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UN INFIERNO BONITO

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“EL PINOCHO”

Juan “El Pinocho”, trabajaba en la mina de San Juan Pachuca, y vivía con su greñuda vieja y sus hijos, en la calle de Ocampo, barrio de la Cuesta China, a unos cuantos pasos de llegar a al carretera de Real del Monte. Era un cuate a toda madre, le gustaba chupar, era muy enamorado pero tenía un defecto: era muy mentiroso, más que su madre, pero a él no le crecía la nariz, sino el hocico, era un profesional de la mentira; un día discutía con su vieja porque llego sin dinero a su casa y la señora lo tenía bien medido, y cada fin de semana peleaban.

 

  • ¿Y tú qué dijiste, Juanito? A esta pendeja le digo que le bajo las estrellas y luego los calzones, pero te la vas a pelar, porque desde esta noche, duermo con las piernas cruzadas, y de una vez te digo, le entras con una lana de lo de mi gasto, te sacas mucho a ver a tu madre, y te llevas a todos tus hijos, a que todo quieres de gorra.
  • Mañana te doy dinero, vieja, me cae, lo que pasa es que a un compañero se le murió su jefa y le tuve que prestar dinero; lo que saqué de raya de la semana, estaba muy desesperado, nadie le quería echar la mano. No dejaba de llorar por su jefecita, y me dio mucha tristeza no ayudarlo.
  • A otro perro con ese hueso, cabrón, ya te conozco mosco, le quieres vender chiles al verdulero, pero conmigo te la vas pelar. ¡Qué dijiste, ahorita le veo la cara de pendeja! Pero no chiquito, mientras tú andas de samaritano, tus hijos y yo muriéndonos de hambre; si no fuera por mi mamá, que nos manda un taco, ya hubiéramos pintado nuestra calavera. A mi jefa se le pararon los pelos de espinazo, y hace rato vino y me dijo que te parara el alto. A mí me puso como pañal de niño con diarrea, me dijo que soy una burra que no entiendo, una estúpida, tonta, que cómo es posible que siga viviendo con una persona que no me da dinero; por eso tomé una decisión drástica, hay en el costal están tus garras y en el guangoche tus chanclas, ya arreglé a todos tus hijos para que te los lleves, porque aquí como dijo la Venada, cada quien a la chingada.
  • No mames, Leonila, cómo me voy a llevar a los niños, y qué les voy a dar de comer, y adónde.
  • Eso es tu Pez, yo no me voy andar divorciando, ni andar peleando la pensión, luego se hacen pendejos y no dan nada.
  • Ya no me digas nada, vieja, porque en cada una de tus palabras como las dices, siento como si me dieras un martillazo en la mera cholla. Y siento que se me parte el corazón, yo te quiero mucho, te lo he demostrado, ya vez, tenemos 10 hijos.
  • Eso no es querer, esos es chingar, si el chiste no es hacerlos sino mantenerlos.
  • Yo te quiero mucho vieja, por ti daría mi vida.
  • ¡Cállate, pinche chismoso! Cualquiera que te escuchara diría que estás hablando en serio. Mejor cállate el hocico porque te voy a dar un pinche tejolotazo.
  • Ya me voy a dormir, vieja, no te pido de cenar porque vas a salir con la mamada de que no hay.
  • Pues es la verdad, no tenemos para comer. De qué sirve que trabajas todos los días y no tienes dinero, a lo mejor trabajas en peluquería que te pagan con pelos. Pero lo que estoy sospechando que a lo mejor andas de cuzco y tienes otra vieja. Te voy a dar tu espiadita cabrón.

“El Pinocho” se puso nervioso y tartamudeó al hablar.

  • Cómo crees, siempre te he sido más fiel que un perro, y lo que juré en la iglesia te lo hago efectivo, siempre te amare hasta que te lleve la calaca.
  • Más te vale cabrón, porque si te llego a caer que me engañas, te juro por mi madre y por mi hijo, que te capo, tú me conoces, que sí lo hago, es mejor que te portes bien, y ya duérmete, no me estés quitando el sueño, platicar contigo es como si lo hiciera con un pinche burro.

Esa noche “El Pinocho” se pasó toda la noche con el ojo pelón, estaba pensando dónde iba a conseguir dinero para sacar a su querida que estaba internada en el hospital, iba a tener un hijo, le pedían medicinas muy caras en el hospital general, porque era un embarazo de alto riesgo. Muy temprano se levantó y se despidió de su mujer.

  • Ya me voy, vieja.
  • Te espero con el gasto, no me vayas a salir con que a Chuchita la bolsearon, con que perdiste el dinero o te asaltaron, porque te parto la madre.
  • No me digas eso, cuando llegue te doy el dinero y una propina.
  • Te voy a echar una espiadita, a ver en qué pasos andas, y te lo vuelvo a repetir, te caigo en una movida va el moche, y no hay paso atrás.

“El Pinocho” no fue a trabajar, fue en casa de su mamá, que vive en la calle de Ocampo, junto a la fuente seca.

  • Ni agradezca mi visita jefa, pero vengo de volada, tengo una pena en el alma que no la mata el licor, mi vieja Agripina se puso mal y necesito que me preste una lana.
  • ¿Qué le pasó? Pobrecita.
  • Quién sabe, jefa. De momento se le torcieron las patas y dio el mulazo, al caer se pegó en la cholla con el escalón y quedó noqueada, llamé a la Cruz Roja pero como no llegaron la llevé a la Beneficencia Española, y usted sabe que cobran muy carísimo.
  • Vamos, te acompaño a verla.
  • No jefa, mejor al rato yo le traigo noticias, présteme lo que más pueda, no sea que se me muera y no me alcance para el cajón. Quiero comprarle uno el más bonito, para que la gente vea que no estamos tan jodidos.
  • Te voy a prestar todos mis ahorros, pero cuando se alivie me los pagas, ya vez que vivo sola, ningún cabrón se atreve a mantenerme.
  • No se preocupe jefa, en cuento tenga se lo pago al doble.

La señora le prestó el dinero y le dijo muy triste:

  • Por favor hijo, no dejes de avisarme cómo sigue tu mujer.
  • No jefa, la voy a tener al tiro.

“El Pinocho” contó la lana pero no le alcanzaba, se le ocurrió una idea y se fue corriendo a la colonia Morelos, a ver a su padrino que tenía una tienda de abarrotes.

  • Padrino, qué bueno que lo encuentro.
  • ¿Qué te pasa hijo? ¿Por qué lloras? Te ves muy angustiado.
  • Mi jefecita, pobrecita, al subirse en una silla para tender su ropa, se cayó de sentón y se abrió toda la rabadilla, la llevé al Hospital General y me dijeron que se rompió la cadera, y de pilón se desmadro el coxis, dicen los médicos que la van a operar unos especialistas para que al caminar lo haga parando la cola, y me piden unas medicinas muy caras y no tengo dinero. Para acabarla de chingar, les compré ropa a toda mi familia.
  • No te preocupes hijo, yo te presto todo el dinero que necesites, para que se alivie mi comadrita, porque eso madrazos de caer de nalgas son muy peligrosos, y mi comadrita está gorda. ¿Cuánto necesitas?
  • 10 mil pesos, padrino.

El señor se metió a su casa y regreso dándole el dinero.

  • Tenlos, y te presto mil más por si los necesites, vete derecho al hospital, a lo mejor te necesitan, me gustaría acompañarte pero no hay con quien deje mi changarro, salúdame a mi comadrita.
  • Sí padrino.

Con una sonrisa “El Pinocho” salió más tranquilo, había conseguido lo que necesitaba, cuando llegó al hospital recibió una noticia que lo dejó como pambazo, pues le dijo la enfermera:

  • En la madrugada murió su esposa, el parto fue muy difícil, ya se lo habían comentado, pero el que se salvó es el niño, y está en perfectas condiciones, venga para que pague con la trabajadora social y firme la responsiva para que le entregue el cuerpo de la señora y le den sepultura.

La enfermera le entrego a un niño chillón, envuelto en una cobija, saliendo de ahí fue a ver a su compadre “el Chilaquil” y le dijo:

  • Ayúdame compadre, se murió Juana y traigo a mi chavito, si mi vieja se entera me raja la madre. Ya me lo advirtió.
  • No chingues compadre, me pones a parir chayotes con mi vieja que es mi celoso y me lo va a cargar, esa es tu bronca compadre, no te puedo ayudar, además mi vieja estima mucho a mi comadre y no le gustaría ser tu cómplice, te echaría de cabeza, llévate la criatura a otro lado.

“El Pinocho” caminó como camello en el desierto, no sabía qué hacer, se le cerró el mundo, cargando a su chillón, lo llevó a la casa de su hermana que vive atrás de la mina de San Juan.

  • Tengo una bronca muy grande, ayúdame carnala, la mujer de un amigo se murió y me dejo a su hijito recién nacido mientras arregla el sepelio. Mañana temprano vengo por él.
  • Ni madre, tu sabes que mi viejo es panadero, trabaja todas las noches, en el día está muy nervioso, no vaya ser que con los chillidos del niño lo saque de onda y me lo aviente en el lomo. Ya lo conoces, que con ese cabrón hay que andar con patas de plomo.
  • No seas malita, hermana, dale chichi, al fin tú tienes otro chavito chiquito, ahorita que está durmiendo.
  • Le voy a dar la chichi a ver si de chingadera le saca algo, mi hijo chupa más que ustedes en la cantina.

Al “Pinocho” no le quedó más remedio que llevárselo a su mamá, que estaba súper encabronada. Y le dijo:

  • ¿Con que tu mujer estaba mala? Pinche mentiroso, de haber sabido de que ibas a salir así, cuando naciste te hubiera quemado el hocico, aunque el DIF me hubiera chingado.
  • Discúlpeme usted mamá, fue una mentira piadosa.
  • Y ese chamaquito ¿qué?
  • Es mío, su jefa se acaba de ir al valle de las calacas y me lo dejó, no sé como le voy hacer para controlar a mi vieja cuando sepa la verdad, porque la pendeja cuando se enoja se pone como el hombre verde y es capaz de ahorcarnos a los dos.

La señora lloró de coraje, de tristeza, y le dijo a su hijo:

  • Otra cosa hubieras heredado de tu pinche padre, te dejó todas sus mañas, borracho, mujeriego, chismoso, y cada rato le daban en la madre por andar de sancho.

En esos momentos entró su compadre de la señora, el padrino del “Pinocho”, al verla llorar le dio muchos ánimos.

  • Échele ganas comadrita, primero Dios, pronto se va a aliviar de su cadera y va a caminar bien, las personas que se la amuelan les crecen las nalgas y camina como pato; pero usted es fuerte y va a quedar bien.

La señora se limpio sus lágrimas y le dijo:

  • Yo nunca he estado enferma de la cadera, compadrito. ¿Quién se lo dijo?

“El Pinocho” con mucho cuidado dejó al niño en la cama, y poco a poco se fue saliendo de la casa caminando de puntitas, pasó de costado para que no lo viera su padrino. Llegando a la puerta salió hecho la chingada sin voltear para atrás, el compadre le contó lo que le dijo “El Pinocho”, la señora lo buscó pero nunca lo encontró. “El Pinocho se fue de emigrante, tuvo miedo de que su vieja cumpliera su palabra de caparlo, y era capaz de hacerlo. Al recién nacido se lo dejó a su jefa, hay que se haga bolas.

Era mejor que estar mocho.