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Un Infierno Bonito

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“NOS CORRIERON DE LA MINA”

Una vez terminamos temprano nuestro trabajo, estábamos cenando en el nivel 370, muy felices, como si fuéramos a recibir una buena noticia, pero llegó el barretero llamado “El Bandolón” y nos dijo:

    •    Despídanse de esta mina, porque mañana no estaremos aquí.

Nos cayó como patada de mula en los bajos.
    •    ¿Por qué? Preguntamos al unísono.

    •     Mañana nos vamos a la mina del Álamo, contestó.

    •    ¿Quién te dijo eso?

    •    El ingeniero.

    •    Le hubieras dicho al ingeniero, que está bien que chingue, pero que a su madre respete. Pasarnos a la mina del Álamo, era como si nos mandaran al infierno.

    •    Ya no quiero cenar.

    •    Ni yo tampoco.

    •    Yo menos.

    •    Aquí le dejamos unos tacos a nuestro querido barretero, siéntate a cenar, es un regalo de tus compañeros, que tanto te quieren, provechito.

    •    Gracias.

El barretero se sentó muy contento, pero luego hizo una cara de fuchi.
    •    Hijos de la chingada, no me dejaron nada.

Al otro día, en la mañana, fuimos al sindicato y como siempre encontramos a un burro, que era secretario de trabajo.
    •    Compañero, queremos saber por qué nos cambian de mina.

    •    Eso no lo sé, lo que podemos hacer es que mañana, se presenten a su nuevo trabajo y dentro de unos días les daré información.

Le mentamos toda su madre, dejándole recuerdos familiares a todos los del comité y a sus secretarias.
Cuando comenzamos a trabajar en la mina del Álamo, me di cuenta que ese lugar es para los olvidados, para gente necesitada o para mineros muy valientes. Nos presentaron a los compañeros con los que íbamos a trabajar. Bajamos al nivel 470 y como no hay trasporte abajo, en el túnel, teníamos que caminar más de una hora, estaba muy caliente, usábamos de ropa solo una franela como pañal.
Los capitanes de allá se creían la gran madre, lo mismo que los pinches barreteros, que por quedar bien con los desgraciados jefes, trataban a los mineros como esclavos, los compañeros mineros nos miraban como con rencor o envidia, porque sabían que nos llevaron a nosotros para enseñarles cómo se prepara un rebaje e íbamos de la mejor mina, como era San Juan Pachuca.  El trabajo era muy pesado y la gente faltaba mucho, no aguantaban las chingas, porque llevaban a trabajar a puro jovencito y naco de los municipios, a pesar de que estaba prohibido llevar con engaños a esclavos.
Los representantes de la empresa mandaban camionetas a los pueblos y rancherías para contratar  trabajadores, a simple vista se notaba que la mayoría de ellos no estaba acostumbrado a usar zapatos, porque los que les daban, tipo botas o como se le llamaba “zapato minero”, le sacaban ampollas y caminaban los pobres, como pollo quemado, por eso ocasionaban accidentes. Los paisanos eran mucho pero mucho muy pendejos, y juntos trabajábamos como caballo de circo.
En la primera semana ya habíamos tumbado varios metros lineales de frente, cúbicos de chiflón y corte, calculábamos que nos iban a pagar mucho dinero.
Pero por poco y damos el mulazo, al ver nuestras tarjetas de raya, donde nos pagaban 10 pesos más a la semana. Decidimos hablar con los ingenieros en su oficina; ahí estaban los jefes de mina, el señor Penguille, Horacio Juárez, Pedro Ortega. Tocamos y nos preguntaron.
    •    ¿Qué desean?

Yo me aventé al ruedo, porque todos en la mina tenían la orden, y se había hecho una costumbre, de hablar con la vista al suelo y no verles la cara.
    •    Venimos a decirle que hubo un error en la paga, nos dan 10 pesos más de raya, el sueldo de la semana, va conforme a lo que se trabaja y ahí parte una propina que son unos pesos extras.-

Uno de esos cuates, mirándome en fea forma, me dijo:
    •    Aquí no estamos acostumbrados a hablar con los trabajadores, si tiene algún problema recurran a su secretario sindical y otra, baje la vista al hablarme porque no somos iguales.

Cuando salimos del baño nos dijo “El Bandolón”:
    •    Me dijeron los jefes que la próxima semana se nos pagará doble, tenemos que echarle ganas al trabajo.

Eso nos dio mucho ánimo, y de nuevo comenzamos a trabajar alcancías, caminos y coordinamos las barrenaciones, pero a la siguiente semana se repitió el mismo dinero, primero hablamos con “El bandolón”
    •    Mira, pinche “Bandolón”, con nosotros te andas jugando el cuero, a ti es a quien te habíamos de rajar la madre por hablador, nos engañaste como a un chino de que nos iban a pagar de más y salen con la misma mamada, ya nos conoces, hoy vamos a hablar con los del sindicato y es mejor que se pongan de acuerdo y nos paguen lo que es, porque si no aquí vamos a armar una revolución, nos vale madre cuántos muertos haya y tú serás el primero.

Por la tarde estuvimos esperando al Secretario General, nos dijo que no se encontraba porque andaba arreglando un “bizne”, total que tanto les estuvimos chingando que lo mandaron llamar, estaba en la cantina “Los 3 Reyes”.
Llegó corriendo y nos sentamos a hablar, le contamos cómo había sido eso que nos estaban haciendo, explotando como a los indios y que necesitábamos su intervención para que se cumpliera el pago del contrato a destajo en la mina “El Álamo”.  
    •    ¡Te esperamos el lunes sin falta, a las siete de la mañana!

    •    El lunes no puedo, compañero, salimos a México.

    •    Es muy importante tu presencia, te esperamos el martes.

    •    No, tampoco puedo ir,  porque estoy lleno de trabajo.

    •    Entonces, ¿cuándo puedes ir?

    •    El sábado.

    •    Pero, a chingar a tu madre, si no te presentas el lunes, va a arder Troya y si hay muertos, será a tu conciencia.

Salimos super enojados, pero con la idea de hacer un paro, no dejar que ningún trabajador bajara a la mina, como protesta de que no nos pagaran como se debe. Así lo hicimos, algunos por no trabajar, lo hicieron. El jefe de la mina quiso hablar con nosotros, pero lo tiramos de loco, a gritos nos decía:
    •    ¡Lo que están haciendo es contra la ley!

Se metió a la oficina y mandó a traer a los del sindicato, llegaron corriendo porque la sintieron dura, el líder se subió a un banco y se dirigió a más de 500 mineros que estaban en paro:
    •    Compañeros, como Secretario General, les digo que bajo el punto reglamentario y legal, como lo dicta el artículo 123 de la ley de trabajo, si en cinco minutos no bajan a la mina, serán cancelados todos, sin pagarles ni un solo peso, sé que la mayoría de ustedes tienen entre 20 y 30 años trabajando, que serán perdidos por capricho de unos grillos, que vinieron de la mina de San Juan Pachuca, levanten la mano los que quieran trabajar.

E secretario miraba para todos lados y le mentaban la madre.
Al ver que no lograría nada, nos llamó a la oficina y nos dijo:
    •    Miren compañeros, es el momento de demostrar el poder de lealtad que tenemos con los mineros, métanse a trabajar y prometemos pagarles hasta la risa y una propina extra y todos los que acepten, poco a poco van a ir saliendo a la superficie, dejando la mina.   

Nadie quiso.
Reformuló su propuesta:
    •    Bajen a la mina y por la tarde los espero en el sindicato para arreglar este asunto por la buena, de lo contrario, la pueden pagar caro, son tres cabecillas, David, Félix y Guadalupe.

Yo le dije:
    •    ¡Ustedes tienen la culpa!

En esos momentos se abrieron las puertas de la mina de par en par. Entró Penguille, que era el superintendente, le preguntó a los veladores:
    •    Esos hijos de la chingada, ¿qué hacen en el patio?

    •    No quieren trabajar.

    •    Ah, que la chingada, ¿cómo cabrones no?

Se subió a un coche grande, de esos americanos antiguos, lo encarrero y se los echó encima a la gente, algunos volaron por los aires, cayendo de madrazo al suelo. Se bajó del coche y comenzó a señalar, demostrando su poderío:
    •    A ver tú, métete a la jaula y tú y tú también.

La mayor parte se fue metiendo, quedamos “El Chocolate”, Lupe y yo, se dirigió ante nosotros y nos dijo:
    •     ¿Ustedes no van a bajar?

    •    ¡No!

Llamó a los veladores y les dijo:
    •    Quítenle la gorra, el cinturón, el respirador y sáquenlos, que se vayan mucho a chingar a su madre.

Los tres estábamos sin ropa, como no queríamos salir, nos cargaron los veladores y nos aventaron a la calle, por más que les rogamos que nos dejaran ir a cambiarnos, o que ellos nos dieran la ropa, no quisieron; lo malo es que teníamos que atravesar desde Cubitos hasta Las Cajas, que se encuentran en la calle Venustiano Carranza, tomamos una decisión.
    •    Vamos a ponernos la franela como pañal y nos vamos corriendo con la mano levantada como lo hacen los atletas. 

Así lo hicimos, la gente nos miraba y nos criticaba, llegamos con el señor Islas, que era el gerente de la Compañía Real del Monte, nos regañó, por lo que hicimos y al mismo tiempo nos premió por tener la valentía de hacer un paro. Nos mandaban a la hacienda de Loreto, pero le dijimos que mejor nos dejara en la mina de San Juan Pachuca, aceptó, y regresamos con los mismos nacos de siempre, pero conocidos.
Como corrimos de colonia a colonia, con un cielo lluvioso,  más de 5 kilómetros,  solamente con un taparrabo, al entrar de nuevo a la mina, me enfermé, me dio pulmonía; me llevaron de la mina a la Clínica Minera.