“LA RANA”
En la mina encontramos de todo: muchos problemas en el trabajo, discusiones con los compañeros, con los encargados y jefes, pero tenemos que comer juntos y luego todo se olvida. Bajábamos al nivel 370, comíamos lo que se podía en 10 minutos, luego corríamos para abordar un motor que nos llevaba a 3 kilómetros de ahí, salíamos y subíamos 60 metros de altura por escaleras verticales, caminábamos media hora para llegar a la mina de Santa Ana, de ahí nos daban las órdenes de dónde y con quién íbamos a trabajar.
Serían como las 9 de la mañana, estábamos a 380 metros de profundidad en la mina, donde hace mucho calor; de pronto se escuchó una explosión.
Todos corrimos a ver de dónde salió y ayudar, si es que era algún accidente.
Llegué y escuché unos gritos, haciendo un reclamo:
- ¿Ya viste lo que pasó por tu culpa? ¡Pinche “Rana” pendeja! Si hubiera tenido el fuque dinamita, ni pelos hubiéramos dejado.
“La Rana” se quedaba mirando al perforista, muy asustado, sangraba de todo el cuerpo, parecía que tenía matadas de burro.
- ¡Para la otra vez que no te fijes, me cae de madre que yo mismo te desmadro!
Varios compañeros que escuchamos la explosión y vimos la salida del humo llegamos corriendo al rebaje y encontramos al “Oso” discutiendo con su ayudante la “Rana”.
- Ya te lo dije, pinche idiota.
Preguntó el barretero, que le decíamos “El Bandolón”:
- ¿Qué pasó aquí?
Le contestó el perforista:
- Cuando terminamos de levantar la carga, y estaba limpia la frente, le dije a este pendejo que la revisara muy bien, para ver si no había ningún fuque, se quedó como media hora mirando y me dijo que no. Armamos la máquina, y confiado que comienzo a barrenar, y encontramos un fuque que explotó.
Dijo “El Bandolón”:
- ¡Milagro no tenía dinamita, si no hubieran valido madre
– ¡Eso es lo que le digo a la “Rana”! Yo estuviera dándole cuentas al Creador, y él estuviera con los diablos, por pendejo.
- Vete a seguridad, para que te manden al hospital, tienes piedritas clavadas en el cuerpo, a la salida habló con los ingenieros para ver qué castigo le ponen a este baboso.
Ahí fue donde yo intervine:
- ¡Oye Bandolón! ¿Por qué van a castigar a la “Rana”? Si la responsabilidad es de los dos. Él, como perforista le hubiera echado otra revisada.
- ¡Tú cállate, pinche “Gato Seco”! ¿A ti qué te importa?
- ¡Si me importa, porque soy ayudante de perforista! Y ustedes se sienten muy chingones, porque tienen una categoría más alta, si salen cosas mal, le echan la culpa al ayudante.
- ¡Te digo que te calles el hocico! Cabrón, me cae que te voy a pedir de ayudante y te voy a rajar la madre.
- ¡A mí me la persignas! y pinche “Oso”, tú lo que tienes de grandote, lo tienes de pendejo.
- ¡Bueno ya! Se callan los dos o los mando a sacar. Tú pinche “Gato Seco” por hablador, te vas a quedar a barrenar con la “Rana”, y nos vemos a la salida.
Ya no le protestamos, dejamos que se fueran y me puse a barrenar con la “Rana”, gracias a Dios, se prestó la barrenación y salimos temprano, teníamos que caminar una hora por un túnel muy caliente, ya no nos regresan en el motor, llegamos al despacho del 370, para que nos sacaran a la superficie.
Conocía muy bien a José Luís García, como estaba chaparro, con ojos saltones y con el hocico grande, le decían la “Rana”. Le pregunté:
- ¿Por qué estás triste? ¿Qué te pasa? Sabes bien que el ayudante de perforista debe estar muy abusado para localizar si se quedó un fuque, ¿cuál es la preocupación?
- ¡Es que se vaya a morir el “Oso”!
- ¡Ese güey no se muere! y si eso fuera te lo va a agradecer su vieja. Pero a ti, ¿qué te pasa? No creo que sea por el “Oso” te he visto muy distraído desde que llegaste.
- ¡Así es carnal, tengo un problema familiar! Me da miedo resolverlo por mi jefa, si se entera puede estirar la pata, anda un poco mal de la molleja.
- ¡Entonces deja los problemas en tu casa! Aquí debes de ponerte buzo caperuzo, un descuido y te matas, ya ves lo que pasó.
- ¡Es que mi vieja me engaña!
- ¡No mames! ¿Quién quieres que se fije en tu vieja si parece calaca? Además, son chismes. Ya ves lo que le pasó al chango por creído.
- ¡Esto es en serio! Lo cabrón es que mi vieja le anda poniendo con mi hermano.
- ¿Con cuál de todos? Tienes como 20.
- ¡Con el más chico! “El Chano”.
- ¿Cómo sabes?
- En un cumpleaños de mi jefa fuimos todos mis carnales con sus viejas a su casa, y nos pusimos a tomar, todo era felicidad, chupamos como recién nacidos, mi vieja y mi carnal, primero estaban platicando y luego se pusieron a bailar pegaditos, mi cuñada se dio cuenta y se la hizo de tos, lo sacó a cachetadas. Desde ese día hemos tenido pleitos, mi vieja y yo, ella me lo jura, que no fue lo que vi, solo tienen amistad. Pero comencé a sospechar, porque ayer le pedí ropa interior y me dio unos calzones que no eran míos, le pregunté de quién eran, se puso colorada y me dijo rápido arrebatándomelos que podían ser del vecino, que vive junto. Desde ahí se me clavó la espina, de día y noche no se me quita la idea de que me anda jugando chueco.
- ¿Cómo se porta tu vieja contigo?
- ¡Bien! Aparentemente, como que no quiere platicar, por las noches espera que yo me duerma para irse acostar, no quiere estar conmigo, me sale con la mamada de que está cansada, que le duele la cabeza, que anda en su mezquite, tiene mucho tiempo que me la hace de pex.
- ¿Pero no pelean?
- A veces, porque soy el que me aguanto, el lunes que llegué de trabajar se me sentó mi hijo en las piernas, tiene 5 años y cuando estábamos comiendo, que me dice:
- ¡Oye papito! ¿Cuándo viene mi tío “Chano”?
Mi vieja que se pone amarilla como chale y le dice al niño:
- Deja comer en paz a tu papá, vente vamos a jugar.
Que le digo:
- Déjalo, aquí está bien. ¿Por qué me preguntas por tu tío?
- ¡Ayer vino y me trajo dulces y un carrito, te los voy a enseñar!
- ¡Espérate aquí hijo!, para que me cuentes qué hizo mi hermano. ¿Estuvo mucho tiempo aquí?
- ¡Todo el día! Mi mamá le dio de comer, luego estaban jugando luchas en la cama.
- Mi pinche vieja le dio una cachetada al niño, que cayó de nalgas llorando muy fuerte.
- ¡Cállese, pinche escuincle chismoso!
¡Se lo llevó a su cuarto de las greñas! Cuando salió, le pregunté. ¿A qué vino mi hermano? Me contestó muy nerviosa:
- Vino a verte a ti, para que le prestaras un cerrote, dijo que para emparejarle las patas a una mesa.
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- ¡No se me ocurrió!
- Salí a buscarlo a su casa, me dijo su vieja que se había ido a trabajar, pensé decirle a mi jefa, pero no me lo creería, al contrario, me hubiera zurrado por chismoso. Pero voy a buscar la forma de chingarlos, caerles en la maroma. Los voy a espiar y cuando estén en la movida, les voy a caer como abonero en quincena y echarles a la policía, acusándolos de adúltero. Ahí nos vemos “Gato”.
Al poco tiempo supe que la “Rana” andaba en líos judiciales y le pregunté:
-¿Qué pasó?
Los anduve cuidando, todo el día, desde lejos, vi que salió mi vieja, muy arreglada, los seguí y vi cuando se metieron en un hotel, fui corriendo al Ministerio Público, a levantar un acta por adulterio, mandaron a unos policías judiciales conmigo y los sacaron encuerados, se armó una bronca grande.
Llegaron mis suegros, mi jefa, la vieja de mi hermano, yo me hice güey, para no tener dificultades, pero me llevaron a huevo a dar la declaración de los hechos, y confesaron que sí, que ellos se quieren.
Los metieron al bote, mi jefa me dio mi lugar, lloraba la pobrecita y me dijo que les diera la ley del perdón, pero le dije que no. Por el contrario, para que no se hiciera el lío grande le dije que mi iba a divorciar, y a mi hermano le iba a dar en la madre.
Lloró mucho, luego le dio un desmayo, que cayó al suelo parando las patas, llegaron mis hermanos, y el mayor me dijo:
- Pídele a Dios, que esto sea un desmayo simple para mi jefa, porque si se muere la culpa es tuya, por no cuidar a tu pinche vieja, y es mejor que te pintes de colores ahorita que están los migrantes.