“EL BETO”
En el barrio del Arbolito, en la calle de Reforma, en una de las vecindades más viejas, que estaba a punto de derrumbarse, vivía un minero llamado Pedro, le decían “El Trompas”, se había tirado al vicio, por la muerte de su mujer, que le dejó un mocoso de 8 años de edad. Que se llamaba Alberto, todos en el barrio lo conocían como “El Beto”
Su padre, desde temprano, todos los días, se metía a la cantina “El Relámpago” o “El Gran golpe” y se ponía a chupar como recién nacido, cuando ya no podía caminar, se lo llevaban a su casa. “El Beto” les decía donde lo acostaran, generalmente era en un tapete en el suelo, él le ponía una almohada, para que no se fuera ahogar.
Los amigos y compañeros del “Trompas” lo criticaban, porque dejaba solo al niño, le decían que le pusiera atención y que lo mandara a la escuela, pero al “Trompas” le valía madre, las palabras que le entraban por una oreja, le salían por la otra.
Por su lado “El Beto” se ganaba el pan haciendo mandados, tirando basura, cuidando a la niña de doña Pancha, la portera. Siempre andaba así, como se levantaba, con los pelos parados.
Una vez, cuando salía de la vecindad, encontró a un señor, que llevaba dos cajas de cartón amarradas con un lazo y le dijo:
- ¡Oye niño! ¿Te quieres ganar unos centavos?
- ¿Qué tengo que hacer?
- ¡Ayúdame con una caja, voy al centro, te voy a dar 5 pesos!
Sin decir palabras “El Beto”, haciendo gestos, se cargó la caja en el hombro, que estaba pesada, apenas podía con ella, se bajaron por la calle de Galeana y se siguieron por la de Guerrero. Cerca del mercado de Barreteros, estaba un señor vendiendo guitarras, se detuvo el señor y le dijo al niño que descansara, mientras que él preguntó:
- ¡Perdone señor! ¿Cuánto valen sus guitarras?
- ¡Depende de cual quieras, tengo desde 600 a mil pesos, pero son de calidad puede verlas, y si gusta, tocarlas!
El señor agarró una, apretando las cuerdas para afinarla, luego con la otra, hizo lo mismo, le dijo al vendedor.
- Están buenas y la verdad se me hacen baratas, me gustaría llevarme estas tres, pero mi mujer se adelantó al banco, que está enfrente de Gobierno, somos de Tepeapulco y venimos a hacer compras, en estas cajas traigo herramienta para el campo que compré y me quedé sin dinero, si usted quiere, para no echar dos vueltas, me llevo las guitarras, le dejo las cajas y a mi hijo, en una media hora regreso.
- ¡Está bien, lo espero, pero no se tarde!
El señor le dijo al “Beto”:
- ¡Arrima las cajas que están estorbando, hijo, me esperas aquí, te quedas con el señor hasta que venga!
- ¡Sí!
El señor que se llevó las guitarras, se metió por la calle de Salazar, “El Beto” se había cansado, se sentó en una de las cajas. Pasó el tiempo, el vendedor de guitarras miraba insistentemente su reloj y le dijo:
- ¡Tiene más de dos horas que se fue tu papá y no aparece!
- ¡Ese señor no es mi papá!
- ¿Cómo que no es tu papá?
- ¡No! Sólo le ayudé a cargar esta caja.
El señor abrió una de las cajas, estaba llena de piedras envueltas en periódico, lo mismo que la otra. Muy enojado llamó a la policía, le contó que el chamaco y un señor le robaron 3 guitarras de mil pesos cada una.
El policía agarró de la mano “Al Beto”, que comenzó a llorar, se los llevaron a la barandilla, era acusado de cómplice y lo iban a mandar al Tribunal para Menores, mandaron traer a la licenciada de Servicio Social, quien lo interrogó:
- ¿Cómo te llamas?
- “Beto”.
- ¡Beto! ¿Qué? ¿Roberto, Alberto, Heriberto?
- “Beto”
- ¿Cuántos años tienes?
- 8 años.
- ¿Cómo se llama tu papá?
- Igual que yo “Beto”, le dicen “El Trompas”, trabaja en la mina de San Juan Pachuca.
- ¿Dónde vives?
- ¡En el barrio del Arbolito!
Mandaron a unos policías, para que fuera a traer al papá del “Beto” lo anduvieron buscando, preguntando, lo encontraron en una cantina, se negaba acompañarlos.
- Yo no tengo que ir con ustedes, no he cometido ningún delito, sólo vengo a la cantina a echarme dos litros de melón y ese no es ningún delito.
- Nos tiene que acompañar por su voluntad, su hijo está detenido, acusado de robar unas guitarras.
“El Trompas” los acompañó, cuando lo vio entrar, “El Beto” corrió, se abrazó de sus piernas y llorando le dijo, muy espantado:
- ¡No me dejes aquí, papá! Llévame contigo, te juro que no hice nada, solo le ayude a un señor, dicen que se llevó unas guitarras, no lo conozco, sólo quería ganarme los 5 pesos que me prometió
“El Trompas” miró a su hijo con mucha tristeza, se dio cuenta que por años lo había abandonado, que estaba solo y necesitaba ayuda. Le dijo al comisario:
- Señor, nosotros somos muy pobres, pero honrados, conozco a mi hijo, prefería morirse de hambre antes de robar, les pido que lo dejen salir.
- ¡Se lo puede llevar, pero antes páguele el daño al señor!
- Pero ya le dijo el niño que fue engañado, ¡abusaron de su inocencia!
Intervino la Trabajadora Social:
- ¿Por qué no lo ha mandado a la escuela?
- La verdad, no tengo dinero para comprarle ropa, mire como trae sus chanclas, apenas gano para medio comer y pagar la renta.
- ¿Como se llama su mamá?
- ¡No tiene mamá! Ella nos dejó para irse al cielo, cuando puedo, lo cuido y no le falta la comida.
- Eso no basta, necesita educación, cariño, cuidados y usted no puede dárselos, lo vamos a llevar al tribunal, allá va a encontrar amiguitos y aprenderá a leer, usted puede verlo cada ocho días y jugar con él.
¡”El Trompas” lloró, abrazando a su hijo:
- No me lo quiten, por favor, es lo único que me queda en la vida, les juro que voy a dejar de tomar y voy a darle lo que necesita.
Sus súplicas fueron en vano, “El Beto” se quedó en el tribunal que se encontraba en la calle de Abasolo, meses después encontraron muerto a Pedro Hernández, murió de tristeza al no tener a su hijo y, bueno, también de una cruda mal curada, a través de los años “El Beto” creció, estudió, terminó su primaria y lo iban a meter a la secundaria, estaba muy contento cada año que se celebra el “Día del Niño”.
Beto era muy querido por sus compañeros, ya tenía 11 años, una vez fue a visitarlo su padrino y les dijo a los jueces que lo dejaran salir, que él se hacía cargo, pero le dijeron que tenía que cumplir 15 años, que estaba detenido por ayudar a unos señores a robar.
Así pasaron los años, y le llegó su libertad, en aquellos tiempo solo había trabajo de minero, algunas personas de buen corazón lo ayudaron a que entrara a la mina.
Estuvo trabajando en la mina de San Juan Pachuca, ayudaba a sus padrinos con el gasto, no era vicioso, sino un joven trabajador. Al pasar el tiempo, se enamoró de Lupita, la hija de su padrino y le dijo que quería casarse con ella, arreglaron todo lo del casorio. Beto era el joven más feliz del mundo, porque pensaba en tener un hogar y varios niños.
Pero un día, el 12 de octubre de 1972 para ser más exactos, trabajaba en la mina de Santa Ana y para salir de ella, tenía que meterse en una jaula donde cabían 19 mineros, se reventó el cable y cayeron de una altura de 60 metros, murieron 18 mineros, entre ellos “El Beto”.