“EL CANTINFLAS”
El barrio de El Arbolito tiene vecindades muy grandes a punto de derrumbarse, callejones empedrados y un chingo de perros. En ese lugar, la cigüeña fue a tirar a Carlos Hernández “El Cantinflas”, desde chiquito, su padre que era minero, le daba un vaso de pulque diario para que se le macizara el cuajo, a través de los años agarró cayo y pedía más.
Se casó con Cata, vivían en la calle del Porvenir y como le entraba al pulque mañanero, tenía muchos hijos. “El Cantinflas” trabajaba en la mina del Álamo, de pronto comenzó a faltar a su trabajo, sus jefes lo mandaron a que fuera a jugar como los gatos chiquitos, con la cola de su madre y lo corrieron de la mina; se dedicó a chupar.
Diario lo sacaban hasta la madre, se había vuelto universal, ya no tomaba pulque, si no que le entraba a todo: cerveza, caña, marranilla, y teporocha, su vieja estaba hasta el gorro, porque lo encontraban tirado o se lo llevaban al bote, por dormir la mona en la calle.
Por consejos de sus amigas y vecinos, lo llevó al grupo de Alcohólicos Anónimos, pero no le dio resultado, lo llevó a la Villita de la ciudad de México a que jurara ante la Virgen de Guadalupe, que iba a dejar de tomar, al ver a la Santísima Virgen de cerca, se puso nervioso y cuando juraba por 10 años no tomar se equivocó y dijo de no trabajar. Como Cata sabía que la Virgen es muy castigadora con los que no cumplen sus juramentos, tuvo que soportarlo.
Vivían en la pobreza,“El Cantinflas” no trabajaba, ella buscaba la forma de darles pipirin a sus hijos, planchando y lavando ajeno, a veces trabajaba tiempo extra para sacar para la renta, la luz y el agua. Una vez, Cata bajaba echa la chingada por el callejón y se llevó de corbata a su comadre, que cayó hacia atrás, parando las patas y se pegó en la cholla.
• Ay, comadrita, ¡qué madrazo me puso! ¿Dónde va?
• Voy al empeño, ya es tarde y si no, me cierran, ahí le encargo a mis hijos.
• Para otra vez baje despacio, me dio un caballazo que al caer parece que se me desvió el cuadril.
Cata la dejó hablando sola, llegó al empeño, se formó esperando su turno, cuando llegó, le preguntó el valuador:
• ¿Qué va a empeñar señora?
• Esta argolla y mi medallita que son de oro de 40 quilates.
• Le voy a prestar 10 pesos, el anillo está muy desgastado y la medalla iguanas ranas, no se sabe de qué santo es.
• No mame, es oro del bueno, muy fino, por eso se gasta con facilidad, súbale 5 varos más.
La señora pasó al mercado, compró verduras, patas de pollo y alas, pasó a darse una persignada a la iglesia, a pedirle a Dios que quitara a su viejo de la borrachera y agradecerle porque comían un día más, cuando llegó a su casa, encontró a su hijos, parece que daban un concierto, chillaban de hambre.
• Cállense el hocico, en un momento les doy de comer.
• ¡Qué bueno que llegó, comadrita! Los escuincles ya me tenían con los pelos de punta, si no llega a tiempo, me cae que les hubiera apretado el gañote, no sé cómo los aguanta y a mi compadre, que se pasa en las cantinas.
• Yo tengo la culpa comadre, mis padres me dijeron que no me casara con él, porque era muy chupador y por mis calzones lo hice. Ahora tengo que chingarme, no les puedo decir que me echen la mano, porque me sueltan un sermón.
A mi viejo, estoy a punto de tocarle las golondrinas, parece que su
madre lo parió en una pulquería. Pero como soy casada por las tres leyes no me queda otra que aguantarme.
• Debería ser fuerte, yo sufría hambres y madrazos de parte de su compadre, hasta que me sacó de onda y lo mandé a volar y vivo sola, pero feliz.
• Ya no me diga nada comadrita, cada que me dicen algo, siento como si me dijeran que soy una pendeja.
• No se moleste pero una amiga en el trabajo me contó que su viejo se volvió chupador profesional, todo se tomaba, con decirle que le entraba al alcohol que venden en las farmacias. Pero un día consiguió unos polvos, se los echaba en la comida y en poco tiempo dejó de chupar.
• ¿Será cierto, comadre?
• Yo conozco al señor, llegaba orinado y revolcado con el pájaro de fuera, ahora es un buen hombre trabajador y a mi amiga no le falta nada.
• ¿Cómo se llaman esos polvos?
• ¡Sepa la bola! Eso nunca me dijo, es un secreto. Pero si gusta le dijo que me venda los polvos.
• Gracias comadrita, no sabe como se lo voy agradecer, a mi viejo ya lo veo con una pata en el panteón, luego me da tristeza, sus ojos parecen de muerto, no tienen brillo, su piel se le está haciendo como chale, amarilla y el hocico ya lo tiene como de chango, de tanto tomar.
• Ya me voy comadrita, no vaya a venir el compadre y piense que le estoy dando malos consejos!
• No se le olvide de lo que me dijo de los polvos, le voy a pedir a Dios verlo en su juicio.
Por su parte, al “Cantinflas” todo le valía madre, decía que hay que chupar porque el mundo se va acabar. Llegaba a su casa muy borracho, se robaba las cosas para venderlas, ponía a hervir agua con canela y le vaciaba una botella de alcohol de 99, Cata lloraba al verlo tirado en el suelo como cualquier animal, sus hijos, con cariño, lo tapaban con una cobija y una de sus niñas se dormía a sus pies, pero una mañana llegó su comadre Luisa:
• Buenas comadrita, ya le conseguí los polvos, póngase muy abusada, no se los vaya descubrir, se los da en una comida sabrosita. Para que no lo note, luego nos vemos.
La señora, muy contenta, lo despertó:
• ¡Viejo, despierta! Te hice unos chilaquiles a toda madre, te compré una cerveza para que te los bajes!
“El Cantinflas” comió como pelón de hospicio, pero al poco rato le dio diarrea, no quería salir del baño, doña Cata fue a ver a su comadre.
• ¡Ay, comadrita! A su compadre le dio un chorrillo, no le para al pobre, le ha ganado en los calzones.
• ¡No se preocupe comadre!, me dijo mi amiga que era la reacción por ser la primer vez que le da los polvos, pero después se le quita.
• ¿Y si no, comadrita? ¿Qué voy a hacer?
• Si quiere que al compadre se le quite lo borracho, tiene que seguir dándole los polvos. La diarrea es para que se limpie el menudo.
Pasaron los días y “El Cantinflas” no salía del baño, eso hizo que la señora fuera a ver a su comadre.
• Comadrita, mi viejo sigue iguanas ranas, el pobre está que saca la carne de la olla, ya se le sumieron los ojos, parece calaca, ya no tiene fuerzas, si no se agarra de la pared, se va de hocico, ya no quiere comer, porque va de la cama al baño!
• No se preocupe comadrita, mañana le pregunto a mi amiga, mientras dele un hueso de aguacate, para que se tape.
• Eso es lo que voy a hacer, porque fui a ver a mi suegra, me dio la hierba tapacola y no le hizo nada, sospecha que le di toloache, porque anda muy menso.
• ¡Mañana le traigo la respuesta!.
Muy temprano doña Cata, fue a ver su comadre y le dijo:
• ¡Ya le pregunté a mi amiga y me dijo que a su esposo nada más le dio un día chorrillo y luego se le quitó.
• ¡En la madre, el mío lleva 15! El pobre parece esqueleto de mosco, ya me aventé una bronca con mi pinche suegra, se me puso pendeja y me acusó de bruja!
• A ver comadrita, enséñeme los polvos para decirle la cantidad que le ponga porque a mí se me hace que le está dando doble ración!
La señora, fue corriendo y se los dio, la comadre los abrió y le dijo:
• No mame, comadrita, estos no son los polvos que yo le entregué, los que le di son amarillos y estos son blancos, los que le está dando es veneno para las pulgas, con razón se está muriendo, suspéndalos de inmediato.
La señora Cata llegó a su casa, levantó a su viejo, que parecía un anciano, lo ayudó a que se sentara en la mesa y le dijo:
• ¡Tienes que echarle ganas, para que no te vayas al Valle de las Calacas, te voy hacer un caldito de pollo, que te vas a chupar los dedos, por la cola no te apures, esa se va a tapar.
Poco a poco “El Cantinflas” se fue reponiendo, comenzó a caminar y cuando lo logró, lo primero que hizo fue meterse a la cantina, doña Cata, dio gracias a la Virgen de Guadalupe, por salvarlo por un pelito de rana, se lo echaba al plato.
De chupar nunca lo pudo quitar y mejor lo dejó hasta que se diera en su madre por su propia mano. Así pasó el tiempo y doña Cata no le decía nada, hasta que un día le fueron avisar de que se le había parado, se puso muy contenta, luego le dijeron que se le paró la molleja y quedó muerto en la calle. Un día platicó con su comadre:
– Fíjese comadrita, como hubiera quedado mi conciencia, si por los polvos se hubiera muerto, lo bueno fue que murió como él quiso, me dio mucho gusto cuando me dijeron que se le había parado, luego sentí tristeza cuando me dijeron que era el corazón, por eso cuando lo llevamos al panteón, le conseguí unos mariachis, que le fueran cantando, “El Hijo desobediente”, “Gabino Barrera”, “Llego borracho el borracho” y “Rata de dos patas”