“EL MAX”
Maximino García, conocido en el bajo mundo como “El Max”, era minero de San Juan Pachuca.
Un día su señora lo despertó para que se fuera a trabajar, le habló varias veces:
- ¡Apúrate porque ya es tarde! Son las seis y media.
- ¡Es que no tengo ganas de ir a trabajar! Vieja, al rato voy a ir al Dispensario Médico para que me den incapacidad.
- ¡Eso me lo hubieras dicho antes de hacerte tus tacos! Ya te pareces a tus pinches amigotes de huevón, que buscan la manera de no ir a trabajar.
Que se enoja “El Max” y salió azotando la puerta y dándole una patada al perro.
Como a las dos horas llegó a su casa a punto de chillar de dolor, se dejó caer en una silla, que se fue para atrás, cayendo al suelo Y levantando las patas.
- ¡Ay, güey! ¡cómo me duele!
- ¿Qué es lo que te duele?
- La boca, ¡me sacaron una muela!
- ¡Tú tienes la culpa, viejo! Por no ir a trabajar, preferiste que te la sacaran, estaba buena, no te dolía.
- ¡Pinche doctor! No se tragó el cuento y no me dejó salir hasta que me la sacó.
- ¿No te dio ninguna pastilla para el dolor?
- ¡No! Lo que me dio fue en la madre.
- Te voy a dar agua con sal, para que hagas buches, procura que no se te vaya a caer el coágulo de sangre que tienes como tapón.
- Mejor ve a comprar unas prodolinas para que me calme el dolor.
- De una vez te advierto que al tomarte las pastillas no puedes tomarte ni una copa, porque te cruzas.
- ¡Chinga! Ni tampoco voy a poder comer. ¡Cómo fui pendejo al ir a ver al doctor en ayunas!
- ¿Tú qué le dijiste?
- Que me dolía mucho una muela, que por eso no había ido a trabajar, me dijo que me sentara, con una pinza que me abre el hocico, con una lamparita, que me aluza, que prepara una inyección y que me la pone. Todavía no me hacía efecto y con unas pinzas que la jala, como era la de abajo, me cae sentí que me la sacó con todo y bolas, fue tanto el dolor que me puse a chillar. Que agarra la muela, que me la avienta y que me dice: “pónsela al ratoncito. Te voy a dar dos días de incapacidad”. ¡Pero ya no me hables vieja, ni me preguntes nada, porque al contestarte me duele mucho la boca!
- ¡Mejor duérmete! Ya veremos mañana si te sientes mejor, y puedes comer, porque me pusieron nerviosa el chillido de tus tripas. Te voy a arrimar una cubeta para que escupas!
Al día siguiente, muy temprano Maximino, estaba de pie, se paseaba como león enjaulado, y le dijo a su mujer.
- ¡Qué nochecita pasé!
- Eso pregúntamelo a mí, ¡qué lata me diste! Parece que tenías chincual, y además fiebre, porque cada rato se la mentabas al doctor. Te voy a dar leche con pan, y lo remojas al comer, no se te vaya a infectar. Aunque ya tienes hinchada la boca, pareces sapo.
- ¿Cómo me vas a dar leche con pan? si no soy huérfano, lo que quiero es que me hagas una pancita con mucha cebolla, limón, y que esté bien picosa y que me traigas una chela bien fría.
- ¿Ya no te duele?
- ¡Un poco! ¡Pero tengo mucha hambre!
- ¡Te voy hacer la pancita! Pero me preocupas, tienes el cachete hinchado, pareces soldado cuando toca la corneta.
La señora bajó al mercado, compró lo necesario para complacer a su viejo mañoso, en menos que canta un gallo ya tenía listo el almuerzo y se sentaron a comer.
- ¡Te faltó ponerle chilitos, que pique vieja!
- ¡Aquí está! Échale poquito porque está muy picoso, si no al rato en lugar de dolerte la muela, te va a doler la cola.
Masticando por un solo lado, “El Max” se lambió el plato.
- ¡Me voy a dar una vuelta a cotorrear con mis cuates!
- ¡De una vez te lo digo, no vayas a tomar bebidas embriagantes, recuerda que tomaste unas cápsulas de penicilina. ¿Dónde vas a estar?
- ¡No sé!
Maximino se bajó a la esquina donde estaban sus cuates, que le invitaron una copa.
- ¿No fuiste a chambear, “Max”?
- ¡Me sacaron una muela, estoy incapacitado!
- ¡Tómate una cuba bien cargada, para que se te alivie!
Maximino abrió el hocico como cocodrilo.
- ¡En la madre, tienes una infección! Le habías de decir a tu vieja que te lave con agua oxigenada el agujero.
- ¿Qué pasó?
- ¡De donde te sacaron la muela, no seas mal pensado!
Le dijo “El Zancudo”:
- ¡Manda todos los remedios a volar y tomate un tequila doble! Échatelo del lado de donde te sacaron la muela, con eso te vas a sentir a toda madre y el dolor se te quita.
“El Max”, muy obediente, se tomó varios tequilas, y pulque que le invitaron, llegó bien borracho a su casa; su señora se enojó, él no le hizo caso y se quedó dormido, al día siguiente le dijo su mujer:
- ¡En la madre! Estás muy cachetón de un lado, mírate al espejo.
- ¡Hijole! ¡Se me infecto el hocico!
- ¡Tienes que ir a ver al doctor, se va a encabronar!
Maximino no dejaba de mirarse en el espejo, abriendo y cerrando la boca, eso lo desesperó y comenzó a gritar a su mujer.
- ¡Tráeme un cepillo con pasta de dientes! No pones nada de tu parte para que me alivie, nomás estás paradota de babosa, pareces gendarme
- ¡Calmado pinche mono! Yo te dije muy claro que no tomaras porque se te iba a infectar, pero como si se lo hubiera dicho a un burro, ahora atente a las consecuencias.
- ¡Con una chingada! Ponme alcohol en la boca, para que haga unos buches
- ¡Ve a ver al doctor! Bastante trabajo tengo en la casa, cuidar y darle “chichi” a cada rato al pinche escuincle chillón, tú y él, ya me tienen hasta la madre. Es mejor que te vayas con tus amigos o a donde quieras, pero lárgate, no te quiero ver, aquí estás de chillón y con tus amigos muy contento, ¡Que te vayas, te digo!
“El Max” fue a que lo curaran en la Clínica Minera, y lo mandaron con una enfermera para que le lavara toda la encía donde le sacaron la muela. Regresó a su casa con ganas de chillar por el dolor, llegó en un mal momento, cuando su vieja le estaba pegando al niño.
- ¡Ya cállate cabrón! Te pareces a tu padre, los dos son unos necios como un pinche burro.
- ¡Déjalo, el niño no tiene la culpa de que te enojes, desquítate con quien te hizo encabronar!
- ¡Tienes mucha razón!
La señora fue a la cocina, agarró un sartén y le pegó con todas sus fuerzas en el hocico, el pobre “Max”, aparte de ver estrellitas, se fue de nalgas al suelo, la señora lo levantó de las greñas y lo sacó a la calle, le dio un aventón que “El Max” se quedó un rato sentado, con los cachetes inflamados, ya no dijo nada, entró a su casa y jamás se quejó con su mujer de que le dolía su muela.