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UN INFIERNO BONITO

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EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY:

“LA ESPIRITISTA”

Doña Dorotea era una señora chaparra, gorda, muy famosa. Toda la gente del barrio la buscaba porque era espiritista que siempre le daba al clavo. Tenía el don de quitar el mal de ojo, de devolver la salud, hacer limpias para quitar lo pendejo. Según se contaba, que por medio de ella hacía regresar a los muertos. Tenía como protector a un niño llamado Camilo para que hablaran con sus familiares de los enfermos y hacer toda clase de curaciones en general.
Mucha gente de todas partes iba en su busca con la confianza de que los curara, que les alejara el mal. Eran muy creyentes, buscaban el remedio por medio de la fe. La señora Dorotea vivía en el barrio El Arbolito. Trabajaba bajo el amparo de San Camilito.
Un niño santo muy milagroso, consuelo de los que sufren, adoración de la gente. Un día le llevaron al hijo de “El Mollejas”, quien estaba desmayado, no se movía a pesar de tener los ojos abiertos. La señora Chona tenía los ojos como cuyo de tanto chillar porque le había dado muchos remedios pero el niño seguía iguana ranas.
Llegó al callejón de El Porvenir y tocó la puerta muy fuerte, que espantó a los perros, que no dejaban de ladrar. Escuchó la voz de una mujer que le preguntó:
¿Quién es?
Soy yo, Juana, traigo a mi hijo a que me lo cure porque ya tiene el pico colgando.
Ahorita le aviso a la señora porque está como el Tigre de Santa Julia y se tarda mucho.
Dígale que le corte, que se apure porque es una emergencia.
La señora Pancha era su secretaria de doña Dorotea. Los pasó al cuarto donde cura y fue avisar a su patrona.
Llegó hasta donde estaba y le dijo:
Señora, la busca la mujer del señor “Mollejas”, trae a su chavito muy malo, para mí que a lo mejor que ya estiró la pata.
Tráeme un  papel y dile que me espere, ahorita voy.
Doña Dorotea llegó aprisa y le preguntó:
¿Qué le pasó al niño?
No sé, de momento se me puso así.
Pancha, treme la loción rápido, mientras me visto.
Al trabajar la señora Dorotea, se ponía una bata blanca y comenzaba a rezar en voz alta, invocando a todos los santos. Temblaba de pies a cabeza y se dormía cerrando sus ojos, que parecía que estaban pegados con cola loca.
Su ayudante Panchita, se ponía bien buza para anotar todo lo que le dijera la curandera. Le servía de secretaria y aparte de escribir la nota como reportera, paraba la oreja para escuchar y hacer todo lo que le indicara.
El lugar donde trabajaba era un cuarto no muy grande, en el centro tenía una escala con un ojo, en la pared muchos juguetes que la gente le llevaba a San Camilito que era su protector. Estiró los brazos y le dieron al niño, soplándole la mollera varias veces, hasta que chilló. Lo envolvió en una sábana blanca, lo limpió con  un ramo de pirú que lo sacudía en el brasero de lumbre.
Luego le rezaba con unas oraciones que solo ella se sabía. Luego con una piedra de alumbre lo limpió y también la echó al bracero. Le pidió a doña Pancha un huevo de guajolote, de los que acaba de poner, en un vaso de agua lo rompió y lo echó adentro.
Doña Pancha le echó loción de 7 machos y le puso dos velas negras grandes donde estaba sentada y poco a poco, doña Dorotea fue abriendo los ojos y se levantó, se sacudía todo el cuerpo con las manos.
Llegó hasta donde estaba el vaso y lo vio a través de la luz y llamó a doña Julia, la mamá del niño que acabada de curar. Le dijo:
Su hijo traía un aire que se le subió a la parte de arriba del cerebro, se lo pegó alguna de las mujeres que tiene mal ambiente, por eso les digo que a los niños que tienen menos de un  año, no los saquen a la calle, ni mucho menos los llevan al mercado donde hay mucha gente.
Cuando llegue a su casa déjelo dormir, cuando llore, es porque tiene hambre, no le vaya a dar chiche porque usted estaba asustada. Cómprela de la tienda. Gracias a Dios lo trajo a tiempo, y Camilito que es un santo, lo salvó, si no ahorita estuviera jugando con los Angelitos porque se le hubiera caído el cuajo.
Muchas gracias, doña Dorotea. ¿Cuánto le debo?
En el altar, deje lo que sea su voluntad.
La noticia se corrió como reguero de pólvora y anduvo de boca en  boca, que la curandera había salvado a otro chavito. Pasó el tiempo, y a la vecindad llegaron a vivir unos jóvenes que eran marido y mujer. Se vinieron de la ciudad de México para buscar fortuna y además allá hay mucho ratón. Les pusieron los chilangos.
Con  ayuda de los vecinos del barrio el señor se metió a trabajar a la mina de San Juan y a la Chilanga le consiguieron casa pero a unos meses de vivir en Pachuca, de momento quedó tullido. La señora Josefina, que se metía en lo que no le importa, le aconsejó a su mujer Chilanga que la llevara con doña Dorotea para que lo curara. Estando con ella le platicaron y le respondieron todo lo que les preguntó. Como ellos venían de México, como que estaban dudosos de que la señora curara a su marido.
Doña Dorotea se durmió, quedó en trance y escuchaban con asombro una voz de niño que salía de los labios.
¡A este hermanito! Lo tienen clavado con grandes puntos. Padre mío, te pido que lo ayudes, líbralo del mal, señor.
Doña Dorotea le pidió a Pancha un ramo de pirú arreglado con flores y claveles rojos, lo pasaba por un brasero de lumbre y limpiaba al enfermito.
Te limpio con estas yerbas purificadas y preparadas para retirar el mal.
Le pidió loción a Pancha, de esa que huele a mujer mala. Doña Dorotea se la untó en el cerebro, en la frente y decía:
Todo el mal que esta alma tiene, será devuelto a quien se lo hizo. Porque esa es la voluntad del señor.
Nuevamente le pidió a la señora Pancha una piedra de alumbre, lo limpió de pies a cabeza, dándole vueltas en el ombligo y le preguntó:
¡Sabes que lo malo entra por aquí! ¿Qué tienes hermano?
Todo miedoso, le dijo.
¡Aparte de que no muevo mis piernas, siento que me pesan las patas, me siento muy agotado, parece que ando cargando a alguien!
¿Cuándo duermes sudas mucho?
¡Sí!
¿Tuviste algún amor antes de que te casaras con tu compañera?
Este…
Él no hablaba con confianza, tenían poco de casados y a lo mejor le daba en la madre su vieja, y se quedó callado.
¿Te hice una pregunta?
¡Anduve con una mujer!
¿Tuvieron relaciones serias?
¡Sí!
¡Esa mujer al dejarla, te hizo la maldad, según veo, tiene  tus calzones enterrados en el panteón, las punzadas que sientes en tu cabeza son alfileres que están atravesando una fotografía tuya! ¿Cómo sientes tus piernas?
¡Parece que son de plomo!
La espiritista lo limpió de nuevo con la piedra de alumbre, del ombligo para abajo, la echó en el brasero con lumbre, y esperó un rato. Luego sacó la piedra con una cuchara, la revisó y le dijo que se había formado una muerte. La señora rezó y le pidió agua bendita a Pancha.
Tomate esta agua, es de 7 iglesias, te sentirás mejor.
El pinche chilango se aventó 3 vasos, y le volvió a preguntar la curandera:
¿Ves sombras en la noche junto a tu cama?
¡Sí!
¿Sueñas que alguien te jala y te caes en un precipicio?
¡Sí!
¡Has tratado de despertar en tu caída!
¡Sí! Rezo con el pensamiento y despierto.
Doña Dorotea le pidió una veladora a su ayudante Pancha, y con ella lo limpió 5 veces.
¡Esta luz es para protegerte de algún espíritu o un alma que te ande rondando y no entre en ti! Y tus piernas quedarán sanas y podrás correr mejor que Ana Gabriela Guevara. Me despido de ti hermanito porque mi padre me llama.
La señora Dorotea comenzó a temblar como si le diera el telele, abrió los ojos y dijo que San Camilito se había ido al cielo. Las señoras Dorotea, Pancha, el chilango y su mujer se quedaron para darles instrucciones. Los chilangos estaban asombrados de lo que habían visto, y les dijo Dorotea:
¡Antes de cualquier cosa!, ustedes deben demostrar su fe, su creencia, para que Nuestro Señor lo alivie. ¿Son ustedes creyentes?
¡Sí señora!
¡Pongan mucha atención en lo que van a hacer!
Le dio una botella con agua.
¡Este bálsamo! Todas las noches lo van a regar en los rincones de su casa, principalmente martes y jueves. Antes de que se duerman, el ramo con que lo limpiaron lo envuelven en papel periódico y usted señora, lo va ir aventar a la medianoche, en una calle que forme una cruz. ¿Me entendieron?
¡Sí!
Tienen que hacer todo al pie de la letra para que se alivie el señor.
La chilanga le preguntó:
¡Con esto!, ¿mi compañero podrá caminar como antes?
¡Todo depende de ti! Ahorita que llegues a tu casa, limpias a tu compañero con un huevo, no dejes de hacerlo porque si no la curación no sirvió de nada.
La Chilanga le preguntó:
¿Cómo debo limpiarlo con el huevo?
¡De los pies a la frente!
Dieron una cooperación voluntaria y se despidieron. Al otro día la chilanga llegó muy triste con la espiritista, quien le preguntó:
¿Cómo sigue tu esposo?
La señora comenzó a llorar y entre lágrimas le dijo:
¡Se murió!
¿Qué no lo limpiaste con un huevo, de pies a cabeza, como se te dijo?
¡Sí, pero por más que se lo jale, solo le llegó a las rodillas!