LENCHO “EL JAIBA”
En el barrio de La Palma no nada más había borrachos, si no también deportistas de gran valor, como “Lencho el Jaiba”, que era el beisbolista número uno, no nada más del barrio, si no de todo Pachuca, muy respetado y querido por sus cuates.
“El Jaiba” trabajaba en la fábrica “Textiles Hidalgo” desde chiquito, cuando le daba de mamar su jefa, le gustaba mucho jugar con el pezón y le gustaron las bolas. De grande fue beisbolista. Estaba casado con Amalia, la hija del zapatero, a ella le decían “La Chaparra”. Vivían en una vecindad en el barrio de La Palma y tenían muchos hijos.
El cuerpo de “El Jaiba” se prestaba para el deporte; estaba grandote que parecía mula, y era abusado, jugaba con el equipo de Béisbol “Textiles Hidalgo” en el puesto de catcher.
Su vieja era aficionada de hueso colorado, no fallaba a ningún partido, le gustaba el chisme y el pleito. Cuando jugaba su marido, era de ley que salieran a madrazos con el equipo contrario. Todos los domingos por la mañana, a Lorenzo se le veía bajar por el barrio para irse a jugar, en el hombro cargaba su bat, con sus manoplas, y en las manos llevaba las pelotas.
Su uniforme era rayado con el número 41 en su espalda, su señora iba atrás jalando a sus hijos, que no querían caminar y se los llevaba a huevo para que vieran como jugaba su padre, sus amigos al verlo le gritaban:
• ¡Órale “Jaiba”, que ganes!
• ¡Muchas gracias muchachos, ojala y así sea!
• ¡Te esperamos para celebrar!
• ¡Ya dijeron, aunque el partido está medio cabrón! Jugamos el campeonato con “Casa Mayo”, la otra vez les ganamos cuatro carreras a cero, ahora es la revancha.
• ¿Dónde van a jugar?
• En el Estadio Corona del Rosal. ¡Vamos!
• ¡Te lo agradezco carnal, pero mejor te espero echándome mis cubas, que tengas suerte! ¡Aviéntate una para que llegues calientito!
• Mejor cuando regrese.
“El Jaiba” llegó al estadio muy emocionado, era un juego por el campeonato estatal, necesitaban echarle muchas ganas para ganarlo. Lorenzo era la estrella para batear y uno de los mejores catchers de Pachuca, su vieja se sentía muy orgullosa de tener un marido como Lorenzo. Ella era quien dirigía la porra, y animaba a la gente sonando una tambora desde la tribuna, le hacía señas con la mano a su señor y con dedo el pulgar levantado, como diciéndole que todo estaba bien y cerraba un ojo.
En toda la colonia de las Lanchitas, se escuchaba el grito de la porra a su favor.
“El Jaiba”, vestido de catcher parecía tortuga Ninja, hacía sus calentamientos rutinarios. El reloj marcó las 10 de la mañana y el umpire grito: ¡Play Ball!
La pizarra marcaba 0-0, el estadio estaba hasta la madre, no cabía ni un alfiler, mucha gente se quedó afuera. Luego de un rato, el marcador era dos a cero favor “Casa Mayo”. Su vieja “la Chaparra”, le pedía de todo corazón a San Sobas, el Santo de los peloteros, que le ayudara a ganar a su viejo.
Este era un partido tan importante, había muchos nervios de los aficionados de los dos bandos, ya llevaban varias entradas y llegó una oportunidad.
“Textiles Hidalgo” tenía casa llena, y en el orden al bat estaba “El Jaiba”. En el centro del diamante, el pitcher de “Casa Mayo” le hacía fintas para que “El Jaiba” fallara, el umpire había marcado dos outs, todo estaba en silencio, “La Chaparra” no dejaba de morderse las uñas, sin perder un solo detalle y con el pensamiento rezaba. “Ayúdalo San Sobas, que le pegue a la bola”.
El pitcher levantó el brazo hacia arriba, puso sus ojitos en blanco, alzó una pata y lanzó una recta que llevaba lumbre. “El Jaiba” le pegó en la mera nariz a la bola y se escuchó un grito parejo.
• ¡Ahhhhhh!
Vieron como la pelota se voló la barda, los aficionados del equipo de “Textiles Hidalgo” se pusieron de pie, bailando y abrazándose entre ellos, se escuchó la porra que retachaba el estadio, dejando un eco de gusto. “La Chaparra” no dejaba de tocar su tambora, mientras los aficionados de “Casa Mayo” con chiflidos les mentaban la madre,
Con ese Home Run con casa llena, “Textiles Hidalgo” anotaba cuatro carreras, llevándole dos de ventaja a su rival. Su vieja del “Jaiba” no aguantó las ganas de bajarse de resbaladilla la barda, para meterse al campo y darle un beso en el hocico a su viejo. Lo quiso cargar pero no lo aguantó y los dos rodaron por el suelo, el umpire la tuvo que sacar a empujones.
El ambiente se ponía al rojo vivo, en las tribunas los aficionados, se agarraban a madrazos, tuvo que intervenir la policía para calmarlos.
Dentro del campo también las cosas se estaban poniendo a peso, los jugadores de ambos equipos se insultaban y se aventaban uno que otro campanazo; el umpire les habló diciéndoles que si no se controlaban terminaba el juego.
Se calmaron las cosas y todo volvió a su lugar, siguieron las emociones, ahora el que estaba en broncas era el pitcher del equipo del “Jaiba”. Aparte de que iba ganado el juego, con seis ponchados, y cero errores, les faltaba una entrada y media para terminar, quizá la más difícil para los jugadores del “Textiles Hidalgo”, porque los de “Casa Mayo”, en un hit, anotaron una carrera más y marcaba la pizarra 4-3 favor “Textiles Hidalgo”
“El Jaiba” desconfió del pitcher y como catcher, fue al montículo a ponerse de acuerdo con el lanzador…
• ¡Abusado! Cuando yo te baje dos dedos, tiras la bola arriba porque el bateador que le toca se va a todas!
“El Jaiba” se regresó a su posición de catcher, cuando el pitcher tiró una bola que llevaba lumbre, “Lencho” escuchó un fuerte grito en la tribuna, se puso de pie, el bateador dejó pasar la bola que se fue a estrellar en los genitales del “Jaiba”, que soltó un grito tan fuerte que se escuchó hasta el centro de la ciudad,
Se cayó al suelo, se revolcaba de un lado a otro, por el dolor se desmayó. Su vieja se quiso meter al campo pero esta vez se la peló porque no la dejaron. Se formó una rueda de los jugadores, muchos en la tribuna no vieron ni supieron que le había pasado al “Jaiba” y suspendieron el juego.
Llamaron a la ambulancia de la Cruz Roja, que se lo llevó al hospital, su vieja alcanzó a subirse de mosca, colgada en la parte de atrás, mirándolo por el vidrio, les gritaba a los socorristas que le abrieran la puerta para sobárselos a su viejo, que tenía los ojos de borrego a medio morir, pero no le hicieron caso.
“El Jaiba” estuvo internado una semana; los genitales se le habían inflamado, y como no se le desinflamaron, a la siguiente semana le metieron cuchillo, tuvieron que cortarle las bolas. “El Jaiba” lamentaba lo que le había sucedido, y decía llorando:
• ¡Me hubieran cortado una mano, una pinche pata, pero no las bolas!
Su vieja le daba ánimos:
• ¡Échale ganas, viejo, yo te puedo ayudar!
Pasó el tiempo y muchas veces se olvidan las cosas por más dolorosas que sean. “La Chaparra” lo convenció de que apoyara a su equipo. “Lencho” volvió a jugar béisbol, pero ahora le llamaban “el beisbolista fenómeno” en cada partido; ya no fue el mismo, no le echaba ganas, le hacía falta lo que le cortaron. Como usaba el uniforme bien pegado al cuerpo, para que se viera normal su vieja, le hizo un calzón con dos bolas de estambre.