Un Infierno Bonito

“LA GUAJOLOTA”
Nicolás Hernández era uno de mis compañeros de trabajo, le decíamos “La Guajolota”; trabajábamos a 480 metros en la mina de Paraíso, un lugar en el que hacía mucho calor, había grandes nubes de polvo, con un olor casi insoportable a dinamita quemada, un día me dijeron que él iba a ser mi pareja, tenia que tener cuidado, porque era el consentido del encargado, ya que siempre le llevaba su pulque y era muy barbero.

En un turno de noche, entramos a las 6 de la tarde y salíamos como a la una o dos de la mañana. El encargado, al que le decíamos “El Bandolón” era un indio grandote pero hasta la madre de necio, no se le podía desobedecer porque iba de rajón con el capitán de la mina y nos castigaban. Dando la orden de trabajo, me dijo:
¡Entre tú y “La Guajolota” tienen que limpiar la contra frente, que está en el rebaje, pones unas trancas marras unas escaleras y se suben!
    •    No mames “Bandolón”, es un chingo de carga, luego el Nicolás es muy mañoso, se hace guaje diciendo que le duele la cabeza y no quiere trabajar.

    •    ¡Eso a mí me vale madre! Te estoy ordenando lo que tienes que hacer, pónganse de acuerdo y echan la mitad y mitad, terminado el turno se van.

    •    Súbete a ver, con dos disparadas como 30 toneladas apenas nos dará tiempo de echar la mitad.

    •    ¡Ya te dije, cabrón! Si no quieres trabajar, ahorita que venga el sotaminero le das tu tarjeta y te sacas a la chingada. Primero andan de pinches chillones que quieren trabajar y cuando se les da el trabajo, no lo quieren hacer, lo que deberías hacer es quedarte junto a tu madre, a ver si la vieja te aguanta lo rezongón que eres.

Me subí, puse las trancas, amarré una manguera para echarnos aire y le dije a “La Guajolota”:
    •    Tenemos que echarnos mitad y mitad de carga, yo voy a trabajar primero y ahí te dejo tu mitad, está marcada con cal.

    •    ¡Sí! Ya te entendí pinche Gato, mientras terminas, me voy a echar un sueñito.

Pasaban las horas y no dejaba de echar carga con la pala, no teníamos agua porque mi compañero se la había acabado, cuando me faltaba muy poco para terminar, cerraron el aire y escuché una voz que me dijo:
    •    ¡Gato Seco! ¡Bájate!

Como estábamos a una altura de 10 metros y con el ruido de la máquinas de otros compañeros, no escuchaba.
    •    ¿Qué es lo que quieres?

    •    ¡Qué te bajes con una chingada! Parece que estás sordo.

Le dije a “La Guajolota”.
    •    Ya terminé mi parte, no sé para qué me quiere “El Bandolón”, ahí terminas lo que falta.

Cuando iba bajando las escaleras, me orinó, me quise subir para darle en la madre, pero no me dejó, me echaba piedras con tierra, lo escuché que me dijo muy burlón, carcajeándose:
    •    ¡No te enojes Gatito, ni modo de míar para arriba.

Cuando llegué al suelo, “El Bandolón” se moría de risa.
    •    Ja, ja, ja, ¿dónde te agarró la lluvia?

    •    ¡Me orinó “La Guajolota” pero ahora que salga, le voy a partir la madre! Y tú, ¿qué quieres?

    •    Que hagas limpia de cañón, mañana vienen los ingenieros y necesito que todo esté bien limpio!

    •    Yo no hago nada, tú me dijiste que terminado mi mitad de carga me podía salir a la superficie!

    •    Eso te dije porque no tenía la orden, pero agarra una pala y comienza, tienes que terminar cuando nos vayamos todos.

    •    ¡Yo no hago nada!

    •    ¡No lo hagas cabrón, cuando llegue el sotaminero que te eche para afuera y no te paguen el día, por huevón!

    •    ¡Tú y el sotaminero chinguen a su madre!

Me quedé un rato sentado para que se me bajara el coraje, estaba a punto de chillar, en eso pasó “El Chocolate” y me dijo:
    •    “El Bandolón” se puso de acuerdo con “La Guajolota” para que trabajaras doble y él no hiciera nada, ahorita ha de estar durmiendo, porque el encargado le abrió el aire.

Espere que todos se fueran, estaba a punto de explotar, me daban ganas de subirme y darle en la madre a “La Guajolota” las lágrimas se me salieron de coraje y busqué otra forma de vengarme, le cerré al aire, apague la luz de mi lámpara y me escondí debajo de la escalera, mi compañero tenía que bajar a huevo, cuando sintiera el calor, para abrir el aire, yo no me movía del lugar. Pasaron unos minutos y escuche la voz de “La Guajolota”
    •    ¡Échenme el aire cabrones, vas a ver maldito Gato Seco te voy a madrear!

Pasó el tiempo y no me movía del lugar donde estaba, de pronto vi el resplandor de una luz que venía bajando, me quité mi gorra y me despeiné, como utilizaba dientes postizos, me los quité y cuando pasó junto a mí, le grité:
    •    ¡Ay!

Se desmayó y cayó como más de un metro de altura, prendí mi lámpara y lo vi tirado, me dio mucho miedo y corrí avisarles a los demás compañeros que se encontraban como a 500 metros de donde estaba y les dije.
    •    “Bandolón”, ya se desmayó el Nicolás.

    •    ¿Dónde?

    •     Iba bajando y de momento se cayó.

Estaba muy arrepentido de haberlo espantado, mi conciencia, a pesar de lo que me había hecho, no me dejaba en paz. Escuchaba a los compañeros que llegaron de otro contrato:
    •    ¡Ve por una camilla!

    •    ¡Este cuate se ve que está muerto!

Todos corrían de un lado para otro y me dejaron cuidándolo, llegó conmigo el sotaminero y me dijo.
    •    ¿Qué le pasó?

    •    ¡Se cayó de arriba!.

    •    ¿Quién te dijo?

    •    ¡Yo lo vi!

    •    ¡A mí se me hace que lo espantaste, tiene la cara de terror, si fuiste tú te vamos a chingar, bien sabes porqué se los dicen, cuando entran a trabajar a la mina que el peleaerse y espantarse está totalmente prohibido y aquel que no obedezca será cancelado de inmediato, por lo mientras no te muevas de aquí hasta que se lo lleven en la camilla, voy a avisar a la superficie para que tengan lista la ambulancia.

Me quedé mirándolo y le daba sus cachetaditas.
    •    ¡“Guajo” despierta! No te mueras, lo hice sin querer. ¡Por Dios! Ya no lo vuelvo hacer

Me quité un seguro que detenían mis calzones y le di un piquete en la pierna, de pronto se levantó, me abrazó con todas sus fuerzas y no me soltaba, miraba para todos lados y decía:
    •    ¡Fue un duende, yo lo vi, me cae que me tocó! Fue un duende, estaba chimuelo, se ha de haber parecido a su madre, porque estaba muy feo  ayúdenme que no me agarre.

¡Lloraba sin dejar de soltarme! Llegaron los demás, al verlo dijeron que le había dado un ataque de nervios, lo sacaron a la superficie, no supe más de él, le dieron unas semanas de incapacidad porque no se reponía del susto. Pasaron los días y regresó al trabajo, pero ya no era el mismo, andaba muy triste, casi no quería comer. Habían dado órdenes de que no lo dejaran solo, que siempre estuviera algún compañero con él. Un día que estábamos todos en el comedor de la mina, “El Bandolón” le preguntó:
    •    ¿Cómo te sientes?

    •    ¡Bien!

    •    ¡Ya que están todos juntos quiero decirles que no se lleven fuerte porque eso puede traer consecuencias, ya ven lo que le pasó a “La Guajolota!

    •    A mí, ¿qué me pasó?

    •    ¡El Gato Seco te espantó!

Nicolás, se levantó muy enojado y le dijo:
    •    ¡Él no fue, pendejo, fue un duende, yo lo vi, estaba chimuelo!

Los demás compañeros se reían de todo lo que le decía al encargado.
    •    ¡Eres un chismoso, cabrón, ¿por qué dices que me espantó el Félix?

    •    ¡Porque él lo hizo!

    •    ¿Por qué no me creen que fue el duende?

Se levantó y se fue por el túnel, poco después supe que había renunciado a la mina, a los pocos meses lo encontré, platicamos de cómo le había ido y le pregunté:
    •    ¿Ya no piensas regresar a la mina?

Me dijo muy espantado:
    •    ¡Ni madres, allá espantan, pinche duende me agarró, el cabrón!


Related posts