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UN INFIERNO BONITO

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SE ECHA AL PLATO A UNA ENFERMERA

Fue víctima de un viejo, le dio dos balazos; en el Centro Gerontológico de Tulancingo. Al ver que la había matado, con la misma pistola, se quitó la vida; los hechos ocurrieron el martes pasado en el inmueble conocido como “El Caracolito”.

 

Este centro es para darle atención a los ruquitos, se encuentra frente a la estación del ferrocarril, en la calle de Matamoros. Los empleados de ese lugar que atienden a las personas de la tercera edad, se quedaron fríos, sufrieron una crisis nerviosa por la impresión, y a otros les ganó en los calzones.

Los primero reportes indican que el móvil del asesinato y del suicidio pudo ser pasional, se sabe que la enfermera tenía una relación amorosa con el viejo que la mató. Otro de los internos dijo que sabía que andaban de manita sudada, pero últimamente tenían problemas. Comentó que en días pasados en el pasillo estaban discutiendo, le gritaba al viejo que ya no lo soportaba, que ya le había caído como patada de mula en el cuajo.

Esa fue la gota que derramó el vaso, él le decía que le andaba poniendo con otro cuate, ella le contestó que sí, porque a él ya no le subía el agua al tinaco. Furioso sacó la pistola y le disparó, se picó y también él se dio en la madre.

Una camioneta de policías que estaba estacionada afuera de donde ocurrió el pleito, al escuchar los disparos de inmediato se tiraron pecho a tierra. Se arrastraron unos metros, se levantaron con su carabina bajo el brazo con el dedo en el gatillo, el ojo en la mira, listos para soltar los plomazos. Con mucho cuidado entraron al centro Gerontológico, y encontraron la horripilante escena. Creyendo que los dos estaban vivos, pidieron ayuda al cuerpo de rescate y salvamento, pero confirmaron que la mujer y el hombre ya habían estirado la pata.

Pidieron la presencia del personal del Ministerio Público, que llegó de volada acompañado de los peritos en criminalística, agentes investigadores, y un montón de uniformados a ver qué Pez. Varios testigos comentaron que, como en otras ocasiones, vieron llegar a Juan “C” de 72 años para que le revisaran su presión, porque la tenía muy alta, y más se le subió cuando se la tomó Abdulia, una enfermera de 36 años de edad, originaria de Tenango de Doria.

Los dos se quedaron en un pequeño consultorio con la puerta cerrada, y desde afuera se escuchaba que estaban discutiendo. Después se escucharon dos balazos, y luego un tercero. Los empleados entraron a ver qué ocurría, y vieron los cuerpos de la mujer y el hombre tirados en un charco de sangre.

Uno de ellos salió como loco gritando pidiendo auxilio, pero en ese momento ya los policías municipales iban para adentro, porque escucharon las detenciones; por el radio pidieron refuerzos. Después llegó el agente social, que anotó en su carpeta investigadora todo que lo le dijeron.

El día martes se espera a los familiares de los muertos, para que acudan a las oficinas del Ministerio Público con el fin de hacer las identificaciones y reclamar los cadáveres; mientras, dio el banderazo para que los agentes de la coordinación de investigación buscaran entre el personal a alguien que les diera algún dato de porqué el viejito mató a la señora, o algo que desenredara la madeja.

Lo que sí dijeron los empleados es que no se quieren meter en broncas en decir si tenían relaciones amorosas, o porqué discutieron. Hasta el cierre de esta nota estamos como dijo Bruthus, “Yo sólo sé que no sé nada”.

 

LE PARTIERON LA MADRE

En uno de los condominios de la colonia El Palmar, Don Pascual Hernández Montiel iba subiendo los escalones para entrar a su casa, cuando de arriba le cayó una maceta que le partió la madre. Sonó hueco y se le floreó la cabeza, que le quedó como calabaza.

Su señora Eva, al escuchar el madrazo, se asomó por la ventana y vio a su viejo tirado con la cara al sol, abierto de brazos; le dijo a sus hijos que fueran a ver a su padre, que por borracho se había caído y cuando lo subieran se la iba a pagar. Salieron los muchachos y vieron que su padre estaba sangrando, lleno de tierra de maceta y rodeado de tepalcates. Don Pascual parecía muerto, haciendo bizcos y amarillo como chale, sus hijos llamaron a su jefa y fue a investigar a ver qué Pez.

Al verlo todo madreado levantó la vista al tercer piso y se imaginó que le aventaron una maceta, dejando a su viejo con sus hijos, subió corriendo, estaba que se la llevaba toda la grosería, le fue a tocar a Doña Pancha, que al abrir la jaló del chongo y sin soltarla la llevó hasta donde estaba su viejo, y le dijo: “Mire vieja idiota, estupida, babosa, ya me dejó viuda”. La señora se puso como jitomate y muy apenada le dijo: “Perdóneme, dejé la maceta en el corredor y el aire la tiró, yo no tengo la culpa, fue un accidente”.

Doña Eva seguía echando brava, a pesar de que ella es chaparra y Doña Pancha está grandota y bien mamada, no le tenía miedo; “Cree que con un perdón se arregla todo, no mame, vamos a buscar la forma de arreglarlo porque soy capaz de cobrarme ojo por ojo, y cuando llegue su viejo le voy a dejar caer una piedra desde la azotea”.

Doña Pancha se calentó cuando le jaló otra vez sus mechas, y explotó: “Ya me llenó el buche de piedritas, ya le dije que fue un accidente, si quiere que se lo pague, dígame cuánto vale su fregadera”. De momento uno de sus hijos le dijo que su papá estaba vivo, que ya había abierto los ojos; llamaron a la Cruz Roja y se lo llevaron a un sanatorio particular. Doña Pancha le dijo que pagaba todos los gastos, y de pilón le regalaba un casco como bacinica como los que usan los motociclistas de tránsito, para que para la otra no lo madreara.

 

LOS NOVIOS

Juan Sebastián González Peña y su novia América Rosales, de 27 y 26 años de edad respectivamente, fueron a la colonia Morelos al cumpleaños de uno de sus cuates, saliendo de ahí, entre abrazo y beso, caminaron a echarse unos tacos al pastor en la calle de Cuauhtémoc y Mejía; les cayeron a toda madre porque allá no les invitaron de comer.

Salieron como chinchitas de la taquería y atravesaron al parque del Charro. Se estaban dando un besote cuando de momento les salió un ladrón solitario con una navaja en la mano, y les dijo: “Cáiganse cadáver, con lo que traigan o los mato”.

La joven temblando de pies a cabeza, asustada y queriendo llorar, le entregó su bolsa donde traía 150 pesos, un anillo y una cadena de oro. El novio no podía hacer nada porque tenía la punta de la navaja en el ombligo. El ladrón se dirigió a Juan Sebastián y le dijo muy enojado “dame lo que traigas”, con miedo a que le fuera enterrar la navaja le entregó su cartera. El cuatrero contó el dinero y picándole la panza con el cuchillo le dijo: “Esto es muy poco, porqué no traen más”, al sentir la punta del cuchillo Juan Sebastián le dijo: “Es que no sabíamos que nos iba a asaltar, pero le prometo que para la otra que pasemos por aquí, traigo lo de mi quincena”. El ladrón le dijo: “Dame el reloj”, Juan se lo quitó y se lo dio, el asaltante se lo puso, guardó la navaja, y les dijo: “Mendigos”, se dio la media vuelta y se fue muy tranquilo. Los novios espantados pidieron auxilio a una patrulla, que como siempre los llevaron a dar la vuelta y no encontraron al ladrón. Uno de los policías les dijo que fueran a poner la queja, pero el novio enojado les contestó: “No tiene caso, es ir a perder el tiempo, la policía y la carabina de Ambrosio son iguales”.

 

LOS VIOLADORES SON DE LA FAMILIA

Hay que tener mucho cuidado con dejar a sus hijas solas, no confiar en la familia. Esto que están leyendo sucedió en el municipio de Juárez Hidalgo. El abuelo Refugio Barrera Corona, de 57 años de edad, al ver que estaban solas sus nietecitas, de 8 y 6 años de edad, trató de besar a la más grande en la boca, la acostó en la cama, le quitó sus calzoncitos y la violó en la vivienda de los padres de las niñas, que se encuentra en la comunidad de San Lorenzo Iztacoyotla, perteneciente al municipio de Juárez Hidalgo. A las 2 de la tarde los gendarmes recibieron la llamada por teléfono pidiendo auxilio, se les dijo que se había cometido un abuso a una menor de edad. De inmediato salieron los gendarmes como bala para localizar al violador, antes de que se les pelara; pero antes se protegieron, el chaleco antibalas se los pusieron como pañal, por las moscas.

La madre relató los hechos, al ser entrevistada por los cuicos dijo que había dejado solas a sus dos hijas, mientras acudía a una reunión con los vecinos en la comunidad que ya les dije, cuando llegó encontró a su hija mayorcita llorando, quejándose de un fuerte dolor que tenía en medio de las piernas, cuando le preguntó qué Pez, le dijo que su abuelito fue a visitarlas, la quiso besar y ella no se dejó, la tiró en la cama, le quitó la ropa y la penetró y lastimó.

Los policías se llevaron a la niña al centro de salud, mientras que al abuelo se lo jalaron a macanazo limpio, rumbo al bote. La señora pide que lo castiguen por abusivo y que le echen la pena máxima, y le apliquen la ley del talión, no importa que sea su suegro, para que sienta lo que se siente, al fin que de viejo duele más.

 

OTRO ASALTO MÁS

Era como la una y media de la tarde, Diana Berta Monrroy de 20 años de edad, muy trabajadora, se encontraba en su chamba en la colonia Progreso, carretera Pachuca-Tulancingo. Ella se desempeña como Gerente de la Sucursal.

De momento llegó un mono con tipo de mata siete, de 26 años de edad, echó mano a su cintura, sacó una pistola y se la mostró a Diana, que sus ojos se le hicieron cuadrados, y se quedó muda. Cuando le puso la pistola en la frente le dijo: “Este es un asalto, entrégame todo el dinero”, Diana con el temor de que le hicieran un ojo de marciano, se puso mal y comenzó a temblar, le zumbaron las orejas, las patas se le doblaron y comenzaba a ver borroso. Temblando como si tuviera el mal de Parkinson le entregó 3 mil pesos, que era la cuanta de la semana, y en silencio rezaba para que al güey no se le fuera ir el tiro.

Con el dinero en la mano, el asaltante guardó su pistola junto con el dinero y salió caminando. A Diana se le hicieron las patas de plomo, porque tardó en asomarse, y no supo por dónde se fue el ladrón. Con un miedo y llorando se comunicó con su patrón a la Ciudad de México, le contestó la secretaria, Diana le contó con detalle lo que había pasado.

La secretaria le dijo que se calmara, que en México seguido están en las mismas condiciones, que le iban a mandar unos Ministeriales porque sabe que en Pachuca no hay. Diana cerró su changarro y se dirigió al Ministerio Público del Hospital General, donde tuvo que formarse y por poco y no alcanza a dar su queja, pues había mucha gente esperando su turno para levantar su demanda por el mismo delito.

gatoseco98@yahoo.com.mx