Un Infierno Bonito

“EL MEROLICO”

En una de las grandes vecindades del barrio del Arbolito, Fidel “el Chango”, platicaba con su señora.

    •    Me invitó mi compadre Pancho a su cumpleaños y a huevo tenemos que ir porque ya me comprometí con él, y mira estos zapatos, ¡están todos madreados!

    •    Dales una boleada, a ver si quedan.

    •    Ya no tienen remedio. Están abiertos de la punta y en la suela tienen un agujero.

    •    Yo pensaba en eso y le eché un pellizquito al gasto, me compré un vestido y unos huarachitos, porque sé que mi compadre invita gente que nada más se les queda mirando a uno, de arriba abajo.

    •    Por eso, es lo que te digo, mis zapatos están madreados y ya nomás tengo sesenta pesos.

    •    Si quieres te completo con cuarenta pesos y compras unos de 100, nada le hace que sean de medio cachete. Pero de una vez te digo que en la semana comemos frijoles hasta que me pagues.

    •    Ya dijiste, vieja.

    •    En un rato vamos, voy a hacer algo de almorzar, porque tengo mucha hambre.

Lupita abrió la puerta y se quedó paralizada
    •    ¡No  te asomes, ni tampoco salgas! Nos aventaron sal en la puerta, esa es una maldad… Espérate, voy a lavar con mucha agua.

    •    ¿Quién sería vieja?

    •    No sé. Aquí en la vecindad hay mucha gente cabrona, que no es de fiar. Mientras la barro, péinate, que tienes todos los pelos parados.

Lupita sudaba tallando todo el patio con la escoba, tratando de echar toda el agua en la coladera, para no dejar ni un granito de sal.
    •    Ya me voy por mis zapatos, me voy a comprar unos bien padrotes, para lucirlos en la fiesta de mi  compadrito.

Fidel “El Chango”, bajó al centro de la ciudad muy preocupado, no se le podía olvidar que habían aventado sal en la puerta. En el camino encontró a su compadre “El Chillón”.
    •    ¿Adónde vas tan distraído, compadre?

    •    Voy a ver si de chingadera encuentro una zapatería abierta, ya ves que es domingo y todo está cerrado.

    •    Vengo de la calle de Guerrero y ahí vi una que estaba abierta, si quieres te acompaño. 

En el camino Fidel le contó al “Chillón” lo de la sal.
    •    Compadre, ¿tú sabes qué es lo que pasa cuando echan sal en la puerta de una casa?

    •    ¿Brujería compadre? Pasan muchas cosas, dicen que es para que alguien se muera.

    •    ¡Ay, en la madre! A mi vieja le echaron sal.

    •    Debes ver a una espiritista para que les haga una limpia y no les pase nada. Una vez le echaron a la casa de mi jefa y se murió mi padrastro, dicen que el primero que la pisa, ya chupó faros.

    •    ¡Mi vieja! ¡Pobrecita de mi vieja! Discúlpame compadre, pero luego te veo. Voy arreglar esta bronca.

    •    ¡Córrele, compadre! Antes de que mi comadrita estire la pata!

Fidel salió corriendo rumbo a la iglesia como si le pusieran un cohete en la cola. Con toda devoción rezó varios rosarios, pidiéndole a Dios que no le fuera pasar nada a su señora. Al salir de la iglesia había una bolita de gente, se acercó y vio que era un merolico.
“Chimino, animal del demonio”, le decía a una víbora, “sal de tu cajón antes de que te retuerza el pescuezo”. Se puso a dar vueltas alrededor de la gente, y les dijo:
-Ustedes saben que esta víbora ha sido la causante de todos los males del mundo desde que le dio la manzana a nuestro padre Adán… se la dio por maldad, por desobediencia, eso causó el enojo de nuestro Señor, y los corrió a puras patadas del Paraíso. El mal nos sigue rodeando, es el que causan los vecinos, o nuestros propios familiares, porque hay tanta envidia… así como lo oyen, nos avientan cochinadas en la puerta de su casa, con el fin de hacer brujería, sin importarles la gente como nuestros niños. Yo les voy a pedir a todos que digan la verdad, y levanten la mano todos aquellos que crean en la brujería…
Fidel estaba delante de todos y levantó las dos manos, el merolico contó a las personas que las tenían levantadas.
-Una dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… quiero decirles que es un buen número, todas las demás personas que no la levantaron, no las corro, pero hagan favor de irse, porque en estos momentos les voy a regalar un bálsamo protector para que no les pase nada. Este bálsamo fue bendecido varias veces por el Papa en Roma, para protegerlos de la maldad.
El merolico se quedó mirando al “Chango”, que tenía la cara haciendo gestos como queriendo chillar. Se le acercó, lo jaló al centro del ruedo y le dijo: “A usted caballero, le voy a poner doble ración, se le nota que tienen un gran problema. ¿O me equivoco?”
Fidel respondió que no, el merolico le dijo:
-Présteme su mano y con todo mi conocimiento y poder, por las bendiciones que me han echado, con mucha fe miro al cielo para que el Señor de arriba le eche la mano. Cierre la palma y póngala en el corazón y en silencio, rece, pídale a nuestro padre que nos está mirando desde el cielo que lo cuide y lo ilumine. 
Fidel “El Chango”, no dejaba de mirar el suelo, ni tampoco de llorar. Les dijo el Merolico: “ahora voy a barajar estas cartas delante de todos ustedes, escojan la que quieran y me la van a enseñar, yo les voy a decir si les están haciendo algo. Les voy a echar la verdad y el daño que van a recibir, que con su fe, lo van a evitar”.
El merolico dijo que toda buena causa requería de unos 20 pesitos y que ese dinero no era con fines de lucro, hasta lo juró por la Virgencita Morena de Guadalupe, total que todas las personas a quien les untó el bálsamo le pagaron 20 pesos.
    •    ¡Muchas gracias, señoras y señores! Lo que ustedes me acaban de entregar pasará íntegramente a la Presidencia Municipal, para que realice obras buenas para el pueblo y mande a tapar todos los agujeros. Les juro que de mi bolsa tengo que pagar el piso donde ustedes están parados y en el que estoy trabajando.

El merolico pasó a varias personas a elegir cartas de una baraja, y les decía su significado. Hasta que llegó con nuestro cuate el “Chango”. Sacó una carta de espadas, y le dijo:
    •    Sólo eso le faltaba, señor. Sacó la espada, la traición por la espalda, la muerte por el filo, déjeme decirle que usted está amolado. 

De pronto entre la gente salió un señor con barba blanca, tenía un turbante en la cabeza. Con unos bigotes muy largos. El merolico lo llamó a que pasara al centro donde estaba la gente.
    •    Señoras y señores, antes de irnos les voy a presentar a mi ayudante, él es un faquir que viene de la India, está aquí para ayudar a los mexicanos. Ustedes platicarán en privado con él, en ese rincón cerca de la iglesia uno por uno, en privado para que nadie se entere de sus problemas. Él tiene todo el derecho por la Divina Providencia de cobrar de acuerdo a su problema. Además, mi compañero les dará una amuleto que neutralizará todas las brujerías; nada le hace que las haya hecho un brujo de Catemaco. Les pido por favor que paguen en efectivo, porque no se aceptan cheques ni tarjetas de crédito. 

Varias personas hicieron cola para esperar su turno y contarle al faquir sus penas. Mientras tanto en la vecindad…
    •    ¡Buenos días, Santita! ¿Qué la trae por aquí?

    •    No agradezca mi visita. Vengo muy apenada con usted, en la mañana mandé a mi hija a la tienda a comprar un kilo de sal, a la pendeja se le cayó y se regó en su puerta, alcé la que pude y cuando la iba a barrer, chilló el escuincle, luego, cuando regresé a hacerlo, usted estaba echando madres y mejor me regresé. 

    •    No tenga cuidado, pero sí me sudó la cola, pensé que me estaban haciendo brujerías.

En esos momentos, “El Chango” se acercó con el faquir, y sin ningún detalle le contó todo lo que le había pasado.
Le dijo:
    •    Tu caso está de la patada y de seguro que tu mujer pisó la sal… ahorita ya la han de estar atendiendo los vecinos para que no se muera. Esto sí está muy duro. Te voy ayudar, dame mil pesos para salvar a tu mujer.

Fidel le respondió:
    •    No traigo más que 100.

    •    ¡Dámelos y que Dios la cuide! Déjame echarte la bendición, no sea que te vaya a matar un carro.

Llegó a la vecindad y le preguntó su señora:
    •    ¿No te compraste tus zapatos? 

Fidel le dijo que no y le contó la historia, ella le respondió:
    •    Ahora, por pendejo, no vas ir a la casa de mi compadre. Si me preguntan por ti, les voy a decir que tu jefa se puso grave por pisar sal, y que te quedaste con ella. Adiós, pendejo. 

De esa forma, Fidel se quedó muy triste, porque lo engañaron.

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