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Un Infierno Bonito

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“EL CHIPIPO”

Roque “el Chipipo”, era borracho de corazón. Se rumoraba de que su madre lo parió en una cantina porque no dejaba de tomar, se le había hecho el hocico como de chango por chupar duro.

Su vieja lo llevaba a jurar y no cumplía, se escondía de los Alcohólicos Anónimos para que no lo anduvieran chingando. Un día lo invitó su compadre “el Gaucho” a que se fuera a pasar el Año Nuevo en su casa, y le dijo que llevara a toda su familia.

Ese día, el Chipipo agarró la jarra desde temprano, llegó a la casa de su compadre hasta la madre de borracho. Su vieja lo cuidaba para que no fuera a cometer desmadres en el hogar del Gaucho, porque la comadre era muy delicada. Roque quería bailar con estilo, pero se iba de lado y su señora lo enderezaba y le daba de pellizcos en las nalgas para que se sentara.

-¡Ya Roque! No seas payaso, mejor vámonos para la casa.
El Chipipo no le hacía caso y se meneaba con ritmo, aventándose las cubas de jalón. Faltaba un cuarto para las doce y ya mero era momento de darse el abrazo; de pronto escucharon un grito, la señora Alicia, la mujer del Gaucho, cayó sobre la mesa tirando botellas, vasos, las cazuelas de la comida… El hombre, abriéndose paso entre la gente, vio a su señora con el hocico roto, le colgaban dos dientes a la pobre; así que le preguntó:

-¿Te caiste, vieja?
La señora no dejaba de llorar mientras se limpiaba la sangre con su babero y le dijo: “iba a la cocina a traer lo que faltaba para la cena, cuando de momento me soltó un madrazo mi compadre”.
El Gaucho súper encabronado y echando madres, llegó a donde estaba su compadre, que tomaba una cuba sin saborearla, lo agarró de la camisa y le gritó.
-¿Con que descontaste a mi vieja? Te voy a dar en la madre para que te acuerdes. Mañana nos vemos las caras, desde este mismo minuto te borro de la lista de mis compadres, rompo la boleta de bautismo y vuelvo a bautizar a mi hijo.

El Gaucho cerró el puño y le pegó con tanta fuerza en la quijada, que Chipipo cayó al suelo dándose un calaverazo en el piso, ni se movió. Entre los invitados lo cargaron, lo aventaron afuera de la casa y lo dejaron tirado. “Te preparas para mañana, cabrón; te voy a buscar para partirte la madre”.

La mujer del Chipipo, doña Genoveva, lloraba de rabia de pena porque los corrieron sin cenar y apuntándolos en la lista negra. Enojada, lo levantó de las greñas.
-¡Párate maldito borracho!
Entre sus hijos y la señora con trabajos lo pusieron de pie. Al caminar se les fue de cabeza y sonó a bote viejo. Doña Genoveva lo agarro de las greñas, un hijo de cada brazo y arrastrándolo lo jalaron hasta llegar al fondo de la vecindad donde vivían, lo dejaron tirado a un lado de la cama porque no lo pudieron subir… uno de sus hijos le preguntó:
-¿No vamos a cenar, mamá?
-¡No! Lo íbamos a hacer en la casa de mi compadre pero ustedes vieron lo que hizo su padre. Sin deberla nos sacaron a empujones.

Sonaron las 12 de la noche, tronaban los cohetes, gritos de alegría en toda la vecindad. Doña Genoveva se fue a llorar a la cocina para que no la vieran sus hijos. Lo que no comprendía era porque su marido le había pegado a su comadre, sobre todo las consecuencias que iba a tener porque el compadre quedó de irlo a buscar por la mañana ya que se le bajara la peda. De momento escucho un madrazo como si quebraran un jarro, le gritó a uno de sus hijos.
-¡Mamá, mi papá se paró y se cayó de pura cabeza! Le está saliendo sangre.
-¡Déjenlo que se muera! Para que se le quite lo borracho… ustedes váyanse a dormir.

Pasaron las horas, los gritos, la música, todo iba bajando de tono. La señora no dejaba de llorar, subiendo y bajando el moco, sonándose la nariz que se muy fuerte. Se acabó la fiesta y todo quedó en silencio, solamente se escuchaban los ronquidos del Chipipo que parecía un león encabronado.
La señora se quedó dormida en una silla, despertó al escuchar cantar al gallo. El Chipipo se enroscaba como perro por el frío y buscaba algo para taparse, de pronto, se sentó en el suelo y gritó.
-¡Vieja, vieja!
-¿Qué quieres?
-¡Ve a comprarme una cerveza! Me muero de la cruda, chupé como vampiro. ¿A qué hora nos venimos?
-Nos corrieron cerca de la 12 de la noche por tus desmadres que hiciste, dale gracias a Dios que logre detener a mi compadre, si no, te hubiera partido cuanta madre tienes.
-¿Por qué? No me digas que la regué.
-Todavía lo preguntas, le rompiste el hocico a mi comadrita, le volaste dos dientes.
-¿¡Yo!?
-¡Ni modo que yo, pendejo! Deja que se levante mi compadre y va a venir a reclamarte porque dejaste chimuela a su vieja, ese chipote que tienes en la frente te lo hizo de un golpe que te dio, te advirtió que era un anticipo de lo que te espera.
-¡Ah caray! A lo mejor con lo borracho que andaba a mi comadrita la confundí contigo y por eso le pegue.
-Eso le dices cuando venga, a lo mejor te perdona.
-No me acuerdo de nada.
-Te lo voy a recordar: andabas todo miado, bailando como payaso, con la bragueta abierta, todos se burlaban de ti, tumbaste dos veces las botellas que estaban en la mesa; don Chencho te dio una cachetada y te retó a madrazos porque querías bailar a huevo con su mujer, te tragabas las cubas de un jalón y todas las bachichas que encontrabas; parecía que venias del desierto.

-¡Ya no me digas!
-Eso no es nada. Te metiste a la cocina a puño,s te comiste las tortas de camarón, los hermanos de mi compadre te sacaron al patio y cerraron la puerta, después regresaste y te pusiste a bailar solo, al caminar te ibas a caer  hacia delante te hacías contrapeso con tus manos. De momento que pasa mi comadrita y ¡bolas!, que le pegas en la boca con el puño cerrado. Se fue de nalgas tumbando el barril del pulque, vasos y botellas. Te volvieron a sacar, salió mi compadre que se lo llevaba la grosería, te agarró de las greñas y te aventó un madrazo directo al hocico, pero por lo borracho te volteaste y te lo pegó en la frente, no lo dejé que te siguiera golpeando, le dije que mejor hoy, que estuvieras en tu juicio.
-¡Pinche vieja! La regaste. Lo hubieras dejado, así no sentía los madrazos.
-Ahí te arreglas, cuando venga me salgo.
-Ve a decirle a mi compadrito que tengo un mal, que me da la locura de repente, que estoy perdonado de todo lo que hago por orden médica.
-Al rato que venga se lo dices.

El Chipipo estaba muy nervioso, sabía que su compadre lo iba a desmadrar, no sabía que hacer; ni él mismo sabía el porqué descontó a su comadre, estaba seguro que el Gaucho lo iba a retar a un duelo a pedradas. Cuando regresó su vieja del mandado, le preguntó:
-¿Qué has sabido de lo de anoche?
-Que mi compadre Gaucho te anda cascando, espera que asomes la cabeza para darte en la madre.
-Lo voy a buscar, le digo que me aplique la ley del talión y quedamos a mano.
-¿Cómo es eso?
-Ojo por ojo y diente por diente, yo le pegue a mi comadre, que mi compadre te pegue a ti.
-¡Mira, que chingón! Encomiéndate a tu santo preferido, es mejor que te entregues si no cuando vayas al baño te va agarrar como al Tigre de Santa Julia.

El Chipipo cada rato se asomaba por la ventana con mucho cuidado para que no lo fuera a ver las compadre, pero las ganas de ir al baño lo traicionaron, cuando salió, su compadre le cayó como abonero en quincena y le puso una madriza que ni tiempo le dio de gritar. Lo llevó arrastrando a su casa a golpes, lo hizo firmar un documento donde se comprometía a pagar las curaciones a su vieja, porque como cayó de nalgas, se abrió la cadera, también debía pagar porque le pusieran los dos dientes que le tumbó, delante de él rompió la boleta de bautismo de su hijo “el gordo”, le dijo que desde ese momento dejaban de ser compadres y que si no cumplía con lo que firmó, lo iba a madrear diario.

El Chipipo perdió a un compadre por borracho, juró dejar de tomar por 10 años y tuvo que trabajar como burro para cubrir la deuda, porque el Gaucho metió a su mujer a la Beneficencia Española donde le cobraron carísimo.