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Un Infierno Bonito

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EL POETA
Alberto Medina López era un minero muy borracho, el cabrón no salía de la cantina “El Gran Golpe”, parecía que su madre lo había aventado ahí cuando nació. Trabajaba en la mina de San Juan Pachuca, como estaba acostumbrado a hablar en rima, le pusieron “El Poeta” (Pero no era el que en el aire las compone).

Una vez se estaba burlando de la “Tuza”, un encargado de la mina, que había tenido una bronca con su vieja, todo fue por irse de parranda a la zona roja, a un centro nocturno, le reclamó, porque llegó oliendo a mujer mala, discutieron, salieron a madrazos y lo corrió de su casa, iba todo rasguñado de la cara y el pescuezo, parecía que se había aventado una madriza con un gato.
Se fue a refugiar a la cantina y  entre copa y copa, se supo el chisme de lo que había pasado, le dijo el “Poeta”:
    •    “Pobrecito de “La Tuza”. Ahora parece ratón, su vieja le dio en la madre, por irse de cabrón”.

“La Tuza”, que ya andaba a medios chiles, se enojó, le dio un aventón que hizo que se cayera de nalgas, parando las patas, le iba a dar de patadas, pero los cuates lo agarraron.
    •    Cálmate “Tuza”, aguanta la broma, ya conoces al “Poeta”, es muy mamón.

    •    El que se deben de calmar es ese güey, que se calle el hocico o se lo rompo. A él qué le importa, es muy chismoso, aunque sabemos que estamos iguanas ranas, su vieja también lo trae cortito, para venirse a echar una cuba o un pulque, le tiene que pedir permiso a su mujer, como si fuera su jefa. Y de eso no dice nada, el pendejo.

Le dijo el cantinero:
    •     Todos lo sabemos, pero en mi cantina quiero puros cuates, y no peleoneros entre ellos.

El cantinero fue a levantar al “Poeta”, lo llevó ante la “Tuza”.
    •    ¡A ver, los dos! Dense la mano, este es lugar decente y no quiero broncas, se deben de querer como hermanos, dense la mano.

“La Tuza” le mentó la madre y le dijo:
    •    ¡Pinche “Poeta”, balín! ¿Qué es eso de que a cualquier cosa le sacas rima y te metes en asuntos personales? Todos están celebrándote tus pendejadas. Yo también te puedo decir una, a ver si te gusta:

    •    “Entre Melón y Melambes, mataron un pajarito, Melón se comió las plumas y Melambes el pajarito”.

El cantinero volvió a decirles:
    •    Con esta vez son tres veces que se los pido, a la cuarta los voy a obligar a huevo.

“La Tuza” le dijo:
    •    Yo no se la doy.

El cantinero, le dobló una oreja a la “Tuza”.
    •    ¡Ya estate quieto, cabrón, si se la doy!

“El poeta” muy contento, le preguntó:
    •    ¿De veras me la das?

    •    ¡Sí!

    •    Pero la de tu hija.

“La Tuza” se le fue a madrazos, sin darle tiempo de ponerse en guardia, le dijo “El Morrales”:
    •    Aguas, aguas, Poeta, ahí viene tu vieja.

    •    ¡En la madre! Me voy a esconder detrás del mostrador, si les pregunta por mí, díganle que no he venido.

La señora se metió a la cantina y le preguntó al cantinero:
    •    Perdone don Juan, ¿no ha visto a mi marido?

    •    No, señora, no ha venido para nada.

    •    Si lo ve, por favor, dígale que lo espero en la casa, a su jefa le dio un ataque y parece que va a estirar la pata.

La señora Cata, se retiró desconfiada, sabía que sus amigotes lo tapaban, “El Poeta” salió de detrás del mostrador y limpiándose el sudor de la frente dijo:
    •    ¡Uff! ¡Qué sustote me dio! Pensé que me había visto, pero fui más chingón al esconderme, perdóname “Tuza”, ya no me vuelvo a meter contigo, me cae.

Se dieron un abrazo y se aventaron una cruzada.
    •    ¡Órale, hasta el fondo se conocen los amigos!

Todo se calmó entre los parroquianos en la cantina, juntaron las mesas y se pusieron a chupar como recién nacidos. Uno de ellos le preguntó al “Poeta”:
    •    ¿A poco te pega tu vieja?

    •    ¡No! Me anda buscando para que le dé el gasto, pero no tengo dinero, ya me lo chingué, al rato llego a la casa y se la hago de tos. Pero como dijo Manolete, vamos a jugar un cubilete.

    •    Barbas tienes…

    •    No me mojes.

Le preguntó el cantinero:
    •    ¿A poco estudiaste para poeta?, ¿o quién te enseñó?

    •    ¡Nadie! Pero me han dicho que tengo ese don, aunque te burles, fíjate que hace unos meses, el hablar así me sacó de problemas, quisieron bailar la pirinola en la casa del trompo y se la pelaron.

    •    ¿Por qué?

    •    Me llevó mi vieja a jurar para que ya no tomara, fuimos a la Basílica de Guadalupe, a la Villita en México, para no hacerla cansada, cuando salimos, como no conocemos la ciudad de México, caminamos un chingo, me cae que las patas las sentía que se me hicieron como memelas, nos metimos a un restaurante, ya me andaba de hambre, nos sentamos, pasaban los pinches meseros, los llamaba y ni me pelaban. 

Estaba bien encabronado y le dije a mi vieja.
    •    ¡Vámonos! Aquí nos vamos a morir de hambre y esos güeyes no nos hacen caso. Han de creer, los pendejos, que no tenemos dinero! Vamos a buscar otro lugar o en la Central de autobuses  nos chingamos una torta y un  Chesco!

Mi vieja me dijo, vamos a esperarnos un ratón, a ver si de chiripada llega algún mesero. ¡Mira! hay viene otro señor, llámalo.
    •    Psst, señor, por favor atiéndanos.

Que se pasa derecho como mula, ni nos peló el mendigo, que me levanto para darle en la madre y me detuvo un señor, que me dice:
    •    ¡Cálmese, amigo! No lo atienden ni le hacen caso porque este restaurante se llama “La Rima” para que lo atiendan debe hablarles con palabras que rimen, ahí viene un mesero, háblele y verá cómo sí le hace caso.

    •    Mesero, lero, lero.

    •    Aquí estoy, para servir al caballero.

    •    ¡Mi mujer y yo queremos comer!

    •    Aquí servimos como en Europa, en un momento le traigo la sopa.

    •    Tenemos mucha hambre, parece que no hemos comido en meses, para que no eche dos viajes, tráigame unos bisteces.

    •    Ahí sí se la va a pelar, me tiene que perdonar, porque toda la carne se me acaban de terminar.

    •    Ni hablar, me aguanto el gusto, ¿qué me va a dar?

    •    Algo que le va a gustar, le traeré una ensalada, que es buena para el paladar, y con el hambre que tiene de seguro los va a llenar. Les voy a traer tortillas y frijoles y para usted solito, le voy a servir un caldito.

    •    Mejor déjeme pensarlo un ratito y tráigame una limonada, de lo que me ofrece no me gusta nada. Si le digo que traiga patas de puerco en vinagre, mejor se las lleve a su madre, enojado de aquí me alejo y en lugar de propina, una mentada le dejo.

Que nos salimos bien encabronados, nos subimos a un camión que nos dejó hasta la chingada, para no errarle, nos regresamos a la central camionera, como nos cobró muy caro, no nos alcanzó para la torta, apenas teníamos para el pasaje de regreso.
El cantinero se moría de risa, junto con los que estaban escuchándolo, no se dieron cuenta que entró la vieja del “Poeta” y haciéndolos a un lado, lo jaló de las greñas.
    •    Órale cabrón, allá en la casa nos vamos a comer un pollo y ustedes pinches alcahuetes, ¿no que no estaba?

    •    Yo le dije que no lo había visto, mas no que no estaba.

La señora les mentó la madre, se llevó al “poeta”, sin soltarlo de las greñas. Alberto dejó pasar varios días sin pararse en la cantina, se supo que lo madrío su vieja, como estaba grandota y bien mamada, lo mandó al hospital, un día que se presentó en la cantina, el cantinero, al verlo, levantó su cuba y les dijo a todo los que estaban:
    •    “Vamos a brindar por la llegada de un compadre. Aquí nos presume de hombre y en su casa, su vieja le partió la madre”.