UN INFIERNO BONITO

AMENAZADA DE MUERTE
Un mecánico automotriz y sus ayudantes llegaron a la casa de Verónica a la medianoche y le advirtieron que les cay de madre que se van a echar a toda su familia y a ella le van a dar para sus tunas. La mujer ya no encuentra la puerta, anda con el Jesús en la boca. Cada que tocan la puerta, a pesar de que su casa está cerrada, se mete debajo de la cama.

Los rijosos le anticiparon que van a matar a sus hijos y los van a hacer en carnitas, mandándole  tacos de cachete, de ojito y de trompa y unas gordas de tripas. Que ella no se imagina lo que le espera, que la van a partir en dos. Se pasa las noches en vela, ha perdido el apetito, lleva días sin probar bocado, y ya parece calaca. Está tan débil que las patas se le doblan.
Jugándose el cuero, caminando como cangrejo, mirando para todos lados, salió de su domicilio, en la colonia El Cerrito. No dejaba de mirar para los lados, chocando con un poste, y se hizo un chipote en la frente, que parecía el hombre elefante.
Por distracción se pasó una calle sin fijarse, que por un pelito de rana se la llevan de corbata, y sólo le rasuraron las nalgas. Le gritó el chofer: “vieja babosa”. Se echó a correr y no paró hasta llegar al Ministerio Público de Actopan, para denunciar al mecánico Alejandro y a su vieja María, quienes se la sentenciaron que si iba de rajona la iban a ejecutar, porque ellos pertenecen a una banda organizada del Chapo.
El representante social sacó su carpeta de investigación única y le pidió que le contara cómo había estado la situación. La fémina le explicó con todo detalle, que hace como medio año, se dirigía a su domicilio a bordo de su camioneta Ford Windstar, modelo 1995, y en el camino se le descompuso, pues comenzó a jalonearse, a echar humo y le zumbó el mofle. Como ella no sabe nada de mecánica, se le cerró el mundo. La dejó y se fue a pata a su casa.
Al día siguiente le contó lo que le había pasado a su amiga María. Ella le dijo que no había tos, que le dijera a su marido Alejandro que se la compusiera, que es un mecanico de los buenos, pues estuvo en los pits de la Fórmula Uno, y lo mismo compone un avión de propulsión a chorro, que una camioneta vieja.
Fueron a verlo y ella se arregló con él, diciéndole que su caso estaba del cocol, porque de seguro se había roto una biela que desmadro al cigüeñal, y que le iba a salir un poco caro porque ya no hay refacciones para esas reumas, pero como él está con la Reforma Energética, le iba a hacer una rebaja de 50%, que le diera 5 mil pesos y otros 5 cuando se la entregara.
No hubo regate porque era el esposo de su mejor amiga, a quien conocía desde hace muchos años, cuando estuvieron en la primaria y le decían “La Chilindrina”. Pasaron los meses, y cada que iba a verlo le decía que mañana y mañana, hasta que mucho después, le informó que ya estaba lista su camioneta, que le puso motor nuevo. Verónica le pagó los 5 mil pesos restantes,  despidiéndose de mano y quedándole muy agradecida, pero cuando se subió y la echó a andar, le pasó lo mismo, ya no jaló.
Le dijo el mecánico que ella tenía la culpa porque no supo echarla andar y meter las velocidades, y otra vez le puso en la madre. Que de una vez le decía que ya no la iba arreglar, ni le devolvería el dinero que le dio. La afectada le contestó que lo iba a demandar en la Profeco.
Al sujeto tal parece que le picaron la cola. Se puso negro de coraje y se le fue encima, aventándole un golpe que si no se agacha, le pasa lo que al perico. Junto con su vieja y sus ayudantes, el sujeto la sacó del taller y la unidad la dejaron a media calle, una cuadra más adelante y atrancaron la puerta.
Verónica estuvo tocando con una piedra para que escucharan porque el zaguán es de lámina, y escuchaba que le mentaban la madre. Triste, cansada y sin ilusiones, con los ánimos por los suelos, las manos abajo como si le pesaran las nalgas y llorando de coraje que hasta le agarró el chorrillo, se dirigió ante las autoridades para pedir castigo contra ese mecánico balín. Lo acusó de abuso de confianza, insultos y amenazas, y demandó que le arregle su vehículo o le devuelva  los 10 mil chuchos que le ha pagado.
Desde esa fecha comenzó el calvario para la denunciante. Se había echado un alacrán encima. Le exigían que retirara la denuncia o de lo contrario iban a matar a todos los de esa familia hojaldra y chismosa. Le dio mucho miedo, que sintió que estaba en el fondo del infierno donde le vio la cola al diablo.
Pero ella se montó en su macho y no retiró la denuncia. En respuesta llegó a su casa Alejandro, quien iba acompañado de tres changos cubiertos de la jeta, rompiendo todos los cristales de su automóvil Corsa. Vociferó el indiciado: “A esa vieja no le voy a pagar nada”. Con chiflidos y haciendo la mano hacia atrás, se fueron mentándole la madre.
Temblando de pies a cabeza, sintiendo un sudor frío que le resbalaba por la rabadilla, se regresó a hacer otra demanda en contra del méndigo mecánico, acusándolo de daños en propiedad ajena y de robo, pues se llevaron una maleta llena de teléfonos celulares que ella tenía en su negocio. Y al cuestionar al MP acerca de la primera denuncia, éste le contestó, cantándole como José José: “Espera un poco, un poquito más”. Que aguantara vara porque tenían muchos trabajo, pero con esta era doblete y le iba ir peor al acusado, que lo iban a meter en el apando cuando llegara a la grande.
Ella quedó más tranquila, pero el miedo la hacía temblar, que sonaba como maraca. La agresión no terminó, siguió más dura. Regresaron los desgraciados junto con otros y rompieron los vidrios de la vivienda que ella alquila a unos estudiantes. Apantallaron a la empleada, advirtiéndole que le iban a dar para sus tunas. Ella marcó al maravilloso 911, llegando los gendarmes y agarraron a uno a quien se llevaron, pero pagó una multa y lo dejaron salir. Le anticiparon a Verónica que se previniera para la próxima visita.
Mas ella no ha querido retirar su denuncia, poniéndolos más furiosos. María, la vieja de Alejandro, quien era su mejor amiga, la retó a echarse una lucha a calzón quitado. Han dado por molestarla subiendo a las redes sociales mensajes, que cada que los lee se le pone la carne de gallina. Amenazan con que van a dar un “levantón” a sus hijos. Siguen destrozándole los vidrios. Por lo que regresó a demandar a Alejandro, a su vieja y a una pandilla de malvivientes.
Explicó que ella es madre soltera y vive de lo que gana hospedando a estudiantes, pero como los han espantado, se han ido y dejado el inmueble vacío. Le han dado en toda la torre económicamente, pues ha tenido que comprar los vidrios que le destrozaron, y con la salida en parvada de sus inquilinos, contabiliza una pérdida de más de 35 mil pesos.
Expuso que ha solicitado apoyo psicológico porque no puede llevar una vida tranquila, pensando que a sus hijos y a ella el día menos esperado les den chicharrón. Por eso pide ayuda del gobernador, del procurador y de los altos mandos para que agarren a esos méndigos.
Pero el agente del MP le respondió que eso iba a estar pelón, pues ahora afrontan el desfalco millonario que causaron los funcionarios que salieron de gobierno, tanto en la SEPH como en Radio y Televisión, donde uno al otro se tapan el hoyo que dejaron, pero en cuanto arreglen sus broncas a ver qué pasa. Tampoco él puede hacer nada por ella. Ha escuchado que van a cambiar a todos los ministerios públicos, y también anda buscando dónde colocarse, ya que de abogado no la hace.

SE DESPLOMÓ DE LAS ESCALERAS
Afirman algunos que a Fernando Reyes le gusta empinar el codo de a madres, y a sus cuates les dice que hay que chupar porque el mundo se va acabar. Daba un paso para adelante y otro para atrás cuando, de momento, para controlarse y no caer, trataba de equilibrarse con sus brazos, que parecía que andaba agarrando pollos.
Ya estaba a punto de llegar a su casa, sólo le faltaba un escalón cuando, de pronto, se desplomó pesadamente, rodando por las escaleras de cemento y golpeándose la cholla, que sonaba a bote viejo. Ahí mero quedó, mirando al cielo como contemplando las estrellas, con los brazos en cruz.
Esto sucedió la noche del lunes en el municipio de Tizayuca. Una mujer policía que estaba de guardia recibió la mentada, perdón, la llamada informándole que una persona yacía inconsciente o fallecida en el fraccionamiento Casas Quma. De boleto comunicó a sus compañeros, que salieron hechos la mocha. Les indicaron que se trataba de una vivienda ubicada frente a la iglesia de la privada del Palomar, para que no anduvieran buscando por otro lado.
En el lugar encontraron a una persona que ya había estirado la pata, según lo diagnosticó  uno de Protección Civil pero, por las moscas, llamaron a los paramédicos de la Cruz Roja quienes confirmaron que el hombre se había ido al valle de las calacas. Los testigos y los familiares de la víctima coincidieron en señalar que Fernando Reyes, de 43 años, vivía en esa casa y era un chupador de corazón.
Se había caído de las escaleras del patio de atrás, de una altura de 3 metros, de pura chirimoya, y  no aguantó el madrazo, muriendo instantáneamente. Se le habían pasado las cucharadas. Siempre llegaba igual, pero esta vez le falló.

FENOMENAL RIÑA ENTRE FAMILIAS
En una de las vetustas vecindades de la calle Candelario Rivas, en el popular barrio El Arbolito, hubo una fenomenal pelea, todos contra todos, llegando los policías a quienes bajaron a pedradas, y como dice el dicho: “Mejor aquí corrió que aquí murió”. Se fueron y dejaron que se siguieran dando en la madre a gusto.
El escandaloso pleito comenzó cuando doña Antonia mandó a uno de sus retoños a comprar frijoles, pero éste regresó llorando y sangrando de una nalga. La mujer le preguntó molesta, qué le había pasado y, entre chillidos, el niño le dijo que lo había mordido el perro de doña Martha, quien vive dos puertas más abajo.
Antonia curó a la criatura y, acto seguido, tomó un martillo y se paró por mucho tiempo en la puerta de la vecindad hasta que vio salir al feroz can que anduvo olfateando por ahí y luego se acomodó para echarse un coyotito.
Toña bajó como si nada, y, con todas sus fuerzas, propinó un duro martillazo al pobre animal, en la mera cabeza, que no lo dejó ni ladrar, y valió  madre, pues se fue para el otro mundo.
Poco después llegó doña Martha a reclamarle airadamente por qué le había dado cran a su perro. Se hicieron de palabras, se la mentaron, y terminaron desgreñándose. Los escandalizados vecinos las separaron y cada quien se fue para su casa.
Pero ahí no acabó la cosa. Más tarde llegó Alberto a reclamar, pero como estaba Alfonso, éste salió al quite y se dieron en la madre. Poco a poco fueron llegando los familiares que intervinieron en la reyerta, dándose con todo.
Cuando llegó la policía hicieron una tregua y lanzándoles de piedras, les impidieron subir al callejón. Una vez que la autoridad se fue, siguió la refriega. Y creo que seguirá por mucho tiempo.

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