Home Un Infierno Bonito Un Infierno Bonito

Un Infierno Bonito

0

“EL COTORRO”
En una ocasión cuando vaciamos una góndola, llena de carga a una criba, dentro de la mina,  “El Cotorro”, “El Mollejas” y “El Pinacate”, “El Cotorro” quiso hacer palanca con un tubo, al hacerlo tocó el cable de alta tensión y quedo pegado en la corriente, al verlo ‘‘El Pinacate” le aventó unas patadas voladoras, que lo quitó y le salvó la vida.

Estuvo varios días internado en el Hospital de la compañía Real del Monte, los ingenieros de la mina lo premiaron, uno le dio mil pesos, otro un reloj y lo sacaron a trabajar a la superficie.
Cuando “El Cotorro” se alivió de sus lesiones, los compañeros del contrato se cooperaron para hacerle una comida en su casa y agradecerle al “Pinacate” su valentina, “El Cayo” que era el encargado, fue el de la idea y le dijo al “Mollejas”.
    •    ¿Ya le avisaste al “Pinacate” lo de la comida?

    •    No le he visto al cabrón, con eso de que anda trabajando el patio, ya se cree jefe, pero hoy lo voy a buscar.

Por la tarde “El Mollejas” fue al aserradero de los patios de la mina, ahí vio al “Pinacate” y le silbó, cuando estuvieron cerca, abrieron las palmas de las manos y las chocaron.
    •    Venga esa mano que tantos favores me ha hecho.

    •    Te ando buscando.

    •    Si no soy hueso.

    •    Te vengo avisar, que mañana sábado te vamos hacer una comida en la casa del “Cotorro”, llevas a tu familia.

    •    ¡Pero somos un chingo!, son mis 10 hijos, mi suegra, mis cuñadas, mi jefa y mi vieja; ¿donde vive “El Cotorro”?

    •    Por el barrio de las lanchitas, donde están construyendo el estadio de Beisbol. Hay un cajón, te vas derecho, cuando salga un perro ladrando, ahí es.

    •    ¿Y si me muerde?

    •    Se la regresas, ¡no vayas a faltar¡

    •    De ninguna manera, a la gorra no hay quien le corra.

Ese día poco, a poco fueron llegando los invitados, antes de comer les sirvieron una cuba como aperitivo, después el arroz y el mole de guajolote con su respectiva carne y unos frijoles de olla. Pusieron en la mesa jarros de pulque para que se sirvieran a su gusto.
Lolita, la mamá del “Cotorro”, dijo unas palabras antes de comer. Era un agradecimiento para a Miguel “El Pinacate” y con mucha emoción dijo.
    •    No sabe usted señor “Pinacate”, como le agradezco que haya salvado a mi hijo de morir electrocutado, no tengo con que pagarle porque yo… yo.

La señora no pudo contener las lágrimas y lloró amargamente cubriéndose el rostro con las manos. “El Pinacate” la abrazo.
    •    No tiene que agradecerme nada señora. Era mi deber como compañero y como amigo, además si su hijo hubiera muerto, usted no perdería nada, por el estado de Veracruz, venden cotorros más bonitos y menos groseros que este cabrón.

Todos soltaron la carcajada y levantaron cada quien su vaso, dijeron al mismo tiempo salud.
En ese momento entró don Julián, sosteniendo del brazo a un señor de avanzada edad, quien saludo a todos temblando y muy sonriente.
    •    Mucho gusto, me llamo Jesús, pero todos me dicen Chuchito.

Don Chuchito, era bajito de estatura de unos 80 años y muy franco, porque llegando llegando, pidió su pulque. Pasaron las horas y cada uno de los invitados agarró su tema, la suegra del “Pinacate”, Lolita la mamá del “Cotorro” y “El Mollejas”, muy atentos escuchaban la plática de don Jesús, que hablaba muy emocionado con los ojos llenos de lágrimas.
    •    Desde niño yo trabaje en la mina “La Blanca”, la cerraron y me fui al Bordo, de ahí me salí y me fui a la de Dos Carlos, anduve de aquí para allá.

La mamá del “Pinacate” le dijo.
    •    Se ve que usted ha sufrido mucho don Chuchito.

    •    Un poco señora, pero el minero debe ser fuerte y conformista con su suerte, el nace marcado por el destino, es como un animal que le ponen una letra o número en una nalga como si perteneciera a alguien. Yo anduve siempre de la mano con la muerte, ella fue mi amiga, es más nos llevábamos a mentadas, siempre jugó conmigo sin hacerme daño, por eso me libre de muchos accidentes, aunque ya no tarda en llevarme.

    •    ¡Por Dios Chuchito no diga eso!

    •    Cuando tenía 10 años de edad, mi padre me llevaba a la mina para que le ayudara en su faena, ahí conocí a los famosos mineros Guanjuas, que eran muy cabrones, al pasar los años fui barretero pero luego me fue mal.

Recuerdo que era el año de 1915, cuando los revolucionarios vinieron a Pachuca a chingarnos, primero los villistas que asaltaron las haciendas de beneficio, se llevaron toda la plata y  el dinero de la raya, los gringos que no tenían un pelo de pendejos, decidieron no tener plata a la vista y nos ofrecieron seguir trabajando en las minas, pero sin pagarnos ni un centavo, hasta que se fueran los revolucionarios.
El hambre llegó a Pachuca, junto con las injusticias los villistas, en lugar de irse a rajar la madre con los pelones, se dedicaban a robar y a violar a nuestras mujeres, se fueron, pero pocos días después llegaron los carrancistas y acabaron dándonos en la madre.
Una vez mi padre me dijo que me subiera a la azotea a poner unos tejamaniles, porque cuando llovía se colaba el agua, de pronto a lo lejos se vio una columna de polvo, eran de varios caballos los carrancistas, se metieron al corral de la casa, agarrando a las gallinas y los borregos, se los subían a sus caballos, mi padre les reclamó pero lo golpearon con el rifle, enojado tomó una piedra y la arrojó con todas sus fuerzas a la bola de cabrones ladrones, pero fue tanta su mala suerte, que le pegó a un capitán en la cabeza, ese desgraciado dio la orden que lo fusilaran. Ni la súplica de mi madre, ni el llanto de nosotros, impidieron los dispararon sus rifles, después se fueron llevándose a mi hermana la más chica, que luego la encontramos muerta y violada.
“El Cotorro” dejó la plática y fue adonde estaba don Chuchito.
    •    Abuelito eso ya pasó, olvídelo, no se ponga triste, vamos a divertirnos, pongan la música.

Don Julián puso el tocadiscos con el corrido del “Zopilote Mojado” y don Jesús lo bailó con la hermana del “Pinacate,” pasaron las horas y no faltó quien invitara las cruzadas, todos se embriagaron.
No sabemos qué hora era, nos salimos cada quien como pudo, no recuerdo si nos despedimos o no.
“El Calambrina”, “El Mollejas” y “El Cayo” se equivocaron y al tomar el camino al centro de la ciudad, se fueron de frente y llegaron a la Plaza Juárez, en ese tiempo estaban haciendo  el Palacio de Gobierno.
Al brincar las angostas y profundas zanjas, dentro de la oscuridad se escuchó el grito del “Mollejas”, se había caído en una de ellas.
“El Cayo” y “El Calambrina” fueron a pedir auxilio, logrando que lo fueran a sacar los bomberos.
Como “El Mollejas” había caído de cabeza, se le sumió el tórax y quedó jorobado, no podía caminar, se lo llevaron a la Clínica Minera, la enfermera que los atendió les dijo.
    •    Si gustan dejen al enfermo aquí, pero les advierto que el traumatólogo llega hasta el jueves.

Lo dejaron, ‘‘El Calambrin” y “El Cayo” fueron a avisarle a la mamá del “Mollejas”, que muy preocupada llegó a la Clínica, le dijeron lo mismo a la señora y ella dijo.
    •    Mañana temprano lo voy a llevar con curandero a Pachuquilla, les pido de favor que me ayuden a meterlo al coche.

    •    Sí señora, vamos a estar aquí afuera esperándola.

Ahí se quedaron hasta que por la mañana llegó la señora, con mucho cuidado lo metieron al coche, el pobre “Mollejas no dejaba de gritar y lloraba como niño chiquito por los dolores, sentía cada que brincaban un tope. Cuando llegaron con el curandero este les dijo.
    •    ¡Ay caray! que chingadazo tan duro se dio el joven al caer de cabeza, las vértebras se le juntaron, agárrenlo fuerte cada uno de un brazo.

    •    Ay por favor no me muevan, que me duele mucho todo el cuerpo.

El curandero lo miraba de arriba para abajo.
    •    Quitenle la camisa, no lo vayan a soltar.

El curandero sacó una pomada y se la untó en la espalda, sacó un puro, lo prendió y comenzó a fumarlo, cuando “El Mollejas” estaba descuidado le puso el puro en la espalda, al sentir la quemada “El Mollejas” se echó para atrás en forma brusca y lanzó un fuerte grito que espanto a los perros.
Los huesos tronaron y se enderezó, entonces pudo mover la cabeza y caminar bien, el curandero sonriendo le dijo a la señora.
    •    Listo señora, su hijo ya está curado.

“El Mollejas” reía y agradecía a sus amigos, a su jefa y al curandero. Regresaron muy contentos a Pachuca y se despidieron, “El Cayo’’ y ‘‘El Calabrina” se metieron a una cantina y platicaron.
    •    ¿Te fijaste con qué facilidad, el curandero enderezo al “El Mollejas”?

    •    Ahorita que llegues a tu casa, el puro prendido se lo pones a tu vieja a ver si se endereza.

    •    Mejor se lo voy a poner a tu madre que está más jorobada.