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UN INFIERNO BONITO

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En el personaje del barrio de hoy

“EL CAMELLO”

 

Juan “El Camello” era todo un tipazo, Dios le había dado un corazón tan grande que se le salió por atrás, estaba jorobado. Era muy amigable con todos sus cuates, trabajaba en la mina de San Juan, no salía de la cantina, pareciera que su madre lo había aventado ahí; para tomar era universal, chupaba de tocho morocho, a nada le hacía gestos y más cuando le invitaban. Tenía muchas broncas con su vieja, que se veía muy mansita pero sacaba las uñas porque era asesorada por su jefa, cuando “El Camello” se pasaba de lanza entre las dos le partían la madre.

Como el trabajo de la mina es muy duro, nada más trabajaba dos días a la semana, decía que sacando para el pomo y para la comida, Dios dirá. Juanito era muy estimado entre todos los parranderos y compartía lo que tenía, la ley del borracho que es “todos tomamos parejo o no tomamos”. Era muy bueno para las cruzadas, abría el hocico y casi se aventaba el pulque con todo y vaso. Pero un día su vieja llorando lo fue a buscar a la cantina:

  • Juan, ven por favor.

Al verla salió muy enojado.

  • ¿Qué te pasa? ¿Por qué chillas? A poco se murió tu jefa. Ya te dije que me hierve el buche que me vengas a buscar, qué van a decir mis cuates. Tú más que todos sabes que la mujer a la cocina, y el hombre a la cantina.
  • Perdóname viejo que te venga a buscar pero el niño chiquito está muy malo, tiene mucha calentura, ya ni chilla el pobrecito, nada más hace como gato. Te vengo a decir que lo llevemos de volada al doctor o se nos muere.
  • ¿Por qué no le dices a tu jefa que le eche un vistazo? A veces con un remedio casero levanta a un muerto, además tu madre le hace un poquito a la brujería, dile, haber si le atina, porque lo que haces conmigo es una injusticia, me vienes a sacar de la cantina cuando acabamos de llegar. Por lo menos me tienes que espera dos horas para que vayamos a donde quieras.
  • El que no puede esperar es el niño, verdad de Dios que lo veo muy malo, si no lo llevamos rápido se nos va a morir y entonces sí la chingamos.
  • Bueno, está bien, voy hacer el sacrificio de no chupar por hoy. Deja avisarles a mis cuates y aventarme la caminadera.

“El Camello” se tomó un jarro de dos litros sin despegárselo del hocico, se limpió con el dorso de la mano y le dijo a su vieja:

Llegaron a la Clínica Minera y el médico les dijo:

  • El niño está muy delicado, tiene neumonía. Se va a quedar internado pero tiene que traerme estos medicamentos, tambien van a reponer el tanque de oxigeno que le acabo de poner.

La Señora contestó:

  • Como usted diga doctor, pero sálvelo.

Al que no le pareció nada la actitud del doctor fue al “Camello”

  • ¡Ay en la madre vieja! Se pasó de lanza el pinche doctor, de dónde vamos a sacar para comprar toda la medicina que pide este pendejo, a de creer que somos diputados.
  • No lo sé, ese es tu problema, sabes muy bien que en la clínica nada más da la consulta y tú compras la medicina.
  • Saca tus ahorros vieja y luego te los repongo.
  • No mames ¿Cuáles horros? Si con lo que me das apenas me alcanza para darles de comer a tus hijos. Ve a conseguir la medicina, si no nos va a salir más caro el entierro.

“El Camello” caminó como si atravesara el desierto, arrastraba las patas, se rascaba la cabeza pero no encontraba ninguna solución. Caminó sin rumbo fijo y cuando se dio cuenta estaba enfrente del Sindicato Minero, se metió y le preguntó a la secretaria:

  • Señorita, buenas tardes ¿Está el compañero tesorero?
  • Está ocupado, me dijo que no lo molestaran, ¿para qué lo quiere?
  • Es un asunto confidencial que no le puedo decir.
  • Entonces tendrá que esperar a que se desocupe, pero va a estar pelón porque está en una junta con el Secretario General.

Al ver que se tardaba se metió a huevo, el tesorero lo zurró y por poco lo saca a patadas:

  • No seas necio compañero, si la señorita te dice que estoy ocupado es que lo estoy ¿Qué chingados quieres?
  • Necesito que me preste dinero para comprar unas medicinas. Mi hijo se está muriendo.
  • Ahí va a estar lo cabrón. Precisamente estoy haciendo cuentas con el secretario y no tenemos dinero, todo lo hemos prestado a compañeros que no pagan. Regresa la semana que entra, si nos sobra una lana con mucho gusto te la prestamos.

“El Camello” muy triste se lo volvió a repetir pero el tesorero le señaló la puerta para que se saliera. Encabronado le mentó la madre, el tesorero le aventó un cenicero que si no se agacha le pasa lo que al perico. Caminó rumbo a las cajas, que son las oficinas de la Compañía Real del Monte y Pachuca, al dar la vuelta por la calle de Matamoros venía corriendo un señor, chocó con él, le puso tal caballazo que “el Camello” se fue de nalgas, paró las patas pegando su cabeza en el suelo. Se paró hecho la chingada, mirando para todos lados sin ver que un policía seguía al que lo tumbó y nuevamente se llevaron de corbata al “Camello” volviéndolo a tumbar. Se enderezó atarantado, cerca de él estaba una bolsa de plástico con una franela adentro, la levantó y se la echó en la bolsa de atrás de su pantalón. Se agarró de la pared para no caerse, estuvo así un rato, se sobó la cabeza, se echó saliva en los raspones y se regresó a la Clínica Minera para darle la mala noticia a su vieja de que no le habían prestado dinero, y de pilón unos pendejos, lo había tumbado:

  • Ay, en la madre, estoy que me duele todo el cuerpo, hasta la pinche joroba. Unos güeyes me tumbaron y no pude conseguir dinero.

La señora explotó:

  • Eso a mi que chingados me importa, a ver cómo le haces para conseguir el dinero, nuestro hijo se nos muere. Qué bueno que te acordaste de mí y me trajiste una torta.
  • Es una bolsa que me encontré, adentro trae una franela que voy a utilizar para lavar coches, porque no hay con quien consiga la lana.
  • Yo pensaba que de jodido me traías un chesco, me cae que no he comido nada, las tripas me chillan, parece que me tragué un pinche gato.
  • Ten la bolsa, voy a ver a mi jefa a ver si me alivia aunque está más jodida que yo.
  • Búscale con los compadres, con tus hermanos, con tus amigos de la cantina, el chiste es que tengas dinero. Ha salido el doctor varias veces que ya quiere los medicamentos.
  • Ahorita vengo, no me tardo.

“El Camello” salió de nuevo a peregrinar a ver quién le prestaba dinero. Pero todos le decían:

  • Híjole carnal me lo hubieras dicho ayer.

Mientras “El Camello” andaba como los maderos de San Juan, que piden pan y no les dan, la señora Chencha abrió la bolsa, sacó la franela y por poco se desmaya al ver que dentro de la franela había billetes de diferentes denominaciones.

  • ¡Qué barbaridad! esto es mucho dinero.

La señora no quiso saber su procedencia, lo primero que hizo fue comprar las medicinas, pagó el oxígeno y todavía le quedó bastante dinero. Fue corriendo a la casa de su jefa que era su consejera y le dijo:

  • Mire nada más que de dinero me entregó Juan, es más de medio melón de pesos. Lo voy a buscar para decirle que ya no consiga nada, todo está pagado.
  • No seas pendeja, a lo mejor el baboso no sabe lo que te dio. Dale en la madre, dile que conseguiste el dinero en el banco, ves que esos güeyes cobran lo doble, y que si no pagas lo meten al bote porque lo pediste a su nombre. Así lo quitas de la cantina al cabrón, y no faltará a su trabajo. Con ese dinero pagas los meses de renta que deben, le compras ropa a tus hijos, que andan enseñando la cola, y tú cómprate zapatos de los caros, que se te salen los dedos, y unos calzoncitos que por poco enseñas las nalgas.

La señora lloraba pero de gusto, su hijo se estaba recuperando y le daba gracias a Dios por que resolvieron el problema. “El Camello” llegó con su batea de babas, al ver que su vieja lloraba, él se sentó junto a ella y comenzó a hacer pucheros hasta que chilló, tan fuerte que le fueron a decir las enfermeras que se callara el hocico. La señora le contó que había conseguido el dinero, que no se preocupara. Juanito “El Camello” le dijo:

  • Ningún cabrón me quiso prestar vieja ¿Qué vamos hacer?

La señora lo acarició y le dio un beso:

  • Te digo que no te preocupes, ya conseguí el dinero. Pon más atención a mis palabras.
  • ¿Quién te lo prestó?
  • El señor López, el velador de la puerta de Loreto.
  • Ese pinché viejo presta con el cuarenta por ciento mensual ¿Cuánto le pediste?
  • 5 mil pesos, para que estemos preparados por cualquier otra cosa. Tienes que trabajar como burro para que pagues ese dinero, que están las letras a tu nombre.
  • Sí vieja, así lo haré. Gracias al señor, que salvó a mi hijo, desde este momento voy a trabajar, juro ante la Virgencita de Guadalupe que no me meteré a la cantina, ni tomaré durante varios años.

Todo volvió a la normalidad, el niño se salvó, “El Camello” se volvió muy trabajador, sus hijos andan con zapatos, y dejó de ser el borracho que conocimos.

A la señora le remordió la conciencia y un día le dijo a su mamá:

  • Híjole jefa, siento re gacho ver a mi viejo como le chinga sabiendo que no tenemos necesidad.
  • Chingue a su madre. Está pagando las madrizas que te daba. No le vayas a decir nada, tu chirrin cierra el pico, ¿a poco no te dolían los madrazos que te daba? Además recuerda que te tenía muerta de hambre, en la vecindad te decían la víbora, porque ni nalgas tenías, en estos días te has repuesto.
  • Es que me da mucha pena verlo tan flaco que parece calaca. El otro día que se estaba bañando, lo vi y tiene esqueleto de mosco. Nada más llega de trabajar y se duerme. Un día me dijo que le gustaría comerse un bistec empanizado con muchas papas, y unos frijolitos bien chinitos, y bajarse la comida con una chela bien muerta. Yo le dije que se la compraba y me dijo que no, primero había que pagar la deuda al señor que nos prestó el dinero para salvar a mi hijo.
  • No seas pendeja y se te vaya ir la lengua, porque es capaz de quitarte todo el dinero y darte en la madre por no decirle la verdad.

Así pasó el tiempo y el camello no dejó de trabajar, se alejó del vicio, le entraba duro a la chamba. Su mujer nunca le dijo nada del dinero. Él sabía que los prestamistas cobran mucho rédito, y si se atrasan les cobran interés por interés. Ya estaba seco pero seguía trabajando.