dónde camina. Por su culpa ya me descalabré y me torcí una pata. Y para acabarla de chingar, todo el mandado se apachurro; se aplastaron los jitomates.
  • Perdóneme, señora Magos. Es que la suela de mis zapatos me anda fallando, se atoró y me fui de cuernos. Yo también me rajé el hocico por no soltar a este pinche muchacho, que ni las manos metí. Ahorita que regrese, hágame la cuenta y le pago todo lo que le madrié.
  • En esos momentos pasó por ahí una amiga de su infancia, que se llamaba Pancha. Se detuvo y le preguntó:
  • ¿Dónde vas a la carrera, manita?
  • Voy al empeño. A mí no me agarró la encuesta de enero, sino la de todos los días. Llevó una plancha, una licuadora y una lámpara para soldar.
  • Por eso te van a prestar una madre.
  • Pero qué le hago. Los muchachos tienen hambre. Lo que me presten es bueno. A mi pinche viejo no le veo la jeta desde ayer. Y estos escuincles parecen pirañas los cabrones; comen a cada rato.
  • A lo mejor tu marido se quedó a trabajar tiempo extra y al rato viene con muchos pesos. Lo habías de esperar.
  • A ese cabrón parece que su pinche madre lo parió en una cantina. Seguramente anda de borracho. Me cae que me dan ganas de coserle el hocico cuando esté durmiendo. Ya me tiene hasta el copete. Pero ahora que llegue  lo voy a poner como pañal de recién nacido. Y si se me pone pendejo, le rajo la madre con un bat.
  • Por qué en lugar de empeñar lo que llevas, no empeñas el tocadiscos que tienes; te pueden prestar el doble.
  • No es de nosotros, es de la vieja de mi suegra; nos lo prestó desde el Año Nuevo. T para qué quieres que se zurre. Lo que pasa es que no se lo hemos llevado; pero cada rato está chingue y chingue, que ya lo quiere. Y para que se le quite, la estoy haciendo repelar.
  • Si quieres te puedo prestar 50 pesos, y me los das al rato.
  • Ya dijiste. Cuando llegue el desgraciado borracho te los llevo.
  • Mira cómo traes al niño, todo raspado de las rodillas.
  • Es que se cae cada rato por pendejo, parece que tiene las patas planas. Pero no se quiso quedar. Ya no voy al empeño. Con lo que me prestaste voy a comprar blanquillos, leche y pan, para darles de desayunar, porque los tengo como hermanos en ayunas.
  • Deberías de hacerles una olla de frijoles y se los das con mucha tortilla, y quedan como chinchitas.
  • No se los tragan, los cabrones. Y por una parte, mejor, porque luego están como ametralladoras. Al rato que venga a pagarte nos echamos una cotorreada.
  • Doña Luisa se metió a la tienda a comprar lo necesario para darles de comer a sus catarros. Se puso en chinga loca porque ya tenía 11 hijos y el que viene. Cada rato se salía al zaguán para ver si llegaba su viejo borracho, Pedro “El Chilín”, quien trabajaba en la mina de San Juan Pachuca. Era chupador de corazón, y amiguero. Los niños terminaron de comer. La señora recogió la mesa y se puso a hacer limpieza. Y, de pronto, escuchó voces. Era su marido, que llegaba acompañado de varios amigos de parranda.
  • Pásenle a lo barrido, esta es su casa. Vieja, ¿dónde estás? Saluda a mis cuates, si no van a pensar que estuviste estudiando en escuelas de gobierno, por lo mal educada.
  • La señora se lo quedó mirando con ojos de pistola. Le mentó la madre y se metió a la cocina. “El Chilín” le gritó a uno de sus hijos:
  • Pedro, ve a la cantina y le dices a don Luz que me mande dos pomos de Bacardi con refrescos y tehuacanes, que me los apunte para el sábado; y tú, vieja, haz algo de comer, que no hemos probado bocado desde ayer.
  • Luisa, de mala gana, les sirvió huevos revueltos con jitomate y chiles picados, y les puso un cajete de frijoles. “El Chilín” le reclamó:
  • ¿Huevos? ¡No mames, vieja! Mis amigos van a pensar que estamos jodidos. Saca los bisteces y empanízalos como tú sabes hacerlo, con mucho guacamole. Mientras nos aventamos un aperitivo.
  • La señora Luisa se lo quedó mirando muy feo y le hizo la mano hacia atrás. Y les sirvió más chile que comida.
  • Ay, en la madre, esto está muy picoso. Y el pinche chamaco que no aparece con los pomos, parece que fue a la fábrica.
  • Salió a buscarlo y lo encontró jugando canicas con sus amigos. Lo metió de una oreja y le llamó la atención enérgicamente:
  • Qué no te mande a pedir las botellas. O te mandé a jugar. Ya te pareces igualito a tu madre de burra y lenta. Parece que les pesan las pinches patas.
  • Entró “El Chilín” como triunfador, enseñando las botellas.
  • Órale, mis amigos, se las voy a servir cargaditas para que se les quite lo picoso. ¡Salud!
  • Uno de sus compañeros vio a su mujer que los miraba muy furiosa, y le dijo a Pedro:
  • Mejor nos vamos carnal, porque tu señora parece que está muy enojada.
  • No se preocupen, mi vieja está trompuda pero es de nación. Se parece a su jefa. No le hagan caso.

Después del almuerzo, “El Chilín” puso el tocadiscos y comenzó a bailar. Movía las nalgas y daba vueltas lentamente. Cuando terminó de bailar, la señora lo llamó a la cocina y le dijo:

  • Dame mi gasto. Voy al mandado. Cuando regrese no quiero ver a tus compañeros en la casa.
  • Dinero, no traigo, vieja. Luego te doy. Cuando salimos de la mina, ya no encontramos al pagador. Mientras ve por un pollito rostizado y un pomo.
  • Te dijo que no tengo dinero, pinche burro. Pancha me prestó 200 pesos, que le tengo que devolver hoy. Así es que dámelos.
  • Pídele otros 100 y se los pagas mañana con intereses.
  • Cómo te haré entender, hijo de la chingada, que no tengo dinero, porque tu no me has dado el gasto.
  • Trae unos bisteces, no me hagas quedar mal con mis amigos; no me puedes fallas ahora que te necesito. Hay traigo un cuate que va a subir a contratista, y me dijo que me va ayudar pagándome el doble.
  • Pues dile que te preste dinero y cuando él te pague más tú le pagas.
  • Te voy a apuntar en la lista negra, me cay. Y cuando me muera te voy a desheredar.
  • Con una chingada. ¡Te digo que no tengo dinero! Lo que debes hacer es mandar a tus amigos a la chingada. Y vete a conseguir dinero porque le debo a Pancha y quedé de dárselos al rato.

“El Chilín” la dejó con la palabra en la boca, hablando como loca. Y se fue a reunir con sus amigotes que empinaban el codo, tomándose el vino como si estuvieran en concurso. La señora, al verlos que estaban muy contentos, bailando y echando albures, se calentó. Estaba a punto de darle un ataque de nervios. De momento, se puso negra como de la Habana. Agarró un palo y como si estuviera quebrando la piñata, se les fue encima a los cuatro.

  • Lárguense de aquí. ¡Sáquense todos a chingar a su madre!

Se soltó a llorar histérica, aventando palos a diestra y siniestra. Por más que se tapaban la cabeza, los llegó a desmadrar. Descalabró a dos, dejando tirados a los otros. Sus hijos lloraron pensando que estaba loca. Los vecinos llamaron a la policía, y se la llevaron al bote. Mientras que al “Chilín” y a sus compañeros los trasladaron al hospital, donde dijeron que su estado era grave.

Cuando sacaron de los separos a la señora a declarar ante el Ministerio Público, se les echó a correr. Los agentes investigadores la corretearon, pero se metió al mercado y se les perdió entre la gente. Y no la agarraron. De ella no se supo nada. En cuanto a Pedro “El Chilín”, se alivió y requirió de la ayuda de su jefa para cuidar a sus hijos. Lo tiene en chinga loca. No lo deja que se junte con sus compañeros, mucho menos que se meta a una cantina. Ese fue el peor castigo que recibió.