NO LE DIO AYUDA UN HOJALDRA
Derrapó la motocicleta donde llevaba a una joven, quien se cayó y quedó mal herida. La dejó a su suerte, fugándose.
Los jóvenes se divertían en una fiesta. No se conocían, por eso lo hacían cada quien por su lado. Se aventaron varias cubas. La música estaba de pelos. Cada quien bailaba como sabía, sacando sus pasos domingueros.
Cuando todos bailaban por su lado, les tocó juntarse. A los dos les dio risa, y decidieron seguir moviendo el bote hasta que terminara la rola.
Se aventaron una cruzada por el gusto de conocerse. Por más que hablaban no se les entendía ni madre por lo fuerte de la música. Sólo decían que sí. Lo que sí lograban entender es cuando decían salud. Total, para no hacer la mosca chillar, quedaron como amigos y hasta un quico se dieron.
El tiempo pasó. Los invitados se despedían del dueño de la casa; otros, por borrachos y atarantados, se iban como burros.
La muchacha que posteriormente sufriría el percance, se despidió de sus amigochas. Pero el jovenazo que conoció en el baile se ofreció a llevarla a su casa, solo que no traía coche, sino una motocicleta. La mujer no lo pensó mucho, pues ya eran las 4 de la mañana y hacía un frío de perros. Le dijo que sí.
El joven, que se veía que era un caballero, se montó en su caballo de acero y le ofreció a la dama que se subiera atrás. Ella lo hizo, agarrándolo de la cintura. Salieron hechos la mocha, rumbo al sur de Pachuca.
Todo marchaba como un soldado, pero al llegar al boulevard Rojo Gómez, la moto derrapó, cayendo al suelo, arrastrándolos en el asfalto. Ninguno de los dos llevaba casco de seguridad.
La muchacha se llama Yesenia, quien resultó muy lesionada por el madrazo que recibió y la arrastrada que se llevó. El hombre que la llevaba a su casa, según él, al verla que estaba bañada en sangre, se subió en la motocicleta y la dejó a su suerte.
Varios automovilistas que pasaban por el lugar se detuvieron y se bajaron a ver qué había pasado. Al verla que estaba toda desgreñada y llena de sangre, se persignaron y llamaron al 911.
Llegó la ambulancia de la Cruz Roja y fue traslada al Seguro Social, con el riesgo de que allá los médicos, que por cierto brillan por su ausencia hasta en el área de urgencias, se la echaran al plato.
En el reporte de la policía indica que la agraviada no sabe cómo se llama el conductor de la motocicleta. Al verla tirada, levantó su caballo de acero, lo echó a andar y se fue tan rápido que sólo se veía el humo.
UN LADRÓN LE VIO LA COLA AL DIABLO
En todos los barrios y colonias hay letreros que han puesto los vecinos, que rezan: “Ladrón, si te atreves a robar y te agarramos, te vamos a linchar, piénsalo”.
Pero hay muchos a quienes los consejos les entran por una oreja y les salen por la otra. Los que ven se hacen como la gallinita ciega y dicen entre dientes: “Esos me los paso por el arco del triunfo”.
Todo lo que les voy a contar sucedió la noche del lunes pasado en el famoso barrio de La Palma, donde se encuentra la calle de Observatorio a unas cuantas cuadras del centro de la ciudad capital. El delincuente es un maestro en asaltar a las mujeres que andan solas, y de pilón les mete la mano.
La mujer gritó y salieron todos los vecinos como si fueran a participar en una carrera. Lo pescaron, dándole en toda la madre, sin dejar que abriera el hocico, pues ya se lo habían roto de un garrotazo. Corrió y lo pescaron de las greñas, dándole hasta por debajo de la lengua. Pedía paz y le daban más.
Llegaron los vecinos, y duro con él. Dirigía el grupo el marido de la afectada, quien decía: “Lo que haga la mano”. Le daba una patada y los demás hacían lo mismo. El pobre cuate me cay que daba lástima. Gritaba como chivo y lo callaban de un madrazo.
Fueron por un lazo, lo amarraron en un poste y le aventaban piedras como tirándole al negro. Ya estaba muy golpeado. Chillaba como niño chiquito, haciendo pucheros, y se le entendía que él era inocente.
Una samaritana llamó a una patrulla que estaba a unas cuadras de distancia. Cuando llegó ya estaba a punto de colgar el pico. Muy lastimado, no dejaba de llorar como una ambulancia. Tenía mucho miedo, pues temblaba de pies a cabeza, y pedía que lo soltaran.
Los testigos le dijeron a la gendarmería por qué habían llamado a un pelotón para calmar a la chusma. Había sido un ruido popular. Dijo el cabecilla que el detenido que iban a matar, ya tiene callo en asaltar a las mujeres. Ya lo tenían fichado porque si no les robaba la bolsa del mandado, les daba matanga dijo la changa con el celular. Y a otras les agarraba las petacas.
Comentó el representante del barrio que ya le andaban pisando los talones, y andaba por la calles de Julián Villagrán, Reforma, Simón Bolívar, Manuel doblado. Alguien les dio el pitazo, pero se les echó a correr. Regresó a lo mismo, pero esta vez atacó a una mujer, quien gritó como La Llorona. Y entonces sí le cayeron como aboneros en quincena.
No pudo correr por el montón de gente que lo correteaba. Se paró porque le pasó lo que al zancudo: una pata se le dobló y la otra se le hizo nudo. Cuando se enderezó ya lo tenían rodeado y él estaba en medio.
En un momento creyó que iban a jugar a la rueda de San Miguel, pero lo volvieron a la realidad cuando le sonó un garrotazo en la cholla, que sintió que se le salieron los ojos.
Y ya estando tirado, sobre el muerto las coronas, no lo dejaron parar hasta que lo amarraron en un poste.
Como vieron que llegaba la ambulancia no la dejaron pasar. Decían que iban a esperar a que se muriera y así no culpaban a nadie de que lo habían desmadrado.
Como ya lo habían golpeado hasta que se cansaron, les dijo el comandante Pistolas que lo dejaran, que ellos se encargarían de meterlo al bote porque la misión de la policía municipal era llevarlo vivo, si no los iba a zurrar doña “Yolis”.
Todo los hombres pasaron junto al golpeado y le mentaban la madre. Algunos le decían “qué re bueno”. Por lo tanto, fue desatado por los policías y, sacando fuerzas de flaqueza, les dijo que se llamaba Daniel.
Lo bolsearon y le encontraron una bolsita de marihuana legalizada, y se lo llevaron al hospital. Dijeron los médicos que iban hacer lo posible por salvarlo, pero estaba de la patada.
UN TRABAJADOR ESTABA ARDIENDO
Sus compañeros gritaban a todo pulmón, “se está quemando vivo, llamen a los bomberos”. Pero nadie los pelaba, hasta que llegó el grupo de rescate.
Dos trabajadores, en la tarde del jueves, recibieron una descarga eléctrica afuera de la tienda “La Preferida”, en el municipio de Tulancingo.
Los dos se encontraban hasta arriba de un andamio, con el fin de colocar una nueva publicidad en un anuncio luminoso, cuando, en forma accidental, tocaron los cables de alta tensión. Comenzaron a echar chispitas como arbolitos de Navidad.
Los testigos dijeron que los quemados tenían en sus manos una estructura de aluminio y que seguramente fue jalada por la electricidad. Este lugar se encuentra sobre la carretera México-Tuxpan, en la Bajada de la muerte.
Los dos son empleados de la empresa Gráficos. Uno de ellos, al recibir de lleno la descarga, se fue para abajo, pero quedó colgando porque estaba amarrado con un lazo que le servía de seguridad. El otro quedó con los pelos parados, y no se entendía lo que decía, pero se bajó hecho la mocha, por su propio pie.
Otros de sus compañeros que estaban abajo, al darse cuenta de lo que había pasado, se apresuraron a rescatarlos, sobre todo al que sufrió quemaduras graves. Debido a la descarga perdió el sentido. Las ropas de los dos trabajadores se encendieron. El más grave reaccionó y gritó con todas sus fuerzas: “Me estoy quemando vivo”.
Los comerciantes de ese sector y algunas personas que estaban esperando el transporte también les echaron la mano.
No faltó alguno que sacó el celular y llamó a la Cruz Roja y a los bomberos. Hubo momentos en que por ayudar, pidieron agua a los vecinos para apagarlos. Pero les dijo un señor que mejor ahogaran el fuego con cobijas o con tierra. Se los llevaron encuerados porque toda su ropa se había chamuscado.
Llegaron los policías municipales y los agentes de investigación, que ahorita trabajan como hermanos, e indagaron que el más grave se llama José Luis, como 40 años.
El otro se identificó como Julio César, de 32 años, quien por fortuna no sufrió muchas quemaduras como su compañero. Como siempre, también invitaron a que fuera a ver lo que pasó el comandante del pelotón, diciéndole lo mismo que a nosotros.
Estaban poniendo un anuncio cuando tocaron el cable de alta tensión y por un pelito se los chupa la bruja. Después supimos que no se sabía de su estado de salud o no quisieron informar los méndigos, perdón, los médicos.
LA CALACA SE LA PELÓ
No nada más la selección mexicana fracasa, sino que
también la muerte. Un hombre se vino a plomo desde un cuarto piso, como si fuera costal de papas. Se le rompió la madera del andamio y… fuera abajo.
Esto sucedió en el fraccionamiento Paseos de Chavarría, municipio de Mineral de la Reforma. Los trabajadores de la construcción se encontraban en lo más alto del edificio, caminando de un lado a otro, llevando sus botes de mezcla para un colado, sin darse cuenta que por los movimientos rápidos, las tablas, por el peso de ellos, se iban abriendo poco a poco.
Pero como el diablo nunca duerme, a uno de los albañiles le tocó bailar con la más fea. Una de las tablas no aguantó y se desplomó con todo y bote lleno de cemento.
Inmediatamente sus compañeros se bajaron, hechos la grosería, porque creyeron que se había muerto. Pero se llevaron la sorpresa: tenía los ojos abiertos. Le pusieron la oreja en la molleja y latía a madres. Trataron de reanimarlo mientras llegaba el cuerpo de rescate, Cruz Roja y la gendarmería hidalguense.
Les dijeron los compañeros cómo había estado la movida. Los socorristas les dijeron que al revisarlo, sólo tenía lesiones leves. Uno de ellos les dijo que no mamen, si se vino a plomo y al caer sonó muy fuerte.
Ya para no hacérselas de tos, dijeron los uniformados que se iban a llevar al maistro para que firmara un papel delante de las autoridades, civiles y militares, de que se iba a hacer cargo de sus gastos.
Les dijo don Timoteo que el patrón no les da Seguro Social, y además ellos trabajan como burros y tienen riesgo en cada paso que dan cuando laboran en las alturas.
Ellos sí se rajan la madre por unos cuantos pesos, que apenas les alcanza para comer. Y no se andan paseando en una camioneta todo el día, a ver qué agarraran.