UN INFIERNO BONITO

“LA ESPIRITISTA”

Doña Dorotea era la espiritista del barrio de El Atorón, y la gente tenía mucha creencia en ella. Tenía el don de quitar el mal de ojo, devolver la salud o hacer limpias para quitar lo pendejo. Dicen que se dormía y hablaba con los espíritus.

Por lo general, cuando iban a verla, iban con toda la familia, por la creencia de que podía regresar a los muertos, para que hablaran con sus familiares e hiciera toda clase de curaciones en general, les daba amuletos para tener suerte en el amor, regresar al que se había ido, etc. Total que ella se ganaba, de a poco, a sus clientes. 

Mucha gente, de todas partes, hasta de los municipios más alejados, iban en su busca, con la confianza de que los curara, que les alejara el mal. Eran muy creyentes, buscaban el remedio, por medio de la fe. Todas las señoras que curaban tenían un santo para que las ayudara. La señora Dorotea trabajaba, según decían, bajo el amparo de San Camilo. Un niño Santo muy milagroso, chiquito pero picoso, consuelo de los que sufren, adoración de la gente. Aunque también había espiritistas que se amarraban su calzón y no trabajan como debería de ser.

Para dormirse y curar a la gente, la señora se ponía una bata blanca, temblaba y se dormía cerrando sus ojos, que parecía que estaban pegados con kola-loca. Tenía como ayudante a otra señora de nombre Juanita, quien le servía de secretaria, anotándole lo que le indicara y lo que tenía que hacer.

El lugar donde trabajaba era un cuarto, en el centro tenía una escalera, de tres veladoras con un ojo, en el centro pegados en la pared, había muchos juguetes, que la gente le llevaban al hermanito Camilito. Por echarles la mano. 

A la vecindad, llegaron a vivir una pareja de jóvenes de la Ciudad de México, les decían los “Chilangos” eran marido y mujer, según se sabe, se vinieron a Pachuca para buscar fortuna y felicidad. El Joven Alberto tuvo mucha suerte y se metió a trabajar a la Hacienda de Loreto, no lo mandaron a la mina. 

A unos meses de vivir en Pachuca, “El chilango” se fue enfermando y quedó tullido, se le engarrotaron las manos,  las vecinas le decían su mujer que le paso lo que al zancudo, que una pata se le dobló y la otra se le hizo nudo. 

La señora Josefina, lo miraba y chillaba como niña chiquita, no sabía qué hacer, unas vecinas de las que se meten en lo que no les importa, le dijeron que buscara a una espiritista y que ella lo dejaría como nuevo.  Le dieron santo y seña y llegó con doña Dorotea, para que lo curara. 

La señora, al verlo, dijo que iba a estar pelón curarlo, pero que iba a hacerle la lucha, se durmió, quedó en trance y escuchaban con asombro una voz de niño, que salía de los labios de la señora, que les dijo.

  • A este hermanito, lo tienen clavado con grandes puntos, hay en su vida una mujer que le hizo el mal y se lo quiere echar al plato.

La señora curandera, una vez que salió del trance, comenzó a rezar.

  • Padre Mío, te pido que lo ayudes a líbrarse de su mal, también son tus hijos, nada más que este nació con mala estrella, échale ganas para sacarlo de su bronca, aunque va a estar pelón. Pero sé que tú puedes.

Doña Dorotea, le pidió a Juanita el ramo de pirul, arreglado con flores y claveles rojos y loción de los 7 machos, se la untó en la cabeza y parte del cuerpo, el ramo lo pasaba por un brasero de lumbre y lo limpiaba de la cabeza a los pies. Y decía en voz baja:

  • ¡Te limpio con estas yerbas purificadas y preparadas para retirar el mal!

Le pidió loción a Juanita y se la untó en el cerebro, en la frente y decía:

  • ¡Todo el mal que este cristiano tiene, será devuelto a quien se lo hizo. Porque esa es la voluntad del Señor. Porque el que da y quita con el Diablo se desquita!

Nuevamente le pidió a la señora Juanita una piedra de alumbre,  lo limpió de pies a cabeza, dándole vueltas en el ombligo y le preguntó:

  • Sabes que lo malo entra por aquí, ¿Qué tienes hermano? Suelta la sopa para que te ponga al tiro y te alivies.

“El Chilango”, todo miedoso, le dijo:

  • Aparte de que no muevo mis piernas, siento que me pesan las patas, me siento muy agotado, parece que ando cargando a alguien.
  • ¿Cuándo duermes, sudas mucho?
  • ¡Sí!
  • ¿Tuviste algún amor antes de que te casaras con tu compañera?
  • Este…

El chilango, titubeaba, no hablaba con confianza, porque dejó a su mujer y se trajo a esta y a lo mejor le daba en la madre, su vieja y se quedó callado.

  • Te hice una pregunta, hermano.
  • Sí, tuve otra mujer.
  • ¿Tuvieron relaciones serias?
  • ¡Sí!

Le volvió a tocar el ombligo y le preguntó:

  • ¿Sientes mi mano?
  • ¡Sí!
  • ¿Más abajo?
  • ¡Eso dejó de funcionar!
  • Esa mujer, al dejarla, te hizo la maldad, según veo, tiene tus calzones enterrados en el panteón, las punzadas que sientes en tu cabeza, son alfileres que están atravesando una fotografía tuya. ¿Cómo sientes tus piernas?
  • Parece que son de plomo.

La señora Dorotea comenzó a temblar como si le diera “El Telele”, abrió los ojos y dijo que San Camilito, se había ido al cielo. Las señoras Dorotea, Juanita, “El Chilango” y su mujer, se quedaron para darles instrucciones. “Los Chilangos” estaban asombrados de lo que habían visto y oído, les dijo doña Juanita..

  • Antes de cualquier cosa, ustedes deben demostrar su fe, su creencia, para que Nuestro Señor lo alivie. ¿Son ustedes creyentes?
  • ¡Sí, señora!
  • Pongan mucha atención en lo que van a hacer.

Le dio una botella con agua.

  • Todas las noches van a regar con este bálsamo en todos los rincones de su casa, principalmente los martes y jueves. Antes de que se duerman, el ramo con que lo limpiaron lo envuelven en papel periódico y usted señora, lo va ir a aventar a  medianoche, en una calle, con la finalidad de que forme una cruz. ¿Me entendieron?
  • ¡Sí hermana!
  • Tienen que hacer todo al pie de la letra para que se alivie el señor!

“La Chilanga”, le preguntó:

  • Con esto, ¿mi compañero podrá caminar como antes?
  • ¡Todo depende de ti! Ahorita que llegues a tu casa, limpias a tu compañero con un huevo, de la cintura a los pies, no dejes de hacerlo, porque si no, la curación no servirá de nada.

“La Chilanga” le preguntó:

  • ¿Cómo debo limpiarlo, con el huevo?
  • ¡De la frente a los pies!

Dieron una cooperación voluntaria y se despidieron. Al otro día, “La Chilanga” llegó muy triste con la espiritista, lloraba y  le preguntó.

  • ¿Cómo sigue el hermano?

La señora comenzó a llorar y entre lágrimas le dijo:

  • ¡Se murió!
  • ¿Qué no lo limpiaste con un huevo de pies a cabeza como se te dijo?
  • ¡Sí, pero por más que se lo jalé, sólo le llegó a las rodillas!

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