Home Un Infierno Bonito Un Infierno Bonito

Un Infierno Bonito

0

“EL LOCO”

Antonio, “el Loco”, había tenido un mal día en su trabajo como le llega a suceder a muchos de nosotros.

Esa vez llegó a su casa, colgó su morral en un clavo, y se cayó; lo levantó y lo lanzó, quebrándose todo lo que tenía adentro… se sentó y le dijo a su vieja:
-¡Dame de comer!
-Te esperas por favor un poquito, todavía no acabo de guisar.
La señora sabía que tenía el diablo adentro y se apuró a hacer la comida, mirándolo de rabito de ojo. El Loco le volvió a decir:
-¿¡Ya!?
-¡Que te esperes! ¿Qué vienes muerto de hambre?
-¡Calla a ese pinche escuincle o le doy un zapatazo! Chamaco chillón.
-¡Así le hubieras gritado cuando lo estabas haciendo! Es mejor que te controles.

El Loco no le hizo caso, miraba para un solo lado, y se frotaba las manos como si se las estuviera lavando, estaba muy nervioso. La señora le aventó el plato.
-¡Ahí está la sopa!
El Loco tomó la cuchara, la llenó, se la echó a la boca, y se paró echando madres.
-¡Está hirviendo, ya me quemé el hocico! ¿Por qué no me lo dices?
-¡Porque estás viendo que la saque de la lumbre!
El pobre Loco hacía como gato, sacaba la lengua, se lamía los labios y sus ojitos le chillaban. De un manotazo tiró el plato al suelo y gritó:
-¡Ya no quiero nada!

A la señora se le pararon los pelos del espinazo y se le acercó furiosa.
-¿Qué es lo que traes metido? Ya te pasaste de verdolaga, güey… si te hicieron enojar en otro lado ve a desquitarte allá, aquí solo vienes a gritar, ya espantaste al niño. O mejor largate a ver a tu madre, ya me sacaste de onda.
El Loco le dio un aventón a su vieja, que retachó contra la pared. La señora fue a la cocina y agarró una cuchara molera, y se la zorrajó en la mera cholla, que sonó hueco. Se sobo y se dio la vuelta para quitársela, la señora no la soltaba y forcejearon hasta que El Loco le dio la vuelta y le puso la llave china. La señora sacaba la lengua, y como está chaparrita movía las patas, levantándolas haciendo un esfuerzo para que la soltara. El Loco al soltarla, cayó de madrazo al suelo, y le pusó una patada en las nalgas.
-¡Esto es para que aprendas a ponerte con un hombre!
La señora llorando salió de su casa, llevándose a su chillón en brazos, y le mentó la madre.

El Loco salió al baño a tirar el coraje, y cuando regresó encontró una carta en el buró. La leyó, y se quedó muy triste. Bajó al barrio y se metió a la cantina, escuchando en la sinfonola la canción de José Alfredo Jiménez, “Ella”, que en esos momentos le llegaba hasta el fondo de su pobre alma. Esa canción ya la había escuchado varias veces, y la volvía a repetir hasta que le cayó gordo al Fortino, que era muy peleonero. El Loco se le quedó mirando muy feo y le dijo:
-¡Vuélvela a poner güey!
-Yo no estoy decepcionado, vengo a la cantina a gozar chupando, a convivir con mis camaradas, y no a chillar.

El Loco se levantó como queriendo pelear, y le dijo el cantinero:
-¡Calmado, Loco! Si se quieren dar en la madre, váyanse allá afuera. Ni parecen hermanos.
-¡Mejor perro!
Fortino se acercó al Loco y le dio unas palmadas y le dijo:
-Te la voy a poner, no vaya a ser que me desconozcas y me des una mordida.
Fortino caminó a la sinfonola y le pusó la canción al Loco, esa que le llegaba hasta la madre. Le dijo:
-¡Siéntate, carnal, perdóname!
-¿Pues, qué te pasa Loquillo?, te veo triste y de mal humor.
-Ni yo mismo lo sé, ¡sírvele, pinche cantinero!

Le dijo Fortino.
-¿Dime qué es lo que te pasa? Yo te puedo echar la mano, en lo que quieras, para esos somos cuates
-Solamente te pido que cuides a tu mujer y a tu chavito. Porque yo ya valí madre, me siento huerfano.
-¿Se murió tu jefecita?
-¡No! Mi vieja se fue de la casa, me abandonó.
-¿Pus, que le hiciste?
-Cuando llegué de trabajar con cosita de nada discutimos, y salimos a madrazos. Ella salió corriendo, pensé que me iba a traer un bistec para darme de comer, me salí al baño y cuando regresé encontré este papel…
-Aquí te mienta toda tu madre, y te dice que si eres hombre que vayas por ella a la casa de tu suegra. ¿Vas a ir?
-¡Ni maiz! Allá me echan bola, mi suegra parece mula, y se me va a patadas.
-No te preocupes, cuando la mujer se enoja es el mismo diablo en persona, pero hay que encontentarla con un ramo de flores y una serenata, ahí es donde se doblan.
-¿Tú lo crees carnal?
-¡A huevo! Yo a la mía cuando le pongo sus madrazos, le canto una canción y me perdona.
-¡Qué te parece si más noche me acompañas y le canto una rola!
-¡Ya dijo, canijo! ¿Cuál es su canción que le gusta a tu vieja?
-“Amorcito Corazón”
-Iguanas ranas que a la mía, cuando le canto ese pedacito que dice: “Yo tengo tentación de un beso”; ella para su trompa para chiflar.

Los dos pinches borrachos comenzaron a cantar “Amorcito corazón” y los echaron para afuera.
-¡Sáquense a cantar a casa su madre!
-Ustedes que saben de musica, pendejos burros.
-¡Déjalos, Loco y vamos a cantarle a tu vieja.
Eran como las 9 de la noche, cuando el Loco y Fortino llegaron a una de las ventanas donde vivía su suegra, y sin más ni menos se aventaron la famosa canción, haciendo ladrar a los perros; hasta les aventaron agua.
-¡Ay, güey! Ya nos bañaron. Y no es agua porque está tibia, huelele.
-Seguro fue mi suegra, pero de aquí no me muevo hasta que salga la ingrata que me abandonó. ¡María, María, Mariquita es mía.
La señora del Loco se puso muy contenta.
-¡Es toño, mamá! Me quiere, pero no lo dejaste que me cantara.
-Ay, hija… me duele verte así, que seas muy pendeja, pero si así eres feliz, córrele con él.
El Loco y su vieja María, viven muy felices, aunque de vez en cuando se vuelve a repetir la escena. Pero así es la vida.