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Un Infierno Bonito

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“EL CURA HUESOS”

Trinidad Vallarta, era un señor grandote de piel blanca, muy fornido y chato de tantos madrazos que había recibió. Vivía en el callejón de Manuel Doblado, en la vecindad del señor Molina.

No era mal encarado, si no que de joven fue boxeador, y tenía la cara plana con orejas de coliflor. Su oficio era carpintero,  pero tenía el don de curar huesos, torceduras, luxaciones, zafaduras. Conocía perfectamente los 207 huesos que tenemos en el sistema óseo.

Para cobrar su trabajo en curaciones, era honrado con sus clientes, les hacía un estudio socioeconómico, y no pasaba de los 50 pesos. Su señora, era  chaparrita, se llamaba Inés, una mujer  trabajadora como hay pocas, obediente y tímida, al primer grito del señor, la hacía moverse como hormiga sin control.

Don Trini como le decían, tenía cara de enojado, no tomaba, no se juntaba con  amigos  y caminaba derechito como soldado.

En su casa, aparte de la cocina, tenía un cuarto donde trabajaba la carpintería,  el otro cuarto era su dormitorio, que lo había adaptado como sala de curaciones, tenía un sillón, unos anaqueles donde guardaba alcohol, pomadas, friegas, ungüentos, vendas y lo necesario para curar, sólo le faltaba el título de traumatología, pues era más chingón que uno de los médicos del Seguro Social, como carpintero si la hacía, pero le dejaba más lana meter un hueso safado.
Una vez don Nachito, el abuelito de Simón, le falló un escalón y se fue de hocico, descalabrandose y torciendose una pata, sin perder el tiempo lo llevaron con don trini, que no lo recibió de buena manera, Simón le dijo:
    •    Señor, por favor, cure a mi abuelito.

    •    Voy hacer lo posible y ojalá me salga un milagro.

    •    ¿Por qué lo dice?

    •    Es que está bien ruquito y todos sus huesos están bofos.

Comenzó a sobarle la pata al viejito, que nada más hacía gestos, pujaba y sacaba la lengua, le untó pomada y lo vendó. El viejito se recargó en su nieto y brincando como chapulín daba un pasito con mucho cuidado.
    •    ¿Cree que va a quedar bien?

    •    Claro que si, le molesta ahora por la polilla que tiene adentro.

Una vez tuvo un problema muy difícil, “El cuervo” que trabajaba como repartidor de refrescos lo tumbó un burro, lo pisó y le quebró una pierna, Angelita, la mamá del “Mayate”, que era muy humanitaria, les aconsejó que lo llevaran con don trini, y entre sus amigos lo cargaron.
    •    Acuéstelo en la cama.

Cuando don trini le tocó la pierna “El cuervo”  dio  un grito y se desmayó, y el cura huesos no encontraba la forma de volverlo en sí, solo daba vueltas como jicote, le preguntaon:
    •    ¿Ya se murió?

Don Trini le echó una cubeta de agua, “El cuervo” abrió los ojos mirando para todos lados, y les dijo que se lo llevaran al hospital, que no lo podía curar, ese día fue un fracaso para el curandero, y algunos pensaron que era balín, que valía madre como cura huesos.
Pero otros le tenían fe, como “La chucha”, la ponedora del barrio que lo fue a ver para que le curara la cintura, que según ella la tenía abierta. Al entrar, doña Inés a la sala de curación vio que don Trini no le sobaba la cintura, si no más abajito, y se armó una fuerte discusión doña Inés le dijo:
    •    ¡Lárguese de mi casa, vieja descarada!.

Don trini le puso el dedo en los labios a su mujer.
    •    Shht, ¡Cállate¡

    •    ¿Por qué me callas?

Don trini, la agarró de las manos levantandoselas, le dio una vuelta como si fueran a bailar, le puso una patada en las nalgas, la echó para afuera y cerró la puerta hasta que terminó su trabajo, su señora se le puso al brinco.
    •    ¡viejo cochino, mañoso, abusas de la situación!.

    •    tú ¿qué sabes de curaciones? ¡vieja babosa!

    •    ¿A eso le llamas curar?

Don trini como estaba grandote la levantó de los cabellos, parándola de puntitas y le puso sus cachetadas guajoloteras.
    •    ¡A mi no me rebuznes!

La señora quedó tirada sangrando de la nariz, y desde esa fecha en adelante, la señora  acató las órdenes y normas que le pusó don Trini. Cuando curara algún cliente fuera dama o caballero, ella tenía que salirse de la casa, y  no entrar hasta que terminara. Sin embargo doña Inés se encargó de difundir que su viejo era un mano larga con las señoras, que entraban a curación, que les metía la mano a donde no debía, y la noticia corrió de boca en boca,  desconfiando del famoso curandero. Cuando alguien tenía a su mujer con problema de los huesos, la acompañaban y no lo dejaban un momento solo, pues su misma vieja, les decía que era un lujurioso.
Una vez don Luis llevó a su señora Francisca, a que le curaran un tobillo, a la señora le pasó lo que al zancudo, una pata se le enredó y la otra se le hizo nudo, y le dijo:
    •    Señor Trinidad, fíjese que mi vieja, pisó una caca de perro, se resbaló y se le safo el tobillo, ¡Mire! tiene pata de bolillo, échele una curadita.

    •    Está bien, en un momento la dejamos como nueva,  pásele señora.

Don Luis, iba a entrar  y don Trini lo paró en seco:
    •    Usted se queda aquí.

    •    Es que yo quiero ver como la cura, seguido se le hacen sus patas de hilacho, y para la otra yo la curo.

Don Trini lo echó para afuera y cerró la puerta, Luis había escuchado lo que se decía del curandero, y se quedó muy cerquita de la puerta poniendo la oreja a ver qué decían:
    •    Se lo voy a meter, le va a doler un poco

    •    ¡Ayy! despacio no sea bruto.

    •    No se mueva tanto porque se va a volver a chispar.

    •    Ya por favor ¡no!

    •    Aguantese otro poquito ya mero acabo.

    •    ¡Ay! más despacio.

    •    ahora dese la vuelta.

    •    ¡Ya no!

    •    No sea chillona, aguántese.

    •    Es usted muy tosco, quite su mano que me lastima.


Don Luis no se aguantó y abrió la puerta de un caballazo, y encontró a don Trini, sobando el tobillo a doña Pancha, que los espantó:
    •    ¿Qué le pasa? ¿por qué entra en esa forma?

    •    Discúlpeme, pensé otra cosa.

    •    La señora, necesita reposo le voy a vendar el pie y tenga cuidado.

Todo apenado don Luis le dijo
    •    Muchas gracias ¿cuánto le debo?

    •    Nada, pueden irse.