“EL ÁGUILA NEGRA”
Los barrios altos de la ciudad de Pachuca son los que rodean los cerros, los que viven en ellos tienen una ventaja, que la mina donde trabajan está cerca de su domicilio. Llegó Natalio Ortega a vivir en el barrio El Arbolito, él, un hombre grandote y fornido.
Llegó a buscar fortuna, se trajo a su vieja Crecencia Ramírez, que por su modo de vestir y hablar, le pusieron “La Chencha”. Se metió a trabajar en la mina de San Juan Pachuca, en el contrato de Pascual Jarillo. A todos les platicaba que era un charro bueno para las manganas, las hacía arriba de un caballo.
Para el coleadero era el primero, y no se diga de su valentía al hacer el paso de la muerte. Con sus pláticas sus compañeros se burlaban de él, y le pusieron como apodo “El Águila Negra”. Le gustaba que le dijeran así y que le hablaran de la charrería. Pasó el tiempo, y parecía disco rayado contando lo mismo y cada que llegaba a la mina, se ponía a cantar.
“He venido de muy lejos y ahoritita voy llegando, y traigo dentro del pecho muchas ganas de llorar y brindar con mis amigos a salud de las mujeres, a quienes tanto adoramos y que siempre pagan mal, aquí esta el Águila Negra para lo que ustedes gusten mandar, amigos, soy de los hombres y de las hembras, pos ya ni hablar”.
“El Águila Negra” era un soñador común y corriente. Le gustaba de a madre la charrería, las peleas de gallos, y las carreras de caballos, era todo un tipazo en hablar de esos detalles. “El Águila” era un naco fornido, de esos indios que son bajados del cerro a tamborazos, usaba un sombrero grandote como de mariachi, color negro, estaba tan mugroso, que con una espátula le podía quitar la mugre, vivía en el barrio El Arbolito, junto a una carbonería, y como siempre cernían el carbón, su vieja y sus chavos estaban negros como pinacates. Un día entró a la cantina “La Veta de Santa Ana” y ahí encontró a Enrique ‘el lechero’, era muy tranza para los negocios, se aventaron unos pulques y salió una plática, le ofreció venderle el burro. Y le dijo:
- Me cae de madre “Águila”, el burro que te vendo te va a quedar a la medida, es grande de zancada, y cuando lo montes no vas arrastrar las patas, eso te sirve que vas a ir agarrando callo, cuando compres un caballo vas a ser un buen jinete. Se la vas a ganar al Llanero Solitario.
- ¿En cuánto me lo vas a dar?
- Casi regalado, dame 500 pesos, hace un rato un leñador me daba mil, pero lo mande a la chingada porque mi burro no nació para que lo carguen de leña, sino para que lo monten. Además, no quiero deshacerme de él porque me recuerda mucho a mi vieja. Desde que me dejó la extraño mucho, y andando con mi burro hago de cuenta que la monto y platico con ella.
- ¿Me dejas montarlo?
- Caray hermano, eso ni se pregunta, quiero verte a ver lo bueno que eres para jinetear a un animal. Ten cuidado porque es medio rejego.
“El Águila” se subió al burro de un salto, como lo hacen los vaqueros del oeste, le metió la patas en las ancas, el burro respingó y lo mandó por los aíres, cayendo al suelo de cabeza, que el sombrero se le metió hasta las orejas: todos los que lo vieron les daba mucha risa, “El Águila” se sacó el sombrero, se sacudió la tierra y se volvió a subir. Y le decía pegándole por el pescuezo:
- ¡Quieto burrito! Tranquilo. ¿Cómo se llama el burro?
- “El Palomo”, eres un chingón, ya lo domaste, bájate para que hagamos el trato. Me gusta hacerlo porque luego se echan para atrás y ya saliendo la mercancía no se acepta reclamación.
Se metieron a la cantina, el lechero dejó amarrado el burro en un poste, pidió unas cubas, y le dijo al “Águila”:
- Tú dirás.
- Te lo voy a pagar de una vez, ten, cuenta el dinero.
- No hace falta, los negocios que se hacen derechos, no debe haber desconfianza, el burro es muy económico, se come todo lo que encuentra en la calle, déjame bajarle los botes de leche y es tuyo.
Se aventaron una cruzada, se dieron un estrechón de manos, un abrazo y Enrique se despidió. “El Águila” estaba feliz por la compra que había hecho, a todos les invitó una tanda de lo que estaba tomando. No dejaba de platicar cómo iba a ser el futuro del burro, cuando entró su compadre “El Cabezón”, y le dijo:
- ¿De quién es ese pinche burro que está allá afuera, se lo quiere llevar la policía?
- No la chingues, compadrito, es mío.
- Pues córrele porque se lo llevan al consejo.
“El Águila” salió a ver qué pez con los uniformados que tomaban nota y preguntaban quién era el dueño. Se les acercó y les dijo:
- Buenos días señores uniformados, si les gusta el burrito, déjenme decirles que no está en venta, lo acabo de comprar.
- No lo vamos a llevar al consejo porque está estorbando en la calle, y mire cuánto cagajón ha dejado.
- Son sus necesidades, jefe, les voy a dar para el refresco, y hay muere la cosa.
- Esta bien, pero lléveselo, si regresamos y lo volvemos a encontrar mandamos que vengan por él.
- No se preocupen, ya nada más me tomo la caminera y me voy.
“El Águila” vio que los azules se fueron, les echó la bendición y se metió a la cantina; le preguntó el cantinero:
- ¿Qué pasó?
- Eran unos gendarmes que se querían llevar a tu hermano, pero con una lana toda está bajo control.
Pasaron la horas y “El Águila” no dejaba de chupar, hasta que lo echaron fuera, como estaba súper pedo, con muchos trabajos desató a su jumento, se montó en él, pero el burro se quedó parado, se negaba a caminar, como llevaba una vara le picó la cola, el burro corrió y no paró hasta que llegó a la casa de Enrique, que vivía en el barrio de “La Palma”. Se enojó y lo agarró a patadas, lo jaló con el lazo hasta llegar a su casa, al subir el callejón los perros ladraban al escuchar las pisadas del animal; al entrar a la vecindad el perro de doña Juana, que era muy bravo, le dio una mordida al burro, que comenzó a rebuznar y a tirar de patadas hacia atrás, el burro dio media vuelta y salió destapado, llevándose arrastrando al “Águila” que quedó raspado y con las nalgas de fuera, se le había roto el pantalón con todo y calzón. Quedó tirado a media calle, se repuso y fue a sacar al burro de la casa de Enrique, y furioso lo agarró a patadas.
- Ya me sacaste de onda pinche burro, te voy a madrear para que me vayas conociendo y obedezcas mis órdenes.
Nuevamente lo llevó a su casa, entró a la vecindad haciendo un ruido de todos los diablos, los perros se le aventaban al burro y “El Águila” no se daba abasto en aventarles de piedras. A huevo trataba de meterlo a su vivienda empujándolo por la angosta puerta, hacía mucha fuerza, y le gritó a su vieja para que lo ayudara.
- ¡Chencha! ¡Chencha!
La señora prendió la luz, al ver al animal se sorprendió y le dijo:
- Y este pinche burro ¿qué?
- Lo compre, vieja, para hacer prácticas de charro, pero le vamos a sacar provecho, lo ocuparemos para acarrear el agua, para que lo monten los muchachos, y cuando haya feria ya no pagamos en los caballitos, cuando tú quieras puedes ir al mandado montada en el burro, yo ye voy a enseñar para que seas una buena amazona. Me lo vendió Enrique ‘el lechero’,
- ¿En cuánto te lo dio?
- 500 pesos, fue una ganga.
- Te vio la cara de pendejo, hoy por la mañana estuve platicando con su vieja y me contó que el burro tenía 20 años y lo iban a vender a un circo para darle de comer a los leones, que de perdida se conformaban con 50 pesos.
“El Águila” muy triste miraba a su burro, sin dejar de escuchar las palabras de su vieja, que le encontraba miles de detalles.
- Pinche burro, está chimuelo, nada más tiene dos muelas, ya no rebuzna, en las patas no tiene herraduras, le voy a quitar el costal para que veas cómo está del lomo. ¡Híjole! En la madre, tiene un chingo de patadas. ¿Cómo se las vas a curar la heridas, parecen mapas, y ay, cabrón, tiene un chingo de garrapatas,
“El Águila” no hablaba, hacía pucheros, y su vieja parecía guacamaya que no dejaba de hablar.
- Esos 500 pesos que gastaste en esta porquería me los hubieras dado para comer o comprarnos calzones, que andamos a raíz, con ese dinero le hubiéramos pagado al pinche viejo de don Molina, que está como cuchillito de palo, no corta pero bien que chinga, cada rato viene a que le paguemos la renta, ya me amenazó, que si no le damos algo nos va a echar a la calle, y tú cabrón todavía te das el lujo de comprar un burro que está a punto de morirse, porque ya rindió en esta vida.
- Ya cállate, vieja chismosa, no le tengas mala fe al burrito, míralo cómo te ve, se queda muy triste porque lo estás cagando. Le tienes que pedir disculpas, eres una pinche vieja mal educada, parece que estudiaste en un a escuela de gobierno.
- Me da mucho coraje porque sueñas que algún día vas a ser charro, es mejor que te metas a un sindicato, y no compres chingaderas, María me aseguro que en un rancho cualquiera de los que hay aquí cerca, encuentras un burro joven en 200 pesos. ¡Hay San Pendejo! Cómo te fue a enredar ese cabrón. Mejor en lugar de traerlo aquí, lo hubieras llevado a la casa de tu pinche madre, a ella si le gustan los animales, te tiene a ti, a tus hermanos que se parecen al burro. No entiendo me cae, que hayas comprado un burro de la tercera edad.
“El Águila” se levantó muy enojado y le dio un aventón a su vieja, que la mando de nalgas.
- A ti qué te importa , pendeja, hasta lo que no tragas te hace daño, el trato fue de bigote a bigote, si perdí, ni modo, tú bien sabes que me encantan los animales cuadrúpedos, ya me tienes hasta la madre, y si no te callas el hocico, te voy a dejar como está mi burrito de chimuelo, y si no te parece lo que te digo, veta a la casa de tu jefa y le dices que te corrí porque lleve un burro más abusado que tú. Este animal se queda porque se queda.
La señora vio tan enojado a su marido, que ya no le dijo nada, muy seriecita se fue a dormir, y escuchaba a su viejo borracho que le ofrecía disculpas al jumento. Al día siguiente la señora al levantarse temprano, le dijo al “Águila”:
- ¡Viejo, viejo! El burro está muerto.
- En la madre, ahora cómo lo sacamos de la casa.
- Esa es tu bronca. Te lo dije cabrón, todavía había tiempo de devolverlo.
“El Águila” fue a buscar a sus amigos para que le echaran la mano y lo sacaran de su casa, lo bajaron al barrio y tuvo que alquilar una camioneta de mudanzas porque el camión de la basura no se lo quiso llevar. “El Águila” se quedó con las ganas de ser charro pero demostró que es bueno para montar, porque tiene un montón de hijos.