SE LES ACABÓ SU MINA DE ASALTAR A LAS MUJERES
A plena luz del día, una mujer y sus dos hijas de 18 años de edad fueron asaltadas por dos bandidos, que iban cubiertos de la cara con un pasamontañas, pero se les notaba que estaban trompudos, se les salía la trompa por la ranura de la boca. Cuando iban pasando se les acercaron los ladrones, sacándoles las pistolas y les dijeron “Manos arriba, patas a la barriga”.
Las mujeres, por el miedo les entregaron 200 mil pesos y sus celulares. Este asalto ocurrió en el camino vecinal del barrio de Chautenco, municipio de Acatlán. Las víctimas viajaban en una camioneta Ranger, cabina y media, para ir hacer unos pagos a clientes de la venta de leche. Los gendarmes preventivos y municipales de Tulancingo, al saber lo del asalto de inmediato implantaron un operativo.
Ante el agente del Ministerio Público, se presentó la señora Sara Sánchez de 37 años de edad, con las lagrimas a punto de brotarle, temblando todavía de miedo, explicó que salieron de la fabrica de queso, que es de su papá, con una mochila donde guardaba el dinero, y al circular por una carretera de terracería, vio por el espejo que se le acercaba una camioneta color gris, que al pasar estaba estacionada.
La mujer no le tomó importancia porque dicen que por esos lugares hay mucha vigilancia, y no había ladrones. Pero luego que vieron que se acercó, fue cuando les sudó la rabadilla, dándose un tope contra el parabrisas porque se le cerró el automóvil.
Salieron dos individuos encapuchados con pistola en mano apuntándoles, y les preguntaron “¿Dónde está la lana?”, con el miedo de que las mataran y las violaran se lo entregaron, los ladrones les quitaron sus celulares y las llaves de la camioneta, y huyeron. La señora Dolores se acordó que llevaba en su monedero unas llaves de repuesto, se subieron a la camioneta y regresaron. Le dieron la noticia al padre, que le cayó como patada de mula en los bajos.
Llamó de volada a los uniformados y a los agentes del grupo quesero, perdón, del grupo Tulancingo. Les pidieron a las víctimas que les dieran una pista, ellas les dijeron que estaban trompudos, se les salía del pasamontañas la boca. Les contestaron los ministeriales que iba a estar un poco difícil porque los habitantes, incluyéndolas, todos tienen la trompa grande.
DOS MUJERES VENDÍAN MEDICINAS CONTROLADAS
Los uniformados detuvieron a dos mujeres que se vestían muy provocativas, enseñando la pechuga y con un vestido tan corto, que al agacharse enseñaban las nalgas. Vendían medicamentos controlados a los traileros, de los llamados “Pericos”.
A Rosalba García Reyes y Estela Benítez les cayó el chahuistle, los uniformados de la Región de Tula- Tepeji, las esculcaron hasta por debajo de los calzones y les sacaron más de 200 pastillas.
Les cayeron en la maroma cuando se las estaban vendiendo a varios choferes. Los que se cubrieron de gloria fueron los gendarmes de Mixquiahula Hidalgo, quienes las capturaron por separado. Rosalba se la achicalaron la madrugada del sábado sobre la carretera a Querétaro, a la altura del kilometro 70 de la colonia San Juan, de ese municipio. Fue descubierta cuando caminaba como yegua fina, meneando la cola, y cada que pasaba un trailero se agachaba. En eso llegó un tráiler, el chofer se paró pero la mujer se fue rápido cuando vio que los cuicos la seguían, y vieron que apresuradamente metía algo dentro de su bolso que le colgaba en el hombro.
La pararon en seco pensando que les vendía amor, pero les dijo que no, sólo los saludaba de mano deseándoles buen viaje. Uno de los uniformados le quitó el bolso, lo abrió y le preguntó que porqué andaba con pastillas anticonceptivas, que era mejor usar condón.
El comandante la interrogó, le preguntó que para qué eran las pastillas que vendía y les dijo que eran para que no se durmieran manejando y no se dieran en la madre. Le recogieron las pastillas e hicieron un inventario: 13 sobres de tabletas “Testiton”, 47 capsulas de “Obeclox” (clobenzorex) de 30 miligramos, 12 capsulas de “Anselix” de 30 miligramos, y llevaba mil pesos y morralla. Dijo la mujer que ese era su trabajo, vender pastillas.
Por otra parte, Estela Benítez también vendía pericos. Les dieron el pitazo a los gendarmes, la pescaron en el momento que le vendía a un chofer unas pastillas, ahí fue cuando la agarraron. Preguntaron que para que servían, les dijo que eran para que no les apestara el hocico, y a los uniformados se las dejaba a medio precio porque les hacía mucha falta.
Se la llevaron y la encerraron con la otra. Al llegar el doctor le preguntaron que para qué sirven, porque ellos no saben. El Ministerio Publico dijo que las detenía por vender medicamentos sin recetas, pero si eran para la erección se las iban a decomisar y las dejaban libres, porque a él ya no le sube el agua al tinaco.
UN ROBO MISTERIOSO
Elías Morales, un hombre trabajador como hay pocos, siempre andaba en su bicicleta, no la soltaba ni para ir al baño. Vive en la colonia 20 de Noviembre, atrás del panteón municipal, trabaja en Piracantos. Saliendo del trabajo tenía que checar con su vieja, y echo la mocha a todo lo que le daban los pedales, corría como todo campeón, valiéndole madre que algún camión lo aplastara.
Eran las 8 de la noche, parado en los pedales pujaba para subir la empinada calle, como estaba oscuro, sólo con la luz de la luna vio 3 sombras que se le taparon el paso, al frenar se fue de lado cayendo con todo y bicicleta. Un hombre gordo lo levantó de los cabellos y le puso una llave de luchador, un candado a la cabeza que lo dobló, otro con un desarmador le picó las costillas, mientras que el tercero le dio de patadas en las nalgas.
Haciendo un gran esfuerzo trató de zafarse, cayendo al suelo con el que lo tenía del pescuezo. Quiso correr, pero el que estaba tirado lo agarró de una pata, dándose un hocicazo que se mordió la lengua. Se levantó y comenzó a aventar madrazos, corrió como loco y no paró hasta llegar a su casa.
Abrió la puerta de un caballazo, que espantó a su vieja. Le contó lo que le había pasado y le dijo que le quitaron su bicicleta. A la señora del coraje se le pararon los pelos del espinazo, y con un palo en la mano fueron a buscarlos, pero no encontraron a nadie. Sólo se escuchaba el ladrar de los perros, y el soplar del viento. La señora le dijo que a lo mejor fueron las animas del panteón, que por la noche se salen. Elías le contestó que los muertos no madrean ni se roban bicicletas. Mejor fueron a la Policía Municipal a poner su queja.
SE ODIABAN A MUERTE
Arturo Hernández tenía modos de afeminado, lo conocían desde niño. Cuando creció, en el barrio le decían “El Teresita”. La semana pasada estaba a fuera de su casa con ganas de chillar, le sangraba la mano, le preguntó uno de sus amigos “Qué te pasó Teresita”, y él le contestó “Me mordió una ratota”. Por ahí pasó el Caníbal y le pegó en la cabeza diciéndole “No chille güey”
“El Pato” lo vio y se le fue encima al “Caníbal,” dándose una madriza de perros. Los dos rodaron por el suelo jalándose las greñas, tirándose golpes, estaban bañados en sangre. Los desapartaron pero quedó entre ellos un gran odio.
Cada que se encontraban se daban en la madre a morir. Los dos trabajaban en la Hacienda de Loreto. A la entrada y a la salida, no les importaba el lugar y fueran a donde fueran se daban en la madre.
“El Pato” vivía en el barrio de “La Palma”, y “El Caníbal” en el “Atorón. Una ocasión “El pato” se fracturó una mano, en la clínica minera se la enyesaron dejándosela como guante. Dejó de ir a trabajar, “El Caníbal” lo extrañaba, pero sobre todo la gente que los conocía y esperaban ver una pelea. Una vez “El Pato” estaba sentado en las bancas que están afuera de la iglesia de la Asunción, al verlo “El Caníbal” lo fue a retar, “Ora sí jijo de tu madre, te me andabas escondiendo”.
“El Pato” se levantó, le dio un madrazo con la mano enyesada, “El Caníbal” cayó como muerto. Al verlo “El Pato” se espantó y se echó a correr para su casa, pensando que lo había matado. Al “Caníbal” se lo llevaron al Hospital. Pasaron los días y se encontraron de nuevo frente a frente. “El Caníbal” se agachó y se pasó derecho, uno de sus compañeros le preguntó “¿Ya viste al “Pato?”, rájale la madre, “El caníbal” le dijo “Ni madres, ya no me voy a poner con ese güey, pega como patada de mula. Mira cómo me dejó el hocico y la nariz chueca”
EL MIL AMORES
Jacinto Juárez cumplió 20 años de edad, todos los de su salón de la Preparatoria número 3 le llevaron regalos, lo felicitaron y le cantaron las mañanitas. Se tomaron unos pomos y estaban todos felices, pero de pronto se armó una pelea todos contra todos, llegó la policía, y no pudo controlarlos.
Esto pasó en la casa de la Calzada Veracruz de la colonia Venustiano Carranza. Todo era felicidad para Jacinto, su novia Anita la Huerfanita se sentía muy orgullosa de tener un novio con él, el mejor del grupo, bien parecido, fiel como un perro, y juraba quererla mucho.
Como en todas las pachangas, sacaron la botana, los pomos y se pusieron a chupar, hombres y mujeres, poniendo música de tamborazos y cada quien bailaba a su manera echándole estilo. Sacaron el pastel, apagó las velitas y pensó un deseo: que todo saliera a toda madre. En eso tocaron la puerta, como Jacinto estaba muy ocupado recibiendo los abrazos y felicitaciones, Anita fue abrir. La que tocaba era una joven que llegó acompañada de unas 6 más y preguntó por “Chinto”.
Anita, les preguntó que quiénes eran, una de ellas le respondió que era la novia del festejado, creyendo que se había equivocado de fiesta fue a llamar a su novio para que atendiera a las muchachas. A Jacinto se le borró la sonrisa de los labios y se puso como jitomate al ver a la joven, que estaba en la puerta, lo abrazó y le dio un beso en la boca.
Anita se quedó mirándolos y subiéndosele la sangre a la mollera se le aventó a madrazos, se dieron golpes y no se soltaban de las greñas.
Una de sus amigas quiso desapartarlas, y las otras muchachas entraron en acción, madreando parejo. Los que se metían eran golpeados y se armó una trifulca. Llegó la policía y también fueron contra ellos. Cuando ya se habían calmado las cosas, Jacinto quiso hablar, pero Anita le quebró una botella en la cabeza que valió madre. Se lo llevaron a la Clínica del Seguro Social y ahí terminó de pasar su cumpleaños.
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