Un Infierno Bonito

“EL BIGOTES”

A las 12 del mediodía, sonaba el silbato de la Hacienda de Loreto, cientos de los trabajadores salían corriendo a comer a sus casas, porque tenían que regresar a la una de la tarde, y salir de su trabajo a las cuatro.

Varios trabajadores llevaban su comida y debajo de un árbol se sentaban a comer, porque vivían muy lejos, y no les alcanzaba el tiempo, porque si llegaban un minuto tarde, les descontaban una hora y 3 retardos eran un día.
Manuel “El Bigotes” con “El Tamales” y “El Badajo”, llevaban su comida, y se metían a la cantina “La Cueva” que se encontraba a unos metros de su trabajo. “La Mucura” era una señora joven, chaparra y gorda, que les calentaba la comida, les vendía pulque del mero bueno; mientras movían las orejas al comer, platicaban sus cosas, les dijo “El Tamales”:
    •    ¡Pinche Bigotes! Desde que llegamos al trabajo has estado con el hocico abierto, muy pensativo. ¿Te pasa algo o tienes un problema? Nosotros te lo resolvemos.

    •    ¡La verdad es que estoy muy ciscado, parece que, a mi vieja se le metió el diablo, se está volviendo loca y esas son las herencias de su madre, me mira con el rabillo de ojo, me hace gestos y luego se sonríe, hay momentos que me extiende la mano como diciéndome “me la vas a pagar” y me hace la mano para atrás, mentándome la madre.

    •    ¿No será por la chinga que le diste anteayer? Se vio que se te pasó la mano, porque le dejaste la trompa de marrano y un ojo cerrado.

    •    No lo creo, ¡le he dado otras más duras y las ha aguantado!

    •    Es que luego quedan sentidas y te las guardan para que cuando te descuides, te parta la madre, ¿no será eso?

    •    No, de verdad que no, ayer en la noche estábamos platicando tranquilos, ella comenzó a picar una tortilla, la estaba haciendo cachitos, entonces le pregunté:

    •    ¿Le estás haciendo comida a los pollos?

    •    ¡No! Se la estoy haciendo a tu madre.

Me dejó frío, me cae que porque estaba en mi juicio me controlé, si hubiera estado briago le habría rajado el hocico, De a cuates, le dije: ¡Cálmate pinche vieja! ¿Qué te pasa calabaza? Se me quedo mirando feo, entre las manos movía el cuchillo cebollero con la intención de clavármelo y me dijo:
    •    ¡Te voy a matar cabrón, cuando te duermas te voy a hacer cachitos, me la debes y me la vas a pagar!

Se me acercó con cuchillo en mano, caminando como pinche torero, por las moscas me puse en guardia por si me tirara él cuchillazo, el que me salvo fue mi hijo el chiquito, que chilló, ella se fue a verlo, le cantó una canción: “Duérmase mi niño, duérmase mi amor”… Como no se quería callar, lo sacó de la cuna, le dio de nalgadas y lo aventó a la cama, él rodó y se cayó del otro lado al suelo. Le gritó:
    •    ¡Cállate pinche escuincle chillón! O te retuerzo el gañote.

Que lo levanta y pum, pum, que le pone sus madrazos, que se lo quito y que le dijo:
    •    ¡Cálmate, pinche vieja loca!

Que me da un aventón; me mandó de nalgas al suelo con todo y niño, después que se me va a patadas. “El Bigotes” se bajó el pantalón y les enseño las nalgas, las tenía moradas.
    •    ¡Ay, güey!

Que me encabrono, que dejo al niño en el suelo, la quería agarrar de las greñas, pero me madrugó y me las jaló tan fuerte que hasta me arrancó un mechón de pelos y me rasguñó la cara, por eso la traigo como si me hubiera dado una madriza con un gato, luego me dio un faul, que vi estrellitas, quedé revolcándome en el suelo, sentí que hasta los ojos se me salían, ella se carcajeaba como loca y me gritaba:
    •    ¡Te voy a matar, cabrón! cuanto te duermas, te voy a picar el corazón con este cuchillo

Le dije: a mí no me apantallas, pinche vieja mensa. Que le pongo un gancho al cuajo, luego un madrazo en la quijada y un tope volador en la punta de la barba, la dejé fuera de combate, cayó al suelo parando las patas. Estaba noqueada, la subí a la cama, le hice la mamila al chavito y yo dormitaba, pensando en lo que me dijo, que me iba a dar chicharrón, nunca lo pensé de mi vieja.
Como a la medianoche despertó como si nada, se levantó, yo la miraba con el rabillo de ojo, y me preguntó:
    •    ¿Qué me pasó?

    •    Te caíste de la cama.

Se volvió a dormir, yo me quedé pensando que se estaba haciendo pendeja, y que cuando me durmiera, me mataba. Me la pasé con el ojo pelón, a las 6 de la mañana, se levantó, se metió a la cocina y un rato después me dijo que ya estaban mis tacos.
    •    Agarré mi guangoche y me salí preocupado, pensando en lo que le pasó a mi vieja, luego pensé que mi suegra está loca, por eso ella así nació.

Le dijo “El Badajo”:
    •    Yo que tú, la hubiera dejado amarrada de manos y patas, no vaya a ser el diablo, y cuando llegues le dé otro ataque de locura y te raje la madre, que hasta los bigotes te moche.

Le dijo “La Mucura”, que era la cantinera:
    •    “Lo que pasa “Don Bigotes” es que a nosotras las mujeres muchas veces nos sacan de onda tantos problemas que tenemos, hacer la comida, enfermedades de los niños, no tener dinero y luego las chingas que recibimos del marido, un golpe mal puesto, nos puede dejar mal de la cabeza.

Manuel se acomodaba los bigotes, estaba muy preocupado, casi ni quiso comer, sonó el silbato y regresaron a su trabajo:
    •    Gracias “Mucura”, mañana nos vemos.

    •    Cuídese “Don Bigotes”, muchas veces, ustedes nos agarran dormidas, y ahora se lo pueden agarrar a usted.

Al salir de su trabajo, “El Bigotes” se fue derechito a su casa, se metió con cuidado y encontró a su vieja haciendo la comida, se le quedó mirando, le dio un beso y le dijo:
    •    Siéntate, te voy a servir, te hice un mole de olla que te vas a chupar las uñas.

“El Bigotes” estaba más desorientado por la actitud de su señora, el sueño lo vencía, pero se aguantaba, no fuera a ser que le diera la locura a su vieja y lo mandara al Valle de las Calacas. No se durmió para nada, llevaba muchas horas sin pegar los ojos, cuando el sueño lo estaba venciendo vio a su vieja, que se levantó, caminó muy coqueta y le echó una sonrisa, se fue a la cocina por un cuchillo, se lo llevó y lo metió debajo de su almohada. “El Bigotes” se levantó, se sentó en una silla, hasta que amaneció, fue a trabajar, les contó a sus amigos:
    •    ¡Otra vez mi vieja intentó matarme, parece que espera que me descuide!

Le dijo “El Tamales”:
    •    Ten mucho cuidado, porque me cae que cuando ya te tienen apuntado en la lista negra, por una u otra forma te van a dar en tu madre.

Cuando llegaba a su casa, el pobre “Bigotes” caminaba mirando al suelo, con los brazos caídos, parecía que le pesaban las nalgas, parecía como muerto fresco, de las desveladas, andaba todo ojeroso, sus ojos se le cerraban  como rendijas, parecían de chale.
Del miedo, enfermó y no dormía, sólo hacía los ojos, como camaleón. Su vieja que era aconsejada por su mamá, fingió que se le metió lo loca, y comenzó a gritar:
    •    ¡Llegó tu hora, pinche mamón bigotón!

Manuel, al verla con el cuchillo en la mano, que sale de su casa hecho la chingada, su mujer lo alcanzó y lo agarró de las greñas, que lo detiene, que lo acuesta a huevo y de ese susto le dio diabetes; con el tiempo se murió. Su suegra se puso contenta y le dijo a su hija:
    •    Ni aguantó nada el cabrón, eso le pasa por pegarte. Pagó con sufrimientos la vida que te dio, estoy segura de que los diablos lo van a dejar sin bigotes.


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