Un Infierno Bonito

VIEJAS ESCANDALOSAS SE AVIENTAN UN CALLO
Un escándalo armaron dos vecinas cuando se encontraron frente a frente. Se dieron una madriza, quedando una lesionada. Cuando cayó al suelo, la agarró su rival de una chichi, y no la soltó hasta que chilló. Y entonces se fue a rajar con las autoridades del Ministerio Público.

Esther Ruiz, de 30 años, narró que, como a las 9 de la mañana, salió de su domicilio, ubicado en la calle Haciendas de Pitahayas, de Pachuca. Tuvo un desagradable encuentro con su vecina Blanca Lilia, de 35 años; ambas viven en la misma cuadra, a la altura del paradero de colectivas, en la avenida principal.
La mujer llamada Blanca es la buscapleitos; iba acompañada de una chamaca, y al verla que pasó junto a ella, comenzó a insultarla. Le dijo a su hija: “Mira nada más quién viene aquí, la vieja nalgas chuecas, es un coyona chismosa, pero ahorita le quito lo hipócrita”.
Esther se hizo la loca que no escuchó nada, y se siguió de frente. Blanca la alcanzó, le dio un aventón, agarrándola descuidada, que la cabeza se le fue de lado.  
Esther, meneando la cabeza de un lado a otro, se había torcido el gañote y le contestó: “Yo no tengo antecedentes penales, tendré las nalgas chuecas, pero no soy como otras que las sueltan fácil, quitando los maridos a las vecinas”.
Iba a dar la media vuelta cuando le sonó una cachetada, la jaló de las greñas con mucha fuerza y le zumbó otra, que la tiró. De nuevo la agarró de los pelos, le dio un jalón que la hizo dar una maroma. La mujer se levantó para entrarle, sin pensar que su contrincante era ruda.
Las dos, como gallos de pelea, daban vueltas alrededor. En un descuido de Esther, Blanca le agarró una chichi y no se la soltó; le daba vueltas como tornillo, haciendo la afectada gestos de dolor.
Esther sacó fuerzas de la nada y le dio un aventón, que la mandó de nalgas a media calle, y su rival se le aventó cayéndole encima, rodando de un lado a otro.
Los que estaban muy contentos de ver cómo se daban en la madre, eran los choferes y ayudantes de las combis. Nadie se metía a separarlas. Rodaban por el suelo, enseñando los calzones. Se golpeaban, estaban como cangrejos, bien trenzadas. A Blanca la salvó la campana cuando llegó su mamá, Salustia Escobar.
Sin decir nada, la agarró de un brazo, la metió en un taxi, y se la llevó. Le dijo al chofer que diera varias vuelta por la colonia, mientras se calmaba su hija, porque estaba un poco nerviosa.
Mientras tanto,  Esther, golpeada, se quedó desmadrada, sentada en la banqueta. Llegó un familiar, que la llevó a hacer la demanda correspondiente, La regañó por el espectáculo que dio en vía pública.
Le dijo Esther que esa vieja le echó de habladas y ya se traían porque a ella le dijeron que andaba coqueteándole con su marido. Es conocida en la colonia como la tumba hombres.
Cuando llegaron a la barandilla, pasaron con el ministerio público y le dijo que iba a poner una demanda en contra de una mujer que la golpeó, que se llama Blanca Lilia, y le causó una lesión, enseñándole un pecho, acusando a su agresora por lesiones, pues por poco y le arranca el pezón.

ASALTARON UN RESTAURANTE EN SINGUILUCAN
Todo estaba tranquilo en el restaurante que se encuentra en la carretera federal México-Tuxpan, la altura de Singuilucan, Hidalgo. Como la una de la mañana del miércoles, entraron cinco changos marangos, pidieron un café para el frío; cuando se los despachaban, sacaron sus pistolas y les gritaron: “¡Este es una asalto, calladitos se ven mas bonitos, caifás con lo que traigan!”.
Eusebia Trejo, de 30 años, les protestó; le dieron un plomazo en una pierna, para que se callara. Despeluchando a varios clientes, quitándoles todo lo que de valor llevaban, se salieron, cubriéndose las espaldas unos a otros; sin dejar de apuntarles, abordaron un coche, sin saber qué rumbo agarraron.
Los clientes, asustados, ayudaron a la señora, que pegaba gritos de dolor. Uno de ellos salió a la calle a pedir ayuda, a que llamaran a la policía, porque habían sido asaltados, y a la dueña le agujerearon una pierna. Poco después llegaron varias patrullas de la Policía Municipal, empuñando sus acocotes con el dedo en el gatillo, listo para disparar.
Les dijeron que los asaltantes se habían pelado de casquete. Metieron a la señora en una ambulancia y la llevaron al Hospital General de Tulancingo, donde le dieron los primeros auxilios médicos, sacándole el plomo, y declaró ante las autoridades:
“Era de madrugada, todavía no cantaba el gallo, tenía pocos clientes que estaban moviendo bigote, cuando de pronto entraron cinco jóvenes, me pidieron que les sirviera café; yo estaba acompañada, con mi trabajadora Nelly Hernández, pero no sospechamos de ellos, pues tenían caras de mensos, sin saber que eran unas moscas muertas.
“Me metí a la cocina junto con mi empleada, escuchamos balazos, por las moscas, nos tiramos pecho a tierra, y se oían voces: “Esto es una asalto”. Vi cuando le quitaban sus pertenencias a los clientes. Nosotras, espantadas, nos cubrimos detrás de la puerta; les grité que se salieran. Una bala rompió el cristal y se me clavó en la pierna derecha; sentí caliente. Al ver que me salía un chorro de sangre”.
Le dijo a su ayudante: “Ya me dieron”. Los asaltantes se salieron sin dejar de disparar. “Los clientes me echaron la mano y me trajeron en la ambulancia al Hospital de Tulancingo”.
También anexó en el acta, que los jóvenes eran como de 18 años, aparentaban ser de buena familia, pues iban muy bien vestidos y pidieron el café con mucha amabilidad. Todos llevaban pistola. Pide que los detengan, no vaya a ser que le quede mal su pierna y se la mochen.

LA POLICÍA LE QUITÓ ARMAS Y DINERO
Javier Hernández estaba vendiendo tunas, como a las 5 de la tarde, y sólo le faltaba un cajón para pintar raya. Se encontraba en el crucero del barrio de Fitzhi, en Ixmiquilpan. Lo acompañaba su vieja, que tenía bolsas de tunas peladas, que las vendían a 10 pesos cada una.
Tenían muchos clientes; él y su vieja corrían para librar a los carros, para sacar las tunas de su coche, que estaba estacionado en la otra calle. De momento se paró junto a ellos una camioneta Explorer café, con placas extranjeras, se bajaron dos; pensando que les iban a comprar su producto, les dijo la mujer: “Llévelas, patrón, se las dejamos las dos bolsas por cinco pesos, son las últimas”.
Los sujetos lo agarraron de los brazos, se lo llevaron de palomita, le enseñaron una credencial, que eran efectivos de la Agencia de Investigaciones. Javier, al ver que se trataba de personajes importantes, le dijo que les regalaba las tunas: “Vieja, dales al señor todas las tunas”. Pero uno de ellos le dijo: “No seas chistoso; entrégame el rifle que tienes en la unidad”.
Abrieron el coche Nissan, tipo Sentra, con placas de Chihuahua, y sacaron el rifle y lo metieron en su camioneta que llevaban. El otro policía revisó el automóvil y de la guantera sacó una pistola Magnum calibre .22, que se la decomiso. Les explicó que tiene permiso de portar esas armas, pero no le hicieron caso. Lo subieron a madrazos a la camioneta.
La señora, al ver que se lo llevan, les dijo: “Déjenlo, si quieren dinero, tengan”. Les dio unos billetes con morralla. Le dijeron: “Nos los vamos a llevar para hacerle unas preguntas, y luego lo dejamos libre”.
Arrancaron, dejando llorando a la señora, que no le quitaba la vista a la camioneta donde se llevaban a su viejo. En el trayecto, al tunero lo despojaron de todo lo que llevaba: su reloj, su cartera, su celular, una medallita de la Virgen de Guadalupe, y tres mil pesos en efectivo.
Le dijeron que tienen orden de desaparecer a todos aquellos que tienen armas, pero por ser cuates, nadas le iban a dar en la madre. Que se callara. No les gusta hablar con delincuentes.
Cuando pasaron por un canal de aguas negras, abrieron la puerta y lo aventaron. De chiripada, se atoró en un árbol y no cayó en el canal. Ellos pensaron que sí.
El hombre, como pudo, regresó por su vieja y fueron a denunciar ante el Ministerio Público, contando los hechos. Le dijeron que los ladrones han de ser piratas. No creen que fueron policías de verdad. Pero se iba a quedar para hacer una averiguación, de dónde sacó las armas.

UN BORRACHO SE LA QUERÍA LLEVAR
María Islas, de 20 años, recibió el susto de su vida, que va a quedar con los pelos parados, y no se podrá peinarse durante muchos meses. Uno de sus pretendientes, de nombre Alfonso Pérez, de 30 años, se la quería llevar a la fuerza; como no se dejó, sacó su escopeta y le disparó, pegándole en un brazo.
La semana pasada, en la comunidad del Contadero, de Atotonilco el Grande, María echaba beso con su novio. Sentados, junto a la fuente, se chupaban un barquillo. A Alfonso ya se le quemaban las habas. Le cantó derecho, que le soltara las nalgas. La muchacha le dio una cachetada por atrevido.
Él le había prometido sacarla de blanco. Al estar forcejeando, se le escapó al hombre. Corrió, agarrándose de los barrotes de una ventana, y no se soltaba por más que la jalaba.
El novio le dijo que entonces se la iba a pagar. Sacó una escopeta y le disparó. La muchacha se desmayó. La bala le había pegado en el brazo. Al ver que ya la había cajeteado, la cargó, la metió en una camioneta Toyota, tipo Camper, con placas del Estado de California. No faltó el testigo que, corriendo, le fue a avisar a doña Alberta Islas, que a su hija se la habían raptado e iba herida.
La señora se subió en su automóvil, pero por más que le metió la pata, no lo alcanzó. Pidió ayuda a la Policía Municipal. Les dijo que un desgraciado se llevó a su hija. Le dijeron: “Esto es asunto de los agentes investigadores”. La mujer les dijo que el roba-viejas iba rumbo a la Huasteca; les dio las señas de la camioneta.
Se lanzaron tendidos como bandidos, a alcanzarlo. Les llegó un reporte por radio, que había una joven herida en el Centro de Salud de Metztitlán. Fueron a ver si se trataba de la misma dama. Cuando llegaron el médico les explicó que la habían trasladado en un coche particular, al Hospital General de Pachuca. Las señas coincidían con las de la fémina que buscaban.
En un camino de terracería encontraron la camioneta, abandonada. Mandaron a algunos de los elementos, que vinieran a Pachuca, encontrándose con María, que estaba con el brazo enyesado: la bala le perforó el hueso.
Les contó, con detalle, por qué el tipo se la quería llevar. Que ya tienen años de novios, viene a verla desde los Estados Unidos, y se iba a ir pero, antes, tenía planeado bajarle los calzones y no regresar.
Los policías lo anduvieron buscando pero no lo encontraron. Se les peló para el norte.

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