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Un Infierno Bonito

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“EL SANCHO”

El Sancho, es un personaje muy conocido que anda y se mete en todas partes, algunos le dicen el señor González, porque goza mientras tú sales, otros le dicen “Sanchaclaus”.

Pero al hablar de él, debemos hacerlo con respeto, imagínense el pobrecito que está expuesto a sufrir una diabetes por el susto cuando casi lo pescan los maridos, o una pulmonía al salir corriendo encuerado en la madrugada con los zapatos en la mano, o quebrarse una pata al brincar por las ventanas desde varias alturas. Hoy vamos a conocer el sufrimiento de un auténtico Sancho.

José López Hernández, era un hombre como el conejo, misterioso y pendejo, alto fornido, en el barrio de la Palma, le decían “el Diablo”. La mayor parte de los cuates sabían que andaba de Sancho con una vieja del callejón, pero no sabían quien era, también andaba por la calle de Simón Bolívar y la de Nicolás flores, del mismo barrio. La gente comenzó a murmurar sobre el Sancho y se preguntaban.
-¿Quién es el Sancho?
-¡No se, mano!

Una vez se pusieron de acuerdo varios muchachos para seguirlo pero se les perdió en el callejón oscuro, al fin diablo. Se dejó escuchar de boca en boca, sospechando de mujeres casadas de cascos ligeros. Pasó el tiempo y se quedaron con la duda. Jorge “el Chimuelo”, trabajaba como panadero,  entraba a las 10 de la noche y salía a las seis de la mañana. Se emborrachaba el domingo que era el día de descanso y se la curaba el lunes, pero nunca faltaba a su trabajo.
Un día sus cuates se encontraban chupando entre semana a la entrada del callejón de Manuel Doblado, eran como las 12 de la noche y lo invitaron.
-Vamos a echarnos un tequila, para el frío, tú nunca fallas al trabajo ni a tu casa ¿Cuál es el pez?
-Es que la verdad mi jefe era un borracho de primera, y cada madriza que le ponía a mi jefa la mandaba al hospital, como íbamos creciendo mis carnales y yo, hicimos una promesa a la virgencita de San Juan de los Lagos, de que nunca íbamos a tomar.
-¡Órale mi Chimuelo! Llégale con un pegue. Eso que me cuentas ya tiene sus años, ya a la virgencita se le ha de haber olvidado.
-¡Te lo agradezco mucho carnalito! Pero vengo bien malo del estomago, por eso me salí del trabajo.
-¡Bueno, tú sabes de lo que te pierdes!

Llegó a su casa,  jalo el hilo para entrar pero estaba atrancado y tocó.
-¿Quién?
-¡Yo!
Su vieja Juana, “la China”, estaba durmiendo con el Sancho, muy apurada le dijo que se metiera debajo de la cama. La señora fue abrir.
-¿Por qué chingados te atrancas?
-Llegas en la mañana y me vayan a dar un susto. ¿Por qué vienes a estas horas?
-¡Me invitaron los cuates unos tacos de carnitas y me agarró una diarrea, que cago pura agua! Ya no aguanté, me dan ganas de pasarme un hueso de aguacate para que me sirva de tapón.
El Chimuelo se acostó en la cama, la señora un poco nerviosa le dijo.
-¡Vamos a ver a mi comadrita para que nos regale una yerbita de tapacola! Te hago un té y con eso te compones.
-¡Ve tú! Está haciendo un chingo de frío y tengo calentura. Tiéntame.
-¡Vamos esta muy oscuro!
-¡Ni madre! Me voy a acostar.

Se desvistió y se metió debajo de las cobijas, de pronto le dijo a su vieja.
-¡Ay, en la madre! Me gana, tráeme la bacinica, rápido.
-¡Párate al baño! Te acompaño.
-¡No me da tiempo tráela, pronto!
La señora le llevó la bacinica a su viejo, cuando acabó la metió debajo de la cama, en la mera cara del Diablo. José por poco se vomita, además como estaba encuerado, el frío le entraba por las rendijas de la puerta, y temblaba. Dijo la China.
-¡Voy a sacar la bacinica que huele re feo! Ya apestaste todo el cuarto.
-¡Espérate porque ya me anda otra vez!
-Te voy hacer un té, te doy una aspirina, con eso se te corta la calentura para que te pares al baño, apesta re feo.
La señora se preocupaba por la suerte del Diablo, pero ya no le insistió al Chimuelo, sabía que no lo iba a sacar de su casa.
-¡Vente a dormir vieja!
La señora de mala gana se fue a acostar, estaba con el ojo pelón, esperando el primer ronquido para sacar al Sancho de su casa. Pasaron los minutos y el Chimuelo parecía que tenía chincual, se movía para un lado y otro. De momento echó un ronquido y la señora se levantó despacio, la espantó el Chimuelo.
-¡Ay! Ya me anda, prende la luz y dame la bacinica otra vez, que me gana en los calzones.
 La señora se la dio y se apachurraba la nariz.
-¡Cuando comas zopilote, quítale las plumas! Mejor me voy a salir, apesta re feo. Apúrate para que la vaya a tirar. Voy a apagar la luz.
-¡No la apagues! Me chillan mucho las tripas, es una señal de que voy a hacer de nuevo. Mejor la dejo debajo de la cama. Debes de aguantarte, vieja… estoy malo de la panza.

Pasaron las horas y amaneció, la señora no pegó los ojos en toda la noche, y bostezaba a cada rato. Mejor se levantó y le dijo al Chimuelo:
-¡Voy a poner café! Te deberías de ir al Seguro, toda la noche estuviste haciendo del baño, tienes una infección.
-¡Mejor ve al mercado y compras un pollo, y me haces un caldito!
La señora se sentó en la cocina, discretamente miraba a ver si el Diablo estaba vivo. Pasaron las horas y el Chimuelo, no se durmió; se paró a comer, la señora tendió la cama dejando caer la colcha a los lados. Como a las nueve de la noche dijo el Chimuelo:
-¡Ya me voy a trabajar, nos vemos mañana!
Cuando cerró la puerta, la señora jaló de las patas al Diablo para que saliera corriendo, pero el pobre estaba más tieso que un muerto, y desde esa fecha se le quitó la maña de andar de Sancho.