“EL MINERO”
Juanito era un chingado minero que vivía en el barrio del Arbolito, tal parece que su madre lo parió en una cantina, porque no salía de la Veta de Santa Ana, donde vendían pulque muchachero, pues tenía 15 hijos y la gallina echada; a su vieja Ángela, le decían la Coneja.
A pesar de que era joven, se había arrugado como viejo por las chingas que llevaba en la mina y las crudas.
Trabajaba en el terrero del cuixi, un día llegó a su casa arrastrando las patas, estaba tan cansado que no se detuvo en la cantina, su vieja al verlo se sorprendió.
-Ahora que ¿Por qué vienes tan temprano?
-Si quieres me regreso.
-No te chispes, cabrón… era una pregunta, como se que llegas noche y zumbado se me hizo raro.
-Es que mi ayudante en lugar de darle a la barreta, me dio con el marro en la mano. Fue tan duro el madrazo, que chillé; mira como me quedó, parece que estoy aventando cremas.
-¡En la madre! Parece el guante de Valenzuela. Voy a poner agua a hervir, le echo sal y poco a poco metes tu mano.
Mientras la señora ponía el agua a calentar, Juanito trataba de hacer movimiento en su mano abriéndola y cerrándola; hacía unos gestos que parecía que estaba chupando limón.
-¡Apúrate vieja!, que siento que se me acalambra.
-Sereno moreno, estoy matando dos pájaros de un tiro. De un chingadazo caliento el agua y también los frijoles, ya mande a traerte tu pulque, para que no salgas al frío porque te puede dar una reuma.
-¡Ay, canijo! ¡Ya me quemé! ¡Está hirviendo!
-Métela más, le voy a echar cebolla caliente y te la vendo.
-¿En cuánto?
-No estés de pinche payaso. Vas a ver como mañana estará lista para que te den otro fregadazo.
-No la chifles que es cantada, espero que este bien para agarrar la jarra.
-Es lo que te preocupa, en lugar que digas que esté bien para trabajar.
-Ya no la hagas de tos, una cosa es el dolor y la otra el hambre.
Tardó más la señora en servirle, que Juanito en dejar el plato limpio…
-Deberías de masticar la comida, con razón cada que acabas de comer te da chorrillo.
-Ugg, cada día me siento más viejo, todo me duele. Mañana tengo que ir a trabajar y mi mano parece guante de box.
-Tienes que ir a la de a huevo, vino el dueño de la vecindad y me dijo que no se te olvide que debemos seis meses de renta, como le dije que no estabas se puso pendejo.
-Si mañana viene, le voy a decir que no puedo firmar cheques por mi mano que está como bola, y que para la zurda soy medio zorrillo.
-Hoy es sábado, habrías de comprar un cachito de la lotería a ver si te la sacas.
-A cada rato me la saco.
En esos momentos, llegó la suegra de Juanito, le invitó unos pulques y comenzaron a platicar:
-Fíjate Juan, que en mi casa espantan, oigo rechinar el bracero, ayer me dijo mi viejo que vio salir de ahí un pinche gato negro con ojos rojos como de lumbre. El gato siguió a mi viejo, pero que le enseña un crucifijo y desapareció.
-A mi me lo contó, pero como sé que es muy largo lo mande redondito a la chingada.
-Me cae que es cierto, porque una vez yo lo ví, se me puso la carne de gallina, como soy muy cobarde para esas madres, fui a ver al señor cura. Al principio no me creyó, me dijo que le hiciera un cuatro porque según olía a pulque, y pensó que iba borracha. Me confesó y como le dije la verdad, fue a la casa y echó agua bendita.
-A lo mejor ahí está la feria suegra.
-Es lo que me dicen, pero no nos atrevemos a rascar, que tal si en lugar de dinero nos sale un diablo.
-¡Ave María Purísima! Ya me vino a espantar ¿Dónde está mi suegro?
-Está en la cantina, desde que vio al gato se le ha ido en puro chupar porque dice, que cuando lo vuelva a ver, se dará valor para destriparlo a puro patín.
-Voy por él y juntos vamos a rascar y sacar el dinero.
La señora Ángela, le hizo un reclamo a su jefa.
-¡Ay, mamá! ¡No le hubieras dicho nada a Juan! Seguro ahorita es capaz de ir a buscar el oro; dicen que cuando el dinero no les corresponde se mueren. ¿Que tal si nos quedamos viudas?
-No le saques al parche, hija. ¿Qué tal si encontramos el dinero? Nos volveremos ricas y no andaremos de mendigas pidiéndole al pinche gobierno que le baje a los pasajes, la leche y a las tortillas.
Llegaron Juan y su suegro, de volada hicieron planes para buscar el dinero que se encontraba en el cuarto de la vecindad del Garbanzo, que estaba más debajo de donde vivían. Juanito le dijo.
-Tráeme un lápiz y una libreta de los muchachos, debemos hacer un plano para comenzar a rascar y sacar el dinero sin navegar con bandera de pendejos.
Como todo minero, Juan le mostró a su suegro que comenzarían a rascar por el centro de la casa, que es donde se le apareció el gato, luego iban a tumbar el bracero y hacer un agujero como pozo, y cuando saliera un olor a cobre, ahí estaba el dinero, pero le advirtió:
-Aquí todos vamos a chingarle parejos, mis suegros y tu vieja, menos yo porque tengo mi mano mala, pero los voy a dirigir, el reparto será también por partes iguales.
Consiguieron palas, barretas, picos, marros, y como los enanos de Blanca Nieves, llegaron a la casa donde los estaba esperando el dinero. Pasaron las horas tratando de no hacer ruido para que no se dieran cuenta los vecinos. Seguían sin parar con la ambición de sacar las monedas de oro. Hicieron un hoyo muy profundo cuando de momento, se les cayó la barda, quedando sepultados entre ladrillos y láminas; todos fueron al Hospital General. Semanas después de la tragedia supieron que el gato que salía debajo del brasero, era de su vecina, quedaron ante el Ministerio Público y con el dueño, que le iban a pagar su barda y todos los daños, pero como no tuvieron dinero, el Ministerio Público se las puso dura, o ellos la levantan o la pagan, de lo contrario se van a pasar una buena temporada en el bote.