Un Infierno Bonito

“LOS REYES MAGOS”

“El Chaparro” era bien chupador, en el barrio no había quien le diera el kilo, trabajaba en la mina de San Juan Pachuca y vivía en el barrio del Arbolito con su chancluda vieja, “la Chana”.

Se llevaban bien aunque, muchas veces, se agarraban a madrazos. Era el 5 de enero, el Chaparro hacía cuentas y salía con números rojos, se había gastado dinero en comprar trajes de inditos a sus hijos el 12 de diciembre, organizó una posada, la cena de Año Nuevo, ¡había valido madre!, no tenía dinero para comprar los juguetes a sus guerrosos hijos; le dijo a su vieja:

-¡Ay, vieja! ¿Cómo chingados le vamos hacer para comprarle juguetes a los niños? Se mandan, quieren bicicletas, carros a control remoto, la niña pide una muñeca…
-Yo te lo dije, que guardaras para estos días, sacaste vacaciones y pediste un préstamo, ¿dónde quedó el dinero?
-Nos lo gastamos, me dan ganas de hacérselas de cuento, les voy a decir que se portaron mal y no les trajeron nada.
-¡No mames!, le han echado ganas en la escuela, son muy obedientes. Como cada año no les traen nada, se los quieren ganar.
-¿Pero de dónde saco o consigo dinero?

En esos momentos entraron sus hijos corriendo.
-¡Mira papá, ya hice mi carta a los Reyes Magos, también les hice la suya a mis hermanitos!
El chaparro, miraba las cartas y se rascaba la cabeza.
-Hoy en la noche pasan los Reyes en el centro, ¿nos vas a llevar?
-Si, pero váyanse a jugar.
Los muchachos salieron muy contentos, el Chaparro le volvió a decir a su vieja:
-Ya me pusieron a parir chayotes, ¿ahora que hago?
-No les puedes matar las ilusiones a los niños, desde el Año Nuevo, están pensando en los Reyes Magos.
-¿Tu jefa no podría prestarme una lana?
-Está cabrón tu caso, ya te conoce, en lugar de prestarte te va a mentar la madre. Le deberías de decir a mi compadre Beto. Ya ves que nos dice, que cuando necesitemos algo, contemos con él para lo que sea.
-Eso dice cuando anda borracho, en su juicio, no le presta ni a mi comadrita.
-¿Sabes qué, Julián? El otro día que fui a la casa de tu mamá, vi que tenía guardadas las escrituras de su casa, atrás del cuadro de la Virgen de Guadalupe… se las tomas, las empeñas con el velador de la hacienda de Loreto, cuando tengas dinero le pagas y le dejas las escrituras donde estaban.
-Se dice fácil, pero mi jefa es desconfiada, cada que llego me cuida las manos.
-Déjame a mí, ya te dije a donde están.
-Pero…
-Es una semana nada más, yo te ayudo para sacarlas.

El chaparro se puso muy pensativo, estaba entre la espada y la pared, por un lado los juguetes de sus hijos, y por el otro le daría en la torre a su madre.
-¡Anímate viejo, las sacamos pronto!
Esa mañana llegaron a la casa de doña Petra, la mamá del Chaparro, que estaba muy apurada lavando los trastes.
-¿Qué haces mamacita?
-Aquí en chinga loca, parece que no hago nada, pero tengo que lavar planchar, hacer de comer…
El chaparro, le hizo señas a su vieja, quien abrazó a su suegra y la sacó al patio.
-¡Venga, suegra! Le voy a pedir un consejo. Fíjese que su hijo anda de necio a que le de otro hijo.
-¡Serías muy pendeja si se lo das!, el chiste no es hacerlos, si no mantenerlos, apenas tienen para comer y ya quieren traer otro inocente a este mundo a sufrir.

El Chaparro entró con mucha rapidez al cuarto de su jefa, sacó las escrituras, se las metió por el ombligo y salió como si nada.
-Ya nos vamos jefecita, tenemos que comprar los juguetes a los niños.
-Que Dios te bendiga hijo, y tú acuérdate en lo que te dije.
Se despidieron y se encaminaron al barrio del Arbolito, a la casa del señor Gómez, un prestamista ratero; le dijo:
-Señor Gómez, le traigo las escrituras de la casa que mi jefa tiene en la 11 de julio, se cayó y se abrió la rabadilla, está muy mala y necesita una lana.
-Te voy a prestar 10 mil pesos, recuerda que presto con el 40 por ciento mensual, tienes que pagar el interés cada mes, si te atrasas  será interés por interés, si no pagas en 6 meses se pierden.

Por el momento al Chaparro le valió madre, por la noche se llevaron a sus hijos a ver a los Reyes Magos, los dejaron dormidos y salieron a comprar los juguetes. Los pusieron en su zapato cumpliéndoles a cada uno lo que querían. Al día siguiente, los pinches escuincles los habían decompuesto, pasaron los días, las semanas y los meses, el Chaparro no podía pagar el dinero al prestamista, le llevó un abono de 500 pesos y se los aventó.
-¡Ni madre, yo quiero mi dinero completo!, haciendo la cuenta me debes más de 30 mil pesos, si no me pagas esta semana me quedo con las escrituras, ahí te arreglas con mi abogado.

El Chaparro, le contó a su mujer y le dijo:
-¿Qué vas hacer?
-Jugarme el todo por el todo, cuando se vaya a trabajar el viejo, me meto a su casa, me robo las escrituras y le pago pura madre, y que le haga como quiera.
Esa noche, como buen escalador, se subió por la barda, le aventó unos bolillos a los perros, busco las escrituras, y salió por la puerta grande. Llegó a la casa de su jefa, las colocó donde estaban y todo quedó arreglado. El señor Gómez sospecho del Chaparro, lo demando pero no le hicieron nada por no tener pruebas, y le dijo: “Ladrón que roba a ladrón… chin, chin, el que se raje”.

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