“EL GENERAL”
Estábamos en la cantina “El Relámpago” del barrio de “La Palma”, “El Baldo”, “El chocolate” y yo, platicando muy tranquilos, de momento se abrieron las persianas y se metió un viejo con un sombrero ancho; era chaparro, sin dientes, con una chaqueta de militar, tenía cara de chango y gritó:
- ¡Viva mi general Felipe Ángeles, mi general Villa, mi general Zapata y chin, chin, el que diga que no!
Todo el barrio lo conocía, era un pinche viejo, le decían “El General” se comentaba que de joven se lo llevaron a la Revolución y anduvo entre las bolas de Pancho Villa.
Lo llamamos, para que se fuera a echar un pulque.
- ¡Mi general, vénganse con nosotros!
- Acepto, porque me gusta brindar con pendejos, burros, soldados rasos, reclutas infelices, que no sirven para hacer trincheras.
Jaló una silla, tomó la jarra del pulque que teníamos y se la empinó, se tomó como medio litro y nos dijo:
- Yo recorrí la mayor parte de los Estados del norte, conocí al general Francisco Villa, me dedicó su retrato!
- ¡No sea pinche chismoso!
- ¡Me cae de madres!
Se quitó el sombrero y de adentro sacó una fotografía del general Francisco Villa, todo arrugada y manchada, con letras que no se le entendían.
- ¡Vean bien la foto! Y lean la dedicatoria, para que sepan quién soy yo.
“El Baldo” agarró la foto y nos dijo:
- ¡Si es verdad! Aquí dice: “Con todo cariño para mi caballo”
“El General” le arrebató la foto y la volvió a meter en su sombrero, todos los que estaban en la cantina se juntaron y se sentaron en rueda para escucharlo y le hacían preguntas.
- ¿Qué rango tenía en la Revolución?
- ¡Fui coronel!
- ¡Ni madres, nos dijeron que usted le limpiaba la pistola al general y le tocaba la corneta!
Nos miró fijamente, al verlo, nos daba mucha risa, me cae que tenía cara de changuito, se echó otros tragos de pulque y nos dijo:
- Por lo que veo, ustedes no saben que yo pertenezco al Partido de Veteranos de la Revolución, si me siguen vacilando voy a ir a mi casa, sacaré mi carabina 30-30 y les voy a dar un balazo a media madre.
- ¿Oiga General, usted le entraba a las batallas o se hacía pendejo?
- ¡Yo fui de los meros bravos, de los dorados! Peleaba con mucho valor, al escuchar el toque de Diana, me ponía mis carrilleras y salía con mi rifle, listo para entrarle a los madrazos, en el campo fui un cabrón, tomaba siempre la vanguardia y no daba un paso para atrás.
- ¿Ni un paso atrás? Ese es el nombre de una película. Así dicen los soldados de Estados Unidos!
- ¡Ah, chinga! Entonces esos güeyes me la copiaron, porque jamás retrocedí. Pelón que tenía en la mira, pelón que valía madres!
- ¡Y de mujeres ¿Qué? Usted ha de haber sido todo un galán, mi “General”!
- ¡Tuve muchas mujeres!
- ¿Andaba con todas?
- ¡Sí!
- ¡Pero con todas las nalgas de fuera!
- ¿De verdad usted fue muy chingón para las viejas?
- ¡Tuve una novia, que la quise mucho, le decían Maria Calzones!
- ¡Le bajo, a jalones!
- Las viejas me buscaban y yo por su amor me valía madre morir, con decirles que un día hubo un baile en el cuartel, bailé de cachetito con la Adelita, delante del coronel que la respetaba y del sargento que la idolatraba y no me chistaron nada
El General agarró la jarra del pulque y al verla vacía, protestó:
- ¿Qué no hay parque?
Le dijo “El Chocolate”:
- ¡Cantinero! Sírvele a mi “General”, que tiene sed!
- ¡Ya es noche, voy a cerrar, llévense a su pinche “General” a otro lado.
- ¿Oyó mi “General”? Lo que dijo el cantinero.
El general se levantó y le dijo al cantinero:
- ¡Por tu santa madre! Es mejor que me sirvas o aquí mismo te puedo formar consejo de Guerra y te paso por mi arma.
- ¡Pero ya es el último! Se lo advierto.
- ¡A ver mi “General”! Cuéntenos algo de una de sus batallas!
- ¡Déjenme inspirarme! Porque lo que les voy a contar, quedó escrito en la historia: De una gran batalla, salimos de Torreón derrotados, nos habían rajado la madre. De un valiente regimiento, regresábamos unos 100 hombres, caminando por la sierra sin comer, sin beber. Unos a pata y otros a caballo, llevando muchos heridos. Después de varios días de caminar, abordamos un tren que iba al norte.
Nos pusimos a la orden del general Orozco y tomamos tierra para descansar, llegó el asistente del general Villa, conocido como “Fierro”. Ahí lo conocí.
El cantinero le preguntó:
- Mi “General”, ¿a poco usted no conocía el Fierro?
- ¡No, fíjate que no!
- ¡Me hubiera dicho y yo se lo hubiera enseñado!
- ¡Cállate! Siga contándonos mi General.
- ¡Nos dijo “Fierro”, que por orden del general Villa, nos preparáramos para tomar Zacatecas. La lucha fue a calzón quitado, y me hice de corazón duro. Pero bien duro. Que nos aventamos como el pinché “Gorras” a lo pendejo, nos estaban dando hasta por debajo de la lengua. De pronto, sentí un fuerte dolor en el pecho,,me dieron un balazo en el corazón.
Todos se quedaron callados mirándolo. Tomó la jarra de pulque y se la empinó, seguimos callados esperando que nos siguiera contando. Sacó su colilla de cigarro, la prendió y se la fumó. Uno de los que los que estábamos escuchándolo, le preguntó:
- ¿Qué pasó con el balazo que le dieron en el corazón?
- Pues, ¿no les dije que me había hecho de corazón duro?
- ¡Sí!
- ¡La bala no entró!
- ¡No mame, pinche “General”, porque lo vamos a sacar!
- Es verdad, a nosotros lo que nos faltó para ganar la Revolución, fue parque. La estrategia militar la teníamos bien medida. Ya ven los pinches gringos, por poco y pierden la guerra con Japón. Les faltaba estrategia.
- ¿Por qué mi General?
- Ya ven que los japoneses son todos iguales. Pues los pendejos mataban siempre al mismo.
Tocaron la puerta y se oyó la voz de una viejita, que le preguntó al cantinero:
- ¡Señor “Guazaras”, ¿No está por ahí “El General”?
- ¡Sí, señora!
“El General” le hacía señas al cantinero.
- ¡Dile que no estoy!
La señora, desde afuera, le gritó:
- ¡Ya te estoy oyendo, viejo cabrón! Sales o te saco de las greñas.
“El General” se levantó, se iba de un lado a otro y dijo:
- Por esta vez toco retirada, para entregarme al enemigo. Nos vemos para la otra muchachitos hijos del mono!
Al salir de la cantina, su vieja lo regañó.
- ¡Ya ni la amuelas, Samuel, nomás te la pasas en la cantina. Te mando a comprar maíz porque los pollos no han comido, te estoy esperando con el maíz.
- ¿Cual maíz?
- El que te mandé a comprar, no te hagas guaje, porque te rajo la madre. Y llegando a la casa no te voy a fusilar, por desobediente te voy agarrar a palos tú hubieras sido soldado, pero del hocico.