EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY:
“EL BOFE”
En la mina no nada más había burros, pulposos, teporochos y borrachines, sino también grandes deportistas como “El Canguro”, quien era maratonista y corredor de fondo. Los Cuéllar, Basquetbolistas; Los Aldana, Beisbolistas; Los Castillo, Alpinistas. Juan Valdés “El Bofe” era campeón de los Guantes de Oro en el Estado, en peso gallo. Tenía varias peleas en la Coliseo y era bueno para el madrazo callejero. Era estrella como boxeador de la Arena Afición.
Su manager era “El Pichanchas”, un boxeador que en sus tiempos fue campeón nacional, muy conocido en la ciudad de Pachuca. No salía de las cantinas, y porque cada rato lo madreaba su vieja por borracho.
Juan “El Bofe” trabajaba en la mina de Paraíso. Era un chaparro, prieto como mojón, de categoría cochero. Tenía 20 años de edad, y era muy mamón. Su trabajo era empujar conchas, que son carros de mina que les cabe dos toneladas de carga en las profundidades de la mina. Todos éramos iguales; ahí les valía madre que fueran chingones. Él trabajaba en el nivel 380, con sus compañeros “El Muerto” “El Babotas” “El Pinacate” “El Pecoso”. Un día empujaban las conchas, y le dijo “El Muerto”.
-¡Bofe, Bofe! Ponle los ganchos a la concha, que se voltea. Rápido güey.
Juan “El Bofe” se puso en guardia, hizo fintas como pegándole a la concha, arriba y abajo. Eso enojó al “Babotas”, que le dijo:
-Ya, pinche mamón, ponle el gancho para que no se vaya a voltear.
-Ya se los puse, güey. A nosotros los boxeadores nos vale madre todos los ruidos, sólo escuchamos una voz del entrenador para obedecerle. ¿Cómo dijiste?
-Que le pongas los ganchos.
-Hay te van gancho izquierdo, gancho derecho, uno en el hocico.
-¡Ya, ya, no mames! Mejor aviéntame el recto.
-Hay te va, cabrón.
Bailándole de un lado a otro, tirándole golpes y haciendo fintas, se lo llevó hasta el fondo del túnel, golpeándolo, jugando. El que se enojo fue “El Muerto”, que le mentó la madre.
-Así le habías de hacer cuando estas en el ring, no que te ponen cada madriza, que ya tienes el hocico de chancla y los cachetes que parecen nalgas.
Del juego y las llevadas paso a la realidad. “El Bofe” le dio un golpe en el hígado, que “El Muerto” se fue doblando y quedó sentado en el suelo sobándose y haciendo gestos, que parecía que chupaba limón. En esos momentos llegó el encargado, a quien le decían “El Rabadilla”, y les dijo:
-Pónganse a trabajar, cabrones, o los reporto con el sotaminero para que los eche afuera.
-Estamos trabajando, qué no ves.
-Entonces, por qué éste está en el suelo.
-Al empujar la concha se resbaló y se pegó en el estómago.
“El Rabadilla” les mentó la madre y se fue. Cuando se perdió en el túnel, “El Bofe” se dirigió con “El Muerto” y le dijo:
-¿Qué traes conmigo, pinche Muerto, como que te caigo gordo? ¿Te quieres rajar la madre?
-Ya dijiste, pendejo, a mí no me apantallas, serás muy boxeador pero me la pelas.
Los dos se pusieron en guardia y bailaban de un lado a otro como gallitos de pelea. “El Bofe” le tiró un recto que le entró en el mero hocico, que lo mandó de nalgas. Sin dejar de bailar y sin bajar la guardia, le hacía señas al “Muerto”, que se levantara para seguir peleando.
“El Muerto” hizo un movimiento, que le aventaba un madrazo arriba y le puso una patada en los bajos, que se cayó. “El Bofe” se revolcaba de dolor. “El Babotas” lo acostó, le doblaba las piernas hacia dentro y hacia fuera para que se repusiera.
En esos momentos llegó de nuevo el encargado y les dijo:
-¿Qué chingados pasa?
Le contestó “El Babotas”:
-Se tropezó “El Bofe” y se fauleó en la esquina de la concha.
-Sóbaselos.
-Mejor cuando llegue a su casa que se los sobe su madre.
-Apúrenle, porque ya es tarde.
Siguieron trabajando. A la salida, le dijo Juan “El Bofe” al “Muerto”:
-Perdóname carnal, sólo estaba jugando.
-Yo también estaba jugando.
Juan Valdez “El Bofe” no los acompañaba a chupar porque tenía que ir a entrenar al Centro Social Deportivo Pachuca, bajo la mirada del “Pichanchas”, que le decía:
-Salta la cuerda, pégale a la pera loca, súbete al ring, eso es, tira golpes, arriba, abajo.
-Por hoy le paramos, ya estoy muy cansado y me duelen las bolas. El pinche “Muerto” me dio una patada.
-Mañana le seguimos, y ponte unos lienzos de agua caliente para que se te desinflamen. Caminas como charrito con las piernas abiertas.
Se metieron a la regadera y cuando salieron, le preguntó “El Bofe”:
-¿Cuándo es la pelea, carnal?
-Dentro de ocho días, en la Arena Afición. Debes de estar como charrasca de zapatero. Tu contrincante es muy chingón, noqueó a Juan Zapata en el primer round. Es muy marrullero, y debes de tener cuidado con los cabezazos.
-¿Cómo se llama ese pendejo?
-“El Cabezotas” Peláez.
-Será el cabezotas pelas.
Pasaron los días, y una vez que estaba comiendo, le dijo uno de los compañeros:
-¿Oye bofe? Te vamos apostar todo el dinero de la semana, no nos vayas a fallar, y salgas con la mamada de que te robaron la pelea
-Apuesten su raya y también su dinero, estoy como navaja de rasurar. Ese pinche Cabezotas, le voy a rajar toda la madre, me han contado cosas de él, no lo conozco porque viene de México, pero el que es perico donde quiera es verde, y el que es pendejo dondequiera pierde.
-¿Cómo sabes que vas a ganar?
-Estoy bien preparado, le he rajado el hocico a mi vieja tres veces al día, mi suegra se metió y también que la noqueó. Dicen que me andan buscando mis cuñados, pero me les escondo hasta después de la pelea.
Le dijo el contratista, que era “El Bandolón”:
-Deja de estar soñando, pendejo, al primer madrazo te van a rajar cuanta madre tienes. Vete con “El Cucho” a barrenar el rebaje. Su ayudante no vino.
-No mames, pinche Bandolón, voy a pelear el sábado, tengo que estar descansado.
-Eso a mí me vale madre. Todos los que están aquí deben de trabajar al parejo, hubieras hablado con el Barra, Luis, para que te diera un permiso.
-Le dije, pero me salió con la mamada de siempre, que no hay gente y yo no puedo faltar porque tengo dos faltas en el mes, y otra más y me corren, por eso me he aguantado, pero cuando salga campeón a todos los voy a mandar a la chingada, con todo y su mina.
-Entonces vete con el Chocolate, a barrenar el chiflón, ese cabrón es huevón igual que tú.
-Es mucha chinga, y ese pendejo, como es el perforista, se carga con el ayudante, todo quiere que uno lo haga. Déjame descansar estos dos días y me cae de madre que te voy a regalar dos boletos para lleves a tu vieja a verme pelear.
-Vete con el Cucho a echar pala, ya me caíste gordo, cabrón; a echar pala, y si no terminan es tu bronca. No los van a dejar salir.
A la salida el Bofe estaba muy cansado en el despacho, sentado en la tubería del aire, cerca del tiro, esperando que lo sacaran a la superficie. “El Babotas” se sentó junto a él y le preguntó:
– ¿Por qué estás muy cansado?
– El pinche Cucho me puso una chinga del año. Me agarró de su pendejo. Pero me cay que desmadro al boxeador y luego vengo a madrear a todos los que me hicieron mosca.
– ¿A poco así vas a pelear el sábado?
– No voy a venir a trabajar, ni mañana ni pasado. Te traje unos boletos para que lleves a tu greñuda y a tu madre.
El Bofe se quitó la gorra, estaba sacando de adentro los boletos, cuando de arriba se vino una piedra que iba rebotando en el tiro, pegó en un marco y entró a donde estaban, pegándole en la cabeza al Bofe, que sonó hueco. Todos nos paramos hechos la chingada. La piedra no lo descalabro, sólo le hizo un chipote grande, como al tamaño de un limón. “El Bofe” se sobaba la cholla y hacía unos gestos de dolor.
Lo revisó el “Garbanzo”, que era el curandero del cuarto de primeros auxilio de la mina. Salimos del baño y nos despedimos. Todos los del contrato habíamos quedado de ir a la Arena Afición. No lo vimos hasta que fuimos a la pelea.
El pinche “Cabezotas” le puso una madriza de pelos, lo tumbó varias veces. En el tercer raund, el referee le contó diez y no se levantó. Le hubiera contado mil y tampoco. Pasaron los días, y lo veíamos muy pendejo. Se le iba la onda. No sabíamos si era por el gabarro que le cayó en la cabeza, o de la madriza que le puso “El Cabezotas”. Una vez que estábamos en el despacho, esperando que nos sacaran a la superficie, por ahí pasó “El Chillón”, que era ayudante de mecánico. De su morral se le cayó una llave que sonó como campana.
Al escucharla “El Bofe”, que le levanta y que se le va a madrazos al encargado. Pensó que estaba en el ring. Lo corrieron de la mina. A la fecha hay anda por la ciudad, caminando y haciendo sombra. Quedó tocado, y le gustaba que le dijeran: “Adiós campeón”. Levantaba la mano y daba de vueltas haciéndoles una caravana. Todos los días, desde temprano, se iba a estar en el reloj. La gente que lo conocía, lo ayuda dándole una lana, que se la llevaba a su vieja, y le decía que le habían pagado en el box. Un día pasaron por ahí “El Chocolate” y “El Loco”. Lo saludaron y dijeron: “Campeón”. Le dio mucho gusto, que juntó las manos para agradecerles lo de campeón. Camino a media calle y un coche lo atropelló. Y hasta ahí llegó “El Bofe”.
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