Un Infierno Bonito

EL SECRETARIO GENERAL DEL SINDICATO
Un día Jaime “El Pecoso” cuando iba al comedor de la mina, se encontró una hoja de periódico, donde tenía fotos de mujeres en calzones y otras a pelo.

Se sentó tranquilo a verlas, para su mala suerte pasó por ahí el ingeniero Madrazo, que era el superintendente de la mina de San Juan Pachuca, le arrebató el periódico y le dijo.
    •    Dame tu tarjeta y te vas para afuera, te voy a castigar cuatro días, porque en lugar de estar trabajando están mirando viejas encueradas.

    •    No las estaba mirando señor, iba para mi lugar de trabajo y encontré el periódico,  es con que me envolvieron mis tamales.

    •    Mira es mejor que ya no me discutas, si no te sales por la buena te voy a mandar a sacar, te voy a levantar el acta de castigo para mandarla a tu sindicato.

    •    Por Dios, jefe no sea malo, sin querer le eche un vistazo.

Jaime “El pecoso” preocupado se la entregó al capitán de la mina y lo acompañaron a que se saliera a la calle.
Cuando iba bajando por Loreto encontró a los miembros del sindicato que iban hacia la mina para firmar el castigo, se pegó con ellos.  Ya habían firmado el castigo, no solo de tres días si no de cuatro y con eso como eran seguidos, perdería el trabajo sin pagarle ni un peso, sabiendo que tenía 15 años trabajando en la mina.
Escuchó el veredicto del jefe de seguridad, firmado por los ingenieros, Madrazo, Franco y como testigo “El Barra Luis” que era jefe de la mina y ya que lo vieron presente, de una vez se lo leyeron.
    •    “Se te va a castigar por encontrarte leyendo en horas de trabajo cuatro días sin sueldo, que en el expediente se te contarán como faltas’’.

“El Pecoso” insistió en darles una explicación.
    •    Mire señor, por favor le juro por mi mamacita linda que lo hice sin querer, el periódico lo encontré debajo de la mesa, le dije a usted que es con que envuelven su comida los compañeros.

    •    Mira ya no quiero seguir peleando contigo, ve y arregla con tus secretarios a eso vinieron.

El secretario general junto con el de trabajo, lo sacaron de la oficina y le dijeron.
    •    Mira compañero, deja estar alegando con estos gueyes que ya se sentaron en su macho, déjalos trabajar, nosotros sabemos de qué pata cojean y nos vamos hacer cargo de que te quiten el castigo.

Les dijo “El Pecoso”.
    •    Mira no es por el castigo, si no que con los cuatro días, me acaban de chingar con las vacaciones y además los cuentan como falta y me corren de la mina. Ya me chingaron.

Jaime “El Pecoso”, llego  muy triste a su casa, desilusionado con los brazos caídos y mirando al suelo, como si le pesaran las nalgas. Entró a su casa y le dijo su vieja greñuda.
    •    Ahora a ti qué te pasó, ¿se murió tu jefa?.

    •    No, lo que pasa es que vengo muy cansado.

    •    No mames, ni le quieras vender chiles al verdulero, tú tienes alguna bronca dura y es mejor que hables o te hago hablar a punta de madrazos.

    •    La verdad es que me castigaron cuatro días en la mina.

    •    ¿Por qué? si nunca faltas, o les mentaste la madre alguno de los jefes, porque ya los conocemos, pinches gringos con cualquier cosa quieren chingar a los indios.

    •    Al rato mejor voy al sindicato a ver al secretario general que prometió arreglar ese castigo.

    •    Como que a ver, tienes que ir a huevo y yo te voy acompañar y entre los dos lo amenazamos de que si no hace nada por ti, le vamos a partir la madre.

    •    Mejor dame un taco porque con el coraje que hice no almorcé y tengo mucha hambre.

    •    Te voy hacer unos taquitos con sal, para que no te vaya agarrar el chorrillo por la mina. 

    •    Mejor sírveme como siempre.

    •    Te voy a dar un mole de pancita, que te vas a chupar las uñas.

La señora le insisto y comieron juntos y siguió insistiendo.
    •    Te acompaño viejo, no seas necio, al vernos encabronados el secretario te va a echar la mano. Si te pone trabas lo echas de cabeza que es un secretario balín.

A tanto estar alegando con su vieja de no llevarla ella le dijo.
    •    Está bien, pero te digo que no vayas a tomar pulque, no sea que te vayas a calentar y le rajes la madre.

    •    No te preocupes nada más le voy a decir sus verdades.

    •    Jaime “El Pecoso”, estaba que se lo llevaba el diablo, entró al sindicato y pidió hablar con el secretario general, la secretaria le dijo ahorita no podía porque estaba hablando con Napoleón Gómez Sada, y a ese cabrón no le gusta que le corten la llamada.

“El Pecoso” sin hacerle caso a la vieja se metió a huevo. Abrió la puerta de su oficina del secretario general, tenía a otra de sus secretarias sentada en su piernas, al verlo se paró violentamente que la secretaria se cayó de nalgas al suelo, enseñando todo lo suyo, ella para disimular le dijo.
    •    ¿Ese es todo el dictado señor?

    •    Le faltó, en cuando salga el compañero, entra usted porque vamos a seguir el dictado.

Se lo quedó mirando muy feo “El Pecoso” y lo zurro.
    •    Dónde está la educación que le enseñaron sus padres, primero se toca a ver si le abren, chinga uno está ocupado y lo vienen a interrumpir.

    •     Lo vengo a buscar por lo que pasó en la mañana, usted me dijo que me iba arreglar el castigo.

    •    Ya me acorde, es usted aquel que le gusta estar viendo viejas encueradas en horas de trabajo. Ya me acorde, va a estar cabrón su caso compañero, ¿Qué quieres que haga? te encontraron con las manos en la masa, la verdad no puedo hacer nada por ti, como es posible que estés en horas de trabajo mirando viejas sin calzones, caray que no tienes en tu casa, si sigues así te pueden salir perrillas.

“El Pecoso” se enojó y golpeó fuerte el escritorio, el secretario se espantó, se levantó muy rápido se tropezó y se cayó.
    •    No te chispes compañero, me espantaste, por tu culpa me di un santo madrazo.

    •    Pero es que usted me hizo enojar, ustedes deben defenderme aunque haya sido culpable, yo pertenezco al gremio y mensualmente me descuentan las cuotas.

    •    Ni que dieras tanto.

    •    Ustedes deben defenderme a capa y espada, deben ser como un abogado audaz. Ustedes los del sindicato se parecen a las mujeres malas solo se mueven cuando tienen el cliente arriba

Muchos compañeros, mineros que estaban escuchando el escándalo se acercaron y de la noche a la mañana se llenó la secretaría general, teniendo como artistas al secretario y al “Pecoso”.
    •    No me comprometas compañero, hace unos días fui arreglar un asunto a San Juan Pachuca, y como no llegamos a un acuerdo con los ingenieros, por un pelito y nos rajamos la madre, déjame estudiar el contrato colectivo de trabajo para llegar preparado y no discutir a lo pendejo. Aquí te espero dentro de 15 días.

    •    Ni madre, esto debe ser en caliente y será para mañana temprano. Quince días ya para que, lo que pasa es que ustedes están vendidos con la pinche compañía, y por eso no se atreven a defender los asuntos de los trabajadores, por ahí me pasaron un tip, que ustedes reciben una lana mensual por hacerse pendejos y no ayudan al minero.

Al escuchar eso el secretario general se levantó muy enojado de su asiento y le dijo.
    •    ¿Qué pasó compañero? esos insultos me llegan al corazón, yo tengo una trayectoria limpia y me cae de madre que no soy un ningún líder charro, ahorita si me picaste la cresta, y mañana temprano cuenta con mi presencia, voy a ir a la mina para hablar con los ingenieros y demostrarte que soy hombre, voy a llevar mi pistola y si mato alguno tú tienes la culpa y eso quedará en tu conciencia.

“El Pecoso” se despidió de mano del secretario general y junto con otros pasaron a la cantina a celebrarlo, quienes dijeron que ese sí era todo un hombre, que merecía estar como secretario general del Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros de la República.
“El Pecoso” era el más contento y el que más hablaba.
    •    Me cae que cuando le dije que era secretario corrupto se encabrono y echó mano a su pistola, luego suspiro y me dijo que mañana nos vemos en la oficina de los mendigos ingenieros. Ahí nos vemos, dejen ir a darle la noticia a mi vieja, se va a poner muy contenta.

“El Pecoso” salió de la cantina, cuando llegó a su casa la señora lo estaba esperando con la noticia.
    •    ¿Qué pasó viejo arreglaste tu problema? yo no me he quitado de aquí, encendiéndole unas veladoras a San Juditas Tadeo que es experto en arreglar casos difíciles.

    •    El secretario va a ir conmigo mañana temprano a la mina, para que me levanten el castigo, me lo prometió por su madre.

    •    Qué bueno cuando te levanten el castigo les levantas una acta judicial a los jefes, por el susto que te dieron pensé que te ibas a volver diabético.

    •    Si es cierto, me espante.  

    •    Te imaginas mañana será todo a tu favor, pero no cantes victoria, ¿te acuerdas cuando mi hermano se mocho una mano en la mina? lo acompañaron los pinches secretarios y nunca se la pagaron, ahora anda como el Capitán Garfio.

Al otro día muy temprano “El Pecoso” se despidió de su vieja.
    •    Ya me voy vieja.

    •    Ándale, que Dios te acompañe, ya le puse en la boca una moneda a San Ramón para que no digan nada en tu contra.

Cuando “El Pecoso” llegó al patio de la mina de San Juan, había varios compañeros esperándolo con mucha curiosidad para ver que arreglaba el secretario que poco después llegó corriendo.
    •    Listo compañero vamos y ustedes también acompáñenlo para que vean como arreglo fácil el asunto.

El secretario llegó y tocó la ventana de uno de los ingenieros, rápido le abrió la puerta, lo llevo con el mero jefe que le ofreció una silla para sentarse, desde afuera había un ciento de mineros y veían asombrados como el secretario levantaba las manos y golpeaba el escritorio el jefe de los ingenieros, se acercó como si lo fuera a golpear, pero el secretario levantaba una pata como si le fuera a dar una patada, fintas y señas lograban ver porque no se escuchaba lo que se decían, así estuvieron como más de media hora y los que estaban afuera decían y hablaban de la valentía de su secretario
“El Pecoso” les dijo.
    •    ¿Ya vieron como esta duro el asunto?, el agarrón esta de poca madre, ahora si nuestro secretario está atendiendo nuestros derechos.

Minutos después salió el barrendero que hace la limpieza en las oficinas y “El Pecoso” le preguntó.
    •    ¿Como ves el pleito que se están aventando?

    •    ¿Quiénes?

    •    EL secretario general con los ingenieros, se ve que se manotean.

    •    No seas pendejo, están platicando desde que llegó de béisbol, que como le había parecido el partido del domingo y como los pinches ingenieros son beisbolistas decían la base se la robo y no es cierto.

Uno de los mineros le dijo al “Pecoso”.
    •    Te vio la cara de pendejo. Te lo dije, espérate y preguntale que pasó a ver con que mamada te sale.

“El Pecoso” se salió de la mina furioso y lo esperó hasta que salió y le dijo.
    •    ¿Porque te saliste compañero? discutimos tu asunto a gritos y por un pelito nos agarramos a madrazos, porque me dijeron que no te levantaban el castigo, porque ya estaba en la Ciudad de México.

Mientras el secretario hablaba sonriente “El Pecoso” le iba subiendo la sangre a la cabeza, cerró los puños poco a poco, le tiró un golpe en el hocico al secretario y lo tiró al suelo, antes de que se parara lo agarro a patadas y le dijo.
    •    El golpe en el hocico fue porque me viste la cara de pendejo y las patadas son por pinche chismoso.

El secretario general se levantó limpiándose la sangre y le gritó.
    •    Te doy la cláusula de exclusión, no te vuelvas a pararte en el sindicato.

    •    Chinga a tu madre tú y todos los que están ahí.

“El Pecoso” nunca regresó a la mina.

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