QUERÍAN MADREAR AL OBISPO
Se alborotó la gallera y la cosa está que arde en el municipio de Mixquiahuala, donde los católicos trataron de golpear al obispo de la Arquidiócesis de Tula de Allende, Monseñor Juan Pedro Juárez Meléndez. Todo comenzó desde algunos días, cuando el padre Alfredo Campos a quien se llevaron al bote porque según estaba acusado por el probable delito de violación en tentativa, al no comprobársele nada, fue dejado en libertad.
Pero muchos católicos, formando un buen grupo, marcharon por las calles del pueblo, pidiendo a las autoridades que dejaran libre al sacerdote, y estuvieron frente a la procuraduría, frente a la cárcel, esperando la resolución del acusado, solo que antes se movilizaron, pues salió un grupo a pedirle al obispo que les echara la mano.
Se amarró su calzón y les dijo que había hablado con el Papa Francisco y le contestó que esa no era su bronca, pues tenía que pagar sus delitos; total, para no hacérselas cardiaca, dejaron salir al padre Alfredo Campos, quien regresó a su parroquia y fue recibido por miles de gentes con gusto, aplausos, como cuando Peña visita algún estado.
Todo se había calmado, los domingos asistían a la santa misa, y poco a poco se les fue olvidando aquel incidente bochornoso; todo era tranquilidad, y los fieles eran bendecidos por el cura que había sido acusado sin razón.
Pero el lunes les cayó el chahuistle, les extrañó que el obispo de Tula fuera a la misa; las campanas de la iglesia se daban vuelo, se había corrido la noticia en todo el pueblo, que venía el señor obispo de Tula. Era un gran día, la mayoría vestía de blanco y azul, algunos se quedaron afuera porque había casa llena, la parroquia estaba a reventar.
Con toda devoción se realizó el acto religioso, durante la ceremonia el pelado (perdón) el prelado, se dirigió ante más de tres mil asistentes en la misa en la que resaltó el papel que tenía dentro de la iglesia, como representante de ella y ser ministro de Dios; dijo estar con los más necesitados y desprotegidos, pero también propiciar que se garantice la justicia eclesiástica.
Menciono que cada diócesis cuenta con un tribunal eclesiástico mediante el cual promueve la justicia, pues cuando alguien de los fieles o integrante de la iglesia es acusado de algo, este órgano interno tiene que actuar en consecuencia, cuando se recibe algún tipo de denuncia, pero no está facultado para emitir algún tipo de juicio hasta que no se conozca la situación del hecho y ambas partes presentes sus respectivas pruebas.
Muchos de los presentes ya se estaban oliendo de qué se trataba, hubo murmuraciones, y en voz baja, decían que eran las pedradas en contra del padre Alfredo Campos.
Nuevamente comenzó el murmullo de los fieles, pero ahora más fuerte; el obispo se dio cuenta que estaba sentado en un barril de pólvora, y que de un momento a otro alguien prendiera la mecha haciéndolo explotar. Siguió dando explicaciones que no le entendían, y hubo una interrupción de uno de los que estaban, quien le gritó que fuera al grano.
Les explicó que en la situación del padre Alfredo Campos hubo mucha confusión dentro de clero, más cuando se supo que lo acusaban de violín, y fue lo que originó que fuera presentado y encarcelado.
Ahora le tocaba entrar en acción a la ley eclesiástica, tomar sus propias medidas, para que no se volviera a repetir. Al escuchar esto comenzaron a gritarle de cosas y señalarle que todo aquel que este libre de pecado que aventara la primera hermana.
Le gritaron consignas, que no le echara lumbre al diablo, y pedían la destitución del obispo a la voz de ya, y si no lo hacían lo iban a sacar a empujones y patadas.
La gente se subió al altar y el obispo dijo “vieja el último” y se metió a la sacristía. De inmediato entró la policía con su carabina bajo en brazo y sus escudos de plásticos, para proteger al ministro de Dios. Pero la gente no les hizo caso y comenzaron los aventones, que varios cayeron al suelo y los pisaban.
Se formó una valla de gendarmes y el señor obispo salió hecho la mocha, le gritaron que nunca regresar al pueblo, que se fuera a Huejutla; apedrearon el automóvil. Llegaron refuerzos de policías de otros municipios para hacer un operativo especial, todos les mentaron la madre a los gendarmes, que ese asunto no les correspondía, que fueran a buscar a los delincuentes que se están robando la gasolina.
El jefe Pistolas los llamó a una mesa de diálogo, pidió una comisión para explicar cómo estaba la movida, se formo con el comisionado del pueblo, los acólitos, el sacristán, los Caballeros de Colón, las de la Vela Perpetua, las hijas de María, y con rapidez les leyeron un documento oficial, que decía:
“La Diócesis de Tula de Allende informa que para buscar el bien de todos, acordamos que a partir del lunes 7 de septiembre, el padre Alfredo Campos se retira de la parroquia para atender su salud y descanso y reflexión espiritual, y se le mueran las pulgas que se le pegaron en la cárcel”.
Al darles la notica a todos lo presentes, se les pararon los pelos del espinazo, tanto a hombres como las mujeres, le dijeron que no se pase de lanza, y con todo respeto se escucharon algunas malas palabras en su contra. Se plantaron afuera de la iglesia, con cartelones, pidiendo la salida del obispo, o ellos lo van a sacar de los pelos. Esto va a seguir y cada minuto que pasa, la cosa se pone más dura.
LES ECHARON AGUA BENDITA
Decenas de policías llegaron a la colonia Napateco de Tulancingo para hacer una detención, aparte de confesarse, el cura de la iglesia les dio una medallita bendita y rodearon la calle para atrapar al “Diablo” y a sus cuates, que en pandilla, andaban desmadrando a quien encontraban a su paso, además ya los traían en su cartera porque les habían pegado sus compañeros uniformados.
Al ver a los policías, cada quien corrió por su lado, pero estaban rodeados, era fácil atraparlos, para meterlos al botiquín.
Maribel Barrera y Marta Olivares dijeron que la policía se pasó de lista dándole en la madre a su hermano, que lo sacaron a huevo de su casa, de las greñas y le pusieron 3 cachazos en la cholla. También sacaron de una casa a un tipo de nombre Omar, que fue el motor para que golpearan a los policías, y además fue quien quebró el parabrisas de la patrulla.
Sacaron de otra casa a Baltasar Meneses, quien le rompió el medallón al Mustang; después fueron por Gustavo “El Choris” quien sacó al chofer del microbús para pegarle; luego fueron por “El Siete” y Simón Polo, quienes se estaban peleando con otra pandilla, habían noqueado a un individuo noqueado con un bat, y a otro lo habían picado.
Cargaron con todos, pero les faltaba el principal, que nadie rajaba adónde estaba por miedo. Un viejito le dijo a un policía en la oreja, que en una casa verde, ahí se aparecía “El Diablo”. Los ministeriales tiraron la puerta sacándolo de las patas, y a madrazos lo subieron a la patrulla; era nada menos que Héctor “El Diablo”, quien se defendió como gato boca arriba, lo tuvieron que esposar porque se volvió loco.
UNA CAMIONETA QUEDÓ CALCINADA
No encontraron víctimas, o se volvieron cenizas, porque se dice que la camioneta trasportaba combustible del que se roban. Eso sucedió en Tlanalapa. Unos vecinos encontraron la camioneta quemada totalmente, solo quedó el cascarón de lámina. Espantados, llamaron a los uniformados que hacen su recorrido por esos lugares, y fueron a ver.
Al llegar al lugar, todavía echaba a un poco de humo, pero no fue necesario llamar a los bomberos, ellos le echaron una orinada para acabarla de apagar. La unidad tenía las placas HNG-8416, que resultaron sin registro vehicular.
Se trata de una camioneta Volkswagen, color plata, que terminó totalmente calcinada. Los vidrios quedaron esparcidos a varios metros de distancia, así como el volante, lo que quiere decir que explotó. Los policía revisaron toda la zona pero no encontraron ni madre; dijeron que pudo ser que en esa unidad trasportaban combustible que sustraen de las tomas clandestinas.
gatoseco98@yahoo.com.mx