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Un Infierno Bonito

“EL QUERREQUE”

Juan Pérez llegó a la mina como “Calzonzín inspector”, pues estaba vestido de calzón de manta, que se le metía entre las nalgas, con un sombrero todo madreado y su camisa sin cuello de la misma tela, sus huaraches (que ya se estaban haciendo tierra), era chaparro, medio pelón, gordo y hablaba medio chistoso, tenía unos 40 años.

Dijo el chofer de la empresa que se dedica a traer gente de los pueblos para trabajar en la mina, que fue a Huejutla y por el camino lo encontró, por una de sus rancherías, le pidió trabajo y se lo trajo.
Se lo llevó a las Cajas, de ahí lo pasaron a un reconocimiento médico y lo mandaron a trabajar a la mina de Santa Ana.
Era muy trabajador; bueno para empujar conchas y llenarlas a pala, no hablaba con nadie; cuando llegó se fue a rentar un cuarto, junto al Cerro del Porvenir y poco a poco se fue abriendo de capa, aprendía lo que le enseñaban, pero casi no hablaba con ninguno, por mala suerte llegó al contrato de Pascual Jarillo, donde los trabajadores eran maldosos, un día el contratista le dijo que estaba bien que no se llevara con nadie.
Habían pasado 3 meses, ya le habían dado su equipo de trabajo, pero comenzó a enseñar el cobre, cuando lo bautizaron.
Entre todos lo tiraron al suelo, le echaron en los genitales el aceite de las máquinas, como le habían dicho que tenía que aguantarse, no protestó; hasta que lo bautizaron, le quitaron la gorra y le echaron una cubeta de agua y le dijo su padrino, que fue el “Pelos”, uno de los motoristas:
    •    ¡Yo te bautizo!  Desde hoy te llamarás “El Querreque”

Le dijo varias cosas en su idioma, se les zafó y comenzó a aventar madrazos, alcanzó a su padrino “El Pelos” lo tumbó y le apretó “el gañote”, al ver que ya se le estaban saliendo los ojos y sacaba la lengua, “El Cavernario” le metió el brazo en el cuello y luego otro lo jaló de las greñas y lo soltó, se paró y lo doblaron, dándole con un palo en la cabeza, que cayó descalabrado, cuando se levantó ya estaba ahí el sotaminero y el encargado de seguridad, quienes lo calmaron hablándole:
    •    Calmado Juan ¿Qué es lo que te pasó? ¿acaso esos ataques de loco te dan seguido? ¿por qué iban a ahorcar a uno de tus compañeros?

    •    ¡Porque me dijo “Querreque”. 

Lo llevaron al cuarto de primeros auxilios y le explicaron como son en la mina, todos tienen nombre y apodos, nadie se enojaba, les contestó:
    •    Yo me llamo Juan y al que me diga “Querreque” lo voy a matar a madrazos, lo juro por mi mamá que me está mirando desde el cielo.

Todo lo que pasó se supo en la mina y a la salida de la gente, el jefe de seguridad les decía que por su bien, ninguno le dijera “Querreque”. Cuando bajamos a la mina nada más se nos quedaba mirando y descubrimos que en su guangoche, cargaba un cuchillo grande, todos no le hacían caso pero cuando estaba descuidado le gritaban “Querreque” se levantaba de un solo movimiento y decía.
    •    ¿Quién?

Sacaba el cuchillo, mirando para todos lados, los que estaban comiendo, bajaban la cabeza y de rabito de ojo no le quitaban la vista y les gritaba:
    •    ¿Quién eres? ¡Sí, ese, el que gritó!

Nadie le hacía caso y se volvía a sentar a seguir comiendo. Luego nos subimos al motor, para que nos llevara a nuestro laborío, llegamos y a cada quien nos mandaban a donde íbamos a trabajar, un día que me dice “El Chocolate”:
    •    ¡Tengo un chingo de sed! Y mira a ese pinche indio, sigue echando pala como si nada, con engaños llámalo, lo voy a mandar a que vaya a traer el bote lleno de agua, mientras tú “Loco”, te subes una escalera y yo la mitad, yo te paso el bote del agua, tomas la que quieras, luego yo tomo y le digo que él puede hacerlo y cuando lo haga, le voy a gritar “Querreque”, nos subimos al rebaje corriendo y nos bajamos en la tercer escalera, para bajar al túnel y ahí no nos alcanza.

    •    Está bien, así le hacemos, llámalo “Gato”, dile que es orden del jefe.

Llegué hasta donde estaba limpiando el túnel con una pala y le dije.
    •    ¡Juanito! Me dijo el jefe Jarillo que les fueras a traer agua a aquellos dos cuates, que se están desmayado.

    •    Dame el bote, ahorita se los llevo.

Se lo di y corriendo se perdió entre el túnel y como al cuarto para la hora llegó, sudando el pobre, tuvo que caminar más de media hora para llegar donde hace mucho calor y les dijo:
    •    Aquí está el agua.

    •    Gracias Juan, Dios te lo va a pagar

Tomaron y le dijo “El Chocolate”:
    •    Tómale tú, la que quieras.

Con las dos manos tomó el bote y se lo empinó. De pronto, le gritaron:
    •    “Querreque” 

Se subieron rápido por las escaleras, “El Querreque” los siguió, mentándoles la madre, bajó “El Loco” corriendo y luego “El chocolate”, que se resbaló y se cayó, en esos momentos sacó su cuchillo y cuando se lo iba a enterrar, le grité:
    •    ¡Déjalo “Querreque”!

Lo dejó y se fue contra mí.
    •    Tu también pinche “Gato Seco”, aquí vas a valer madre.

Con mucho coraje me aventó la cuchillada, como pude me hice a un lado y me cortó parte del cuello, del lado de atrás y por la barba. En esos momentos llegó el “Bandolon” y “El Cavernario”, junto con Pascual Jarillo y lo agarraron, pero no dejaba de patalear, le quitaron el cuchillo y le dieron de patadas entre los tres, hasta que se quedó quieto, estaba desmayado, pero luego se levantó y dijo:
    •    ¿Dónde están esos desgraciados, que me dijeron ”Querreque”?

Rápidamente que lo vuelven agarrar pero esta vez lo amarraron como gusano, con nudos ciegos lo subieron al motor y lo mandaron al nivel 370 para que lo llevaran a la superficie, “El Loco” estaba con los pelos parados, “El Chocolate” tenía una zafadura en una pata, y a mí me salía sangre de la barba. Nos fuimos a bañar y luego regresamos a las oficinas de los ingenieros, junto con los secretarios del sindicato, el jefe de seguridad y un grupo de agentes judiciales.
A Juan no lo soltaron y cada uno dimos la declaración de cómo había estado todo, yo le platiqué lo que había visto y que lo había mandado a traer agua, “El Chocolate” dijo que le iban a jugar una broma y luego que vio que me iba a matar le gritó al contratista y los encargados dijeron los mismo, que lo vieron que estaba a punto de echarme al plato.
El médico revisó al “Querreque” y estaba normal, los ingenieros dieron orden de que se castigara con dos días al “Chocolate” y al “Loco” y que yo pasara a curación en el cuarto de primeros auxilios.
Llamaron al chofer de la camioneta y le dijeron que lo llevara al lugar donde lo encontró y que jamás recogiera a ninguno que encontrara en su camino.
A los pocos días llegó más gente, entre ellos algunos de Tlanchinol y Huejutla, un día en un cambio de turno estábamos comiendo, llegó el encargado y le dijo al “Bandolón”:
    •    Llévate al laborío al nuevo que acaba de llegar, para que le enseñes a trabajar.

    •    Que se levanta y que le contesta:

    •    Ni madres, puede salir igual que el otro.