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UN INFIERNO BONITO

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JUANITO

Muy cerca de la zanja del Cinturón de Seguridad, en las faldas del Cerro de San Cristóbal, donde termina la calle de Simón Bolívar, por la mina del Cuixi en el barrio de “La Palma”, vivía Juanito Pérez con su señora Juliana López Martínez. Le decían “La Peluda”, tenían 8 hijos y 4 perros que cuidaban su jacal, que ellos mismos lo habían construido con madera, láminas y le colocaron una barda de piedras sobrepuestas.

 

Juanito nunca tuvo infancia, desde niño trabajó como burro, fue morrongo, el que le llevaba el pulque a los mineros, tlacualero, el que les llevaba la comida, y desde los 10 años fue minero para ganarse los frijoles, trabajó en las minas chicas, llamadas terreros, nunca pudo entrar a la Compañía Real del Monte y Pachuca, cuando llegaba del trabajo lo primero que hacía era jugar con “La Chata”, una perra que estaba ciega, corría y chocaba con la pared, o muchas veces se iba para un agujero.

Juanito le quitó el complejo de no ver, la enseñó a disimular su defecto, diario le daba terapia para que no la agarraran de pendeja, y eso enojaba a doña Juliana.

  • Ya Juan, no te hagas güey, deja a esa pinche perra, cómo te gusta perder el tiempo, ciega nació y ciega se queda.
  • Pobrecita, ladra a lo pendejo, no sabe ni a quién.
  • Estará ciega pero seguido está cargada.
  • Pinches perros encajosos, como no ve, se aprovechan. Si tuviera dinero me caí que la llevaba con un veterinario para que la operara.
  • ¡Cállate el hocico! La gente que te oiga va a pensar que la quieres más que a tu jefa.
  • No tanto, pero más que a ti, sí.
  • Pues desde ahora vas a dormir con ella cabrón. Me voy apurar para que vayamos al Venado, a traer pulque, porque en las cantinas le echan agua.
  • Esa voz me agrada, vieja, desde ayer que compré el pulque en la cantina “El Relámpago” no se me para la diarrea, me dan ganas de ponerme un tapón.
  • No te empates, viejo. Luego estoy bailando porque los baños están ocupados, veces me dan ganas de pasarme un hueso de aguacate.

Bajaron por el pulque, lo iban a comprar a una colonia que estaba muy retirada, de lado a lado, cuando regresaron de ir a comprar el pulque, se soltó una fuerte lluvia, comieron y se estaban echando un rico tlanchicotón, cuando llegó su compadre “El Chilaquil” todo empapado.

  • Buenas las tenga comadrita. ¿Hay está mi compadre?
  • Si, pásele a lo barrido, o mejor dicho a lo mojado.

Salió muy sonriente Juanito, a recibirlo y le dijo:

  • Híjole compadre, vienes como te dicen, dale una toalla para que se seque mi compadrito, no le vaya a dar gripe.

Gustavo “El Chilaquil” era viudo, su vieja se había muerto por una cruda mal curada, desde entonces odio el agua y nunca la tomó, se aventaba sus pulques a su memoria. Trabajaba en la misma mina al igual que Juanito en “El Porvenir” y se estimaban mucho, desde jovencitos fueron amigos, de momento “El Chilaquil” estornudó que espantó a la señora Juliana, que por poco se ahoga, el pulque se le fue por otro lado, y no dejaba de toser, las venas del cuello se le saltaron y se estaba poniendo morada, Juanito le daba golpes en la espalda y le decía:

  • Calmada vieja. ¡Mira los calzones de tu padrino!

Le daba de golpes en la espalda. Hasta que se compuso, Juanito le dijo a su compadre:

– Pásate al cuarto y quítate la ropa, mientras se te seca, te envuelves con un jorongo, no vaya ser el diablo y te peles alcanzar a mi comadrita.

“El Chilaquil” así lo hizo y se sentó junto al fogón, a doña Juliana le deba risa y le decía:

  • Con todo respeto compadre, se parece al Calzonzin Inspector.

Le sirvieron un jarro de pulque y se pusieron muy contentos. Les dijo Juanito:

  • Vamos a cantar una canción que nos llegue al mero corazón.

Bajó la guitarra y comenzó afinarla, eso molestó a doña Juliana “La Peluda”

  • Ya cabrón, no mames, pareces músico de pueblo, en afinar y en miar se les va todo el turno.
  • Calmantes montes, vieja. las notas de una lira deben de salir muy claras, y si quieres hacer un trío con nosotros, haz unas gárgaras de agua tibia para que no desentones.
  • ¡Baboso! Yo cuando fui joven canté en la estudiantina.
  • Pero ha de ver sido en la cantina, porque cantas de la chingada, parece que estás aullando.
  • No mames, cabrón, ni me pongas mal delante de mi compadrito.

Cantaron en trío varias canciones, y cuando oscureció “El Chilaquil” se puso su ropa y se despidió.

  • Ya me voy compadrito, me la pasé a toda madre, el pulque está muy sabroso y pegalón.
  • Échate la caminera, allá en tu casa no te buscan y aquí no te corremos.
  • Órale compadre, salud, salud comadrita.

Todos los días antes de las 6 de la mañana, se escuchaba un chiflido que hacía ladrar a los perros.

  • Despierta viejo, mi compadre te está esperando.
  • ¿No me guardaste un traguito de pulque?
  • Nada, todo no lo madreamos ayer.
  • Ni modo, me tendré que ir con la bendición del petate.
  • Llévate tus tacos, ahora te los tendrás que comer en seco.
  • Ni modo, te habías de ir en la mañana a traer el pulque al Venado, para que cuando llegue esté al mero tiro.
  • Es lo que pensaba hacer, porque me pegó la cruda a madres.
  • Ni vayas a tomar agua, luego nos vemos.

Juanito se fue muy contento, como todos los días, era perforista de golpe, con un marro le daban a la barreta para hacer el barreno, les daban tequio y salían temprano, y seguían en la misma rutina, de ir por su melón, tomárselo, y al día siguiente a trabajar.

Pero la mina está llena de peligros y cuando Juanito estaba trabajando le tocaba disparar los barrenos que hacían, le dijo a su ayudante que fuera por la dinamita y entre los dos cargaron, lo más peligroso era prender las cañuelas, las tenían que cortar y con su lámpara una por una, la prendían, muchas veces el humo no los dejaba ver y no sabían cuál era la que no habían encendido.

Le dijo a su ayudante que se adelantara a pedir la jaula para que los sacara a la superficie, cuando Juanito ya había prendido las cañuelas y estaba recogiendo sus cosas, de momento vio unas luces, eran unos compañeros que se había retardado, les gritó que se regresaran porque estaba ardiendo la cañuela, pero con el ruido de las máquinas, no escuchaban y seguían acercándose, Juanito corrió a avisarles, pero cuando pasó cerca de donde estaban prendidos los barrenos, le explotaron, al escuchar la explosión y no ver a Juanito, pidieron la jaula con el toque de accidente, y bajaron los escafandristas de San Juan Pachuca, y sacó a todos los que estaban cegados por el humo, que eran los compañeros que iban a pasar, a Juanito lo había agarrado la disparada, estaba desmayado, con piedras en todo el cuerpo y tenía una pierna colgando, se lo llevaron a la clínica Minera y le avisaron a doña Juliana, que fue llorando como loca a ver qué le había sucedido a su viejo, pensando que se había muerto porque la noticia del accidente en la mina corrió como reguero de pólvora. Ahí estuvo la señora hasta que salió el médico que lo operó, se paro a preguntarle:

  • ¡Doctorcito! ¿Como salió mi viejo?
  • Mire señora, él se va a quedar por lo menos unos días porque le sacamos todas las piedras que tenía en el cuerpo, pero lo más duro es que le cortamos una extremidad.
  • ¿Qué es eso?
  • Su pierna derecha.
  • No la chingue, doctor. ¿Ahora cómo va a caminar?                          
  • En esta bolsa va la pierna de su esposo, haga sus arreglos en la presidencia y en el panteón para que la entierre, no la vaya a enterrar en otro lado porque entran las autoridades. También vaya a la mina y hable con los encargados para que le pague su indemnización. Por mi parte es todo lo que tenía de hacer.
  • ¿Por qué se la cortaron?
  • No tengo tiempo de darle explicaciones, señora y además no las entendería.

Cuando el doctor se dio la vuelta, la señora vio adentro de la bolsa e hizo gestos y la volvió a cerrar, en eso llegó su compadre “El Chilaquil”

  • ¿Qué pasó comadrita?

La señora soltó el llanto en el hombro de su compadre, y dijo palabras que no se le entendían porque se le salía el moco. “El Chilaquil” le dio su pañuelo para que se limpiara la nariz.

  • No se preocupe comadrita, mi compadrito es muy fuerte y pronto se olvidará del accidente. ¿Qué tiene en esa bolsa? A ver. ¡Ay en la madre! Estuvo duro el madrazo.

Pasaron los días, la señora fue a ver al encargado de la mina de El Porvenir para pedirle que le diera lo que le tocaba de indemnización.

  • Yo que más quisiera, señora, ayudar a los mineros, pero todo el que llega a trabajar aquí sabe a lo que le tira, nosotros no nos hacemos cargo de los accidentes, por eso cuando se contratan a puerta de mina, se les da un papel donde ellos deben de traer su equipo de seguridad y si se accidentan, es mala suerte. Pero vaya al sindicato minero y hable con el secretario general, a ver qué le dice, le enseña el resultado del médico que lo atendió.

La afligida mujer fue al sindicato y preguntó por el secretario general, que en aquel entonces estaba Agapito Herrera.

  • Señor secretario, vengo a verlo con el fin de que nos ayude, mi esposo es Juan Pérez, se lastimó en la mina y me dicen que ustedes van a ayudarme para darle una indemnización, porque se voló una pierna.
  • Ya me informaron de eso, pero nosotros no podemos hacer nada, sólo las curaciones y en cuanto esté bien y lo den de alta, hasta ahí termino la intervención del sindicato, vaya a la Compañía Real del Monte, a ver qué le dicen.
  • ¿Por qué no va usted?
  • ¿Adónde quiere que vaya?
  • A chingar a su madre.

La señora regresó llorando, y le contó todo a su compadre “El Chilaquil”

  • Esos méndigos no nos van ayudar, ellos se limpian las manos cuando hay algún accidente. Nos meten a trabajar sin que sepa el gobierno que no tenemos ninguna ayuda, a pesar de que nos descuentan las cuotas del sindicato. Vamos a olvidarnos de todo y cuando venga mi compadre buscaremos la forma de cuidarlo, de ayudarlo, para que no se sienta que perdió un remo.

Así paso el tiempo, Juanito regresó a su casa, para irlo a sacar de la Clínica Minera, “El Chilaquil” lo subió cargando a su casa, hubo tristeza por unos días, pero el pulque se encargó de darles ánimos. La resignación llegó muy pronto. Por la amistad de su compadre, los cuidados de su vieja, y sobre todo por el pulque que tomaban y que se ponían hasta la madre, hicieron que Juanito se olvidara de que le faltara un remo. “El Chilaquil le fabricó unas muletas.

  • ¡A ver compadre, dé unos pasitos!

Juanito, poniéndose como camote por el esfuerzo, se levantó y logró ponerse en pie, al hacerlo todos le aplaudieron, sus hijos gritaron de alegría, los perros ladraron y su señora fue la primera en animarlo.

   – ¡Bravo!, ahora brinca, como si jugaras un avión, con una pata.

Juanito dio 2 brincos como chapulín, pero al tercero se fue de hocico.

  • Ayúdeme a pararlo, compadrito, que ya se dio en la madre.

Lo sentaron en una silla e hicieron planes para el futuro y les dijo “El Chilaquil”:

  • Mañana vamos a tocar y cantar afuera de las fondas del mercado. Tu compadre tocas la guitarra, mi comadre un güiro, y yo voy a conseguir una trompeta.

Ese mismo día que lo intentaron se dieron cuenta que no la hacían, la gente al escucharlos, en lugar de cooperar, les mentaba la madre. Juanito se dedicó a dar grasa en los zapatos, ayudado por su vieja, y hasta la fecha trabaja en el centro de la ciudad, sólo tiene una pierna y un hule en las nalgas para que no se le desgasten. Gustavo “El Chilaquil” murió, le pasó lo mismo que a su señora. Juanito y su vieja la “Peluda” son muy felices, cuando terminan de chambear se ponen a chupar, le vale madre que le falte una pierna, en la subida la señora lo carga de burrito para llegar a su casa, y como dice el dicho: “Las penas con chupe son menos”.