“EL MIGUELITO KID”.
En el barrio de La Palma, que se encuentra entre las calles de Simón Bolívar, había un callejón, ahí vivía Miguelito, era muy bueno para los pleitos callejeros, nadie le daba el ancho; en dos o tres madrazos los dejaba fuera de combate, tenía una pegada como patada de mula.
Lo sabíamos porque cuando madreada a su vieja, le dejaba la nariz chata, parece que había chocado de frente. “El Miguelito Kid”, como le decían, por consejos de su compadre “El Conejo” se había metido de boxeador; por las mañanas se le veía en la Arena Afición, dándole de golpes sin compasión al costal, brincando la reata como chapulín, o haciendo round de sombra, bañado en sudor… no paraba de darle de golpes a la pera loca, luego se subía al ring para aventarse una pelea con su sparring.
Su manager, Juan “El Muerto”, era un viejo lobo de mar para el deporte de las orejas de coliflor, tenía poco que lo había desconocido la Comisión de Box y Lucha porque subió al ring bien borracho, y en lugar de agarrar a madrazos a su contrincante, le pegó al referí y lo noqueó en el primer asalto.
Cuando lo corrieron, le mentaron la madre, le retiraron la licencia de pugilista, pero se dedicó a entrenar campeones como a “Miguelito Kid”… siempre decía lo mismo:
• Boxéalo, tírale arriba, por abajo, salte de las cuerdas, no te agaches. Un paso adelante y dos para atrás, ahora tira un recto,
Cuando no le hacía caso, se subía al cuadrilátero bien encabronado y lo regañaba:
• ¡Escucha mis instrucciones, cabrón! De lo contrario vas a valer madre.
• Es que me mandas a la guerra, ese güey tira recto y un gancho, si no me agacho, me pasa lo que al perico.
El Kid, llegaba a su casa muy cansado, aparte de trabajar en la mina, se iba a entrenar. Tenía problemas con su vieja, que le decía:
• ¿Por qué llegas a estas horas? No tienes gata para que te dé de comer a la hora que quieras.
• Vengo de entrenar, ¿no entiendes?, ¿eres pendeja de nacimiento, o te hiciste con el tiempo? Mejor me voy a dormir.
• Aquí no es mesón, a mí se me hace que tienes otra vieja, ya ni me haces caso.
• Es que nosotros debemos de conservarnos para tener buena condición física, no creas que es fácil subirse a un ring y aventar de madrazos.
• Lo que pasa es que a lo mejor te estás volviendo joto, ¡qué casualidad que te vas con el señor al que le dicen “El Muerto”!
• Es mi entrenador, pero ¡qué vas a saber tú de box! El hablar contigo de esas cosas es como si estuviera hablando con un pinche burro.
• Es que a mi no me gustan esas fregaderas, además no quiero que seas boxeador y ya.
• No es porque a tí te guste, es para callarle el hocico a tu madre, que cada que me ve me echa bronca, me dice que ya estás jorobada de tanta chinga, y flaca que se te cuentan los huesos, que no te doy de tragar. Además a mi ninguna vieja me dice lo que tengo que hacer.
• Eso es lo que tú piensas, imbécil.
La señora se le aventó y le dio un jalón de greñas, al pobre Miguel se le estiraron los ojos como de chale. La señora no lo soltaba y le daba de vueltas.
• ¡Suéltame cabrona, o no respondo!
Le tiró un derechazo, que la hizo caer de nalgas, hasta levantó las patas. La señora se limpió la sangre y se levantó como fiera.
• ¡Ay, desgraciado!
Se le aventó con las uñas por delante, rasguñándole la cara a su viejo peleonero, que le hizo una finta de que le iba aventar un golpe en el estómago, la señora se agachó, cubriéndose. “El Miguelito Kid” le dio un golpe de conejo en la nuca, que hizo que se agachara hasta que chocó con la pared, dándose un tope que ni las manos metió, cayó sentada y llorando le dijo de cosas:
• ¡Maldito cobarde! Te pones muy valiente con una mujer, pero ya le dije a mi papá, me dijo que si me pegabas, él te iba a romper la madre.
• Tú tienes la culpa, me cae que me sacas de onda, si soy boxeador, es para que tengas dinero, lo que gano en menos de media hora, me lo pagan en la mina trabajando como esclavo. ¿De dónde crees que saco para tus perfumes, zapatos de tacón altos, vestidos de moda? Pienso ser campeón y salirme de la mina. Y no me amenaces de que le vas a decir a tu papá, si quieres dile, y verás que lo desmadro, ya lo tengo apuntado en la lista negra.
Al día siguiente, el “Miguelito Kid” castigaba a su mujer con el látigo de su desprecio, no la pelaba, ella estaba de rogona:
• Aquí están tus tacos.
Miguel se le quedó mirándola, torciéndole el hocico y se salió como burro, cuando llegó a la mina, los compañeros se burlaban de él.
• ¿Ahora qué te pasó, Miguelito? ¿No se dejó la gata? Vienes todo rasguñado.
• No se dejaba, pero la agarré a huevo.
Saliendo del trabajo de la mina, se dirigió al gimnasio de la Arena Afición, “El Muerto” le dijo:
• ¿Qué te pasó, mi “Kid”?
• Tuve una bronca con mi vieja, y se me fue como gata.
• Ten mucho cuidado, porque una mujer encabronada se avienta a lo loco, aunque le partan la madre; te pudo haber sacado un ojo, no creo que puedas entrenar, el sudor se te va a meter en los rasguños y te va a arder hasta la cola.
Pasaron los días, los sueños de Miguel se le hicieron realidad, subió a pelear y ganó a los 30 segundos del primer asalto, de un solo madrazo en el hocico noqueó al “Cabezotas” Peláez, lo dejó mirando al techo, si el réferi le hubiera contado mil, no se levantaba, Miguel salió en hombros, su fama llegó a todos los estados.
Poco a poco iba acercándose a su anhelo, peleó en la Arena Coliseo, en la México, fue sorteado para pelear por el Campeonato Nacional de Peso Gallo, pero antes tenía que vencer a Ray Reyes, un peleador de Pachuca, que tenía mucho punch. Pero los pleitos con su vieja no paraban.
• ¡Mira, Miguel! Ya me tienes hasta la madre, llegas a la hora que quieres y te vuelves a salir.
• Por favor, vieja, debes dar gracias, por mis peleas vivimos como Dios manda, no te falta nada, tiraste tu morral y usas bolsa de mano, además andas con zapato de tacón, antes te encabronabas porque andaba de borracho, ahora te encabronas porque no tomo. Lo que pasa es que te gusta estar chingando.
• ¡Pues prefiero verte borracho a que seas boxeador! Para mí, vales madre, si quieres aviéntate güey.
“El Miguelito Kid” le dio un cachetadón que le volteó la cabeza, un gancho al cuajo que la tiró, salió llorando a la casa de sus padres. Miguel se fue a cumplir su compromiso en la Arena Afición, desde el momento de sonar la campana la gente comenzó a rugir, estaban al filo de la butaca, al ver la pelea, las apuestas estaban a favor de Miguel. De un derechazo mandó a Ray a la lona, ya no se levantó. Lo sacaron en hombros los cuates del barrio, echándole porras.
Cuando llegó a su casa, no encontró a su vieja, ni a sus chavos, el lugar estaba vacío. De pronto, entraron su suegro y sus cuatro cuñados, que se le aventaron a patadas y trompones, agarrándolo a palos, lo dejaron tirado, como muerto. Al pasar el tiempo, cuando salió del Hospital General, quedó idiota, anda por las calles meneando las manos, como queriendo boxear solo. “El Miguelito Kid” valió madre. Se tiró al vicio, como lo hacen los cobardes.
Como pudo, se presentó ante el promotor de box y luchas, para que lo metiera en el programa, pero se notaba que apenas podía con su alma, como agradecimiento a sus grandes peleas, le echaron un costalito, que lo noqueó al primer round.
Todos sus amigos lo abuchearon y en lugar de salir en hombros, le mentaron la madre, de la mina lo corrieron y se dedicó a empinar el codo y a cualquiera que se le atravesaba en su camino, le sacaba bronca, después nadie sabe, nadie supo quién lo mató, lo encontraron tirado afuera de una cantina.