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Un Infierno Bonito

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CONCHA “CHARRA”

Para muchos que la conocíamos era un auténtico desmadre, se metía a las cantinas, bailaba, cantaba, les mentaba la madre a los que no le pareciera.

Ya en su juicio era muy tranquila, chambeadora, tenía un puesto de sopes, chalupas, huaraches y tacos de tierritas, en el mercado Juárez. Donde estaba una cuchilla, vendían pulque del bueno y se juntaban todos los cargadores, que descargaban los camiones de verdura, todos eran sus amigos. Y muy contenta platicaba.
    •    Todos los niños que llegan al mundo traen su torta bajo el brazo, los míos trajeron un sope, pues venderlos ha sido mi carrera. Recuerdo las palabras de mi santa madre, que Dios la tenga en su Santa Gloria: “Nunca te fijes en un minero, o algún cargador, son muy engañosos, mujeriegos, hijos de todos modos”, yo no me fije en ellos y de todos modos me amolaron, tengo cuatro hijos con padres diferentes, ahora con el minero que vivo es un huevón, un borracho, mentiroso, de todo tiene.  Cuando quiere pelear nos rajamos la madre, una vez me mandó al hospital de una madriza que me dio, y otra yo lo mande a la clínica minera, de un martillazo que le puse en la choya. Trabaja en la mina del Álamo va cuando se le antoja, pero conmigo se tiene que poner parejo con una lana, o lo madreo. 

Solía contar una historia de cuando las marido casi se petatea.
-Una vez se accidentó en la mina, le cayó una piedra a media madriza, ya merito se lo llevaban los diablos, me la pase dándole de comer en el hocico, su raza no me quiere por peda, pero eso me viene valiendo madre.
Mientras doña concha platicaba con sus clientes en su puesto de chalupas, Simón se las veía negras abajo en la mina.
    •    ¡Voy a descansar un ratito, me cae que estoy cansado!

    •    A descansar al panteón. Aquí le tienes que chingar hasta que te seques.

Como era un minero muy faltista los compañeros no lo querían y lo ponían a trabajar, sin darle descanso. El turno se le hacía eterno al pobre del Simón, porque al salirse se metía a la cantina, era muy tranza para conseguir dinero, bueno para chupar, y no faltaba quien se compadeciera de él. Llegaba a su casa agarrándose de la pared, muchas de las veces orinado, y doña concha lo esperaba con una regañada.
    •    ¿Qué es de tu vida pinche mono?

    •    Ando con los cuates.

    •    Pues allá ve a tragar porque aquí no hay ni maíz.

    •    ¡Dame un taquito!

    •    Ni de pelos, todo me lo comí, sales a las cuatro de la tarde, son las ocho no mames, ¿Qué pasa contigo?

    •    Dame un taco de frijolitos, o algún sope de los que hayan sobrado, tengo mucha hambre.

    •    Tuviste muy mala suerte, todo lo vendí, y ahora te vas a dormir con el perro, en el suelo para que se te quite lo borracho.

    •    ¡Entonces mañana no voy a trabajar!

    •    ¡No vayas! toda la semana vas a comer pura reata.

    •    ¡Me voy con mi jefa!

    •    ¡Eso me parece muy bien allá la pinche vieja que te aguante.

Lo sacó a empujones y cerró la puerta.
    •    ¡Ábreme vieja no seas así, hace mucho frío y va a llover!

    •    ¡Aquí no es mesón sigue adelante, no te puedo abrir no vaya hacer un maleante!

Doña concha no le abría y lo dejaba afuera, al otro día temprano cuando se levantaba lo encontraba enroscado como perro en la puerta.
Una vez simón se le perdió, por mucho tiempo se fue de la casa. La señora seguía con su trabajo, como le vendía sopes a todo mundo ya le habían puesto la 45, porque andaba con cuatro cargadores, pero ella decía que un clavo, saca a otro clavo. Le habían dicho que su viejo Simón tomaba a lo desesperado, muchas veces lo encontraban durmiendo en la calle, en pleno día, nunca lo busco.
Pero un día simón llegó a su casa todo bañado, muy limpio, al verlo doña concha se asombró.
-¡Ay, caray! ¿Dónde hubo palo encebado?
    •    ¡Vengo a que me perdones vieja, por Dios!

    •    Que te perdone un carnicero, no te creo nada, eres igualito a tu madre de chismoso.

    •    ¡Ya estoy en un grupo de Alcohólicos Anónimos!

    •    ¡Salte de ahí, los vas a echar a perder a todos, y sigue tu camino como vas!

    •    ¿Por qué no me crees?

    •    ¡Porque perro que traga mierda, aunque le rompan el hocico! Yo estaba muy preocupada, dije, ese güey se va acabar todo el pulque, y cuando quiera tomarme uno no va haber.

    •    Para que me creas, mañana mismo entró a trabajar en la mina de San Juan, los del sindicato se portaron a todo dar.

    •    Milagro, porque esos güeyes se parecen a las prostitutas, solo se mueven cuando tienen el cliente encima, además todo tus tiliches ya los tire, desde zapatos hasta calzones.

    •    Te bajo.

    •    Eso es lo que quisieras, pero te la vas a persignar.

    •    Quiero decirte que desde hoy no vayas a vender tus chalupas, yo te voy a mantener. Me cae de madre.

    •    Ya dijiste, pero a la primera falla te rompo cuanta madre tengas.

Simón trabajo como burro, y al pasar el tiempo se vio el progreso, arreglaron su casa vestían más o menos, y la señora andaba de tacón alto. Junto una lana y le dijo:
-¡Vamos a San Juan de los Lagos!, a darle gracias a la virgencita que me sacó de este maldito vicio, y además nos vamos a dar una vuelta.
Llegaron a San Juan de los lagos y anduvieron paseando, estuvieron en varias misas, fueron a donde la virgen se había aparecido. Al regreso tomaron el camión directo a Pachuca, eran una pareja muy feliz, lo de atrás quedó olvidado. Simón se durmió desde que salieron y cuando llegaron a León Guanajuato, la señora lo despertó.
    •    Viejo, Viejo, ¿No quieres hacer de la chis?

Lo movió varias veces, y cuando se dio cuenta ya estaba tieso. Lo acomodó muy bien, lloró en silencio pero no dijo nada, pasaron las horas que se le hicieron eternas, y cuando llegó a Pachuca comenzó a gritar como loca.
    •    ¡Mi viejo está muerto! ¡ya se murió!

Llegaron las autoridades del Ministerio Público y se lo llevaron. Pasaron los días y a sus amigas les platicó sus experiencias.
    •    Me cae de madre que sentí re feo cuando lo vi  muerto, pero si les hubiera dicho, me hubieran bajado, y como le hubiera hecho para traerlo, me cae que llore en silencio y le tape la cara con mi suéter. Porque estaba todo amarillo, cuando entramos a Pachuca, comencé a gritar como loca, “por favor ayúdenme a mi señor le dio el telele y se murió”. Paró el camión y llegaron los gendarmes, la ambulancia y se lo llevaron, me dijeron que los acompañara para dar la declaración, les dije que allá en la morgue los alcanzaba, que iba a avisarle a su familia y jamás regresé, mis hijos me preguntan por él, pero les dijo que se fue para el otro lado y se brincó el muro.