“LA PULGA”
Nicolás Hernández Vázquez, trabajador de la mina de San Juan Pachuca, era un chaparrito, gordo, prieto, y de apodo le pusieron “La Pulga”. Se había corrido la noticia, en la mina y en todo el barrio, que iba a hacer una fiesta en su casa y todos estaban al pendiente, pues sabían que iba se ponía parejo y todos querían que los invitara.
Se acercaba el día en que “La Pulga” haría una pachanga de pelos, iba a echar la casa por la ventana, vivía en la vecindad del callejón de Manuel Doblado, en el barrio La Palma, quedó muy bien arreglada, la adornaron a toda madre porque los vecinos estaban listos para la gorra, la hija de “La Pulga”, “La Nena” se casaba por las tres leyes con “Goyo”, un ayudante de albañil del barrio, que era el hijo de don Pedro el cantinero.
“El Chacho” iba hacer su primera comunión y presentaban en la iglesia por sus tres años de vida de “La Meche” y bautizaban a “El Pelón” pero también era el cumpleaños de “La Pulga”.
Para padrino y compadre habían invitado a Juan “El Pulques”, un maestro en preparar curado de su apodo. “La Pulga” tuvo que trabajar como pinche burro durante mucho tiempo para celebrar ese acontecimiento, su vieja le daba muchas tortillas a la puerca para que engordara porque ese día le iban a dar en la madre para hacer las carnitas, y no se diga de las gallinas para que soltaran un buen caldo, como invitados de honor estaba el contratista de la mina, un gorrón de primera a las fiestas, llevaba a toda su familia, contando a sus suegros, al encargado de la mina, que hacía ayuno de no comer dos días para llegar a desquitarse, al celador, que chupaba a madres, el hocico lo tenía como de chango, y algunos mineros que eran los compañeros de “La Pulga” y diario le preguntaban:
– ¿Qué pasó, pinche “Pulga”, me vas a invitar a la pachanga?
– Solamente que vayas de tacuche y lleves a tus hermanas.
– ¿De tacuche? ¿A poco va hacer la fiesta de categoría?
– Ahuevo, güey, invité a Peña, pero dijo que no podía venir hasta que los pinches maestros aceptaran la Reforma Educativa, pero llegaba al recalentado.
Le dijo “El Chocolate”:
– No mames, pinche “Pulga”, me cae que te saliste. ¿Cómo es eso de que casamiento, primera comunión, presentación, bautizo y todavía tu cumpleaños?
– No es culpa mía, hijo, lo que pasa es que los pinches padrecitos ya no quieren trabajar y hacen todo de un chingadazo, así reciben más lana que uno por uno.
Pasó una semana, por fin llegó la hora esperada por muchos, comenzó la fiesta. “La Pulga” se veía chistoso vestido de traje, con zapatos de minero, de corbata de moño que parecía gato de casa rica. La “Nena” huy, huy, huy, muy coloreteada entró a la iglesia del brazo de su papá. Era la primera vez que se peinaba, “El Chacho” vestido de blanco, en la mano llevaba un rosario, en la otra una vela y el libro, se sentía la gran cosa estando junto a su madrina doña Petra, una vieja que está re buena. La “Meche” parecía muñeca de pastel, con su vestido color mamey, le pusieron una chalina que parecía la hija de los peluches, el que no dejaba de chillar era “El Pelón”, que cuando lo bautizó el padre, al echarle el agua dio un grito muy fuerte, que el acólito tiró el canasto donde juntan las limosnas.
Al terminar la ceremonia religiosa, un montón de grandes y chicos de la vecindad esperaba con ansia que el padrino les aventara el bolo, y le decían que fuera mucho, porque si no el ahijado salía pedorro. Los invitados, cada uno buscaba la forma de irse y ganar lugar en la casa del “Pulga”; cuando llegaron, apenas pudieron entrar a la casa por mucho invitado, habían contratado a don Trini, un músico clásico que con su violín trataba de lucirse tocando como chillido de mosca.
Pero nadie lo peló, lo que pedían los invitados era que les sirvieran un aperitivo de tequila para que no les diera chorrillo con las carnitas, los invitados tomaban a discreción, le entraban al pulque con muchas ganas. La vieja del “Pulga” y sus hijos, comadres, no se daban abasto en servir los platos de arroz, de mole y de carnitas. Los que estaban con los padrinos en la mesa de honor, se hacían pendejos, y aunque les andaba del baño, no se paraban porque les ganaban su lugar. Algunos comían parados con el plato en la mano; “El Pulga” le dijo a uno de sus compadres:
– Discúlpeme compadrito, pero no hay dónde se siente, pero parado le cabe más.
– No tengas cuidado, ya voy con el segundo plato, las carnitas están a toda madre.
“La Pulga” lo que tenía de chaparrito lo tenía de chupador, abría el hocico como pelícano y se aventaba las cubas de un jalón, parecía que estaba en concurso, su vieja le fue a decir:
– Viejo, ya llegó más gente, no va alcanzar la comida ni la bebida. ¿Ahora qué hacemos?
– No te apendejes, vieja, dile a Juancho que ponga el tocadiscos para que se paren a bailar y así dejen de chupar un rato.
Hicieron las mesas a un lado y comenzó la música tocando danzones, cha cha chá y lo que les pusieran, era bueno, como ya estaban pedos, cada quien sacaba a relucir sus pasos de buen bailarín, la fiesta era una verdadera olla de grillos, todos platicaban cada loco con su tema, y se juntaban en bolitas, escuchándose fuertes carcajadas. “El Pulga” se le escapó a su vieja y se iba a chupar con sus cuates.
– Órale, cabrones, a lo que venimos. Como dijo Hidalgo, chin, chin el que deje algo.
– Salud. ¡Aguas, ahí viene tu vieja!
– Déjala, si me viene a interrumpir, tendré que darle sus chilacatazos públicamente. ¿Qué quieres?
– Ya se van los novios.
– ¿Y qué quieres, irte con ellos? Les vas hacer mosca, mejor quédate a chupar.
– Se quieren despedir de ti.
– Ahorita voy, vieja, pero saluda a mis cuates, van a pensar que estudiaste en una escuela de gobierno.
– Perdónenme señores, pero como ando muy ocupada, pensé que ya los había saludado, pero están ustedes en su casa, vente viejo, vamos a despedir a los muchachos, con su permiso.
– Ahorita vengo, y nos aventamos una cruzada.
Cuando llegaron “El Pulga” y su vieja, los novios estaban en medio de mucha gente, bailando la víbora de la mar, gritaban que aventara el ramo, después que le quitara la liga a la novia, y comenzaron a gritar:
– Arriba los novios, beso, beso.
“La Pulga” le dijo a su vieja:
– Ya escuchaste, los invitados quieren que me des un beso.
– Si no soy piedra.
La señora le dio la bendición a su hija y un abrazo a su yerno, y comenzó a llorar, eso hizo enojar al “Pulga”.
– ¿Por qué chillas? Nada más se van de luna de miel y regresan a la casa, no tienen a dónde ir.
– Es que nunca me he separado de mi hija.
– Siempre hay primera vez, no vayas hacer lo que hicieron tus padres, se pusieron necios, que los tuvimos que llevar a San Juan de los Lagos pagándoles el viaje redondo. Adiós hijos, que les vaya bien.
Se escucharon aplausos, porras para los recién casados, y los fueron a dejar a la puerta de la vecindad y en la calle, los esperaba don Beto con su carcacha para llevarlos a la Central de Autobuses. La fiesta siguió y todo era felicidad, varias familias comenzaron a despedirse, pasaba de la media noche, otros de los invitados se quedaron dormidos de borrachos en las mesas, otros estaban tirados en el patio, ya de borrachos “El Pulga se subió a una mesa para agradecer a todos sus invitados y compadres por la fiesta, que había salido a toda madre, y les dijo:
– Muchas gracias a todos por haberme acompañado a mi fiesta, por desearle felicidad a mi hija, que va a formar su vida, ojala y no le salga como la mía de jodida, a mi hijo que recibió otro de los sacramentos al hacer su primera comunión, a mi hija que me dio gusto presentarla en la iglesia en sus tres primaveras, y sobre todo echarle agua bendita a mi pelón, para que no se lo vayan a chupar las brujas, a mis compadres y comadres, a mis jefes de la mina, a mis compañeros de trabajo, a mis vecinos que siempre me han echado la mano con su amistad, y a mi vieja que me ha aguantado muchos años de pobreza, unos días sin comer y uno que otro madrazo. Quiero que todos llenen sus vasos para decir salud por este día. Órale vieja, no te hagas guaje.
– Ya me la tomé.
– Por haberte adelantado mereces un castigo, te vas a tomar dos al hilo, ahora, todos con navajas nuevas. ¡Salud!
Así pasaron las horas, los que seguían de pie, chupaban como recién nacidos, poco a poco iban cayendo, algunos con trabajos, detenidos de la pared, salían hablando solos.
En esos momentos entró una pandilla de más de veinte de los “Piojos Duros” del barrio El Arbolito, pidiendo que tomar, agarraban lo que encontraban que estaba servido en la mesa, “El Pulga” les dijo:
– Jóvenes, llegaron un poco tarde, la fiesta está por terminar y se acabó el chupe, si gustan bailar o comerse un taquito de lo que haya, con mucho gusto, y lo que les dije de bailar lo tienen que hacer entre ustedes, porque no hay parejas, todas las viejas ya se fueron.
Uno de los vagos le mentó la madre al “Pulga”, que enojado se bajó de la mesa y se aventaron una madriza, los demás se metieron y se armaron los madrazos, todos contra todos, quebrando lo que había en la mesa, golpearon a los invitados, le pegaron a la vieja del “Pulga” y se salieron sin dejar de aventar piedras.
En el piso de la casa y el patio había mucha sangre, y todo tirado, mesas sillas, platos, vasos, parece que había pasado un huracán; cuando todo estaba en calma, buscaron al “Pulga” pero no lo encontraban, su señora lloraba porque pensaba que a lo mejor se lo habían llevado, pero al recoger todos las mesas, las botellas y vasos rotos, al quitar una pesada banca, ahí estaba “El Pulga” apachurrado… lo habían matado. Su señora se volvió loca de dolor, le gritaba muy fuerte en la oreja, que despertara, pero era demasiado tarde. Después de una gran fiesta los que se habían ido, regresaron y los que estaban se quedaron, pero al velorio. De la alegría pasaron a la tristeza.