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UN INFIERNO BONITO

“EL TEJÓN”

Cresencio López “El Tejón” de un momento a otro, comenzó a toser, parecía que se ahogaba, se le saltaban los ojos y sacaba la lengua, su mujer lo llevó a la Clínica Minera, el médico le dijo que le había dado una gripa y le recetó unos jarabes, así pasó el tiempo y él seguía iguanas ranas de malo.

Nuevamente lo mandaron con el médico, un pendejolo (perdón) con el neumólogo, le sacó radiografías y quedó internado una semana, pero como no mejoraba, se lo llevaron para su casa, ya estaba arrastrando la cobija, fueron a ver a un médico particular y les dijo que ya no tenía remedio, que sus pulmones ya no funcionaban.

En una vecindad del barrio del Arbolito, se desarrollaba una escena de tristeza, llantos, gritos y dolor. “El tejón” se estaba despidiendo de este mundo, agonizaba por una enfermedad de los pulmones, por el polvo y gases de la mina, que se llama silicosis. Algunos médicos le dicen EPOC .

que  es una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica. 

Su vieja, doña Paz, entraba y salía del cuarto muy llorosa, ya tenía los ojos como de chale, sus lágrimas opacaban su vista y cada rato se tropezaba por los zapatos, que le quedaban grandes, la mamá  de Chencho “El Tejón”, doña Mariquita, estaba sentada en la orilla de la cama, limpiándole las flemas, porque a cada rato se quería ahogar. 

La señora lloraba en silencio, al mismo tiempo rezaba una oración. Ella tenía experiencia, porque vio morir a sus abuelos, su padre y su viejo, que se fueron al otro mundo en la misma forma. “El Tejón” hablaba quedito, pero como no le escuchaban, le dijeron que subiera de volumen, porque todos sus familiares querían oír lo que decía:

  • ¡Vieja! Ya me está llevando la calaca, ya no te veo y tengo a la muerte a un lado que me está esperando.
  • ¡No mames, es tu mamá!
  • ¿Dónde están mis hijos?
  • ¡Aquí viejo! Alrededor de tu cama, estamos todos, voy a llamar al padrecito.
  • ¡No vayas! Es perder tu tiempo, solo vienen si tienes carro. Al cerro no suben.
  • ¡Jefecita! ¡Jefecita!
  • ¡Aquí estoy, hijo!
  • ¡Tengo mucha sed!
  • ¡Paz! Tráele un jarro de agua.
  • ¿Agua? Si no soy rana, no la amuele jefa, me puede hacer daño, que me sirvan un jarro de pulque.

Doña Mariquita le hizo señas con la cabeza a su nuera, que corrió por el garrafón de melón y le sirvieron.

  • ¡Ay qué sabroso! Quiero llegar medio borracho a donde me toque ir,
  • ¡Lo que quieras hijo! 

“El Tejón” se empinó un jarro de a litro y se lo saboreaba chupándose los labios.

  • ¡Sírvanme otro, donde quiera son tres, la caminera, y el que se va, se la echa!

Las señoras, sus hijos, sus compadres, miraban muy tristes como poco a poquito se tomaba el pulque, eso demostraba que estaba a un paso de irse al otro mundo, porque si estuviera bien, esos tres jarros de pulque se los hubiera chingado al hilo. Él les dijo:

  • ¡No deben de llorar! Deben de estar alegres, cuando nace un niño se llora, porque no sabemos qué destino le va a tocar, pero cuando muere un viejo, hay que alegrarse. Jefa, vieja, hijos, compadres, me voy. Les pido que hagan una fiesta como cuando la hacíamos antes. Inviten a los vecinos, a sus familiares y a todos los cuates, pongan música para mover el bote.

La señora Paz no se aguantó, soltó el llanto y echó un fuerte grito. Como el que dan el quince de este mes.

  • Ya te dije que no chilles, vieja, me cae que me espantaste, quiero que me entierres con música, llévame un pinche mariachi, aunque sea balín, pero que me canten las canciones que tanto me gustaban.
  • Sí viejo, lo que quieras pero no te mueras, no nos dejes solos.
  • Ese es mi destino, la calaca la tengo a mi lado y no se quita desde hace mucho tiempo. Parece pinche soldado.
  • ¡Esa señora es tu mamá!

De momento, “El Tejón” soltó el cuerpo, abrió los ojos como de burro, todos los que estaban presentes hicieron un minuto de silencio,  comprendieron que “El Tejón” había valido madres, su mamá le cerró los ojos y doña Paz se desmayó dando un mulazo, que levantó el polvo. Su comadre Leonila, buscaba cebolla para darle a oler, le echó bastante alcohol en la nuca y la dejó como pájaro loco, con los pelos parados, volvió en sí y no dejaba de llorar.

  • ¡Cálmese, comadrita! Mi compadrito se fue contento, hasta nos sonrió.
  • No sabe comadre cuánto me preocupa que se haya ido, al cielo no va a entrar ni a chingados y allá en los infiernos, los diablos lo van a madrear porque cuando andaba borracho les mentaba la madre a todos.

Chillando y cumpliendo con sus obligaciones la señora Paz y su compadre, fueron a arreglar los funerales, Mariquita y doña Leonila, se pusieron a hacer el mole, sus hijos arreglaron la casa donde se iba a velar.

El cuadro era muy triste, cuatro cirios encendidos y en medio, un ataúd.  Comenzaron a llegar los vecinos, que les daban el pésame a los dolientes.

  • ¡Lo siento mucho, señora! “El Tejón” era un gran cuate.
  • ¡Cómo lo siento señora! Yo lo quería como a un hermano.
  • Pasen y tómense lo que ustedes quieran, esa fue la voluntad de mi hijo, que chuparan hasta donde pudieran.

La noticia de que todo era gratis corrió de boca en boca y en un dos por tres se llenó la casa, las señoras, a pesar de su pena, no se daban abasto en atender a tanto gorrón, no faltaban los borrachos que lloraban recargados en la caja.

  • ¡Hermano! Te nos adelantaste en el camino, cuánto te estime.
  • ¡Hermano, eras a toda madre,  nunca te podré olvidar!

El baile comenzó y todos comenzaron a mover las teleras, cuando bailaron con estilo, doña Mariquita les fue a decir:

  • ¡Por favor, no bailen de a jalón porque vayan a tirar la caja de mi hijo!
  • No se preocupe, señora, los pasos y las vueltas las tenemos muy bien calculadas.
  • Por las moscas, mejor bailen sólo como danzantes de los pueblos.

Mucha gente se amaneció y se quedaron al almuerzo, eran las costumbres de la familia del “Tejón”, que venían de un pueblo de la Sierra de Huejutla, Hidalgo. Le dijo doña Paz a su suegra:

  • ¡Ahorita vengo Mariquita, voy por los mariachis!
  • ¡Todavía es temprano, el entierro era a las tres! 
  • No se crea  suegra, pero la gente votó que mejor lo lleváramos a las cinco de la tarde!

Todos se salieron a comer al patio, en la cocina y dejaron solo al difunto, los huesos de guajolote ocasionaron una pelea de perros en la vecindad, que tumbaron las velas y cayeron en la caja,  se comenzó a quemar, uno de los muchachos dio la alarma:

  • ¡Doña Paz, se está quemando el muerto!

Con cubeta en mano, los presentes lo apagaron más rápido que los bomberos y regresaron a terminar de comer, don Goyo que era pintor se prestó para darle una mano a la caja, que había quedado tiznada, y llegó la hora de la despedida, de irlo a dejar al panteón. Doña Paz le dijo a su suegra:

  • ¡Me gustaría que lo tuviéramos un día más en la casa!
  • ¡Yo pensé lo mismo, pero no lo permitieron en la presidencia, así es que vamos a llevarlo!

Como pudieron se acomodaron en los camiones, todos los invitados al sepelio se peleaban por cargar al muerto, hasta que lo tumbaron. Se escuchó la música de los mariachis, que cantaban “El hijo desobediente”, “Llegó borracho el borracho”, “Juan Charrasqueado” y “Rata de dos patas”. Lo bajaron a la fosa, lo taparon y hasta ahí quedó el famoso “Tejón” que a la fecha recordamos con cariño.