Un Infierno Bonito

“LA MINA DE SANTA ANA”

Era un día común y corriente, todo cansado me presenté a trabajar y me dieron una sorpresa que me hizo brincar como chivo, me dijo el encargado:

    •    Te vas a trabajar a la Mina de Santa Ana, lo malo es que ya te dejo el motor, te la tendrás que aventar caminando.

    •    Me hubieras dicho antes. 

    •    Te lo estoy diciendo ahora.

Para llegar a esa mina tenía que caminar 3 kilómetros y subir 60 metros por escaleras verticales, estaba muy cansado, porque como era alpinista, la madrugada del sábado había ido a escalar el Volcán “Pico de Orizaba”, regresado, el domingo había subido por sierra negra y fueron 6 mil metros de altura. Y me mandaban a trabajar el lunes, si hubiera sabido ni voy a trabajar. Bajamos  al nivel 370 de la mina y de ahí tuve que quitarme la ropa porque es un lugar muy caliente, en el camino me fui comiendo mis tacos.
Al llegar le pregunté al encargado que dónde me tocaba trabajar.
    •    Te vas al frente, tu perforista es “El Borrego”, luego nos vemos a la salida.

Le grité:
    •    ¿Dónde está el bote de agua?

    •    ¡Búscalo, a ver si te dejaron!

Subí con “El Borrego” y me dijo:
    •    ¡Estas no son horas de llegar, cabrón! Ya van a ser las 9 de la mañana, vamos a apurarnos porque quiero salir temprano, nos van ayudar a levantar la carga, porque son como 4 góndolas, hay que darle duro.

Después de que terminamos, revisé la frente, a ver si no había quedado algún fuque, que son pedazos de barreno que a la dinamita se le queda el casquillo y al explotar dejan ciego al perforista. Le dije que todo estaba bien y me dijo:
    •    Tienes que bajar “Gato”, porque como no llegó mi ayudante, pensé que no iba a barrenar y deje las barrenas, ve por ellas.

Sin decir nada, bajé los 60 metros de escaleras, encontré las barrenas y las amarré en mi espalda, las subí, se las di y me dijo:
    •    Ahora sí, vamos a darle.

En esos momentos en que íbamos a comenzar, llegó el encargado y nos dijo:
    •    Pónganse abusados porque con el calor no salen los gases y se acaban de llevar al “Chinches” y a la “Chona” al hospital. Los motoristas cerraron la puerta y hace mucho calor, no hay ventilación.

    •    No te preocupes, con el aire de la máquina no la pela.

Así comenzamos a barrenar, primero yo, como soy el ayudante tengo que estar deteniendo la barrena y luego que ya hizo un barreno de unos 10 centímetros la dejó y me pongo atrás, del perforista, para cuidarlo que no se le caiga ninguna piedra floja, y le ayudó a sacar la máquina, tenemos que hacer barrenos de cabeza, ayudantes, de los dos lados, de pata y de cuña, total que son 25 barrenos de dos metros, cuando terminamos,  guardamos la máquina lejos que no le vaya a pegar alguna piedras, recogemos las mangueras, buscamos algún atacador y me dijo:
    •    Me vas a mentar la madre, pero te digo de una vez, que tienes que ir a traer la pólvora y luego te regresas.

    •    ¡No mames güey! Dile al encargado que mande a otro yo ya bajé por los fierros, además el polvorín está muy lejos y pesa el costal más de 50 kilos. Luego tengo que regresar por las cañuelas, definitivamente no voy.

El Borrego fue por el encargado para que me mandara.
    •    Tienes que ir “Gato”, no tenemos gente, se acaban de engrasar dos y al cochero lo mande al despacho por unos durmientes, no te queda otra que ir.

Mentándoles la madre a los dos y haciendo un berrinche tuve que bajar, ahí sentí el cansancio y me senté un rato frente a una cueva, donde se guardan las herramientas y vi una sombra y como estaban por llegar el día de los muertos, sentí escalofrío con mucho miedo, me quité del lugar y fui lo más rápido por la pólvora, al regresar, sin voltear a donde estaban las sobras que vi,  pero la curiosidad mató al gato, dejé el costal y poco a poco me acerqué. Al entrar, miré por todos lados y a lo lejos vi una luz que pasó y luego se perdió.
Al regresar, sentí unas manos peludas en mi cuerpo y me soplaron la cara, quise gritar y no pude, caí de nalgas, soltaron la carcajada varios compañeros mineros, me señalaban con el dedo y soltaban la carcajada, cuando quise gritarle lo que merecían, no pude, estaba mudo por el susto.
Uno de ellos dijo: “pobre ‘Gato Seco’ está como pambazo del susto”.
Pero no puede hablar, ahora sí cabrón, ve a buscar al encargado, no le digas que lo espantamos, sólo dile que no puede hablar.
Llegó el encargado y al verme les dijo:
    •    Lo espantaron cabrones.

    •    Me cae que no.

    •    Ve y busca al sotaminero, que venga pronto a ver que hacemos nunca había visto un caso así, se puede morir, está muy amarillo y sólo mueve los ojos de un lado a otro.

Le dijo el “Chupas”:
    •    Nosotros íbamos pasando, escuchamos la voz de un mudo, entramos y vimos que nos miraba feo. Lo que dicen en mi pueblo que cuando alguien queda así es porque se le enredó la lengua y no la pueden mover, ábranle el hocico y yo le meto la mano para desenredarla.

Me paré y con las manos les decía que no y les enseñaba el camino del túnel, como diciéndoles que yo me iba solo. Llegó el sotaminero y les preguntó:
    •    ¿Qué le pasó al “Gato”?

    •    Lo  han de haber espantado, lo que hay que hacer es sacarlo y llevarlo con el jefe Carrillo de Seguridad, él sabrá cómo hacerle para hacerlo hablar, solo mueve las manos como “Clavillazo” pero no le entendemos ni madres.

Llamaron al motorista y le dijeron que me llevara al despacho del nivel 370 y que pidieran la jaula con toque de accidente y cuando bajaran los socorristas me entregaron con ellos, y todos regresaron a su trabajo. Como el jefe no estaba, llamaron a “El Garbanzo” que era el curandero y les dijo:
    •    El jefe no está, se fue a la mina de Paraíso, déjenlo aquí, ahorita llamo al médico del Hospital de la compañía, para que se lo lleven.

Poco después llegó la ambulancia y me trasladaron al hospital, las enfermeras no sabían qué hacer, dijeron que había que esperar al médico, pero a la mañana siguiente, seguía internado.
    •    Sígame por favor

Me llevó a una de las salas grandes, tenía  ventanas muy amplias, desde ahí se veían los focos del patio y el resplandor de la mina, al pasar vi a dos enfermos que tenían botellas de suero y oxígeno, al pasar junto a ellos me di cuenta que eran “El Chinches” y “La Chona”, me quise parar unos segundos, pero me dijo la enfermera:
    •    Siga su camino, son dos mineros de la mina de San Juan que están graves, esta es su cama, por favor, no quiero que se levante, ahí hay un timbre por si necesita algo, acuéstese por favor.

Ella se fue y me quedé muy preocupado, porque no podía hablar por más que le hacía la lucha, me acosté boca arriba, porque con el aire se meneaban las ramas de los árboles y se veían sombras, que me hacían recordar las que vi en la mina, me daban mucho miedo, no sé  cuánto tiempo duré  así hasta que el sueño me venció y me quedé dormido, de momento vi las sombras y les vi forma como de un monstruo, me hice para atrás y solté un grito:
    •    ¡Ay! Ya hablo, ya hablo. 

Que me bajo de la cama y que le grito a mis amigos:
    •    ¡Chinches, Chinches!

Que entra la enfermera y que me dice.
    •    ¡Cállese el hocico! Aquí no hay chinches, hacemos el aseo diario, si lo escucha el doctor se va a enojar con nosotros, además usted ya puede hablar y no tienen nada que hacer aquí.

Que me agarra de la mano, que abre el portón del hospital, que me saca y que cierra la puerta.
Y que se va diciendo en voz alta:
    •    ¡Chismoso! ¡Chinches ha de tener en su casa!


Related posts