Un Infierno Bonito

QUISO ASALTAR A LOS PASAJEROS
El martes, como a las 8 de la noche, un borracho y drogado individuo intentó asaltar a los pasajeros de una colectiva de la ruta Pachuca-La Calera, pero le pasó lo que al perro de la tía Cleta: la primera vez que ladró le rompieron el hocico, pues lo agarraron.

Apantalló a los usuarios con un cuchillo cebollero. Todo marchaba como un soldado, todo era silencio, todo estaba en calma, sólo se escuchaba el motor de la unidad del servicio público. De momento se escuchó una voz que hizo que a los viajeros se les pusiera la carne de gallina: “Esto es un asalto, quiero que me den todas sus pertenencias y el que no lo haga, me lo hecho al plato”.
El solitario hampón se quitó el sombrero para que ahí depositaran los agraviados sus pertenencias. Les aclaró que por esta sola ocasión recibía de todo, hasta morralla. Pero por lo borracho, no se dio cuenta que a pocos metros de donde asaltaba estaba una patrulla de la Policía Municipal haciendo una revisión de rutina, y se lo enchilaron.
Uno de los afectados dijo a los gendarmes que el hombre se subió muy madre a la unidad, con franjas cafés. No le dieron mayor importancia, pues era un nahual común y corriente. Pensaron que se estaba acomodando para sentarse, cuando de pronto echó mano a su cintura y sacó el arma blanca, bueno, no tan blanca, porque estaba oxidada. Les advirtió a los usuarios: “esto es un asalto, caifás con sus pertenencias”.
Con mucho miedo, y asombrados, los pocos viajeros, porque en Pachuca no ocurren esta clase de asaltos, le entregaron sus cosas que llevaban: mochilas, bolsas, carteras, relojes y celulares. De pronto vieron que se acercaba una patrulla; les hicieron señas para que detuvieran la unidad. A los cuicos se les hizo sospechoso que varias manos les dijeran adiós.
Los pasajeros señalaron con el dedo al asaltante, quien tenía en la mano un filoso cuchillo. Un policía se dirigió al pillo: “por favor, entregue el arma, caballero, no vaya a lastimar a ninguno, está rodeado y no tiene salida”.
El delincuente lo pensó. Por momentos se los quedaba mirando, como si no le cayera el 20. A pesar de estar borracho y drogado, tuvo miedo. Se entregó a los popochas, dándoles el cuchillo.
De volada lo aseguraron para que no se les fuera a escapar. Dijo llamarse Juan Carrasco, con domicilio en La Calera, Mineral de la Reforma. El chofer de la Urvan, Raúl García, de 26 años, que le había sudado la cola por el miedo, indicó que en una parada el sujeto abrió la puerta y se subió. Por el espejo, vio que amenazó a los pasajeros, exigiéndoles sus cosas de valor. Estaba decidido a matar, pues miraba a todos, movía los ojos de un lado a otro, listo para aventar el cuchillazo, por su alguno se le saliera del huacal.
Por fortuna le cayó la policía, que estaba a unos metros. Se lo llevaron a las instalaciones de la Policía Municipal, ante el Ministerio Público, donde se quedará encerrado hasta que arregle su bronca.

“EL CHICHAS” LE PEGÓ A SU MAMÁ
Manuel Pérez, mejor conocido como “El Chichas”, de 25 años, le pegó a su madre. Dijo a las autoridades que fue en defensa propia; ella comenzó primero, le dio de cachetadas, lo correteó con un palo, y le pegó en la cholla, que le hizo un chipote. Esto lo sacó de onda, y tuvo que contestar la agresión. La gente del barrio de El Mosco lo agarró y le dio de golpes por condenado. Don Juan había conseguido un lazo para ahorcarlo.
Ayer, como a las 3 de la tarde, llamaron a la Policía Municipal para que fueran pronto a la calle Quintana Roo, del popular barrio mencionado, porque la chusma enardecida estaba a punto de colgar a un desdichado que golpeó sin piedad a su jefa.
Se les peló pero lo alcanzaron en el cerro de Santa Apolonia, donde se encuentra Cristo Rey; lo bajaron a madrazos y le querían dar cuello. Llegaron a tiempo y se los quitaron de las manos, protegiéndolo, diciendo el comandante “que lo iba a pagar caro”. Por eso la gente, que estaba furiosa, dejó que se lo llevaran los de la ley y el orden.
La señora Margarita Pérez, de 60 años, quien es chaparrita, que parecía enana, declaró ante el agente del Ministerio Público, que su hijo heredó a su padre: borracho, chismoso, viejero, tranza y pegalón.
Que su hijo llegó a su casa bien burro, como a las dos de la tarde, exigiéndole que de volada le diera 100 varos porque los necesitaba para un bizne. La señora le dijo  que lo perdonara, pero andaba bruja. No tenía de dónde agarrarlos. El hijo le dijo que los consiguiera con los vecinos, pero le dijo su jefa que todos en esa vecindad andaban iguanas ranas.
El acusado se enojó y se metió al cuarto de su madre y cuando ella hacía la comida, lo alcanzó a ver que salió como Santa Claus, con un costal en el lomo. Lo alcanzó y se lo quitó.
Adentro adentro ya se llevaba la licuadora, una plancha y un televisor de 14 pulgadas. Molesta lo cajeteo. Le dijo que qué poca madre tenía, y que se hincara para echarle la bendición, porque desde ese momento estaba expulsado de su casa por ladrón.
Enojado, mirándola muy furioso, le propinó dos bofetadas guajoloteras, yéndosele encima; le dio un tope borrego en la frente, que la mandó de cola, al suelo. Le pegó de patadas, la levantó de las greñas, la retachó contra la pared. La señora gritó, apenas le dio tiempo, cuando la tenía del gañote.
Fue cuando salieron los vecinos a quitársela de encima, porque estaba a un pelito de desmadrarla, si no la hubiera matado Ella perdió el conocimiento a causa del calaverazo que se dio al caer. Luego vio que los inquilinos lo tenían agarrado del pescuezo.
Sin dejar de llorar, le dijo al MP, que por poco también llora: “Yo, como madre, lo perdono, pero hay un Dios que todo le ve, y algún día lo pagará”. El señor autoridad lo mandó a encerrar por lesiones, no por pegarle a su jefa sino a una ciudadana, y no saldrá hasta que arregle su situación jurídica.

EL LLANERO SOLITARIO MATÓ A UN CIUDADANO
Como  a las 10 de la noche del miércoles pasado, llegó a Tlanalapa con la lengua de fuera, Francisco, quien le dijo al director de la Policía Municipal que sobre la carretera Tepeapulco-Santo Tomás, a la altura del kilómetro 28, estaba el cuerpo sin vida de Edmundo, de 70 años, muerto a manos de un jinete montado en un cuaco alazán lucero, quien le dio un balazo a Damián Morales, de 55 años.
La noticia se corrió de boca en boca. Se juntaron  los policías de Ciudad Sahagún, Tepeapulco, Santo Tomás y Tlanalapa, quienes fueron a lugar llevándose al testigo, a ver si podía reconocer si de verdad era el Llanero Solitario, cosa que ellos dudaban porque en lugar de bala de plata dejó balas de plomo.
Llegaron al sitio, donde encontrando un cuerpo con la cola para arriba. Los agentes investigaron que vivía en la calle Moctezuma, colonia Fray Bernardino de Sahagún, en Tepeapulco. El MP dio del cadáver. También, en el lugar de los hechos, entre la milpa, estaba enroscado, Damián, con un balazo en el ombligo.
Se lo llevaron de urgencia al Hospital de Ciudad Sahagún, y al muerto al anfiteatro, y comenzaron las pesquisas para saber cómo había estado el asunto, y quién era ese jijo de su jefa que los atacó.
Les dijo una señora que a esa hora, cuando salió al corral a hacer del baño, vio que del cerro bajaba cabalgando un jinete que, de momento, encarreró a su cuaco y entonces se escucharon dos detonaciones de escopeta. Le fue avisar a su marido, pero le dijo que se durmiera, o le iban a echar la culpa que ella fue.
Sin embargo, como la curiosidad mató al gato, ella bajó a la carretera y se dio cuenta que el muerto era don Edmundo y el herido, su amigo Damián. Por la tarde, cuando subió a su casa con leña, escuchó que estaban alegando; entre los dos le pegaron al jinete, que se subió en su caballo. Después regreso para darles en la madre. No sabe quién es ni cómo se llama.
Los familiares de Edmundo pidieron que sus restos fueran llevados al anfiteatro de Ciudad Sahagún, para las diligencias de ley, mientras ellos le iban a rascar el hoyo para darle sepultura. Más tarde los uniformados dijeron al agente del Ministerio Público que fue una riña entre los tres, dos conocidos y un vaquero.

ASALTO EN PLAZA Q: SE LLEVARON 100 MIL CHUCHOS
El martes, cerca de las 5 de la tarde, dos delincuentes, abriéndose paso entre la gente de la famosa Plaza Q, se metieron a la tienda de autoservicio Soriana. Llevaban debajo del brazo, armas de grueso calibre. Le apuntaron al empleado de la joyería, que se encontraba solo. Lo encerraron en el baño y se sirvieron con la cuchara grande, llevándose más 100 mil pesos. Así como entraron, salieron del lugar.
El empleado de la joyería, Félix, de 30 años, relató a los uniformados, que le cayeron como aboneros en quincena, le apuntaron en la cabeza, lo metieron al baño, lo amarraron, diciéndole “que calladito viviría muy bonito”. Mientras, ellos llenaban mochilas donde se llevaron las joyas.
Dio señas de los ladrones, que llevaban armas largas, eran como de 30 años, bien vestidos, y se dio cuenta que uno de ellos tenía una corona de oro en un diente.
Al avisar a la policía, se movilizaron varias corporaciones, de Pachuca y Mineral de la Reforma. Se llevaron las patrullas nuevas, para no tener contratiempos. Sacaron su peine y peinaron la zona. Además formaron operativos de lujo, que estaba pelón para que se les escaparan los malhechores.
Las patrullas andaban como calzón de mujer mala: para arriba y para abajo; reportándose con sus superiores a cada rato, por radio, cuál era su ubicación. Después avisaron que habían agarrado a los malandrines, de acuerdo a la descripción del encargado.
Los maltrataron de palabra y obra. Pero cuando los presentaron con el encargado de la joyería, les dijo que ellos no eran, ni siquiera se parecían. Los jefes les pidieron disculpas, que entre peregrinos los confundieron. Siguieron buscando por cielo, mar y tierra, a huevo tenían que caer los asaltantes. Todo estaba cercado, no dejaban pasar a ningún vehiculo sin antes revisarlo, de asientos a cajuela.
Después se dieron cuenta que los bandidos habían violado el cerco de seguridad y escaparon. Discretamente le dijeron al responsable de la tienda robada que fuera a poner su denuncia en contra de los maleantes, quien pidió los localicen y les apliquen todo el rigor de la ley. Le respondieron que seguirán investigando hasta tocar fondo y algún día caerán en sus redes.

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