“ EL CHANGO”
Llevaba 8 años de trabajo en la mina de Paraíso cuando nos mandaron llamar en la superintendencia de la compañía.
El ingeniero “Madrazo” nos dijo:
• Desde mañana ya no checan en esta mina, se me van a trabajar a la mina de Santa Ana, seguirán bajando por la mina de San Juan Pachuca.
Le preguntamos quienes no íbamos y con quién.
• Allá preguntan. Todo el contrato se va, ya no pierdan el tiempo y lárguense de aquí.
Nos azotó la ventanilla en la cara y la cerró.
Llegamos al despacho del nivel 370 de profundidad, ahí hace mucho calor, teníamos que quitarnos la ropa, solo dejar un calzón o ponerse una franela para que nos cubriera la cola. “El Chocolate” me dijo:
• A que no sabes “Gato” con quién nos van a mandar.
• Yo creo que a lo mejor con algún contratista nuevo, el ingeniero dijo que íbamos abrir frentes nuevas.
• Ja, ja, ja, no mames, vamos estar con el pinche “Bandolón”, ya ves que ese buey parece que es dueño de la mina, porque nada más quiere que estés trabajando.
• Pues ni modo, nos tocó bailar con la más fea. No le hacemos caso.
Llegamos al laborío donde teníamos que levantar más de 10 toneladas a pala y luego barrenar porque era una frente sobre veta, para acabarla de amolar, no había agua, y nos mandaron a que nos ayudara a un compañero que acababan de contratar en la mina, de nombre José Dolores Hernández, a quien le decían “El Chango”, de unos 30 años, chaparro, gordo, de ojos grandes y negros como capulín, pelo largo, que se le salían por los lados de la gorra de seguridad. Era de piel negra y de perfil, por Dios, que se parecía igualito a un chango.
Pero era re pendejo, lo teníamos que andar arreando para que trabajara, era muy creído de todo lo que se le decía, y muy platicador.
Una vez nos contó al “Chocolate” y a mí:
• Yo vivo en el callejón del Minero, hasta arriba del mercado Primero de Mayo, junto al barrio del “Lucero”, una vez que salí del turno de noche llegué a mi casa y cuando estaba abriendo mi puerta, un pinche gato saltó de un lado a otro del callejón, pero no le atinó el cabrón, y que me cae encima. ¡Ay guey! Me dio mucho miedo, que hasta las patas se me doblaron, pero al ver que era un gato me controlé.
Al otro día fui a ver a mi jefecita, que vive en la calle de Ocampo, le conté con detalle lo que me había pasado, y me dijo que eso era de mal agüero, que tuviera mucho cuidado porque me iban a suceder cosas muy malas, como desgracias personales.
Y así fue, al otro día iba yo subiendo por la calle de la Fuente Seca, y venía para abajo un pendejo en su bicicleta sin frenos y teniendo tanto lugar para darse en la madre, fue a chocar conmigo, y me fracturó un brazo y una pata; estuve en el dispensario médico varios días, y cuando me alivié, al llegar a mi casa, que sale el pinche perro del velador, que le dicen “El Sargento” y que se me va encima, me dio una mordida en una nalga, que se llevó el pedazo, y para acabarla de chingar me dijeron en el centro de salud que ese perro tenía rabia, me pusieron 15 inyecciones y que me tenía que dormir solo para que no fuera a morder a mi vieja. Miren cómo me quedó la pierna, el brazo y me falta un pedazo a una nalga. Mi jefa me dijo que ya no le hiciera al pendejo, que me iba a llevar con una espiritista para que me hagan una limpia. Que me lleva con una señora le dicen “La Pichona” que me están haciendo brujería, que era seguro de que mi vieja me engañaba.
• No mames, pinche “Chango”. ¿Quién quieres que se fije en tu vieja si parece pinacate la cabrona, ni modo que nos digas que esos hijos que tienes no son tuyos, si parecen changos los cabrones.
Estaban en lo más interesante de la plática cuando llegó “El Bandolón” y, muy enojado, que nos dice:
• ¿Ahora qué, cabrones, están en junta o qué? ¿A qué horas se ponen a trabajar? Tú, “Chango, ya no les estés quitando el tiempo.
• No señor, sólo les estaba diciendo que me iban hacer una limpia.
• Eso está muy bien, que te hagan una limpia para que se te quite lo pendejo, y llévate a estos dos hijos de la chingada para que los limpien y se les quite lo huevón.
• No le hagas caso, “Chango”, mañana nos cuentas.
La otro día, llegando le preguntamos:
• A ver, Chango, cuéntanos lo de la espiritista.
• Para hacerme la limpia me pidió un ramo de pirul, una piedra de alumbre, luego me limpió con el ramo y lo sacudió en el anafre, prendido en la lumbre hasta que tronara. Y me dijo la señora que esa era la sal que me habían echado para el mal que me estaban haciendo, luego me limpió con el huevo y lo echó en un vaso con agua, y poco a poco se fue formando una muerte, luego me limpió con la piedra de alumbre y al echarla al fuego, se formó una calavera que no tenía ojos, luego me echó loción 7 machos. ¿A poco no me huelen?
• Hay, pinche Chango cabrón, hueles a mujer mala.
• La señora volvió a decir que mi vieja me engaña.
• No Changuito, no te profundices en esas cosas.
• Fíjense que hoy en la mañana que me hago el dormido y vi que mi vieja agarró su rebozo y que se sale, que me visto rápido y que la sigo de lejitos y que se mete al mercado Primero de Mayo, por la puerta de arriba, yo nada más la iba mirando desde lejos. En una de esas que me apendejo y que se me pierde, di varias vueltas y no la encontré, asi paso el tiempo y muy enojado que me subo a mi casa, ella estaba haciendo el desayuno, que le llego por la retaguardia agarrándola de las greñas, y como agente judicial, que la interrogo dándole de cachetadas.
• ¿Dónde fuiste cabrona?
• ¡Al mercado! ¿Dónde quieres que fuera?
• Tú me andas haciendo pendejo.
Y que le pongo de madrazos.
Le dijo “El Chocolate”:
• No seas cabrón, ¿porque le pegas? ¡Aguas hay viene el Bandolón! Luego hablamos.
A la salida, afuera de la mina los estaba esperando “El Cuervo”, y nos llamó:
• “Chocolate” y tú, Gato Seco, mañana domingo, los invito a mi casa, me van a llevar a bautizar a uno de mis chavos.
• ¿Y que nos vas a dar?
• Mole de guajolote, arrocito, frijolitos, también un curado de tuna, y pomos de varias marcas.
• Hay lo que diga “El Gato Seco”.
• Allá te caemos como aboneros en quincena.
Al día siguiente, como sabemos que a la gorra no hay quien le corra, llegamos como aboneros en quincena . La pachanga estaba de pelos, me puse una borrachera que parece que andaba agarrando pollos. “El Chocolate” no se presentó a trabajar, y al que se lo llevaba la grosería era al encargado, que cada rato echaba madres en su contra:
• Ese desgraciado del “Cuervo” sonsacador, de seguro lo ha de haber puesto hasta la madre de borracho al “Chocolate”, pero lo voy a reportar por abandono de trabajo para que lo castiguen. A ver tú, “Gato Seco”, vete a barrenar y llévate al “Chango”.
• Sí me lo voy a llevar, pero cállate el hocico.
• Llegamos a donde estaba la frente, y le dije al “Chango”:
• Arma la máquina, ahorita vengo, porque me agarró una diarrea que toda la noche no he parado, no muevas la máquina, nada más la armas.
Estaba por llegar y me regresaba a la cuba, a hacer del baño otra vez. De momento escuche una explosión y subí donde estaba “El Chango”, quiso barrenar y le explotó un fuque.
Que me bajo rápido y llamo al “Bandolón”:
• Córrele “Bandolón”, que ya se lastimo “El Chango”.
• ¿Qué le pasó?
• Fui al baño, quiso barrenar y le explotó un fuque, dice que no ve y tiene la cara toda llena de sangre.
• Pinches borrachos.
“Sacaron a “El Chango” a la superficie, llevándolo al hospital de la Compañía Real del Monte y Pachuca. Dijo el médico que había quedado ciego. “El Chango” no dejaba de gritar.
• Se los dije, fue mi vieja, es la culpable, ella me hizo brujería.
Así pasó el tiempo, hasta que, de tristeza, se murió, creyendo que su vieja lo había embrujado.