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Un Infierno Bonito

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“EL CHÚNTARO”

Un domingo, como a las 9 de la mañana, en una de las vecindades del barrio de La Palma, se escuchaba un verdadero desmadre, de los que vuelven locos a las gente.

En el patio los escuincles andaban corriendo de un lado a otro, gritando como apaches en guerra, soltando carcajadas, espantando a los perros, que no dejan de ladrar. Para acabarla de amolar, al otro lado de la casa de Nacho “El Chúntaro” se escuchaba el radio, a todo volumen, del vecino, que le gustaba escuchar “La Hora de Pedro Infante”.
Nacho, por lo malito que estaba, se movía de un lado a otro, con una almohada se tapaba la cara. Como estaba muy crudo, sus nervios los tenía a punto de estallar. No se aguantó, se levantó y a todo pulmón, le gritó a su mujer:
    •    ¡Vieja, Vieja! ¡Por favor, calla esos malditos escuincles, y dile al pendejo viejo del vecino que le baje a su radio, parece que está en el monte! Luego echa unos gritotes que parece que le están apretando el pescuezo.

    •    ¡Lo que deberías de hacer es calmarte! El señor está en su casa. Mejor lávate la cara y peinate. Levántate y vamos a misa, para que se te salga el diablo. Anoche llegaste echando madres. Me daban ganas de lavarte el hocico con creolina. Iba a llamar a tu madre para que te diera unas cachetadas. Me desconociste, me aventaste de madrazos,  pero gracias a Dios no me diste ninguno. Para que te calmaras te tuve que dar con un palo en la cabezota. No sé qué les da de tomar el cantinero, que los vuelve locos.

    •    ¡Cállate el hocico! Todo me da vueltas. Tengo ganas de cantar la guácara. Ahora sí me dio en todita la madre la cruda. Lo que deberías de hacer tú es ir por una cerveza, y le dices al cantinero que me prepare una piedra para que me componga. Me cae que me siento morir.

    •    Con una piedra es con la que te voy a dar en la madre. Ayer que me correteaste me tropecé, me fui de cuernos y me hice un chipote. Quedé como el Hombre Elefante. Me pegué en la frente. Tú apenas te podías sostener. Hable y hable, como pinche cotorro, no te entendía nada, y mejor me fui a dormir con los muchachos, porque apestaba a puro marrano. ¡Dame para la cerveza, pues!

Nacho “El Chúntaro” metió la mano a las bolsas de su pantalón y de su chamarra, y no encontró ni un centavo.
    •    ¡Ah, cabrona! Hasta ratona me resultaste. Me diste baje con mi lana, no me dejaste ni un quinto.

    •    Tan bueno que fueras para dejarte robar. Si no eres tan pendejo. Cada que vienes borracho te duermes con las manos en las bolsa y no las sacas hasta que amanece.

    •    ¡No exageres, vieja babosa!

    •    Verdad de Dios. Parece que estoy durmiendo con un pinche soldado, en posición de firmes, y me sales con la mamada de que te falta dinero. A otro perro con ese hueso.

    •    Bueno, ya no me la hagas de tos y dame de almorzar. Dile a don Trini que apague su radio, parece que está sordo, el cabrón. ¡Yo estoy muy mal, me pesan las patas y siento como si me cortaran la cabeza con un serrote sin filo!

    •    Le voy a decir al viejo, pero también está como tú. Es muy grosero, me vaya a faltar al respeto. La otra vez le dijo Juanita que apagara su radio, porque su chamaquito estaba estirando la pata, y en lugar de hacerlo, le subió todo el volumen y le mentó la madre. Le gritó que estaba en su casa.

    •    ¡Tú dile! Si no quiere, tendré que salir y aventar madrazos a lo loco, y quebrarle su radio en la mera cabeza, para que se enseñe a respetar el dolor ajeno. No te tardes con mi chela, que me estoy quemando por dentro.

La señora no se atrevió a decirle nada al vecino, porque se la fuera a mentar. Mejor, como el switch de la luz estaba a la entrada de la vecindad, lo bajó y se echó a correr; fue a la cantina y le dijo a don Ramón:
    •    ¡Deme una caguama bien fría! Y dígame un remedio para que se componga de una cruda mi viejo. Como lo veo, a lo mejor no amanece mañana.

    •    ¿Qué le pasa a don Nachito?

    •    Tiembla como perro, arquea como si se le atorara un hueso en el gañote, anda como león enjaulado, de un lado a otro, camina con los brazos abajo, como si le pesaran las nalgas. Tiene los ojos rojos como de cuyo, y siente que le revientan las orejas; ¡le preparé un chilito y me lo vomito!

    •    ¡Su caso está muy duro; pero es muy necio! Echó una apuesta con el “Canelo”, a ver quién se tomaba una botella de a litro de tequila, sin limón, ni sal; se la empinó, y parecía charro. Se la aventó sin despegar la botella del hocico. Cuando se la acabó, las patas se le doblaron y dio el mulazo. No se pudo parar. Lo dejamos dormir en el suelo por mucho tiempo. Trataba de decir algo, pero no le entendimos. Por las dudas, le contestaban: “botellita de vinagre”.

    •    ¡Yo pensaba que usted era el culpable, porque luego, cuando ya están borrachos, les vende cubas con alcohol del 99. La vez pasada llegó loco y por poco le apachurra el gañote a su jefa; le puso un ojo morado de un golpe, pues la confundió conmigo.

    •    ¡Le voy a dar un remedio! A ver si se compone, si no, llévelo al Hospital General para que le laven la sangre con suero. Le va a preparar una cuba, esto revive a un muerto. Ponga mucha atención: en un vaso jaibolero, le echa dos caballitos de tequila, le pone Vermut Vernetti, le echa un chingo de hielo, le mueve bien y que se lo tome de madrazo. Verá cómo con eso va a quedar very fine.

    •    ¡Muchas gracias, don Ramón! Cada quién sabe el remedio para el veneno que vende.

Doña Chencha le compró la cuba preparada y caminaba con cuidado, para que no se le cayera ni una gota. A la entrada de la vecindad vio a don Trini, que arreglaba la luz. Con mucha rapidez la señora se metió al patio y le descompuso su radio y corriendo, entró a su casa.
Encontró muy mal a su viejo borracho, con medio cuerpo en la cama,  haciendo ojitos de borrego; echaba espuma por la boca. Con trabajos lo movió para acomodarlo, y le dijo:
    •    ¡Orale, viejo! Con esto te vas a poner al tiro. ¡Échatela de jalón!

No le hizo caso. Tenía los ojos en blanco. Por las moscas, corrió a la casa de su suegra, la señora Ramona, que vivía a unas cuantas calles.
    •    ¡Suegra, suegra, venga pronto a la casa, su hijo está a punto de irse al Valle de las Calacas!

    •    ¿Qué le pasó?

    •    Como siempre, llegó hasta las manitas de borracho. Dice el cantinero que se tomó una botella de tequila de a litro él solito, y apesta a pura marranilla; le sale el tufo por todos lados.

La señora llegó corriendo a su casa, acompañada de su suegra, y encontraron al “Chúntaro” hablando solo.
    •    ¡Vieja, llegó la hora de entregar el equipo. Me estoy muriendo. Ya veo la muerte que está junto de ti!

    •    ¡No mames! Es tu jefa, que viene a ver en qué te puede ayudar. Ten, tómate esta cuba. Siquiera que te vayas borracho al infierno, y no le tengas miedo a los diablos.

Nacho se la tomó de un jalón, y se quedó quieto. Se fue para el otro mundo. Se murió de una cruda, pero contento.