EL CHANGO.
De la ciudad de México, llego una pareja de jóvenes, anduvieron buscando casa, en todos los barrios altos de de Pachuca, después de tanto buscar se quedaron a vivir en el barrio de “La Palma” solamente traían una caja de cartón, subieron al callejón de Manuel Doblado, y hablaron con el dueño, y les rento cuarto y cocina.
Al día siguiente les pregunto a los vecinos, que donde podía encontrar trabajo, le dijeron que estaba duro su caso, solamente había trabajo en las minas, y para eso tendría que ir al Sindicato Minero. Le dieron las señas por donde estaba y muy emocionado, le platico a su vieja Susana, que iba hablar con el secretario del sindicato.
En aquel tiempo era muy difícil, entrar a la compañía Real del Monte y Pachuca, algunos los mandaban a trabajar a la mina de Paricutín, que es muy caliente, a la del Álamo, que esta en la colonia Cubitos, pero se aventuro y preguntan do llego al sindicato minero, se llamaba Juan Manuel Santiago López, le chillo al Secretario General, que le consiguiera una chambita en la mina, le conto parte de su vida y le dijo que le había ido de la patada se vino a Pachuca, a buscar fortuna.
Le conto que se vino de la capital, junto con su vieja, y duermen en el suelo, y comen en el mercado, porque no tienen nada, el secretario general se compadeció de el, y lo mandaron a trabajar a la mina de San Juan Pachuca, estaba muy feliz, le conto con detalle a su señora lo que había pasado, pero al día siguiente se iba a presentar a trabajar, en la mina.
Nunca se imagino como era, el pensaba que era de bonita, como la de los enanos de Blanca Nieves, que el oro y la plata estaban a flor de tierra, llego la hora de conocerla.
Le dieron una gorra de seguridad, una lámpara, unos zapatos, que después se los descontarían y se lo entregaron al contratista Pascual Jarillo, que trabajaba en la mina de Santa, y le presentaron a sus compañeros, le dieron un a tarjeta con la categoría de cochero, cuando se metió a la jaula, y bajo por el tiro, 370 metros de profundidad se orino en los pantalones, de miedo.
A la entrada del túnel, se tenían que desvestir, quedándose solamente con un calzón o se ponían una franela como pañal, porque el lugar era muy caliente. Se subían a un motor, que los llevaba a 3 kilómetros de distancia, y después tenían que subir 80 metros por escaleras verticales, y caminar un a hora para llegar al laborío.
Su trabajo como cochero era empujar conchas o carros de minas, cargar grandes y pesados troncos, llamados anillado, y ayudar en todo lo que fuera traer la pólvora, a la mina estaba muy caliente la mina, cada rato con su franela se limpiaba el sudor del cuerpo de la cabeza, y se la volvía a poner para cubrirse nariz y boca, por el polvo que había en el túnel, seguido quería tomar agua, pero ya no había solo llevaban unos litros para todo el contrato que eran 15 mineros. Echaba tres paladas y se sentaba, eso molesto al Pincate, que le dijo al barretero.
– Oiga barra ese cuate nada más se hace pendejo, se sienta se para, pero no le entra al trabajo.
– Déjalo, es nuevo, con el tiempo se ira acostumbrando en que te molesta cabrón, si así llegaste tu, y toda la bola de guevones.
– Nada mas se esta haciendo pendejo, no trabaja, anda con el hocico abierto y como que quiere salir corriendo, y yo me tengo que amolar.
– Es un pobre cuate, que vine de la capital, ya tiene las manos ampolladas, no le digo nada porque se que no va aguantar, mañana ya no viene.
Los compañeros, lo bautizaron y le pusieron como apodo “El Chango” porque aparte de peludo, tenía los brazos largos y caminaba como si le pesaran las nalgas. Los mineros son maldosos, con los de nuevo ingreso y le dijo la Guajolota.
– Comete estos tacos para que tengas fuerzas, si no te vas a desmayar.
– Muchas gracias compañeros, ustedes si son cuates, como tiene días que llegue a Pachuca, no tenemos dinero, y mi señora no me puso tacos, es mas no me imaginaba como era el trabajo.
– Ya cómele, porque si no te dejan abajo.
Cuando se los comía, en cada mordida, estaba que babeaba los tacos eran de chile de árbol, pedía agua pero ya no había, le dijo el baldo dándole una botella de pulque.
– Ten tomate unos tragos.
Se la empino, al poco tiempo ya estaba borracho, se sentó a llorar y a decir maldiciones, eso enojo a Pascual Jarillo que los regaño.
– No mamen, cabrones encajosos, va a pasar el Capitán, al verlo así en lugar de correrlo, me va castigar ¿Quién fue quien le dio el pulque?
– El Baldo.
– Tu cabrón, no le andes dando pulque, los chilangos, no conocen lo que es pulque, del bueno, y con tantito se emborrachan.
– Le dije que se echara unos tragos, para que se le quitara lo picoso, no que se terminara la botella.
Lo llevaron a dormir en el túnel, donde no lo vieran, a la salida se baño con agua fría, se le bajo el cuete y comenzó agarrar confianza con los compañeros. Se lo llevaron a la cantina, y le pregunto el chocolate.
– ¿Dónde vives?
– La verdad no se como se llaman las calles, pero es en el barrio de la Palma, en un callejón que se llama Manuel Doblado, en una vecindad, que da miedo esta re oscura. Por la noche se escuchan ruidos extraños.
– ¿Por qué te viniste a Pachuca?
– Ni me lo recuerdes, trabajaba en una fábrica de vidrio y vivía en la colonia Pensador Mexicano, que esta cerca del Aeropuerto. Pero se me fueron las patas y empanzone a mi novia.
– Entonces no se te fueron las patas gûey.
– Cuando se dio cuenta mi suegra, me puso una madriza, que tarde meses en reponerme, me la armo gacha en mi trabajo, que me corrieron, tenia poco dinero, y lo mas cerca era Pachuca, me mandaron al sindicato, para entrar a la mina, pero es labor para pinches burros, mañana mismo agarro a mi vieja y nos vamos. La vecindad esta de la chingada solo hay un baño, para todos te tienes que formar, para entrar.
Le dijo el cuervo.
– El trabajo del minero, a pesar de que es duro, con el tiempo se soporta, lo que no vas aguantar es la paga, se gana poco pero si te sabes administrar, la haces. Échate un pulque.
– Ni madre, ya no vuelvo a tomar esa chingadera, mejor dispárame una cuba, o una cerveza.
– Para que seamos amigos, te presto un a lana, y el sábado me la pagas.
– Esta bien.
Conforme iba pasando el tiempo, estaban borrachos comenzaron hablar de espantos, el chango, sintió escalofrío cuando le contaron.
– En esa vecindad donde tu vives, casi la mayoría de las casas, no tiene luz, cerca de las 10 de la noche se escuchan ruidos, los perros no dejan de ladrar, el viento sopla con fuerza, dicen que sale una alma en pena, tocando casa, por casa, y al que encuentra en su camino se lo lleva, han encontrado muertos a varios cuates, uno de ellos era el Payo,
– Siempre que andaba borracho nos decía que no le tenia miedo ni al pinché diablo, pero dicen que un día se le apareció encuerado y lo agarro en un callejón si n salida, lo encontraron muerto con n los ojos desorbitados.
– No me espanten, Mejor ya me voy, mi señora esta solita.
– No te espantamos, por el contrario, te estamos poniendo al tiro para cuando veas un muerto, n o le tengas miedo, y te le enfrentes, le mientas la madre, y si ves que echa lumbre, hay si esta lo cabrón, pones los dedos con la señal de la cruz, y rezas. “Ángel bendito amarra a tu diablito, llévatelo para que vaya a espantar a su madre”
– ¿Ustedes viven por mi casa?
– Ninguno, si no estamos locos, “El Baldo” y “El Loco” viven en el arbolito, yo vivo en “El Mosco” “El Cuervo” en “Cubitos” el único que te puede acompañar es “El Charro” pero míralo ya esta bien borracho, tendrías que llevártelo cargando, pero es temprano, quédate otro rato, van hacer las 9 de la noche, el cantinero toca retirada a esa hora.
– Si me quedo pero ya no cuenten de espantos, mejor vamos a platicar de otra cosa, a mi me da mucho miedo.
Sus compañeros al ver que “El Chango” tenia miedo siguieron platicándole, le dijo “El Charal”
– Yo viví un tiempo, por el callejón de Manuel Doblado, un día llegue hasta la madre de briago, cuando fui al baño, con la luz de la luna vi. a un charro, que estaba en los lavaderos, contando dinero. Vestía como mariachi, con botonaduras de plata, un sombrero grande que con lo oscuro no se le veía la cara, agarró un puño de monedas y me las iba a dar, en lugar de agarrarlas, puto, el último, que corro como loco a mi casa, que abro la puerta de un caballazo, que espante a mi vieja, que se cayo de la cama.
Le pregunto “El Chango”
– ¿Por qué no le recibiste el dinero si estabas jodido?
– No porque dicen que te compra tu alma, y al agarrarlo, ahí te quedas, mejor le dije a mi chancluda, que nos cambiamos al Arbolito, y desde entonces, no suelto mi escapulario bendito y mi medallita para que Diosito me cuide.
– Como los va a cuidar si son re maldicientos, y groseros, a mi se me hace que me están cabuleando mejor me voy.
– Espérate, tomate la caminera, no tengas miedo.
– Mejor mañana le seguimos.
Las palabras que había escuchado, Manuel, no se le borraban de la mente, subió el oscuro callejón, con las sombras de los árboles, le hacían ver fantasmas, comenzó a sudar, y a encomendarse al todo poderoso. Se metió al baño, y como no tenían puerta, se le apareció una mujer en fondo casi encuerada que le pregunto.
– ¿Eres tu Manuel?
No resistió, se le paro el corazón, quedando con los pantalones en la mano. Era su esposa, lo fue a buscar porque no llegaba. Cuando lo supieron sus compañeros, no quisieron hablar de espantos, pero cuentan las malas lenguas, que después de la media noche, del baño de la vecindad sale un muerto con las nalgas al aire.
gatoseco98@yahoo.com.mx