PACHUCA, TIERRA DE CULTURA
Porque de trabajo no tiene nada. Ahora vamos a voltear la cara hacia atrás y recordar a la gente de Pachuca, principalmente a los mineros, su cultura, su fe, su creencia, sus tradiciones, y principalmente, su forma de ser, su trabajo dentro de las minas; también nos recuerda de las muchas cantinas que había en distintos barrios de la ciudad y en el centro.
Los nombres de las pulquerías eran según el lugar y el barrio, con nombres adecuados, por ejemplo, frente al panteón municipal se juntaban muchos borrachos de pulque, donde llegaban barriles del mero bueno, traído del Altiplano, se tomaba al natural, y por lo espeso se resbalaba sintiendo lo sabroso.
La cantina estaba abierta las 24 horas, se juntaban personas que tenían algún defecto y se ponían apodos. Al que estaba rengo le decían “El Patachin”; al ciego, “El mira lejos”; al que le faltaba un brazo, “El Pícher” y al que le faltaban los dos brazos, “El Remos”.
Pero vamos a leer la nota de un hombre que estaba borracho, se cayó dentro de una cantina que se llama “Mi gusto”, que se encuentra en la Calzada Veracruz. Los agentes de investigación encontraron el cadáver, los socorristas no se lo quisieron llevar porque ya había estirado la pata.
Dicen que se cayó de unas escaleras, los policías dijeron que según las investigaciones estaba tomado, se resbaló y cayó pegándose en la cholla, poco después llegaron los de la Atención Temprana para da fe al cadáver, se lo llevaron los del servicio del médico forense para realizar la necropsia de ley.
Se dice que fue un accidente y no hay pez, porque de lo contrario se tendrían que llevar al pulque, las chelas y las cubetas, que fueron los culpables.
Las tradiciones de la gente del pueblo no se han perdido, como lo son la quema de Judas y su feria de San Pancho, donde no cobran la entrada, los juegos mecánicos son accesibles para que puedan subir a sus hijos, o recordar a su vieja cuando le daban vuelo a la hilacha en las sillas voladoras, y los quicos en la rueda de la fortuna, además no tienen que pagar pasaje porque de cualquier colonia se llega caminado.
Los pachuqueños tenían su fe, acudir a darle las mañanitas a San Francisco de Asís, y estar desde la primer misa hasta la última. Y esperar “el cordonazo, que es cuando llueve”. Pero ya que estamos en esto, vamos a recordar pulquerías y cantinas que teníamos en nuestro pueblo y a su gente. Primero fueron los mineros, por más de 300 minas que se trabajaron; luego los cueteros, cada que se festejaba a algún santo, como a San Bartolo, desde las 5 de la mañana comenzaban a tronar los cohetes, anunciando qué día era, y además hacían su feria con corrida de toros gratis. Luego fue un pueblo bicicleteros, la mayoría de ciudadanos andaban en su bicicleta y se tenía que seguir el reglamento de Tránsito, tener factura de su bici, sacar su placa, tener luces, buenos frenos para que no se llevaran de corbata a los tránsitos que daban parados sobre un cajón dando el paso.
Pachuca fue un pueblo burrero, en los animales se repartía refrescos, leña, carbón. La ciudad era muy tranquila, los gendarmes hacían su recorrido a pie sin soltar su macana, donde quiera había borrachos tirados en las calles, se les había pasado las cucharadas.
Los gendarmes si veían a un hombre que estaba súper borracho tirado en el suelo durmiendo la mona, le ayudaban acomodándolo, para que no se fuera a ahogar, muchas veces el borracho les decía dónde vivía y los uniformados iban avisar a su casa para que fueran por él.
Los tiempos han cambiado, los policías no se bajan de la camioneta patrulla, se les está borrando la raya de la cola de tanto estar sentados, si ven que está un hombre tirado en la calle, lo levantan a macanazos y lo avientan en la camioneta, se lo llevan al bote cobrándoles una multa, si no la pagan quedan encerrados, a veces llegan golpeados a la barandilla y dicen que se cayó.
Por aquellos tiempos que les hablo, hace muchos años, los mineros buscaban el buen pulque o un tinacal, que quedaban dormidos con la primera jícara que se tomaban. Otros buscaban el pulque muchachero, su vieja pagaba el pato porque tenían más de 15 hijos. Les gustaba el calichal, que es pulque con café; la Chabela, pulque con refresco rojo; el curado de frutas, el blanco, el fuerte, el dulce, de todo había y se la pasaban súper.
El la calle de Observatorio, hasta llegar al barrio del Arbolito había estas cantinas: “El Atorón”, “El paso del Norte”, “La Vena de oro”, “La cumbre”, “La trampa”, “El Relámpago”, “La Palma”, “La terminal”, “Las Palmeras”, “La Montaña”, “El Relámpago”, “La Veta de Santa Ana”, “La Verdadera Veta”. En la calle de Humboldt estaban: “La Estrella”, “El Gran Golpe”, “El Güero”. En la calle de Reforma: “La Sangre Minera”, “La Violeta”, “Puerto Rico”, “La Granda”. El la calle de Galeana: “El Faro”, “Al pasito pero llego”, “La Terminal”, “El Marinero”. En la cale de Abasolo: “La Bandera Roja”, “La Roca de Oro”, “las Águilas”; y había muchas por los barrios de la fuente seca y Ocampo, Patoni y en el Centro de la Ciudad, como: “Todos contentos”, “La Estudiantina”, “Las Tres Guerras”, “Los Cuatro Vientos”, “El Grenfell”, “El Paraíso”, “El Campeón”, “El Reloj de Arena”, “La Hermosa Mila”, “La Conchita”, “El Lucero”, “El Mosco”, “El Verdadero Mosco”, “El Diamante”, “Las 15 Letras”, “El Bigotes”, “La Múcura”, “La Cueva”, “La Reina Xóchitl” y “El Becerro de oro”.
En una convención que hace unos años se realizó en el Cuartel de San Francisco, un congreso del pulque, participaron los tlachiqueros y trajeron muestras de pulque de cada comunidad y municipio, contando con Tepeapulco, Tlanalapa, Emiliano Zapata, Apan, Almoloya, Santo Tomás, Santa Mónica y Santa María Tecajete, se habló de ellos, principalmente el Altiplano, que era el mejor productor de pulque.
El pulque debe de fermentar desde las tinas donde el aguamiel lo hace, del más puro. Y embotellado o enlatado se echa a perder. Lo único que quedó aceptado es que Pachuca era el mayor consumidor de pulque, en las minas de Paricutin, San Juan Pachuca, El Alamo, Rosario, Analcos, San Cristóbal, Camelia, Paraíso, San Francisco, Fortuna, Santa Marta, Arras, El Cristo, San Buenaventura, Santa Úrsula, El Bordo, La Luz, Sacramento, Santa Ana, Dinamita, Escandón, San Rafael, Dos Carlos, San Guillermo, San Carlos, La blanca y otras, que pertenecían a varias compañías, la mayor parte a la Real del Monte y Pachuca, trabajan cerca de 15 mil mineros de los cuales cada uno metía dos litros a la mina, y para tardear se tomaban unos 4 o 5 por cabeza. Los pleitos en cantinas y pulquerías ocasionaban más muertos que en la mina. Así fue Pachuca, así era su feria y su forma de vida.
SE ROBABAN LA MERCANCÍA
El dueño estaba quebrando por el robo que hacían sus trabajadores, en una abarrotera que se encuentra en la Central de Abastos de Tulancingo Hidalgo. Fueron denunciados por estar involucrados en dos grandes robos de mercancía los siguientes administradores y algunos trabajadores:
Luis Robles, gerente de ventas; Esther Cortés, asistente del gerente de ventas; Esteban Peñafiel, ejecutivo de crédito y cobranza; Oscar Hurtado, supervisor de inventarios; Mayra Márquez, era facturadora; Adriana Avilés, encargada de punto de venta; Claudia Alejandra Cruz, Cajera de punto de venta, y los estibadores Fernando Franco, Jorge Barrios y Gamaniel Cazares son los que completaron la lista de denunciados del robo.
El director administrativo del establecimiento acudió ante el personal de la Procuraduría de Justicia para explicar cómo los trabajadores se apoderaron de la mercancía.
Dijo el gerente de ventas de la empresa que se enteró de las anomalías de los mencionados revisando la documentación, añadió que quedó al descubierto que se apoderaron de mil 200 cajas con leche “Nutrileche”, con un valor de 171 mil 480 pesos, se los tranzaron en un camión rabón y en una fletera.
La segunda vez se llevaron mil cajas del mismo lateo, con bultos de azúcar, todo valuado en 315 mil pesos. Los mismos empleados autorizaron la salida sin avisarle al gerente, también notaron que elaboraron facturas, pero no las pagaron a los supuestos clientes, y ellos se quedaron con los cargamentos, cuando trataron de revisar las cámaras de videograbación, se dieron cuenta que las desconectaron.
Descubriendo que los trabajadores cometieron esos robos, el director administrativo formuló en la agencia del Ministerio Público la averiguación, se solicitó que se proceda conforme a derecho en contra de los denunciados y se hagan las pesquisas correspondientes para recuperar la mercancía, pero por el momento a ninguno se le ha visto la cola.
Sobre el mismo caso, un transportista vecino de Jaltepec, puso una demanda en contra de Mayra Márquez, empleada de la misma abarrotera. Explicó que consiguió un tráiler con su suegro para hacer un flete, contratados por Miriam para cargar cajas de leche y azúcar en costales.
Explicó que llegó a la bodega, cercana de la Central de Abastos, para cargar la mercancía que consistía de 25 toneladas que estaban en tarimas. El contrato era que los llevaran a una colonia en el Estado de Puebla, adelante de Tenango de las Flores. A ese sitio llegaron en la noche y estando ahí sólo descargaron 4 toneladas de azúcar, porque la señora Miriam dijo que mejor lo llevaran a Tulancingo, a la colonia Huapalcalco.
Le dijeron que le iban a cobrar el doble del flete, les dijo que no había pez, que se los pagaba. Cuando estaban descargando en una casa de dicha colonia llegaron dos policías, la mujer les mostró los documentos diciéndoles que todo estaba en orden, sin embargo después Miriam se retiró del lugar, cerraron la puerta y no pudieron terminar de descargar.
La unidad se quedó cargada con dos toneladas de leche, misma que regresaron al domicilio del dueño del tráiler, en la avenida de la colonia San Nicolás el chico. El dueño decidió denunciar el caso y pedir a la policía que investigue, agregando que Miriam tiene como 30 años, es robusta, tez morena, mide 1,50 metros, cabello largo que le llega hasta las nalgas, y viste muy bien, pero no saben dónde encontrarla para que les pague. Pero todo quedó como dijo El Monje Loco “Nadie sabe, nadie supo”.
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