“EL CHUPACABRAS”
¡AY MAMACITA LINDA!
Hace mucho tiempo se corrió la noticia en radio, televisión y en todos los periódicos, y los habitantes de la ciudad no sabían qué hacer. Hubo mucho pánico. Mucha gente se encerró en su casa y no salía. A todos nos ha puesto los pelos de punta.
Después de que contrataron a muchos policías, dijeron los del alto mando que ya habían terminado con el famoso “chupacabras”. Por muchos años quedó olvidado, pero ahora andan diciendo que regresó y en cualquier momento nos puede chupar.
La gente camina por las calles mirando para todos lados, y nunca se atreven a meterse por las calles y callejones oscuros, más en los que tenemos en los barrios altos de Pachuca. Con el temor de que se los chupen, algunos se preguntan ¿cómo es el “chupacabras”?
• Dicen que se parece a los directores de periódicos; otros dicen que no, son igualitos a los reporteros y reporteras; otros, que a los jefes de la policía; otros a los diputados. Pero la mera verdad las que deben estar muy preocupadas deben ser las cabras, porque se las vayan a chupar.
Como a las 9 de la noche, Pedro “El Chimuelo” subía por el callejón de La Zorra, en el barrio de El Arbolito, rezando en silencio, cuando, de pronto, escuchó pasos, volteó y de rabito de ojo, vio una sombra que se le acercó. Quedó paralizado, quiso gritar y no pudo, le pasó lo que al zancudo, una pata se le dobló y otra se le hizo nudo.
Las piernas no les respondían, parece que estaba pegado en el suelo. Un sudor frío le recorrió todo el cuerpo, resbalándosele por la cola. Lo único que hizo fue ponerse las manos abajo del ombligo. Se le fue la respiración, estaba a punto de chillar de miedo, comenzó a temblar. Al ver de rabito de ojo que la sombra se le acercaba, se le doblaron las patas. Estaba a punto de desmayarse cuando escuchó una voz:
• No te espantes, pinche chimuelo. Soy yo, “El Charro”.
• Hijo de toda tu pinche madre. Qué susto me diste. Pensé que era “El Chupacabras”. Hay güey. Por un pelito me desmayo. Ya mero me ganaba en los calzones. Vamos a la cantina para que me dispares una cuba para el susto. ¿Qué tal si me da la diabetes?
• Ja, ja, ja. Estás más amarillo que un chale. Parece que viste a tu suegra. No hagas caso a lo que diga la gente. Si no le tienes miedo a tu vieja, mucho menos al pinche “chupacabras”.
• Pus cómo no. Me cae que me espanté. Me puede dar diabetes.
• Vamos a la cantina, y te voy a disparar las que quieras; pero ya no tiembles, chinga. Me pones nervioso.
“El Chimuelo” y “El Charro” entraron a la cantina, pidieron unas cubas. El cantinero se las sirvió sin hacerles caso, tenía una bola de chupadores, y platicaba sobre “El Chupacabras”. Lo hacía con mucho miedo. Al hablar sacaba los ojos y paraba la trompa, como si lo estuviera mirando.
• ¡Verdad de Dios! Se los juro que en la mañana vi en la televisión que el “chupacabras” regresó y se chupó a unas gallinas y a unos borreguitos, y dicen que anda queriéndose meter a las casas. Las familias las cierran como la puerta negra.
“El Jaiba”, empinándose un jarro de pulque, muy pensativo, le preguntó:
• ¿No dijeron como era “El chupacabras?
• Yo lo vi, cabrón. Es como un ser humano: chaparro, pelón, con bigotes y con orejas grandes como de ratón, con uñas largas.
• Ni mames, güey. A lo mejor estaban entrevistando a Salinas.
• ¿Quién sabe? Pero ahora por lo que dicen, le tengo más miedo al pinche “chupacabras” que al sancho. Antes de venir a abrir la cantina dejé a mi vieja encerrada con candado.
Los demás parroquianos comenzaron a proponer ideas para dejar segura a su familia.
• Si la cosa se pone más peligrosa, tendré que ponerle un guarura a mi vieja, porque desde que escuchó que regresó “El Chupacabras” ya no quiere salir al mandado, y cuando lo hace se pone un chal enredado en el pescuezo, para que o se la vaya a chupar, y dijo que vio que los policías se ponen el chaleco antibalas como pañal.
“El Charro” dejó la cuba en la mesa y se acercó junto a los platicadores, y les dijo.
• ¡Ya cállense el hocico! Bola de chismosos. Ya se parecen a las pinches viejas de la vecindad, que nada más hablan a lo pendejo.
El cantinero le mentó la madre, y muy enojado, le dijo:
• El que debe de callarse el hocico, eres tú, cabrón. Como siempre andas de pedo, no sabes nada de lo que pasa a tu alrededor; pero a ti no debe de preocuparte porque si el “chupacabras” entra a tu casa y ve a tu vieja, él es el que se espanta. Es mejor que te vayas. Llévate al pinche “Chimuelo” a tomar a otra parte.
No le hicieron caso al cantinero. Se terminaron las cubas y se salió “El “Charro” junto con su amigo, y siguieron con su plática. Les dijo “El Pelón”:
– Yo pienso dejar a mi perro, que es muy bravo, amarrado en la puerta de mi casa, sin darle de comer una semana para que cuando entre “El Chupacabras” le dé en la madre. Y como tengo un chingo de chavos, se los vaya a chupar, lo mismo que a mi vieja.
Otro de los que estaban en la bola, les dijo muy serio:
• A lo mejor estamos equivocados, y “El chupacabras” no existe, porque de lo contrario el presidente del PRI ya hubiera tomado cartas en el asunto. Imagínense si se chupa a todos los borregos, no va a tener a quién llevar a los mítines.
Le contestó “El Naco”, que también estaba muy preocupado:
• Mi padrastro tiene cuatro borregos y un chivo, dos burros y un caballo. Como andan los chismes del “chupacabras”, los mete todas las noches al cuarto donde nos dormimos, y mi jefa, mi vieja y todos mis hijos y yo andamos como changos, rasque y rasque, se nos suben las garrapatas. Ya le dijimos que los saque, pero dice que hasta que se vaya o le den en la madre al “chupacabras”.
El cantinero estaba más espantado que los demás, y les dio buenos consejos
para que tuvieran mucha precaución.
• A mí me gustaría que el domingo, cuando venga el padre a la iglesia de la Santa Juanita, nos juntáramos todos, y le contamos lo que está pasando, y vaya para que eche agua bendita en nuestras casas y por los callejones que andamos. También que les dé la bendición a nuestra familia, no vaya a ser el pinche diablo, y “El Chupacabras” venga del otro mundo.
• Tienes mucha razón, porque ahorita que estamos hablando de él, se me enchinó el cuero.
De pronto las persianas se abrieron de par en par, que les dio miedo. Todos se refugiaron, muy espantados, detrás del mostrador, mirando fijamente. Quien había entrado era Antonio “El Loco”, que por poco y tira las puertas. Abría el hocico como pescado, para tomar aire. El cantinero le sirvió un vaso de agua, pero el “Loco” le hizo señas que no; con el dedo le enseñaba que le diera aguardiente. Le sirvió medio vaso. “El Loco” le echó un trago, que comenzó a ahogarse. El cantinero le pegó muy fuerte en la espalda, y le dijo:
• Cálmese, cabrón. ¿Qué te pasa?
Antonio comenzó a hablar:
• ¡Casfg! “El Chupacabras”. Yo lo vi. Por diosito santo que lo vi.
• ¿Dónde?
• En la entrada de la vecindad. Está re feo, greñudo, y chaparro. Me iba a caer y me agarró; que lo veo, y puto el último. Que me vengo hecho la chingada.
• ¿Pero cómo es?
• Ya les dije, chaparro y greñudo, con cara de rana.
Todos los que estaban ahí, rodearon al “Loco”, que no dejaba de temblar, y con la impresión de lo que había visto, no podía ni hablar. El cantinero se armó de valor, y les dijo:
– Vamos a agarrarlo. Lo madreamos, nos llevamos reatas para amarrarlo, y se lo entregamos a la Policía Municipal, a Protección Civil y a los bomberos, que no creen que existe. Vayan a sus casas y traigan lo que pueda servir para darle en la madre: palos, picos, palas, reatas, costales, lámparas. Es el momento de desmadrar al “chupacabras” para que no ande de mamón.
Todos los que estaban de borrachos salieron corriendo a buscar algo.
Poco después llegaron los chupadores acompañados de otras gentes. Se juntaron los vecinos, e iban armados hasta los dientes. Se corrió la voz de que iban a matar al “chupacabras”, y todos los vecinos del barrio El Arbolito, con mechones, subieron por el callejón de Candelario Rivas, para llegar a la vecindad donde vivía Antonio “El Loco”.
Él y el cantinero iban adelante, como guía para enseñarles el lugar. Unos metros antes llegar, el cantinero les dio instrucciones de cómo sería la estrategia para cazarlo.
• Vamos a formar 3 grupos para que no se nos vaya a pelar; por el frente iremos dos pelotones, y a los lados izquierdo y derecho, se van cerrando al momento en que vean que los del frente caminan, para tenerlo cercado. ¿Están de acuerdo?
• ¡Sí, señor!
• Adelante mis valientes. Pongan mucha atención, caminen con las patas bien pegadas al suelo. No queremos ninguna baja en esta misión que salvará la ciudad y el barrio.
Con mucho cuidado llegaron a la puerta de la vecindad, y ahí estaba parada la señora Chana, la vieja del “Loco”, que les preguntó:
• ¿A quién buscan?
• Al “chupacabras”
• ¿Al “chupacabras”?
Le dijo “El Loco” a su mujer:
• Yo lo vi hace un rato, cuando entraba a la casa. Me agarró cuando me tropecé.
Le contestó la señora:
• Fui yo, viejo. Salí al baño, vine a hacer de la chis, y como no aparecías, me vine a asomar al zaguán. Cuando te vi que te ibas a caer y te detuve, de momento te echaste a correr. Por eso te estoy esperando.
Todos le mentaron la madre a “El Loco”, que con lo borracho que andaba, confundió a su vieja con “El Chupacabras”.