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UN INFIERNO BONITO

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AGARRARON A CUATRO RATONES

 

Estos cuatro monos quedaron encerrados por pretender saquear una vivienda, por portación de armas exclusivas de los sardos, drogas, e intento de cohecho. Se llaman Michel, de 28 años, Guadalupe, de 31 y Marco Antonio, de 40 años.

Los delincuentes iban a bordo de un automóvil Volvo, en el que daban vueltas por la calle Sierra Mojada, donde pretendían abrir una casa. La policía recibió un aviso de un vecino vigilante.

Los pillos estaban haciendo la lucha para abrir el domicilio, donde los perros ladraron, y en varias casas prendieron la luz. Los ladrones se subieron al automóvil, pero no faltó quien tomara el número de placas, del Estado de México, y los datos se los dieron a la policía, que comenzó a buscarlos.

Los gendarmes localizaron el vehículo reportado cuando circulaba por la Calzada Veracruz, a unas cuadras de la iglesia de San Bartolo, ordenándoles que se detuvieran, pero no los pelaron, y se siguieron de filo, dando vuelta para bajar al bulevar Minero. Tras la persecución, les dieron alcance en la calle Vicente Suárez.

Los malandrines abrieron las portezuelas y salieron corriendo por diferentes direcciones, y los policías lograron la captura de Luis Enrique, quien conducía el vehículo, y al ser sometido le encontraron dos envoltorios con polvo blanco (cocaína). El indiciado agredió a un oficial dándole el clásico descontón, que cayó levantando las patas. Los uniformados lo calmaron a madrazos.

Después agarraron a otros dos, Michael y Guadalupe, éste último, poblano, quienes confesaron que intentaron abrir el domicilio pero no pudieron y se regresaron. Por la Glorieta Insurgentes fue ubicado el otro delincuente, que dijo llamarse Marco Antonio, del Distrito Federal, ofreciendo a los policías 20 mil chuchos para que lo dejaran escapar.

Serán investigados para saber su probable participación en otros atracos perpetrados en la misma colonia; el más reciente fue en la entrada a la unidad habitacional, donde amagaron a una mujer, con pistola en mano, y le sacaron la sopa dónde vivía, le quitaron las llaves de su casa, y se llevaron todo lo que había en su domicilio, aparatos, dinero en efectivo y joyas.

Luego la subieron hasta donde termina la tercera sección, que se encuentra en las faldas del Cerro de San Cristóbal, ahí la abandonaron. Cuando la mujer supo que los habían agarrado, por la fotografía del periódico los quiso identificar, pero dijo que no eran porque esos que están retratados usan anteojos negros, y aquellos no llevaban.

 

CORRIÓ DE SU CASA A SU PROPIA JEFA

María Juana Hernández Zamora, de 82 años, anda buscando la forma de entrar a un asilo de ancianos porque no tiene dónde vivir. Ella tenía una casita que le había dejado su viejito, que se peló de este mundo, pero su propio hijo la sacó a empujones.

Fue a pedir ayuda a las autoridades policíacas para que la mandaran al asilo de ancianos, pero le dijeron que tienen casa llena, mientras que se quede en la calle, y cuando se muera un viejito la mandan llamar. La encontraron durmiendo debajo de un puesto de tacos, a un costado del mercado Barreteros; los gendarmes la sacaron, jalándola de las patas, y como no llevaba identificación, la trasladaron a la barandilla.

Declaró que tiene una casa que le dejó su difunto marido, en el Callejón de Peñuñuri, en el barrio de El Arbolito. Se la pasa haciéndole mandados a las vecinas, tirándoles su basura, para ganarse el pipirín. Su pesadilla que ha vivido en las puertas del infierno, donde le ha visto la cola al diablo, comenzó hace 4 años, cuando su hijo de nombre Joaquín López Doregan (perdón) Joaquín López Hernández, se llevó a vivir a su vieja Enedina González Pérez, a su casa.

Dice que ha pasado las de Caín por los malos tratos de su nuera, que la agarra de gata, le tiene que lavar la ropa de ella, de su hijo y su nieto, lava los trastes, hace la limpieza y cuando llega su hijo, la nuera le dice que ella hace todo, porque su madre está vieja y se la pasa durmiendo todo el día.

El martes pasado, la señora se levantó temprano, se dio su manita de gato, a ver si de chiripada encuentra a un viejito que le suelte los perros, pero cuando iba a salir, su nuera le dijo que se llevara a su hijo a dar una vuelta porque estaba de chillón. María Juana le contestó que no podía, al rato que regresara lo llevaba a ver las obras del Tuzobús.

Su nuera agarró al niño, lo cargó y lo puso en brazos de la señora, y tomándola del brazo, la encaminó a la puerta. Como a la viejita ya le falla la vista, al bajar por la calle de Galeana se tropezó con una coladera abierta y se fue de boca, llevándose de corbata a su nieto, que se pegó en la cabeza y se la abrió. Se regresó a su casa porque el niño no dejaba de llorar, parece que le apretaban el gañote.

Al verlo su nuera, le dijo de cosas, que era una vieja inútil, le mentó la madre, le dio un aventón, cayendo parando sus patas, amenazándola que cuando llegara su hijo no se la iba acabar. Por la noche cuando llegó Joaquín, se armó el desmadre. Su vieja le echó de su cosecha, le dijo que su madre estando borracha, se llevó al niño a la fuerza y lo tumbó, la criatura se dio un calaverazo y se abrió la cholla.

Eso enfureció a Joaquín, quien le dijo a su mamá que agarrara sus tiliches y que se fuera de la casa, que buscara a su otro hijo, que vive en la colonia Cubitos, que esa casa era suya porque cuando su padre estaba a punto de estirar la pata le dijo en la oreja, que se la dejaba de herencia porque sospechaba que su jefa María Juana, tenía un sancho, y a empujones la sacó de su propio hogar.

Fue a buscar a su otro hijo desobediente, a la colonia Cubitos, pero como todo está cambiado, se perdió y no lo encontró. Se metió por un callejón donde la mordió un perro. Era de noche, las patas las tenía como de bolillo de tanto caminar, y no pudo dar un paso más. Se acorrucó debajo de un puesto y se quedó dormida. En la madrugada sintió que la jalaron de las patas, pensó que era el muerto, y como sabe que los espíritus se alejan diciéndoles de groserías, les mentó la madre, pero eran unos policías.

Le apuntaron con sus escopetas, y le dijeron que ella era la mata viejitas. Le pidieron que se identificara pero como no llevaba ni la de votar, la subieron a la camioneta patrulla y se la llevaron a la barandilla, acusándola de dormir en vía pública sin permiso, que estaba borracha o que se quería robar algo; que a lo mejor era un halcón de la delincuencia organizada, que les echaba aguas.

 

Interpuso formal denuncia en contra de su hijo y su nuera, quienes la corrieron de su casa. Que si no le hacen caso tendrá que ir a la Suprema Corte de Justicia, donde ya se fregaron a los profesores, y que si no, iba a esperar a que alguien del asilo de ancianos que está en Parque Hidalgo se pele, para que la reciban.

 

UNA JOVEN SE TIRÓ DE UN PUENTE

Antes dijo que no valía nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así, llorando se acaba. Discutió con su chancludo, se calentaron, se sacaron sus trapitos al sol; ella le mentó la madre, el otro le dio una cachetada. La mujer abrió la puerta del coche, salió corriendo, se subió al puente, se paró en el barandal de hasta arriba, abrió los brazos y se aventó un clavado.

Se escuchó un madrazo seco. La mujer quedó tirada en un charco de sangre. La gente que la vio, le aplaudió porque fue un excelente clavado. Llegaron los cuerpos de auxilio y la encontraron viva, llevándola al hospital con el pico colgando.

Eran las 8 de la mañana cuando les avisaron a los uniformados que estaba tirada una vieja borracha abajo del puente; llegaron y al verla trataron de darle los primeros auxilios médicos, pues tenía la cabeza como calabaza.

Uno de los testigos se acercó con el gendarme que hacía el parte, y le dijo que él estaba quitando las marañas cerca del lugar, porque trabaja en parques y jardines de la Presidencia Municipal de Tula de Allende.

De pronto llegó un coche Volkswagen, tipo Golf, color blanco, del Distrito Federal, y una pareja que viajaba a bordo del mismo  discutía acaloradamente. Escuchó todo lo que se decían, también se manotean, hasta que la chamaca se salió furiosa, se subió al puente y se aventó.

El cuate al verla que estaba desmadrada, se quiso pelar pero le tapó el paso el campesino, con un machete en la mano, y se volvió a meter al coche, donde lo agarró la policía.

Por otro lado los cuerpos de rescate, andaban paseando a la clavadista, pues la llevaron a un sanatorio particular, y no la recibieron porque si se moría quién pagaba la cuenta. La llevaron a la Cruz Roja pero los médicos dijeron que su caso estaba de la patada, que mejor la llevaran al Hospital Regional, donde tampoco la querían recibir. Estaban como en el Seguro Social de Pachuca, donde por horas y días tienen a los enfermos sentados en una silla, porque no hay camas.

Al día siguiente la muchacha dijo llamarse Karla Guzmán, de 20 años, domiciliada en la calle Álvaro Obregón sin número de la colonia Iturbide, en el Distrito Federal. Se quiso matar por un pleito que tuvo con su pareja, quien seguido se la hace de pez. El susodicho se llama Alberto Jiménez, de 23 años, quien no quiso soltar prenda de lo que había pasado, siendo conducido a la barandilla de Tula, y no lo van a soltar hasta que abra el hocico.

 

AL BOTE POR BORRACHOS

Cuatro borrachos estaban de escandalosos en vía pública, a todo el que pasaba le echaban bronca; otros se orinaban donde se les atojaba. Los sacaron del bar a empujones, porque no querían salirse. Les dijeron que ya había cantado el gallo, que se fueran a sus casas. Enojados porque no les vendían más, patearon la puerta y les mentaron la madre al dueño y a todos los empleados del antro.

Le querían seguir la tos al gato, pese a que a duras penas podían sostenerse en pie. No sabían adónde se encontraban. Al verlos cerraban Oxxos y tiendas comerciales. Eran las dos y media de la tarde cuando les avisaron a los gendarmes de Tula, saliendo dos camionetas patrullas a la colonia Ampliación Tolteca para calmarlos.

Los uniformados poniéndose su carabina debajo del brazo, dándoles de madrazos, los pusieron contra la pared, leyéndoles los reglamentos de la policía y buen gobierno. Tras la revisión, a Cristian González Badillo, de 22 años, le encontraron en el bolsillo del pantalón, una bolsa de plástico con hierba, que al probarla, dijeron los policías que era marihuana. Y se los llevaron presos.

 

TODO POR AMOR

Juan García Durán, con domicilio en la colonia Nuevo Tulancingo, andaba de sancho con Marcela Sánchez, una vecina que se le resbalaba. Anita se sintió huerfanita cuando supo que su viejo le andaba haciendo de chivo los tamales, y comenzaron los problemas. Llegaron a decirse hasta el huevo quién lo puso.

Anita Hernández Ávila, de 36 años, cuando supo que su pareja tenía su quelite, lloraba como la zarzamora. Dicen que las noches se la pasaba en vela, y en todo el día no se despegaba de la ventana, a ver si de chiripa llegaba su viejo infiel, a quien seguía queriendo con toda su alma.

Los recuerdos venían a su mente. Ella se casó a los 17 años jurándose amor eterno, y poco a poco se le metió la idea de salirse por la puerta falsa. Se puso a escribir un papel como diciendo su último adiós, y se ahorcó.

Laura García Hernández, de 19 años, declaró ante el agente del Ministerio Público, que veía a su ahora extinta jefa muy demacrada, muy triste, y siempre llorando. Había caído en la más honda depresión; le pidió que llevara a su hermanito a la escuela. Cuando regresó encontró la puerta atrancada, pidió auxilio con los vecinos, entraron y vieron a la señora colgada del cuello.

La bajaron con la esperanza de que estuviera viva, pero ya se había ido de este mundo. Encontraron un recado póstumo que rezaba: “Discúlpame hija, pero sin el cariño de tu padre no puedo vivir, la culpable es la vieja que ya conoces”.

Reveló la joven que tiene unos días que sus papás pelearon y rompieron una taza y cada quien para su casa; y desde entonces se le acabó a la fémina la fuerza de la mano izquierda, decidiendo poner fin, de una vez por todas, a sus penalidades.

gatoseco98@yahoo.com.mx