Un Infierno Bonito

“EL CHIPOTES”

“El Chocolate” y yo trabajabamos en la mina del Paraíso, todos los días, después de caminar más de tres kilómetros para llegar a nuestro laborío, encontrábamos al encargado, al que le decían “El Bandolón”, acostado en una carretilla, durmiendo con el hocico abierto. Al escuchar el ruido se enderezaba y nos daba órdenes:
    •    Van a barrenar la frente oriente, pero van a levantar toda la carga, cuando terminen se van, y se volvía a acostar.


Una vez me dijo mi perforista, que era “El Chocolate”:
    •    Cada que llego y veo a este cabrón que nada más está acostado en la pinche carretilla, me cae que parece que me pican la cola del coraje, un día le voy a mentar la madre, total, lo más que me puede pasar es que me castiguen.

    •    Déjalo, mañana traigo una paloma, que son los cohetes que truenan muy fuerte, y se lo echamos debajo de la carretilla.

Bajábamos por la mina de San Juan Pachuca al nivel 30, o sea a 30 metros de profundidad, de ahí caminábamos más de una hora para llegar a la mina del Paraíso, que es el nivel 170, teníamos que bajar 380 metros y caminar otra hora para llegar a nuestro trabajo. “El Bandolón” estaba durmiendo como siempre en la carretilla, “El Chocolate” le aventó la paloma y corrimos a escondernos en una fuente donde trabajábamos.
Escuchamos cuando tronó, por pararse rápido, el encargado volteó la carretilla, se pegó en la cabeza con los rieles de la vía y se la abrió. Nosotros lo vimos desde lejos y nos moríamos de risa, pero no sabíamos que se había descalabrado, llegó muy furioso conmigo y me dijo:
    •    Pinche “Gato Seco”, mira lo que me hiciste, me está saliendo mucha sangre, ahorita que venga el Sotaminero, que te eche para afuera cabrón, me voy a quejar con los ingenieros, para que te corran.

    •    ¿Cómo sabes que fui yo, si estabas durmiendo?

    •    Porque ya te conozco.

“El Chocolate” le dijo sin dejar de reír:
    •    También haces el reporte de que diario te vienes a dormir y no sabes ni lo que pasó, pisaste un casquillo y te explotó.

    •    ¡Tú chinga a tu madre! ¡Quién te mete en este asunto! Agarra tus cosas pinche flaco, te vas a trabajar con el “Chilaquil”, al plan Oriente. Tienen que limpiar y barrenar, me vale madre a la hora que salgan.

Trabajar en un plan es muy difícil y pesado, ahí sólo mandan a los trabajadores que faltan mucho y son muy flojos, es un agujero profundo donde toda la carga está arriba, se tiene que hacer poco a poco un hoyo y llenar botes, después los jalan con un winche, mete uno la pala y saca unas cuantas piedras. El plan tenía 30 metros de profundidad y sabiendo que me iban a mandar como compañero a un mañoso como “El Chilaquil”, “El Chocolate” le dijo al “Bandolón”:
    •    No mames “Bandolón”, no lo mandes, yo fui el que te echó la paloma, mándame a mi, ahí se va a morir “el Gato”.

    •    ¡Que se muera el cabrón, ya dije!

Llegué donde estaba el plan, vi luz abajo, le grité a quien estaba y me contestó:
    •    Soy yo gatito, bájate con cuidado, no me vayas a echar una piedra.

Llegué con “el Chilaquil” y le dio mucho gusto:
    •    Que bueno que te mandaron, entre dos pesa menos el muerto. Vamos a limpiar toda la carga, 

    •    ¿Cómo quieres que le hagamos, te chingas la mitad primero y luego yo?

    •    ¡Mejor tú primero, porque vienes nuevo, mientras yo descanso un round!

Teníamos que levantar cerca de 15 toneladas, medimos la mitad y comencé a trabajar, después de dos horas, todo sudoroso por el calor que hacía, le dije:
    •    Ya, te toca tu parte.

“El Chilaquil” se levantó y estiró los brazos, bostezando movía las patas y de momento hizo un gesto de dolor y me dijo  rengueando:
    •    ¡Ay, en la madre! Me dio un calambre, no voy a poder trabajar, voy a pedir permiso, mañana será otro día.

Cuando se iba a subir por la escalera, lo agarré del cinturón y le di un jalón, para hacerlo caer de nalgas.
    •    ¿Qué dijiste, güey? Ahorita me voy y le digo al “Bandolón” que ya hice mi parte. De aquí no te vas hasta que terminemos. No te hagas pendejo.

De momento escuchamos una voz que nos dijo:
    •    De abajo, ¿no quieren agua?

    •    ¡Sí!

    •    Ahí les va el bote, tomen la que quieran, pero rápido porque voy a ir al otro plan.

Me dijo “el Chilaquil”:
    •    Es el “Chipotes”, sígueme la corriente y ahorita nos lo chingamos, él es muy aficionado de las luchas, presume que conoce a todos los luchadores, enmascarados y encuerados.

    •    ¡“Chipotes”, baja! Es muy importante lo que te voy a decir, además te voy a dar una naranja.

    •    Me la guardas para la salida, me están esperando con el agua.

    •    Baja, dice el pinche “Gato Seco” que no conoces de luchas, que eres muy hablador.

“El Chipotes” era un muchacho de 17 años de edad, tenía meses de que había entrado a la mina, era muy buena gente, bajó y me saludó y le dijo “el Chilaquil”:
    •    ¡Fíjate “Chipotes” que hace rato estaba platicando con “el Gato” de todos los luchadores que están en la Arena Afición, le platiqué que tú los conocías a todos: enmascarados, rudos y técnicos, y echamos una apuesta de que vales madre ¡No conoces a nadie!

    •    ¿Cómo sabes, güey? Cada ocho días, los domingos y los martes no le fallo a la maroma, ¿por qué lo dices?

    •    ¡Porque “el Chilaquil” es luchador! – Dije yo.

Al “Chipotes”le dio risa y lo señalaba, mientras que “el Chilaquil” hacia poses enseñando sus músculos, levantaba los brazos para enseñarle los conejos, luego sacaba la pierna para que viera cómo le brotaban la musculatura, le preguntó “el Chipotes”:
    •    Si eres luchador, ¿cómo te llamas?

    •    Ahí está lo cabrón de la apuesta, tú me dijiste que conocías a todos vestidos y encuerados, no se trata de adivinar, sino de saber. Pero ya dijiste, te voy a dar un quemón, sólo te puedo decir que lucho enmascarado.

“El Chipotes” se quedo pensando como si en su mente pasaran todos los luchadores para saber quién era, se me quedó mirando y me preguntó:
    •    ¿Cómo se llama?

“El Chilaquil” me puso su mano tapándome la boca y muy apurado me dijo:
    •    No se lo vayas a decir, por favor, no descubras mi identidad, te lo pido por tu mamacita linda, ¡no se lo digas “Gato”!

Al ver la cara del “Chipotes”, se lo dije:
    •    Se llama “El Alma Negra”

“El Chilaquil” se hizo el enojado, me agarró, poniéndome un candado en el cuello, tumbándome la gorra tratando de golpearme la cabeza, contra la roca, me soltó, se cubrió la cara con las manos y comenzó a golpear la pared de piedra, le detuve las manos, “el Chipotes” miraba espantado.
    •    ¡No puede ser “Gato”, tantos años guardando mi rostro con una máscara para que en un momento me eches de cabeza!

“El Chilaquil” abrazó al “Chipotes” y le dijo:
    •    ¡Júrame por tu madre, que a nadie le vas a decir, quién soy, si cumples tu juramento el día que quieras le enseño a luchar a tu jefa! ¡Tampoco a ella le digas, porque las viejas son muy chismosas!

    •    ¡Te lo juro carnal, no se lo diré a nadie!

    •    Estoy muy preocupado porque el domingo lucho contra “El Perro González”, ya ves que ese cabrón es más rudo que su madre y este “Gato Seco” no quiere ayudarme a levantar toda la carga que me falta, así que me va a agarrar cansado el cabrón y me va a ganar.

Le dijo “el Chipotes”
    •    Si quieres yo te ayudo para que le des en la madre al “Perro González”, ¡porque me cae muy gordo!

    •    Ya dijiste “Chipotes”, todos los madrazos que le dé en la cara son por ti.

“El Chipotes” se puso a trabajar con muchas ganas, mientras “el Chilaquil” estaba acostado en unos costales, poco después cuando terminó, le dijo:
    •    Ya me voy “Alma Negra”, que le ganes al “Perro”.

“El Chilaquil” le llamó la atención muy duro:
    •    ¡Qué te dije cabrón, eres un pinche burro, lo primero que se te dice y lo primero que haces! ¿Por qué me llamas por mi nombre de lucha?

    •    Es que se me salió, me da mucho gusto estar con un luchador famoso, pero ya no se va a volver a repetir.

    •    Por tratarse de que eres un buen cuate, te voy a permitir que le cuentes a tu mamá quién soy, porque a lo mejor salgo siendo tu padrastro.

    •    Ya me voy carnal, si no para qué quieres que “El Bandolón” me regañe porque ya me tardé.

    •    Miéntale la madre de mi parte, si te dice algo me lo cuentas y le parto todo el pinche hocico.

    •    Lo que te quiero pedir es un favor muy grande.

    •    El que quieras.

    •    Todo el tiempo que tengo de ir a las luchas, nunca he podido entrar y sentarme en primera fila de ring numerado, el domingo, que vas a luchar quiero que me metas.

    •    Cuenta con eso, solamente quiero advertirte algo, todos los aficionados, cuando me ven, me quieren ayudar con mi petaca para que los meta. Te voy a dar un tip, cuando me veas, corres y me arrebatas la petaca, yo para hacer la finta como que no te la doy, me la arrebatas y entramos.

Se fue el “Chipotes” muy contento, nosotros terminamos de trabajar y nos vimos el lunes. “El Chipotes” no nos habló, estaba muy enojado, no comió con nosotros, le preguntó “el Chocolate” porque estaba tan furioso y le dijo señalándonos:
    •    Esos hijos de su pinche madre me engañaron, dizque el pendejo del “Chilaquil” era luchador, me dijo que me iba a meter a la Arena, que se llamaba “El Alma Negra”, ayer domingo cuando llegó el luchador “Alma Negra” le jalé la mochila, como me había dicho, no se dejo, se la quise quitar y me dio en toda la madre.


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