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UN INFIERNO BONITO

“EL CHIMUELO”

Samuel Rangel “El Chimuelo” era un minero muy flojo, siempre andaba buscando la forma de no trabajar, el doctor del Dispensario Médico de la Compañía, para que los mineros no se fueran a hacer pendejos, les ponía una inyección muy dolorosa, que hasta los hacía chillar, pero “El Chimuelo” las aguantaba, ya tenía las nalgas agujereadas.

Continuamente iba al dispensario e inventaba cualquier enfermedad al médico, como era muy conocido, lo cajeteaba para que se fuera a trabajar. Samuel, al ver que no lo recibían, se tomó dos vasos de chocolate y un jugo de naranja, le dio una diarrea que no le paró durante varios días, su vieja estaba muy preocupada.

Le dijo su jefa a su señora Luisa “La Lombriz”, que le pasara un hueso grande de aguacate, para que le sirviera de tapón, el doctor le dio una semana de incapacidad, sin dejar de ponerle una inyección, “El Chimuelo” se aguantaba como los machos, era tan flojo el cabrón que estaba chimuelo, porque le mentía al doctor diciéndole que le dolían los dientes o las muelas y se las mandaba a sacar sabiendo que estaban buenas. Una vez agarró de malas al galeno y lo mandó a ver a su madre, le dijo que nunca más lo quería ver en el dispensario, así se estuviera muriendo. “El Chimuelo” se preocupó porque tenía que buscar otra forma para no trabajar, llegó a su casa a punto de llorar y le dijo su vieja:

  • ¿Qué tienes?
  • Ese pinche doctor no me quiso mandar a sacar la muela del juicio y tengo que presentarme mañana a trabajar, en el turno de la noche.
  • Hizo bien, no la tienes picada, eso déjalo a mí que tengo nada más el cascarón y al masticar lo hago de ladito.
  • ¿De qué parte estás?
  • Lo digo por tu bien, luego te enojas porque dices que te doy de comer tortillas duras.
  • En lugar de estar chingando ayúdame a pensar, mañana es viernes y luego sábado, semana mala hay que echarla afuera. Ve al sindicato y me pides permiso por dos días.
  • ¿Pero qué les digo a los señores? La otra vez me hicieron muchas preguntas, parecían ministeriales.
  • Les dices que se murió tu mamá y que ando arreglando su entierro.
  • Mejor les dijo que se murió la tuya.
  • ¡No! Esa la dejamos para sacar otro permiso.
  • Acuérdate que te conocen muy bien, no te lo van a dar, en un mes pediste 20 días de permiso.
  • Tú ve y diles, si te lo niegan me cae que no voy a ir a sus asambleas y les voy a mentar la madre.

“El chimuelo” se quedó callado pensando con la mirada a un solo lado con el hocico abierto, eso desesperó a su vieja, que le dijo:

  • ¡Ya no te quiebres la cabeza! Mañana te vas a trabajar y te evitas de problemas.
  • Cállate, cállate, me estás sacando de onda, en lugar de que me ayudes tratas de chingarme.

La señora lo dejó hablando como loco, agarró la bolsa del mandado y se salió a la calle, “El Chimuelo” se quedó acostado y se durmió, unas horas después su señora lo despertó:

  • Samuel, párate a comer antes de que se enfríe.

“El chimuelo” echó una sonrisa y le dijo a su vieja:

  • ¡Ya sé lo que vamos hacer! Vas a la mina y le dices al capitán que me metieron a la cárcel y que te dé dos días de permiso.
  • ¿Para que quieres los permisos? Total, mejor no vayas y ya.
  • No seas pendeja, es que ya tengo 10 faltas, si no voy a trabajar pierdo mis vacaciones y de castigo me mandan a trabajar hasta el fondo de la mina.
  • Yo no voy.
  • ¿Por qué no quieres ir?
  • Es que los mineros son muy cabrones, me vacilan, me dicen de cosas, me echan piropos groseros, me chiflan y a mí me da mucha pena.
  • No les hagas caso, cuando los veas te tapas las orejas y les dices botellita de vinagre y te pasas como mula.
  • Ay viejo, eres tan flojo, que a lo mejor tu madre sufrió mucho al tenerte, porque no querías salir, además tienes amparado el día de hoy, vente a comer y luego decides qué vas a hacer.

Al día siguiente “El Chimuelo”, después de almorzar se anduvo haciendo pendejo por el centro de Pachuca toda la mañana, se subió a comer y se echó un coyotito, su vieja lo despertó a las 5 de la tarde:

  • Viejo, despierta, son las cinco de la tarde y tienes que entrar a las seis.
  • ¡Pues vete a la mina por mi permiso!
  • ¡Ya te dije que no voy, pareces burro! No entiendes.
  • No me hagas encabronar porque soy capaz de darte en la madre, por desobediente, como tu marido debes de obedecerme como dice la ley en lugar de padre y esposo.

La señora se arregló lo más que pudo y de mala gana se fue a la mina de San Juan Pachuca a solicitar el permiso, muy apenada pasó junto a los mineros, que estaban formados para bajar al trabajo y le decían:

  • ¡Adiós mamacita! ¡Qué re chula estás!
  • ¡No corras, mi amor, te vayas a caer y te rompas ese hociquito tan bonito que tienes!
  • ¡Así me gustan las viejas, chaparritas y nalgonas, con cuerpo de uva para que cada rato me suba!

La señora, sin voltear y poniéndose colorada por las palabras que le decían los mineros, subió las escaleras, se tropezó y se pegó en las rodillas, se paró echa la chingada y disimuladamente se puso saliva, llegó a la oficina del capitán de noche, don Lupe Castañeda, le tocó la ventana y al abrirla le dijo:

  • ¡Buenas tardes, señor, le vengo a solicitar un permiso!
  • ¡Con mucho gusto, señora! ¿Para quién?
  • Para Samuel Rangel Hernández.

Al escuchar el nombre, al capitán parece que le picaron la cola, respingo y por poco le mienta la madre a la señora.

  • ¡A ese señor no le doy nada de permiso!
  • ¡Es que se lo llevaron a la cárcel, señor!
  • Ahí lo había de dejar hasta que se pudra, para que se le quite lo huevón, ¿cómo es posible que usted se preste a venir a pedirle permiso? Mándelo a trabajar en lugar de taparlo, a lo mejor es usted igual que él de floja, lárguese de aquí.

El capitán le aventó la puerta de la ventana en la cara, la señora se le rasaron los ojos de la vergüenza, llegó llorando a su casa. Le contó a su viejo todo lo que le dijeron, eso molestó al “Chimuelo”:

  • ¡Pinche viejo! De modo que no te dio el permiso y de pilón te cajeteo, pero un día de estos me la va a pagar el cabrón, dame mis tacos.

Al “Chimuelo” no le quedaba más remedio que presentarse a trabajar, si faltaba lo corrían de la mina, sus pensamientos se convirtieron en un crucigrama, sin encontrar la pieza adecuada para armarlos.

Llegó a la mina echando madres, en contra de los que lo habían perjudicado, el doctor del dispensario, el capitán y su vieja babosa, que no le había arreglado el permiso. 

Bajó a la mina, sus compañeros se la mentaron por flojo, el encargado, a quién le caía gordo, lo mandó a trabajar a un lugar peligroso y muy pesado, a la mina del “Paraíso”, que en lugar de mina parecía gruta, “El “Chimuelo” tuvo la idea de que un pequeño accidente, se encargaría de hacerlo grande y lo sacarían de la mina mandándolo a su casa, pero la pregunta era, “¿Cómo?”.

Se subió a una tarima de tres metros de altura, puso un palo amarrado con una tranca, a manera que detuviera unas piedras boludas, luego le amarró una reata, la dejo colgando, para cuando la jalara se le vinieran las piedras y le pegaran en las patas. 

Lo estuvo practicando varias veces hasta que no le fallara, solo necesitaba un testigo, un golpe por más leve que fuera lo iba a convertir el un gran accidente. Todo estaba debidamente calculado, hasta la hora, debería ser exacta la ocho de la noche, era cuando pasaba el sotaminero, el jefe de mina, para checar su tarjeta, pero en esos momentos llegó el encargado, al que le decían “El Bandolón” y le echó a perder su plan.

  • ¡Vete al despacho a traer unos rieles, ahí te van ayudar los compañeros!
  • Mejor al rato, me duele el estómago.
  • ¡Te estoy diciendo que vayas!

“El Chimuelo” pensó que todo se arreglaba por las buenas y le dijo al encargado:

  • Mira carnal, nada más espero que pase el sotaminero y voy de volada por los rieles, es más yo solito me los traigo, sin que me ayuden.
  • Me urgen para colocarlos en la alcancía, ve por ellos.

“El Chimuelo” fue corriendo al despacho que estaba a dos kilómetros de distancia, le pedía a Dios, con toda su alma, que el sotamiero se retrasara para que fuera testigo de su accidente planeado. 

En esos momentos el jefe de mina pasó por donde debería estar “El Chimuelo” al no encontrarlo, le llamó la atención la reata que estaba colgando. 

La jaló y se le vinieron las piedras que Samuel había colocado. El encargado llamó a los trabajadores para que lo trasladaran en una camilla y lo llevaran a la superficie. Cuando “El Chimuelo” se enteró de lo que le paso al sotaminero y vio que lo llevaban en la camilla, muy enojado le gritó:

  • ¡Eso te pasa por meterte en lo que no te importa, ¿quién chingados te mando que jalaras la reata? Era para mí, pendejo.

Caminó por el túnel y no dejaba de repetir:

  • ¡Chingada madre! No cabe duda que estoy salado, me tengo que chingar todo el turno.

Así pasó mucho tiempo. Samuel “El Chimuelo” buscaba la forma de no ir a su trabajo, hasta que la encontró; un día le pegó a su vieja, por no conseguirle una incapacidad y su suegra lo desmadró mandándolo al hospital. Pero como fue afuera de la mina, no le dieron permiso ni incapacidad. Su vieja le dio calle y lo corrió de su casa.