“EL CACHITO”
Anastasio Cervantes Pérez había sido despachado con la cuchara chica. Era una chingaderita de hombre: medía un metro con 50 centímetros. Entró a la mina recomendado por uno del sindicato, porque para minero estaba muy enano.
Los compañeros del contrato no lo querían por su estatura, Como ayudante de perforista no alcanzaba a acomodar la barrena. Como cochero no servía para empujar las conchas, Nada más se iba haciendo pendejo, agarrado para que no se fuera a ir a un hoyo. Lo ocupaban para ir a traer agua, la pólvora. Estaba tan chaparro que lo sentaban en el suelo y le colgaban las patas.
Cuando iba dentro de la jaula casi no se veía. Lo apachurraban y protestaba:
• ¡Pinches cochinos!
Le hacían muchas maldades, pero se aguantaba por la necesidad del trabajo, aunque se quería ir a trabajar en un circo, pero luego pensaba el peligro que corría, no lo fuera a pisar un elefante. Una vez en el comedor, se sentó a un lado del Chivo, que estaba frente del Gorila. Buscaron la forma de que se comiera los tacos muy picosos, y cuando iba a destapar su refresco, hicieron la pantomima.
• ¡Qué me ves, pinche Chivo!
• ¡La vista es natural!
• ¡Cállate el hocico!
Le dio una cachetada. El Chivo se paró y le tiraron su refresco al Cachito, que los miraba muy espantado, cómo se agarraban a madrazos. Tumbaron la mesa a manera que le machucara las patas. El Chivo se paró junto al Cachito. Al aventarle un golpe, el Gorila se agachó y se lo pegó en la mera cara, al Cacho, que rodó por varios metros. Se levantó. Sacaba la lengua por lo picoso de los tacos, y les dijo el encargado:
– ¡Ya estuvo suave, vámonos!
En el túnel no dejaban de reír, y miraban al Cachito, que con la lengua se limpiaba los labios como gato, por lo picoso. Le dijo El chivo:
• ¿Quieres pulque?
• ¡Sí por favor! Siento que mis orejas me revientan de lo picoso, y ustedes me tiraron mi limonada adrede.
• Ten, tómale lo que es a tu tamaño, no te vayas a acabar el garrafón, porque lo que tienes de pinche enano, eres bueno para tomar. Nos han platicado que cuando eras niño y te daba de mamar tu jefa, no te despegabas hasta dejarla plana.
• Ya cállense el hocico.
El Chaparito con las dos manos agarro el garrafón, y se pegó como recién nacido, hasta que se lo quitaron.
• ¡Hay cabrón! Te la vas acabar.
• ¡Nada más le eché unos tragos!
• ¡Ni madre, te aventaste como un litro, abriste toda la válvula, así de fácil te aventaste como un litro de melón y medio! Pero mañana te toca traer un garrafón.
Estaban alegando y les dijo el encargado:
• Ya estuvo bueno de estar de mamones. ¡Limpian la carga que está atrás de la alcancía! Llenan las conchas y las van a vaciar. Hay les mando al Cachito para que les eche una mano.
• No mames, mandanos a otro. Pinche Cachito nada mas se viene colgando,
• Ya les dije lo que van a hacer.
En esos momentos llego el Gorila, que era el celador.
• A ver tú, enano, ¡súbete a la alcancía y jala la puerta a modo de que se llene la concha! No te vayas a caer porque entonces sí la fregamos.
El “Cachito” muy obediente, se subió tres metros de altura, se paró en un tarango, le pusieron la concha con las dos manos, poniéndose colorado por la fuerza. Levantó la puerta de la alcancía, se vino la carga, y se desparramó. Enojados, le dijeron:
• ¡Pinché Cacho! Ya tiraste la carga.
• ¡Fue poquita!
• ¡Ni madres! Ahora la levantas.
Le dieron una pala y lo pusieron a trabajar. El pobre sudaba a chorros. Llenó dos conchas, y limpiándose el sudor, les dijo:
• ¡Ya levanté lo que tiré!
Le dijo el Chivo:
• ¡Te falta lo que está detrás de la alcancía!
• ¡Eso les toca a ustedes! No han hecho nada. Se la han pasado acostados.
• ¡Tienes que levantarla, Cacho! Ya ves que dijo el barretero que quedara bien limpio porque al rato vienen los ingenieros y si la ven tirada, te van a correr.
El Cachito les hizo el trabajo. Apenas podía, mientras que ellos jugaban baraja. Cuando terminó, llegó el encargado y les preguntó:
• ¿Ya acabaron?
• ¡Si! Nos costó un chingo de trabajo.
• ¡Ya váyanse!
Al día siguiente, antes de bajar a la mina, mandaron a “El Cachito” a la carpintería a traer un pedazo de anillado, que es rollizo de árbol. Cuando lo bajaron a la mina, ya no encontró el motor. Se quedó sin comer y tuvo que caminar 3 kilómetros para llegar al laborío, donde trabajaban.
Se subió las escaleras y olía mucho a pólvora. Cubriéndose con su franela, nariz y boca, atravesando el humo, vio tirado al Gorila, echando espuma por el hocico. Junto a él estaba el Chivo, con los ojos pelones.
Lo primero que se le ocurrió al “Cachito” fue abrir el aire. No los ayudó porque no los pudo mover, y regresó corriendo por donde llegó. Caminaba a media vía, moviendo su cabeza para que con su lámpara hiciera señas. Se paró a media vía. El motor no se paró, y por poco se lo lleva de corbata. Se tuvo que aventar a un lado, pegándose en la roca, descalabrándose.
El motorista se detuvo y soltando el aire, le pegó en la cabeza, sumiéndole la gorra.
• ¡Pendejo! Por poco y te mato. ¿Qué es lo que quieres?
• ¡Allá en el laborío están dos compañeros engasados!
• ¿Quiénes son?
• ¡El Chivo y El Gorila! Ayúdenlos.
Los motoristas se subieron y le dijeron al “Cachito”:
• ¡Ve a buscar al sotaminero! Le dices que hay dos engasados, que traigan camillas.
El Cachito parecía el duende de la mina. Pobrecito, con la lengua de fuera, avisó lo que sucedía. Dieron aviso a seguridad. Bajó la cuadrilla de escafandristas. También el motorista y su ayudante estaban tirados. Dijo el jefe de seguridad:
• ¡Voltéalos con las nalgas para arriba!
Llegaron más compañeros y los salvaron, gracias al “Cachito”, que corría de un lado a otro a pedir ayuda. La compañía lo recompensó sacándolo a la superficie, a donde le dio trabajo en la carpintería. El Chivo y El Gorila jamás le hicieron una broma, por el contrario. Le dieron las gracias.
El Cachito se sentía muy grande a pesar de que estaba chaparro. Podríamos decir que fue un héroe por salvarle la vida a dos compañeros.